La verdadera historia de la madre de Nacho
Nacho, cuatro a?os, llevaba un par de semanas sin jugar en el recreo. Valentina lo miraba desde la ventana, serio, cabizbajo, como humillado ante s¨ª mismo, andando solo por la orilla del patio con el bocadillo olvidado en la mano. ?Qu¨¦ te pasa?, le pregunt¨® un d¨ªa. Nada, contest¨® el ni?o, que tengo muy mala suerte, y se le llenaron los ojos de l¨¢grimas. ?Por qu¨¦? Porque no veo nunca a mi mam¨¢? Eso no es verdad, contest¨® Valentina, muy familiarizada con esta clase de conflictos, lo que pasa es que tu madre trabaja, ?no?, y llega a casa tarde, cansada, y con el tiempo justo de ba?arte, hacerte la cena y darte un beso al meterte en la cama, pero a muchos ni?os del cole les pasa lo mismo, no te preocupes? No, no es eso, insisti¨® el ni?o, es que cuando llega yo ya estoy dormido y no la veo nunca, nunca. Valentina se qued¨® pensando, esper¨® un d¨ªa, dos, levant¨® el tel¨¦fono, lo volvi¨® a colgar, lo levant¨® otra vez; hola, dijo, soy la profesora de Nacho, me gustar¨ªa hablar contigo, muy bien, escuch¨® al otro lado de la l¨ªnea, podemos quedar cualquier d¨ªa, por la ma?ana.
Ahora, el conserje acaba de anunciarle su llegada y la ve subir por la escalera, una mujer agradable, bien vestida, sin ning¨²n indicio aparente de llevar una vida desordenada ni propia de ambientes marginales, una madre normal, como la inmensa mayor¨ªa de las madres del colegio.
-Mira, te he llamado? -Valentina tantea, escoge las palabras, busca la manera de explicarse sin ofender-. Es que Nacho parece preocupado, est¨¢ triste, ¨²ltimamente, y? Bueno, ¨¦l se queja de que no te ve, y yo quer¨ªa?
En ese momento, la madre de Nacho levanta la mano, mira al fondo de los ojos de la profesora de su hijo, y toma aire.
-Yo soy madre soltera, y trabajo en Telemadrid, de auxiliar administrativo. En Telemadrid hay tres empresas distintas. Yo trabajaba en una, con turno de ma?ana, hasta que la jefa de recursos humanos, sin darme explicaciones, me cambi¨® de empresa y de horario. Bien. En 1999, cuando decid¨ª quedarme embarazada, ped¨ª un cambio de turno justificado por mi situaci¨®n, y me lo negaron. En el a?o 2000, cuando estaba a punto de salir de cuentas, ped¨ª una licencia de empleo y maternidad hasta que Nacho cumpli¨® un a?o, pero luego tuve que reincorporarme porque yo tengo que trabajar para comer, no me queda otro remedio. Segu¨ª pidiendo el cambio de turno, siguieron neg¨¢ndomelo, una vez, y otra, y otra. Al reincorporarme, en 2001, me asignaron mi antiguo horario, desde las tres de la tarde hasta las diez de la noche. Llego a casa a las once, ?sabes? Menos en febrero de 2002, en el que pude hacer una suplencia que dur¨® seis meses y que se acab¨®, por supuesto, y cuando se acab¨®, escrib¨ª cartas a todo el mundo, a los consejeros de la empresa, a los partidos pol¨ªticos, a las centrales sindicales, explic¨¢ndoles mi situaci¨®n. Me contestaron s¨®lo cinco, para decirme que me apoyaban mucho personalmente pero que no pod¨ªan hacer nada por m¨ª. El ¨²nico apoyo real que tuve fue el de la CGT. Fuimos a juicio, no prosper¨®, aunque parezca mentira, no prosper¨®, recurrimos, y al final, tras mucho pelear y para que me calle, m¨¢s que otra cosa, me acaban de asignar un horario que ellos llaman temporal y no oficial, desde las once de la ma?ana hasta las siete de la tarde. Pero todav¨ªa no ha entrado en vigor, o sea, que estoy como antes, por poco tiempo, espero, pero como antes. Y siempre, eso s¨ª, con el alma en vilo, porque en cualquier momento vuelvo a llegar a casa a las once. Ahora, que la cadena no hace m¨¢s que organizar debates sobre la ley de conciliaci¨®n, y pasar documentales explic¨¢ndole a los espectadores lo importante que es, y a Esperanza Aguirre se le llena la boca de buenas palabras cada vez que le preguntan por el tema, y yo ya no s¨¦ que hacer, de verdad, estoy desesperada.
La madre de Nacho ha contado su historia de carrerilla, sin hacer m¨¢s pausas que las imprescindibles para respirar. Valentina la mira sin saber qu¨¦ decir, y al final, por no decir s¨®lo que lo siente, deja escapar la primera idea que se le pasa por la cabeza.
-Oye, ?y por qu¨¦ no hablas con la madre de Elisa? Ella es escritora, y publica art¨ªculos en el peri¨®dico.
-?T¨² crees?
-No s¨¦. Seguramente no servir¨¢ para nada, pero siempre es bueno que estas cosas se sepan, ?no?
La madre de Nacho se levanta, mira un momento al techo, mueve la cabeza.
-Puede ser?
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