La voz de la mujer afgana
Masuda Jalal es la primera mujer que ha aspirado a presidir su pa¨ªs, Afganist¨¢n. Aunque s¨®lo ha conseguido el 1% de los votos, el gesto de esta pediatra de 41 a?os ha sido decisivo para que las afganas alcancen mayor protagonismo.
"Si estas elecciones hubieran sido libres, justas y afganas, la gente me hubiera votado a m¨ª", asegura Masuda Jalal con una convicci¨®n a prueba de bombas. Y su pa¨ªs ha visto caer muchas. Por eso insiste en que se ha pasado el tiempo de los hombres. "Las mujeres hemos esperado cinco mil a?os nuestra oportunidad, no podemos esperar otro siglo", apunta. La primera mujer que ha intentado llegar a la presidencia de Afganist¨¢n no se enga?aba en cuanto a sus posibilidades. "Todo estaba preparado para que Hamid Karzai se convirtiera en presidente", establece esta pediatra de 41 a?os d¨ªas antes de que se conozca el resultado oficial que le da un 1,1% de los votos, frente al 55% del ganador.
Aun as¨ª, no se arrepiente. "He hecho lo que quer¨ªa hacer y estoy contenta", declara con una confianza en s¨ª misma inusual en las afganas. Pero la doctora Masuda, como todo el mundo la llama respetuosamente, es una afgana un tanto especial. Su padre trabajaba para una compa?¨ªa europea y ten¨ªa una perspectiva que iba m¨¢s all¨¢ de las fronteras de su pa¨ªs. Su madre, ocupada en la crianza de siete hijos, tambi¨¦n le transmiti¨® una gran seguridad. "Siempre nos dec¨ªa: si realmente dese¨¢is algo, lo conseguir¨¦is. As¨ª que cuando no puedo lograr un objetivo, pienso que tal vez no lo haya deseado lo suficiente", conf¨ªa.
Sin embargo, la presidencia se le ha resistido por dos veces. Lo intent¨® en junio de 2002 durante la primera Loya Jirga (Gran Asamblea de notables) de la era postalib¨¢n. Jalal, una de las tres mujeres que participaron elegidas y no dentro de la cuota para minor¨ªas, dej¨® perplejos a los delegados cuando se levant¨® y expres¨® su voluntad de presentarse como candidata a la jefatura del Estado. Logr¨® el respaldo de 188 compromisarios frente a los m¨¢s de 1.000 que dieron su voto a Hamid Karzai. Desde entonces no ha cesado en su actividad pol¨ªtica, y su participaci¨®n en las primeras elecciones presidenciales se daba por segura.
"Karzai era el m¨¢s poderoso de todos los aspirantes", justifica. "Ha tenido en sus manos los medios de comunicaci¨®n, millones de d¨®lares y el respaldo del Gobierno, la polic¨ªa, los se?ores de la guerra y la comunidad internacional", denuncia sin sucumbir al desaliento. "Yo, en cambio, no tengo un d¨®lar, ni una peque?a publicaci¨®n, ni siquiera un despacho", se duele en el destartalado apartamento que hace las veces de oficina electoral en Mikrorayon, una barriada de la ¨¦poca de la ocupaci¨®n sovi¨¦tica. "Me lo ha prestado un colega m¨¦dico y tengo que desalojarlo cuando acabe el proceso", hace saber.
"Mi acceso al poder hubiera significado que las mujeres de Afganist¨¢n habr¨ªan alcanzado el liderazgo y habr¨ªan tenido la oportunidad de participar en la vida pol¨ªtica y social", defiende sin m¨¢s argumentos que su voluntad. Sin embargo, en los pasillos de su modesto centro de operaciones s¨®lo hay hombres a la vista. Una decena de voluntarios se afana sobre los informes que han ido llegando de los distintos distritos electorales.
Igual pasaba en muchos de sus m¨ªtines. "Todo depend¨ªa de si los organizaban hombres o mujeres", explica, "porque los hombres no tienen acceso a las mujeres". Tampoco su participaci¨®n abri¨® un debate sobre los derechos de la mujer durante la campa?a. "Los 17 hombres candidatos, bajo el liderazgo de Karzai, no han hablado de ese asunto por temor a que las mujeres inscritas [un 41% del censo electoral] se vieran animadas a votar a la ¨²nica candidata", afirma convencida.
Pero no todas las afganas se han sentido atra¨ªdas por su programa. "No tengo las manos manchadas de sangre. Soy m¨¦dico y madre. Quiero devolver la salud a Afganist¨¢n", resum¨ªa en sus reuniones electorales. La mayor¨ªa eligi¨® a Karzai, entre ellas Mahbuba Waizi, directora del Consejo de Mujeres Empresarias Afganas, y Zarghunah Walizadeh, propietaria de una compa?¨ªa de transporte y responsable del Consejo en Kandahar.
"A¨²n no ha llegado el momento de Masuda Jalal", defiende Walizadeh. "Primero tiene que cambiar la mentalidad de la gente", a?ade. Al igual que en el caso de Waizi, prima su vertiente de empresaria. Ambas votaron a Karzai porque "¨¦l apoya el sector privado y est¨¢ trabajando para encarrilar la econom¨ªa".
"El presidente Karzai financia y contrata mujeres educadas para que trabajen en su agenda", declara Jalal, "son ellas quienes han pedido el voto para Karzai". En su opini¨®n, el mayor obst¨¢culo ha sido que en Afganist¨¢n "no existe un movimiento de mujeres". "La comunidad internacional", afirma, "a pesar de su defensa de los derechos humanos, los derechos de la mujer y la democratizaci¨®n del pa¨ªs, no ha facilitado un solo d¨®lar en estos tres a?os a la ¨²nica mujer que ha luchado para dirigir el pa¨ªs. ?C¨®mo esperan que se organice un movimiento de mujeres? No nos prestan ninguna atenci¨®n. As¨ª que no es s¨®lo responsabilidad de Karzai, sino tambi¨¦n de quienes le apoyan".
Sea como fuere, Jalal ha hecho historia en este pa¨ªs extremadamente conservador en el que la mayor¨ªa de las mujeres a¨²n sigue llevando el burka, esa especie de tienda de campa?a que cubre a las mujeres de la cabeza a los pies con apenas una rejilla a la altura de los ojos. Su mera presencia en los carteles electorales ha supuesto, en palabras de un observador, que "las afganas sacaran la cabeza del burka, al menos simb¨®licamente". Sin embargo, el problema de fondo no se ha abordado a¨²n: un sistema legal que ve a las mujeres como propiedad de los hombres.
Jalal, cubierta con amplio pa?uelo azul, pero con la cara descubierta, reconoce que "contin¨²a la discriminaci¨®n, a pesar de la presencia internacional". "No estamos participando en igualdad de condiciones en la vida pol¨ªtica, social, cultural y econ¨®mica", resume. Sin embargo, en temas clave, como la compatibilidad de esas aspiraciones con la ley isl¨¢mica, el divorcio o los matrimonios forzados de menores, la mujer que ha querido ser presidente se parapeta tras el escudo de la nueva Constituci¨®n.
"Esas cuestiones est¨¢n resueltas en la nueva Constituci¨®n de Afganist¨¢n, que, con el apoyo de los afganos y el benepl¨¢cito de la comunidad internacional, establece la igualdad de derechos de hombres y mujeres", responde sin ir m¨¢s all¨¢. "Si hubiera recibido el poder, habr¨ªa puesto en pr¨¢ctica la ley fundamental", se?ala convencida de que eso bastar¨ªa para resolver "de una forma aceptable para los afganos" lo que ella llama "tradiciones negativas de Afganist¨¢n, como la discriminaci¨®n de mujeres y ni?as".
En el caso del derecho al divorcio de las mujeres, cuya sola menci¨®n estuvo a punto de costar su candidatura a Pedram Latif, uno de los aspirantes a la presidencia, Jalal adelanta que es necesaria "una reforma administrativa y judicial". "Yo habr¨ªa llevado a cabo esa reforma y facilitado protecci¨®n legal para las mujeres", asegura. Tambi¨¦n es consciente de que "los retos son la seguridad y los recursos".
Entre las "tradiciones negativas" resulta especialmente sangrante la costumbre de utilizar a las hijas como pago de deudas o para resolver disputas entre clanes. Un reciente estudio del Ministerio de la Mujer ha revelado que un 57% de las afganas son entregadas en matrimonio antes de cumplir los 16 a?os. En cualquier caso, la mayor¨ªa est¨¢n ya casadas a los 22. Como en muchos otros aspectos, Masuda fue una excepci¨®n. No s¨®lo permaneci¨® soltera hasta los 30, sino que, contra lo establecido, eligi¨® al hombre con el que iba a compartir su vida, Faizullah Jalal, de quien ha tomado el apellido y con quien tiene tres hijos, de nueve, siete y tres a?os.
"Para mis padres, la prioridad era la educaci¨®n", recuerda. Inicialmente quer¨ªa ser psiquiatra, pero el cierre de la facultad a causa de la guerra civil en 1990 le oblig¨® a cambiar esa especialidad por la medicina infantil. Trabajaba como pediatra en el hospital Atat¨¹rk cuando los talibanes llegaron al poder en 1996 y prohibieron el trabajo de las mujeres. No se desanim¨®. Sigui¨® practicando su carrera en la clandestinidad, a la vez que colaboraba con Naciones Unidas (coordin¨® la red de panader¨ªas femeninas que salv¨® del hambre a muchas familias). Fue en esa ¨¦poca cuando estableci¨® las conexiones que luego le ayudar¨ªan en su candidatura a la presidencia.
"La transici¨®n a la pol¨ªtica me result¨® natural porque, debido a mi profesi¨®n, siempre he estado rodeada de gente que necesitaba ayuda y dispuesta a echar una mano, nunca he discriminado a nadie y, si eran pobres, no les he cobrado. As¨ª que, ante la convocatoria electoral, mucha gente vino a decirme que quer¨ªan votar, pero que no se sent¨ªan representados por los otros candidatos, que quer¨ªan votarme. Me reun¨ª con amigos y vecinos y sent¨ª que ten¨ªa una oportunidad. No tengo un partido, pero s¨ª gente que conf¨ªa en m¨ª y me respalda".
Tambi¨¦n se revel¨® entonces la importancia de su marido, quien la llevaba a diario al trabajo (sin lo cual no hubiera podido ejercer) y no dej¨® de apoyarla incluso cuando fue brevemente encarcelada por su actividad. Hoy, este profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Kabul sigue conduciendo la furgoneta Toyota en la que su mujer se desplaza para dar m¨ªtines. No s¨®lo es su mejor aliado, sino que, a diferencia de lo que es habitual entre los afganos, comparte con ella el cuidado de los ni?os.
"Le estoy agradecida porque es un hombre educado y no ha tratado de frenar mis ambiciones pol¨ªticas", admite Jalal antes de precisar que se trata de un apoyo un tanto renuente. "Cuando decid¨ª tomar parte en la elecci¨®n para la Loya Jirga se mostraba contrario, aunque no me lo impidi¨®. Ahora ha sido m¨¢s dif¨ªcil porque, con las amenazas a los candidatos, estaba preocupado por mi seguridad", a?ade. "No quiero perder a la madre de mis hijos", declar¨® Faizullah Jalal al principio de la campa?a.
M¨¢s all¨¢ de esa preocupaci¨®n personal, ¨¦l es el hombre que mantiene a Masuda con los pies en el suelo. "Siempre me recuerda que lo que hago no me permitir¨¢ llegar a ser presidente porque opina que todo est¨¢ preparado para Karzai. El apoyo de Estados Unidos, de la ONU, incluso de Europa, que tiene que apoyarle para agradar a Bush", confiesa Jalal. El discreto profesor, que algunos consideran que es quien verdaderamente mueve los hilos detr¨¢s de la candidata, cree que la aspiraci¨®n de su mujer es un sue?o, pero tambi¨¦n que se ha convertido en un s¨ªmbolo de la democracia y que, en igualdad de condiciones, podr¨ªa llegar a ser l¨ªder.
"Me apoya porque no quiere que luego diga a nuestros nietos que no fui presidente por su culpa", concluye Jalal con una de las sonoras carcajadas con las que salpica su conversaci¨®n. Tiene una risa franca y un hablar directo, tal vez un punto ingenuo. Es natural. Incluso para una pol¨ªtica nata como ella, todo es nuevo en este Afganist¨¢n que descubre la democracia a marchas forzadas. Por eso, m¨¢s que programas o presupuestos, lo que se ha ofrecido a los electores son trayectorias personales y estilos de comportamiento. Antes de la foto, la candidata se recoloca el pa?uelo para impedir que pueda verse un mech¨®n de pelo. Los afganos siguen siendo muy conservadores.
"Por supuesto que la vida de las mujeres ha cambiado respecto a la ¨¦poca de los talibanes. Ahora pueden ir al colegio, trabajar y moverse con cierta libertad en las zonas seguras", constata Jalal, pero de inmediato apunta que eso no es suficiente. "Es lo mismo que pod¨ªan hacer antes de los talibanes. Yo era m¨¦dico. Trabaj¨¦ para la ONU y otras organizaciones internacionales, ense?¨¦ en la Universidad de Kabul, practicaba mi especialidad y me mov¨ªa con libertad dentro de una zona segura hasta que llegaron los talibanes. Estamos como antes de ese r¨¦gimen. No ha habido un cambio fundamental, y las afganas necesitan que se produzca ese cambio".
Para ello, Jalal pide que tanto la ONU como los pa¨ªses donantes les presten igual atenci¨®n que a los hombres en los planos pol¨ªtico, econ¨®mico y cultural. "Tenemos la impresi¨®n de que la comunidad internacional est¨¢ tratando de satisfacer a los se?ores de la guerra y a los extremistas; por eso no nos prestan atenci¨®n", se?ala antes de insistir en lo que es su obsesi¨®n en esta etapa poselectoral: la falta de apoyo a su candidatura.
"Soy una mujer candidata, en dos ocasiones he tenido la oportunidad [de ser presidente]. El pa¨ªs est¨¢ preparado, odia a los se?ores de la guerra, odia a los que tienen las manos manchadas de sangre, a los que destruyeron el pa¨ªs. Quer¨ªan a un civil, una madre, una m¨¦dica. Confiaban en m¨ª y por eso me sostuvieron durante la campa?a. Si hubiera tenido dinero, habr¨ªa podido ser presidente. Pude haberlo logrado, pero la comunidad internacional y la ONU han apoyado a un hombre y no he podido ganar".
Jalal est¨¢ plenamente convencida de que es ese respaldo el que le ha garantizado el ¨¦xito. Muchos otros afganos, tambi¨¦n. "?De d¨®nde vienen todos esos millones de d¨®lares? ?Y el apoyo a Karzai en los medios internacionales? Apoyo pol¨ªtico y diplom¨¢tico. Alemania invit¨® a Karzai justo en v¨ªsperas de las elecciones para entregarle un prestigioso premio? ?No es eso apoyo?", subraya dolida. Su enfado puede ser parte del juego pol¨ªtico. Desde antes de las elecciones se rumorea que podr¨ªa llegar a un acuerdo con el presidente para encabezar un ministerio. No quiere ni o¨ªr hablar de ello. A¨²n es pronto. A¨²n es una candidata en liza.
Ha hecho muchos sacrificios. Su trabajo, su familia. Todo ha quedado aparcado durante la contienda electoral. "Lo que he hecho durante esta campa?a ha sido extraordinario, gracias a la extraordinaria cooperaci¨®n de mucha gente, pero se necesita un esfuerzo a largo plazo", eval¨²a bajando el tono y sin sombra de falsa modestia. "Mi programa, mis ideas, mi personalidad? He invertido mi tiempo, mi energ¨ªa, mi vida privada, y mis amigos me han ayudado. Ahora bien, para lograr un verdadero cambio se necesita inversi¨®n en un movimiento de mujeres".
A pesar de todas sus cr¨ªticas, Jalal no renuncia a la esperanza. "Conf¨ªo en que la presencia internacional traiga una vida mejor a los afganos y no olvido que hace tres a?os ni siquiera pod¨ªa imaginar ser candidata a la presidencia. Ha habido fracasos, pero tambi¨¦n logros". Aunque no desvela sus planes pol¨ªticos inmediatos, promete seguir trabajando por su pa¨ªs. "Quiero la unidad y la reconstrucci¨®n de Afganist¨¢n, tanto si llego a presidente como si sigo siendo m¨¦dico y madre o una simple ama de casa, ¨¦se es mi objetivo. Deseo que los afganos puedan volver a trabajar en paz".
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