Emisiones sin fronteras
"Aumentan los niveles de di¨®xido de carbono. Suben las temperaturas. Los oc¨¦anos se calientan. Los glaciares se funden. Sube el nivel del mar. El hielo marino se adelgaza. El permafrost se funde. Hay m¨¢s incendios forestales. Los lagos menguan y se congelan m¨¢s tarde. Las plataformas de hielo se desprenden. Las sequ¨ªas se prolongan,... Disminuyen las acumulaciones de nieve. Se producen invasiones de especies ex¨®ticas. Los anfibios desaparecen. Los litorales se erosionan. Los bosques nubosos se secan. Las temperaturas se disparan en las latitudes altas. ?Qu¨¦ est¨¢ pasando?" (National Geographic, septiembre de 2004).
El cambio clim¨¢tico ya est¨¢ aqu¨ª. Es una realidad inapelable puesta en marcha por una humanidad que desde la Revoluci¨®n Industrial se ha ido convirtiendo progresivamente en lo que algunos ec¨®logos han denominado una fuerza planetaria. De hecho, hay cient¨ªficos que afirman que hemos entrado en una nueva era de cambio global como consecuencia de la acci¨®n del Homo Sapiens -el antropoceno-. El poder de esta fuerza es hoy d¨ªa es tan enorme que est¨¢ alterando equilibrios b¨¢sicos, como el clima, que han permitido el surgimiento y desarrollo de la vida en el planeta como la conocemos.
Las centrales que han proporcionado energ¨ªa el¨¦ctrica al Pa¨ªs Vasco, Santurtzi y Pasaia, son tecnol¨®gicamente obsoletas
El cambio clim¨¢tico es, junto con la p¨¦rdida de diversidad biol¨®gica, el problema ambiental m¨¢s grave del siglo XXI
Hay un consenso generalizado entre los expertos de que el cambio clim¨¢tico es, junto con la p¨¦rdida de diversidad biol¨®gica, el problema ambiental m¨¢s grave con que nos enfrentamos en el siglo XXI. El cambio clim¨¢tico expresa como pocos temas el desfase existente entre el car¨¢cter global de algunos de los grandes retos a los que se enfrenta la especie humana y los mecanismos de representaci¨®n y poder realmente existentes. Con la relativa y reciente excepci¨®n de la Uni¨®n Europea, esos mecanismos se configuran b¨¢sicamente en torno a los Estados-naci¨®n, entidades surgidas mayoritariamente en momentos hist¨®ricos en que ni siquiera hab¨ªa emergido la noci¨®n de que un problema pudiese llegar a tener un alcance global, planetario.
El cambio clim¨¢tico es especialmente dif¨ªcil de tratar porque su din¨¢mica interna favorece actitudes perversas por parte de determinados pa¨ªses que habr¨ªan de aplicar los acuerdos internacionales para enfrentarlo. En el n¨²cleo de la dificultad late el hecho endiablado de que las emisiones son siempre de origen local, pero el cambio clim¨¢tico se expresa como un problema de car¨¢cter global. Las emisiones no conocen fronteras. Surgen en Pasaia, Santurtzi, Sevilla, Nueva York, Berl¨ªn o Bombay, pero se dispersan por la atm¨®sfera del ancho mundo sin importarles el origen. El impacto de las emisiones generadas por cada pa¨ªs se externaliza al resto de la humanidad y al conjunto de la biosfera.
La din¨¢mica que se crea entre el car¨¢cter local de las emisiones y el efecto global de los impactos es una variante del juego de situaciones que se da en el conocido dilema del prisionero. La mayor¨ªa de pa¨ªses, adoptando una c¨®moda actitud ventajista (free rider), espera que sean otros los que se pongan manos a la obra y corran con el esfuerzo de la soluci¨®n. Eso s¨ª, todos ellos tienes razones para justificar su actitud. "Los costes son excesivos. Nuestra industria no puede permit¨ªrselo", dicen unos. "Nuestras emisiones per capita son menores que las de Alemania", a?aden otros. "Cuando estemos a nivel de los pa¨ªses m¨¢s desarrollados, entonces s¨ª que actuaremos debidamente", se justifican los terceros.
Esas actitudes paralizantes y mezquinas s¨®lo se pueden vencer con visi¨®n y liderazgo. La visi¨®n nace de la amplitud de miras y de la generosidad del esp¨ªritu. Los antiguos nativos de las praderas americanas, antes de tomar una decisi¨®n importante para sus pueblos, la valoraban cuidadosamente para ver si iba a ser beneficiosa para las siguientes siete generaciones. S¨®lo entonces la adoptaban. ?sa es la esencia de la sostenibilidad.
El liderazgo surge de la visi¨®n. Ante un tema tan grave como la alteraci¨®n del clima de la Tierra, uno hace lo que tiene que hacer. Asume con decisi¨®n y firmeza que ha de reducir las emisiones que est¨¢n envenenando la atm¨®sfera planetaria, sencillamente porque es, como dicen los brit¨¢nicos, lo que la gente decente hace en esos casos. Es el imperativo ¨¦tico que surge de una visi¨®n responsable hacia nosotros mismos, nuestros semejantes, incluyendo los a¨²n no nacidos, y hacia el resto de formas de vida que comparten con nosotros la Tierra.
En un contexto internacional dominado por la oposici¨®n del Gobierno conservador norteamericano y por las dudas durante a?os de Rusia, la Uni¨®n Europea ha asumido el liderazgo mundial en el avance hacia la principal concreci¨®n existente hoy d¨ªa en la lucha contra el cambio clim¨¢tico: el Protocolo de Kioto. Entre 1990 y 2002, la UE-15 ha disminuido sus emisiones de gases de efecto invernadero un 2,9%, situ¨¢ndose en la buena direcci¨®n para cumplir los compromisos del Protocolo.
En el Pa¨ªs Vasco, las emisiones del a?o 2003 han sido un 28,2% superiores a las de 1990. El mal resultado tiene dos causas precisas. El espectacular aumento de emisiones que han protagonizado los sectores energ¨¦tico (un 102%) y del transporte (un 85%).
La raz¨®n de que el sector de la energ¨ªa presente un balance tan negativo se debe a que las dos centrales de ciclo simple que, tradicionalmente, han proporcionado energ¨ªa el¨¦ctrica al Pa¨ªs Vasco, Santurtzi y Pasaia, son tecnol¨®gicamente obsoletas y est¨¢n basadas en el consumo de carb¨®n y fuel¨®leo, los combustibles que m¨¢s emisiones contaminantes generan. La propietaria de las centrales es Iberdrola. En mi opini¨®n, su apuesta por las centrales de ciclo combinado basadas en el gas, por las renovables y por proyectar una imagen corporativa de empresa que ofrece energ¨ªa verde a los ciudadanos, no es muy coherente con el mantenimiento de esas dos antiguallas contaminantes que, con m¨¢s de 30 a?os de vida, han quedado hace tiempo amortizadas.
La conclusi¨®n es evidente. Si el Pa¨ªs Vasco aspira con seriedad y rigor a mantener sus emisiones dentro de lo que el compromiso de Kioto contempla para el Estado espa?ol (+15%), es imprescindible que en un futuro pr¨®ximo, a medida que las centrales de nueva generaci¨®n basadas en el gas vayan entrando en funcionamiento, Iberdrola proceda al cierre de la central de Pasaia. Y que mantenga en un m¨ªnimo de actividad la actual t¨¦rmica de Santurtzi.
Bien est¨¢ que las autoridades ambientales nos recuerden lo importante que es ahorrar energ¨ªa en los hogares. Pero no somos los ciudadanos quienes elegimos que la central de Pasaia est¨¦ basada en el carb¨®n, ni la de Santurtzi en el fuel¨®leo. De hecho, si los responsables del sector energ¨¦tico vasco hubiesen tenido hace una d¨¦cada la visi¨®n estrat¨¦gica de potenciar la energ¨ªa e¨®lica como lo han hecho nuestros vecinos de la Comunidad Foral de Navarra, hoy d¨ªa no tendr¨ªamos el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero que tenemos. Pero la realidad es que las renovables representan en el Pa¨ªs Vasco apenas un 4% de las fuentes de energ¨ªa, muy por debajo del 6,5% que se marc¨® como objetivo la anterior Estrategia Energ¨¦tica Vasca (1995-2004).
Bill Allen, director del National Geographic, al justificar la implicaci¨®n de su revista en el tema del cambio clim¨¢tico escribe: "Puedo soportar que por hacerlo algunos miembros [suscriptores] nos dejen, pero me costar¨ªa mirarme cada ma?ana al espejo si eludi¨¦ramos en nuestra revista el tema m¨¢s importante de la geograf¨ªa actual". Yo pregunto ?Podremos nosotros mirarnos al espejo cada ma?ana a la vista de las emisiones sin fronteras de las que seguimos siendo responsables?
Antxon Olabe es consultor ambiental.
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