Diferencia y democracia
Qu¨¦ lejos parece el multiculturalismo feliz. Si bien ha tenido efectos positivos en la situaci¨®n de las minor¨ªas, en especial las sexuales, parece dif¨ªcil -cada vez m¨¢s dif¨ªcil- reclamar la igualdad de trato para todas las religiones, cuando las iglesias cristianas son cada vez menos visibles e influyentes mientras que el poder del islam se deja sentir cada vez m¨¢s, sobre todo a nivel internacional. Se comprende el ¨¦xito de Samuel Huntington, que se inquieta por el declive de Estados Unidos y de Occidente frente al avance de las civilizaciones empujadas por las grandes masas urbanas de Asia. Esta visi¨®n pesimista llega en el momento oportuno para apoyar una pol¨ªtica estadounidense basada en la conciencia de una amenaza contra EE UU.
La primera observaci¨®n que realiza un europeo es que este vuelco en la representaci¨®n del mundo de los estadounidenses nunca se ha extendido a Europa, lo cual ha provocado una ruptura acelerada entre EE UU y la "vieja Europa", que ha adquirido unas formas casi hist¨¦ricas en ambos bandos: odio y rechazo hacia Francia en EE UU, antiamericanismo elemental en Europa que se apoya en una defensa total de los palestinos y en unas condenas cada vez m¨¢s extremas de Israel, lo que provoca el aumento del antisemitismo, y de hecho, un antisemitismo violento.
La evoluci¨®n de Europa es menos interesante, ya que los europeos quieren evitar todo compromiso y el llamamiento a la paz es sobre todo la expresi¨®n de su rechazo a desempe?ar un papel activo. EE UU no se equivoca al criticar a los europeos sobre estos puntos importantes. Incluso concluye que el punto de vista de Europa ya no desempe?a ni debe desempe?ar un papel importante en los asuntos del mundo.
Pero antes de llevar m¨¢s lejos este an¨¢lisis, volvamos a EE UU. La campa?a presidencial ha estado ciertamente dominada por un esfuerzo apasionado de los dos candidatos para hacerse o¨ªr, para ganar ventaja, pero no se puede decir que Kerry haya presentado una visi¨®n de la situaci¨®n internacional completamente distinta de la de Bush. La diferencia principal entre ellos es el apego de Kerry al multilateralismo y, por lo tanto, a las alianzas europeas; pero esto no aporta argumentos suficientes para una poblaci¨®n que est¨¢ convencida en su inmensa mayor¨ªa del papel activo que debe desempe?ar EE UU en la pol¨ªtica mundial, todav¨ªa m¨¢s importante porque los aliados europeos y japoneses ya no quieren asumir responsabilidades.
La l¨®gica predominante en el mundo de hoy es la de la guerra, cuyos primeros efectos inciden en el retroceso de las garant¨ªas jur¨ªdicas y de la propia organizaci¨®n social. Lo vemos claramente tanto en Irak como en Palestina; pero no olvidemos el retroceso de los derechos sociales, el aumento de las desigualdades y el endurecimiento de las barreras sociales. En estas condiciones, ?qu¨¦ significa el elogio del multiculturalismo que tiende, en efecto, a limitarse a la defensa de los derechos de los musulmanes en las sociedades de mayor¨ªa cristiana, pero donde esta poblaci¨®n musulmana es numerosa? ?Hay que entrar en una defensa del cristianismo frente al islam como lo hace en Bruselas Rocco Buttiglione? Desde luego que no, por la sencilla raz¨®n de que esta actitud es muy minoritaria en Europa. Es mucho m¨¢s realista preguntarse en qu¨¦ debe apoyarse una defensa del multiculturalismo que se volver¨ªa insoportable si s¨®lo se ejerciese frente a grupos agresivos y que promueven el rechazo a la integraci¨®n. No existen respuestas a esta pregunta. Afortunadamente, ha sido planteada tantas veces que debemos mantener nuestras reacciones cl¨¢sicas: los denominados pa¨ªses de acogida deben rechazar de forma absoluta cualquier relativismo cultural y, sobre todo, cualquier abandono de la defensa de los derechos de los reci¨¦n nacidos o de los reci¨¦n llegados. Es peligroso hablar s¨®lo del derecho a la diferencia; siempre debe asociarse al respeto de la diferencia la referencia a unos derechos universales, as¨ª como la posibilidad para todos de participar en una producci¨®n y unos intercambios globalizados. En t¨¦rminos m¨¢s concretos, s¨®lo hay que reconocer el derecho a la diferencia a aquellos que reconocen el derecho de cada cual a elegir sus propias pertenencias. Si el derecho a la diferencia se reduce al mantenimiento de pertenencias comunitarias impuestas por una organizaci¨®n autoritaria, se vuelve negativo. Hay que reconocer a todos y todas el derecho a ejercer libremente su religi¨®n, pero tambi¨¦n y de igual modo el derecho a no pertenecer a una confesi¨®n o a una iglesia y el derecho a cambiar de fe. Las diferencias culturales deben ejercerse en el marco de leyes fundamentales sobre los derechos humanos y estar asociadas a una voluntad de integraci¨®n social real. En lo que concierne el punto de vista discutido con m¨¢s ¨ªmpetu, el de Francia tras la aprobaci¨®n de la ley que proh¨ªbe el velo isl¨¢mico, la kipa jud¨ªa o las carism¨¢ticas cruces cristianas, hay que lograr el reconocimiento p¨²blico de la pertenencia religiosa, pero asociarlo a un reconocimiento expl¨ªcito de la organizaci¨®n escolar u hospitalaria. Esto deber¨ªa prepararse a trav¨¦s de unos debates p¨²blicos en los institutos y los colegios sobre los problemas de la ciudadan¨ªa. Dichos debates se organizan desde hace tiempo en algunos pa¨ªses, en especial en Chile.
Por lo tanto, no se trata de ser cada vez m¨¢s tolerantes, lo que s¨®lo podr¨ªa llevar a llamar intolerancia al rechazo de aquellos que asesinan, cometen actos terroristas y realizan secuestros. Transcurrido un a?o, la ley aprobada en marzo de 2004 deber¨¢ ser reexaminada por el Parlamento franc¨¦s. Hay que aprovechar esta ocasi¨®n para no contentarse con la coincidencia del escaso n¨²mero de estudiantes de instituto que se niegan a quitarse el velo. Si nos limitamos a registrar los enfrentamientos que oponen a grupos minoritarios con la categor¨ªa mayoritaria podremos comprender qu¨¦ son la ciudadan¨ªa y la identidad pol¨ªtica, expresiones que ahora cargan con los principales retos de nuestra democracia, ya que ¨¦sta se fundamenta al mismo tiempo en el pluralismo cultural colectivo y en el reconocimiento de los derechos culturales de cada individuo, principio liberal que es incluso m¨¢s fundamental que el conocimiento de los derechos colectivos.
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