Catalu?a y Euskadi: la analog¨ªa falsa
La reciente conmemoraci¨®n del 25? aniversario de los Estatutos vasco y catal¨¢n ha sido muy distinta en ambas comunidades aut¨®nomas. Mientras en Catalu?a la Generalitat de Maragall y todas las fuerzas parlamentarias han celebrado el acontecimiento, en Euskadi el Gobierno de Ibarretxe y los partidos nacionalistas no s¨®lo se niegan a celebrarlo, sino que aprovechan la efem¨¦ride para recalcar una vez m¨¢s que el Estatuto de Gernika est¨¢ agotado e incluso muerto, lo cual no les impide seguir gobernando con ¨¦l.
Desde su fundaci¨®n por Sabino Arana a finales del siglo XIX, el nacionalismo vasco ha sido muy historicista, en el sentido de que ha recurrido constantemente a su interpretaci¨®n de la historia para legitimar sus reivindicaciones pol¨ªticas concretas. Sin embargo, su uso p¨²blico de la historia ha tenido a menudo m¨¢s que ver con el mito o la leyenda que con la historia real, tal y como ha puesto de relieve la historiograf¨ªa vasca m¨¢s rigurosa.
En los ¨²ltimos a?os, el Gobierno de Ibarretxe ha homenajeado en varias ocasiones al primer lehendakari, Jos¨¦ Antonio Aguirre, y a su Gobierno de la Guerra Civil, fruto del Estatuto de 1936, cuyo texto no pasa de ser un Estatuto de m¨ªnimos si se compara con el actual de Gernika, sistem¨¢ticamente desvalorizado o menospreciado por quienes deben a su vigencia sus cargos p¨²blicos. Pese a ello, el nacionalismo gobernante no tiene en cuenta las ense?anzas que cabe extraer de la historia de Euskadi en la II Rep¨²blica y la Guerra Civil. En cambio, dichas ense?anzas estuvieron muy presentes en la Transici¨®n democr¨¢tica, porque entonces viv¨ªan destacados protagonistas de la generaci¨®n de 1936 (Irujo, Ajuriaguerra, Leizaola, Julio J¨¢uregui...), quienes reconocieron los errores cometidos por el PNV en la transici¨®n de la Monarqu¨ªa a la Rep¨²blica en 1930-1931 y consiguieron que no se repitieran. Por el contrario, la generaci¨®n nacionalista hoy en el poder ignora esa historia y est¨¢ repitiendo los errores de sus abuelos cuando ¨¦stos ya no viven para contarlo.
En 1977-1978, Manuel Irujo reconoci¨® p¨²blicamente que el PNV cometi¨® el error de no participar en 1930 en el Pacto de San Sebasti¨¢n, que fue el origen tanto de la II Rep¨²blica espa?ola como del Estatuto catal¨¢n de 1932, aprobado cuatro a?os antes que el vasco. Pero hubo m¨¢s errores del PNV, al advenimiento de la Rep¨²blica en 1931, que explican ese retraso en la aprobaci¨®n del Estatuto vasco, el cual s¨®lo pudo entrar en vigor en plena Guerra Civil. A diferencia del catalanismo, que pact¨® con el Gobierno republicano y aprob¨® por consenso el Estatuto de Nuria, refrendado popularmente en 1931, el PNV no s¨®lo no se entendi¨® con el nuevo r¨¦gimen republicano, sino que enseguida se ali¨® con sus mayores enemigos, los carlistas, en las elecciones a Cortes Constituyentes. El programa de esta coalici¨®n fue el pol¨¦mico Estatuto de Estella, que era el proyecto de las derechas cat¨®licas vasco-navarras que quer¨ªan celebrar un Concordato con el Vaticano para evitar as¨ª la aplicaci¨®n de la legislaci¨®n laica de la Rep¨²blica.
El bloque de Estella hizo de esas elecciones de 1931 un plebiscito sobre su Estatuto y, como venci¨® a las izquierdas, no se molest¨® en someter su texto a refer¨¦ndum, al contrario de Catalu?a, y lo present¨® a las Cortes, donde pereci¨® al ser taponado por su flagrante inconstitucionalidad. El Estatuto de Nuria tambi¨¦n era inconstitucional, al no ser la II Rep¨²blica un Estado federal sino integral, pero el acuerdo pol¨ªtico entre la Esquerra catalana y el Gobierno republicano permiti¨® que las Cortes lo adecuasen a la nueva Constituci¨®n de 1931 y fuese aprobado al a?o siguiente. En cambio, el Estatuto de Estella no sirvi¨® para nada y el proceso auton¨®mico vasco tuvo que volver a empezar de cero despu¨¦s de haber perdido todo el a?o 1931.
A finales de dicho a?o, los dirigentes del PNV se percataron de su error: era imposible lograr la autonom¨ªa sin contar con el respaldo del Gobierno y las Cortes republicanas, ni tampoco de las izquierdas vascas. Entonces se olvidaron del Estatuto de Estella y su Concordato vasco, y aceptaron elaborar con la izquierda republicano-socialista de Prieto un nuevo proyecto que fuese constitucional. El navarro Irujo fue el primero en corregir este error de Estella al se?alar que el problema fundamental era conseguir el Estatuto, aunque no tuviese determinadas competencias, porque "la existencia del Estatuto es tanto como la existencia de Euzkadi", pues supon¨ªa el reconocimiento jur¨ªdico de una personalidad pol¨ªtica que nunca hab¨ªa tenido en la historia.
La evoluci¨®n democr¨¢tica del PNV en la Rep¨²blica, obra de la generaci¨®n de Aguirre e Irujo, le llev¨® a romper con el carlismo insurreccional y con la derecha cat¨®lica espa?ola, as¨ª como a aproximarse desde 1934 a las izquierdas para alcanzar su objetivo pol¨ªtico principal: el Estatuto. Si lo obtuvo en 1936 no fue consecuencia de la Guerra Civil, que s¨®lo aceler¨® su entrada en vigor, sino de su entente cordial con el Frente Popular, personificada por Aguirre y Prieto, en la primavera de 1936.
La historia de la II Rep¨²blica espa?ola demostr¨® que la aprobaci¨®n de los Estatutos de autonom¨ªa s¨®lo era factible si eran obra del consenso de la mayor¨ªa de las fuerzas pol¨ªticas de la regi¨®n que quer¨ªa ser aut¨®noma y del acuerdo de ellas con el Gobierno republicano. Y era de todo punto imposible sin esos dos requisitos, que se dieron pronto en Catalu?a, mientras que en Euskadi tardaron cinco a?os. Confirmando la afirmaci¨®n citada de Irujo, como entidad jur¨ªdico-pol¨ªtica Euskadi naci¨® en octubre de 1936 con el Estatuto y su fruto inmediato, el primer Gobierno vasco, de coalici¨®n PNV/Frente Popular, presidido por Aguirre, cuando Irujo ya era ministro de la Rep¨²blica.
La primera autonom¨ªa vasca en la Guerra Civil fue un hito hist¨®rico, pero fue muy ef¨ªmera (apenas dur¨® nueve meses) y estuvo capitidisminuida org¨¢nicamente (no hubo Parlamento vasco) y territorialmente (reducida a Vizcaya al estar ya en poder de los sublevados casi toda ?lava y Guip¨²zcoa). Por ello, pese a su gran valor simb¨®lico, encarnado en el exilio por los Gobiernos de Aguirre y Leizaola, siempre de coalici¨®n PNV/izquierdas, no resulta en modo alguno comparable con la autonom¨ªa actual. ?sta naci¨® en 1979 con un Estatuto consensuado por las fuerzas pol¨ªticas y aprobado por una clara mayor¨ªa del pueblo vasco (el 90% de los votantes), superior a los referendos catal¨¢n, gallego y andaluz. El Estatuto de Gernika ha permitido a Euskadi vivir 25 a?os de amplio autogobierno a pesar de la lacra del terrorismo. Por eso, dada la coyuntura b¨¦lica y excepcional de su nacimiento en 1936-1937, cuando realmente se ha construido Euskadi como nacionalidad, en el marco del Estado espa?ol de las autonom¨ªas, ha sido en el ¨²ltimo cuarto de siglo gracias al Estatuto de Gernika. De ah¨ª que sea una grave contradicci¨®n que el PNV, su principal art¨ªfice y su mayor beneficiario al gobernar con ¨¦l ininterrumpidamente la Comunidad Aut¨®noma Vasca, no quiera celebrar su 25? aniversario y pretenda enterrarlo cuanto antes. Lo mismo hizo el Gobierno de Ibarretxe en 1999, d¨¢ndose la paradoja de que despu¨¦s fue celebrando los veinte a?os del Parlamento vasco, del Concierto econ¨®mico, de la Ertzaintza, de la televisi¨®n vasca, etc¨¦tera, que son los frutos de dicho Estatuto.
Comparando la diversa situaci¨®n de Catalu?a y Euskadi en la coyuntura de 1931, dos historiadores catalanes (Anna Sall¨¦s y Enric Ucelay) se?alaron hace tiempo que su analog¨ªa era falsa; as¨ª se explicaba la opuesta suerte que tuvieron sus Estatutos en las Cortes Constituyentes de la Rep¨²blica. En la actualidad tambi¨¦n se comparan ambos casos y dirigentes nacionalistas vascos preguntan ret¨®ricamente al Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero por qu¨¦ considera factible el cambio de Estatuto en Catalu?a y no en Euskadi. No quieren percatarse que de nuevo, como en 1931, la analog¨ªa es falsa, porque Catalu?a est¨¢ elaborando su nuevo Estatuto mediante el consenso de sus fuerzas parlamentarias y conforme a las reglas de juego estatutarias y constitucionales, mientras que el plan Ibarretxe va contra la mitad no nacionalista de la poblaci¨®n de Euskadi y no respeta las reglas de juego al anunciar que lo someter¨¢ a refer¨¦ndum sin contar con la aprobaci¨®n de las Cortes.
El Gobierno de Ibarretxe pretende suplir su probable falta de mayor¨ªa absoluta en el Parlamento vasco presentando su plan como su programa electoral y convirtiendo las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas en un plebiscito, como hicieron la coalici¨®n del PNV y el carlismo en los comicios de 1931. Pero entonces su victoria no le sirvi¨® para sacar adelante el Estatuto de Estella, que naufrag¨® enseguida en las Cortes. Ahora puede suceder lo mismo. En tal caso, Euskadi marchar¨¢ a la zaga de Catalu?a en la elaboraci¨®n de un nuevo Estatuto, como pas¨® en la Rep¨²blica y a diferencia de la Transici¨®n, cuando registr¨® el Estatuto de Gernika en las Cortes unas horas antes que el catal¨¢n de Sau el 29 de diciembre de 1978. Tal es el riesgo que se corre por presentar un proyecto maximalista sin contar con el doble consenso interior y exterior imprescindible para aprobar cualquier Estatuto.
En suma, el nacionalismo vasco, radicalizado en los ¨²ltimos a?os, vuelve a caer en sus graves errores de 1931, con el plan Ibarretxe como un nuevo Estatuto de Estella, sin importarle que la v¨ªa emprendida provoque la fractura de la sociedad vasca en dos comunidades antag¨®nicas. Es un handicap que hoy el PNV no tenga en sus filas estadistas de la talla de Aguirre e Irujo, sus l¨ªderes m¨¢s relevantes del siglo XX, que supieron rectificar a tiempo su error de Estella y lograron entenderse con las izquierdas vascas y espa?olas para que Euskadi naciese institucionalmente con el Estatuto de 1936.
Jos¨¦ Luis de la Granja Sainz es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco y autor del libro El siglo de Euskadi.
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