El miedo y la omnipotencia
EN LOS D?AS POSTERIORES al 11-S hubo una gran oleada de solidaridad con Estados Unidos en todo el planeta. Bush tuvo ante s¨ª una gran oportunidad para crear un acuerdo con los principales pa¨ªses, incluidos los del mundo ¨¢rabe, en la lucha -que no guerra- contra el terrorismo. No quiso o no supo aprovecharla. Prefiri¨®, como explica el historiador Anatol Lieven, explotar la fibra del patriotismo americano, una baja pasi¨®n f¨¢cil de estimular pero siempre de recorrido peligroso. Y convoc¨® a los americanos a sentirse omnipotentes: EE UU no necesita a nadie, solos somos capaces de defendernos m¨¢s y mejor. El resultado fue la guerra, la fractura de Occidente, el distanciamiento de los pa¨ªses ¨¢rabes y la aparici¨®n de nuevos frentes para el terrorismo y de riesgos crecientes para los propios americanos metidos en la espiral de las intervenciones militares.
El 2 de noviembre, primer martes despu¨¦s del primer lunes de este a?o, Estados Unidos vot¨®. Era la segunda oportunidad. La ciudadan¨ªa americana pod¨ªa refrendar la estrategia de guerra antiterrorista de Bush o provocar el cambio de personas (y de clima pol¨ªtico) que permitiera abrir puertas hacia una reconstrucci¨®n de las alianzas internacionales y hacia una estrategia compartida de lucha contra el terrorismo. Casi sesenta millones de americanos optaron por la consagraci¨®n del comandante en jefe. La segunda oportunidad tambi¨¦n se perdi¨®. A cada cual sus responsabilidades. La primera oportunidad la perdi¨® Bush, la segunda la ha perdido una mayor¨ªa de americanos. Bush ya no es el ¨²nico culpable. Andy Warhol hubiera podido repetir sesenta millones de veces el rostro de Bush.
Ha triunfado la estrategia de Bush, que es tambi¨¦n la del cruzado Blair; la de Putin, el continuador de una tradici¨®n rusa de desprecio por el material humano que viene de los zares y del estalinismo; la de Sharon (Fukuyama, que ha sido en estas elecciones el ide¨®logo neoconservador traidor, se escandaliza de que Estados Unidos copie la pol¨ªtica de una peque?a naci¨®n asediada como Israel); la del inefable presidente jubilado Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Bush ha tenido la habilidad de convertir las elecciones en un refer¨¦ndum sobre la guerra. Y Kerry no ha sabido sacarlas de ah¨ª. Muchos ciudadanos de la minor¨ªa mayoritaria, blancos anglosajones, han optado por combatir sus angustias, sus inseguridades econ¨®micas, su miedo a perder el control de una sociedad con otras minor¨ªas pujantes, apostando por la gratificaci¨®n b¨¦lico-patri¨®tica como mecanismo compensatorio de las frustraciones personales. En cierto modo, podemos decir que se ha cumplido la paradoja de Zbigniew Brzezinski, el que fue consejero de seguridad del presidente Carter: "Los ciudadanos de la primera y ¨²nica verdadera superpotencia mundial temen las amenazas de una serie de fuerzas hostiles, caracterizadas por su debilidad". Quiz¨¢ sea verdad que el nacionalismo de la gran potencia encargada de redimir al mundo se est¨¢ desplazando hacia un nacionalismo de la insatisfacci¨®n, del que el ruso y el alem¨¢n han sido ejemplos notorios.
En este contexto, ?por qu¨¦ Bush tiene que cambiar en su segundo mandato? Ha visto que su estrategia de la guerra preventiva era ratificada abrumadoramente. Ha constatado que liquidar la magn¨ªfica herencia econ¨®mica que Clinton le dej¨® no ten¨ªa ning¨²n coste, mientras la bandera fuera por delante. Ha comprendido que el radicalismo doctrinario le permit¨ªa ocultar eficazmente el juego de intereses de clan de su c¨²pula de gobierno. Algunos argumentan que la catastr¨®fica situaci¨®n econ¨®mica de Estados Unidos le impedir¨¢ nuevas aventuras b¨¦licas. Pero tambi¨¦n se puede argumentar lo contrario: que seguir¨¢ utilizando la guerra precisamente para protegerse del fracaso econ¨®mico.
En unas elecciones que han sido un refer¨¦ndum sobre la guerra, Nueva York, la ciudad que m¨¢s sufri¨® el terrorismo, ha votado masivamente a favor de Kerry. Como si la percepci¨®n de los que experimentaron directamente el terror fuera distinta. Quiz¨¢ los neoyorquinos piensen, como Judith Butler, que el 11-S deb¨ªa haber servido para que los americanos se redefinieran como parte de una comunidad global, que la elaboraci¨®n del luto puede dar el sentido de la vida necesario para oponerse a la violencia y ayudarnos a entender que ning¨²n acto violento de soberan¨ªa nos libera por s¨ª solo de las an¨®nimas amenazas que penden sobre todos nosotros. Pero una mayor¨ªa de americanos ha preferido confortarse en la soledad del pueblo elegido y en la creencia infantil en la omnipotencia del m¨¢s fuerte. Es su car¨¢cter.
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