Elecciones globales
LAS ELECCIONES presidenciales de Estados Unidos han sido vividas en Espa?a con la atenci¨®n y la pasi¨®n propias de los grandes acontecimientos nacionales. Los expertos en demoscopia suelen distinguir entre comicios "de orden primario" (generales) y "de orden secundario" (locales); la mundializaci¨®n pol¨ªtica aconsejar¨ªa inventar para las presidenciales americanas la categor¨ªa de "elecciones de orden global", abstracci¨®n hecha del obligado sufragio censitario que reserva las urnas exclusivamente a los ciudadanos estadounidenses. Las subalternas relaciones de vasallaje establecidas con el presidente Bush -durante la preparaci¨®n de la guerra de Irak- por el anterior presidente del Gobierno tambi¨¦n proyectan sobre el escenario espa?ol las repercusiones de las elecciones americanas: Aznar contin¨²a siendo el presidente de honor del PP y el hacedor de reyes detr¨¢s del trono que ocupa hoy su sucesor testamentario.
La hegemon¨ªa plane- taria de Estados Unidos explica que la renovaci¨®n electoral del mandato presidencial de Bush produzca consecuencias sobre el mundo entero, incluida la pol¨ªtica espa?ola
Zapatero devolvi¨® con humor durante la sesi¨®n del control parlamentario del mi¨¦rcoles una precocinada impertinencia del actual presidente del PP, cuyo fatigoso ingenio de gallego profesional recurre en demas¨ªa a pedestres im¨¢genes colegiales. Amonestado por Rajoy en unas declaraciones previas para que no propine "patadas en la espinilla" a Estados Unidos, el presidente del Gobierno se mostr¨® satisfecho de que los populares festejen la victoria de Bush mientras los socialistas celebran sus propios ¨¦xitos electorales: "Todos tan contentos". La identificaci¨®n ideol¨®gica de los espa?oles con otros pa¨ªses es un rasgo frecuente de nuestra vida pol¨ªtica, al menos desde las guerras napole¨®nicas.
Los estereotipos nacionales extranjeros suelen ser manejados como armas de combate para las luchas internas; aunque los absolutistas utilizaron en su d¨ªa el t¨¦rmino afrancesado para descalificar a los ilustrados, los serviles fernandinos se llamaron andana cuando recurrieron en 1823 a la ayuda de un ej¨¦rcito franc¨¦s invasor mandado por el duque de Angulema para derribar el r¨¦gimen constitucional del trienio liberal.
Durante la Gran Guerra las simpat¨ªas mostradas por los espa?oles hacia la Entente o los Imperios Centrales reflejaban sus compromisos liberales o autoritarias en pol¨ªtica interior. La identificaci¨®n espa?ola con los pa¨ªses en conflicto fue inequ¨ªvoca en 1939: la germanofilia result¨® patrimonio exclusivo del franquismo. Los esterotipos nacionales, por lo dem¨¢s, pueden cambiar de signo a lo largo de la historia: por ejemplo, el grito Rusia es culpable, justificador en 1941 del env¨ªo de tropas espa?olas al frente oriental para reforzar el esfuerzo b¨¦lico de Hitler, es sustituido hoy por el elogio de Aznar a la Rusia de Putin (un veterano de la KGB y la nomenklatural) a causa de su apoyo a Bush.
La tentativa del PP de trasladar su adhesi¨®n al Gobierno de Bush con un pretendido monopolio del aprecio sentido hacia Estados Unidos por los espa?oles resulta grotesca. El pluralismo pol¨ªtico, ideol¨®gico, cultural, ling¨¹¨ªstico y ¨¦tnico de la sociedad americana ridiculiza cualquier met¨¢fora antropom¨®rfica que trate de presentar a Estados Unidos como un bloque monol¨ªtico cuyo vicario en Espa?a ser¨ªa Aznar. Ciertos sectores del PP comulgan hoy con las ideas de los neocon, al igual que sus ancestros asumieron en su d¨ªa otras doctrinas importadas desde Europa; al tiempo, una parte significativa de la izquierda espa?ola es deudora de corrientes de pensamiento procedentes de la sociedad americana: la candidatura de Bush fue rechazada mayoritariamente por los ciudadanos de la Coste Este, los Grandes Lagos y la Costa Oeste. La derecha autoritaria intent¨® quedarse en su d¨ªa con la propiedad de Espa?a mediante la sin¨¦cdoque reduccionista de tomar la parte por el todo, expulsando a los discrepantes a las tinieblas exteriores de la anti-Espa?a. Animados por una parecida enso?aci¨®n sectaria, algunos secuaces de Aznar pretenden ahora reservar el nombre de Estados Unidos para los 59 millones que respaldaron a Bush el 2-N y retirar simb¨®licamente sus derechos de ciudadan¨ªa a los 55,5 millones de americanos que votaron a Kerry por motivos muy parecidos a las razones que llevan a la mayor¨ªa de los espa?oles a simpatizar con su derrotada causa.
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