"No podemos regalar el dinero"
James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, uno de los principales organismos de ayuda al desarrollo, cree que la comunidad internacional tiene sus prioridades cambiadas. "Estamos locos", dice cuando compara las ingentes cifras dedicadas al gasto militar con las magras cantidades dedicadas a restablecer la equidad mundial. Locos por actuar as¨ª cuando el futuro y la estabilidad del mundo dependen de que haya justicia, subraya. Pese a sus pr¨¦dicas, la realidad se impone. "No podemos regalar el dinero", responde a quienes reclaman que el banco perdone la deuda a los pa¨ªses pobres.
En t¨¦rminos macroecon¨®micos, el pasado ejercicio fue el mejor para la econom¨ªa mundial de los ¨²ltimos 30 a?os y, sin embargo, es palpable la falta de satisfacci¨®n. "Tenemos menos certeza sobre el futuro", dice el presidente del Banco Mundial, de visita r¨¢pida en Bruselas. "En el fondo hay una continua preocupaci¨®n sobre c¨®mo va el mundo".
?l s¨®lo tiene que mirar por la ventana de su despacho. Las barreras de hormig¨®n que hasta hace muy poco proteg¨ªan al banco de las protestas de los antiglobalizadores son ahora defensas contra el terrorismo. "Hay que luchar contra el terrorismo. El peligro es que, con la preocupaci¨®n por las amenazas inmediatas, perdamos de vista las causas a largo plazo e igualmente urgentes de la inseguridad mundial: pobreza, frustraci¨®n y falta de esperanza".
Los pobres tambi¨¦n quieren seguridad, pero para ellos "seguridad es la oportunidad de escapar de la pobreza", dice Wolfensohn. "Si queremos estabilidad en nuestro planeta, tenemos que combatir la pobreza". La comunidad internacional dice que lo hace, pero los hechos prueban lo contrario. "El mundo gasta 900.000 millones de d¨®lares anuales en defensa: 700.000 corresponden a los pa¨ªses ricos y 200.000, desgraciadamente, a los pa¨ªses pobres", comienza el rosario de cifras. "Y dedicamos s¨®lo 68.000 millones a ayuda al desarrollo, que no son tales, porque ah¨ª se incluyen muchos conceptos. En realidad, los pa¨ªses en desarrollo reciben menos de 1.000 millones anuales". Comp¨¢rense con los 350.000 millones que los ricos dedican a subvenciones y barreras tarifarias. "Estamos locos en c¨®mo abordamos el desarrollo, que es una cuesti¨®n de justicia global".
El Banco Mundial pone parches como puede en un mundo que es una bomba de relojer¨ªa para Occidente, al que la imparable demograf¨ªa har¨¢ "m¨¢s viejo y m¨¢s peque?o". Se le pide al banco que perdone la deuda a los m¨¢s pobres. "No podemos regalar el dinero", dice Wolfensohn. "T¨¦cnicamente es posible, pero as¨ª se reduce la capacidad de prestar en el futuro. Adem¨¢s se plantea una cuesti¨®n moral: qu¨¦ pasa con los pa¨ªses que est¨¢n pagando a costa de grandes esfuerzos y se preguntan que por qu¨¦ a ellos no se les perdona tambi¨¦n. Es lo que dice Nigeria ante la posibilidad de que se condone la deuda de Irak". Algunos pa¨ªses ricos han prometido socorro. "Al final la cuesti¨®n es la de siempre, la ¨²nica: cu¨¢nto est¨¢n dispuestos a poner los pa¨ªses ricos".
Wolfensohn cree necesaria una mayor implicaci¨®n de los dirigentes del mundo en la gesti¨®n del patrimonio universal. "Necesitamos 15 o 20 l¨ªderes dispuestos a dirigir el mundo", dice. "Los l¨ªderes globales tienen que demostrar a sus seguidores que hay asuntos globales". Su idea es que ese grupo "dedique el 5% de su tiempo a tratar problemas globales, 10 d¨ªas al a?o". Presidente del Banco Mundial desde 1995, Wolfensohn conoce personalmente al qui¨¦n es qui¨¦n del orbe y sabe que los actuales dirigentes est¨¢n al tanto de los problemas, pero les ve dominados por las urgencias a corto plazo, incluida la nada desde?able del terrorismo. "La demograf¨ªa y otros movimientos deben obligarnos a pensar a largo plazo. No hay que olvidar la justicia global. Mi opini¨®n personal es que los l¨ªderes tienen que dirigirnos. No es cuesti¨®n de delegar en la ONU".
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