Iberoam¨¦rica y la UE
Sin ser una confederaci¨®n o un estado federal, la Uni¨®n Europea es ya una entidad pol¨ªtica que ha crecido y se ha consolidado. Antecedente suyo fue una organizaci¨®n en la que el principal elemento era el econ¨®mico. Hoy es mucho m¨¢s, tiene un Parlamento y una Presidencia, y pronto tendr¨¢ una Constituci¨®n. Posee tambi¨¦n una moneda en com¨²n, el euro. En materia de pol¨ªtica exterior, aunque no ha logrado unidad de criterio y acci¨®n -como lo muestra el caso de la guerra de Irak-, integra ciertamente una fuerza pol¨ªtica, militar, econ¨®mica y cultural de enorme importancia en el mundo.
Ahora bien, ?cu¨¢les son y cu¨¢les pueden ser las relaciones de la Uni¨®n Europea con los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica? La pregunta podr¨ªa ampliarse para referirla a la totalidad de los pa¨ªses del continente americano. No lo har¨¦ porque existe una enorme asimetr¨ªa, hist¨®rica y contempor¨¢nea, entre los Estados Unidos y Canad¨¢, por una parte, y los llamados pa¨ªses latinoamericanos, por la otra. Interesa se?alar al menos un com¨²n denominador: los pa¨ªses del Nuevo Mundo han sido, desde varios puntos de vista, el ¨²nico triunfo perdurable en la expansi¨®n cultural de Europa. En el caso de Iberoam¨¦rica, el proceso de su conquista ha significado a la postre un estrecho acercamiento humano, cultural y ling¨¹¨ªstico con Europa. En el de los Estados Unidos y Canad¨¢, se trata de un prolongado trasplante europeo en tierras americanas en el que las poblaciones ind¨ªgenas quedaron disminuidas y marginadas en reservas.
Los Estados Unidos y Canad¨¢ -con excepci¨®n de la provincia de Qu¨¦bec- constituyen una presencia mayoritaria de los europeos n¨®rdicos en Am¨¦rica. Como su designaci¨®n lo expresa, Iberoam¨¦rica es, en buena parte, resultado de la fusi¨®n de los europeos mediterr¨¢neos, portadores de sus lenguas y culturas, con los amerindios, y en menor grado con los africanos. Los iberoamericanos, al igual que los espa?oles, portugueses, italianos y franceses, hablan hoy, casi todos, una lengua latina, y tienen referentes espacio-temporales de origen cristiano-cat¨®lico, es decir, participan en una misma visi¨®n del mundo con creencias y valores afines.
Esto no ha ocurrido en Asia, con la excepci¨®n parcial de los filipinos, ni en ?frica, salvo algunos casos y en una proporci¨®n limitada. ?Es Iberoam¨¦rica un triunfo aut¨¦ntico y perdurable de Europa? ?Es posible afirmar esto cuando vemos que el desarrollo pol¨ªtico, social y econ¨®mico de los pa¨ªses iberoamericanos ha sido extremadamente dif¨ªcil? Tal es el caso de aquellos pa¨ªses en que los mestizos y los descendientes de los pueblos amerindios son muy numerosos, como en M¨¦xico, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Ecuador, Per¨², Bolivia y Paraguay. Pero tampoco ha sido mejor la situaci¨®n en otros "m¨¢s europeizados" como Costa Rica, Chile, Uruguay y Argentina.
Brasil, el gigante suramericano, es en cierto modo caso aparte. En ¨¦l los portugueses implantaron su lengua y cultura, pero all¨ª subsisten grandes diferencias. Siendo con creces el pa¨ªs latino m¨¢s grande del mundo, dispone de inmensos recursos. Sin embargo, los grupos selv¨ªcolas que perduran en ¨¦l viven marginados y en su regi¨®n noreste prevalece la pobreza. En cambio, en el sur ostenta considerable desarrollo. Puede decirse que Brasil, en su poblaci¨®n y su cultura, presenta enormes contrastes. Pensemos en los cultos religiosos de origen africano, compar¨¢ndolos con las formas de vida y pensamiento de la poblaci¨®n de procedencia alemana o japonesa.
Los pa¨ªses iberoamericanos, incluyendo desde luego a Brasil, se han debatido en medio de grandes problemas: crisis econ¨®micas recurrentes, enormes endeudamientos, frecuentes golpes de Estado y revoluciones, enormes desigualdades econ¨®micas en sus poblaciones, corrupci¨®n en los gobiernos y tambi¨¦n a veces en la sociedad, deficiencias en sus sistemas educativos, precarias democracias y, para remate, ocasionales antagonismos y aun conflictos b¨¦licos entre esos mismos pa¨ªses. ?Por qu¨¦ ha ocurrido todo esto?
Iberoam¨¦rica, con sus cerca de 20 millones de kil¨®metros cuadrados, y alrededor de 500 millones de habitantes y grandes recursos naturales, es potencialmente muy rica. Posee adem¨¢s muy significativa herencia cultural, a la vez ind¨ªgena e hisp¨¢nica, como en los casos de los que fueron los dos m¨¢s importantes virreinatos, M¨¦xico y Per¨². ?Qu¨¦ ha sucedido y qu¨¦ sigue ocurriendo en Iberoam¨¦rica?
Los Estados Unidos, el principal¨ªsimo hu¨¦sped del continente americano, han jugado a lo largo de su historia un papel muy importante en los aconteceres iberoamericanos. Al consumar estos pa¨ªses su independencia, no pocos de sus estadistas vieron en el pa¨ªs del norte un modelo digno de imitarse. Su constituci¨®n y formas de organizaci¨®n les parecieron el mejor camino para alcanzar la prosperidad. El tiempo, sin embargo, trajo desenga?os. Al conocer m¨¢s a los Estados Unidos fue posible percatarse de que ¨¦stos hab¨ªan ensanchado sin interrupci¨®n su territorio a expensas de los pueblos ind¨ªgenas, a los que confinaron en "reservas". Luego vino la tr¨¢gica experiencia de la guerra con M¨¦xico, al que arrebataron la mitad de su territorio. Medio siglo despu¨¦s, con la bandera de liberar a Cuba, Puerto Rico y Filipinas, los pa¨ªses iberoamericanos vieron c¨®mo los Estados Unidos hicieron la guerra a Espa?a y mantuvieron luego "protegidas" a Cuba y Filipinas, a la par que se adue?aban de Puerto Rico. La secuencia de las dram¨¢ticas experiencias incluy¨® la amputaci¨®n de Panam¨¢, separ¨¢ndola de Colombia, para abrir all¨ª el canal.
El ideal americano sigui¨® ensombreci¨¦ndose con las intervenciones estadounidenses en la Rep¨²blica Dominicana, Hait¨ª, M¨¦xico, Nicaragua, Panam¨¢, Granada y otros lugares. Iberoam¨¦rica sufri¨® adem¨¢s otras intervenciones que han sido m¨¢s o menos solapadas, como la del derrocamiento y ulterior asesinato del presidente de M¨¦xico, Francisco Madero; la ca¨ªda hace justamente 50 a?os de Jacobo Arbenz en Guatemala; el golpe de Estado, seguido de la muerte de Salvador Allende en Chile y, tiempo despu¨¦s, la captura violenta de Manuel Noriega en Panam¨¢. Y en la actualidad muchos en Iberoam¨¦rica se oponen al infructuoso bloqueo a Cuba que ha durado varias d¨¦cadas. Todo esto y el comportamiento en la esfera mundial de los Estados Unidos, como en el m¨¢s reciente caso de Irak, han contribuido al desenga?o de los pa¨ªses latinoamericanos que hab¨ªan visto en ellos un modelo que mucho les conven¨ªa imitar.
En el contexto de este desenga?o cabe preguntarse: ?qu¨¦ puede significar hoy la Uni¨®n Europea para Iberoam¨¦rica? Es cierto que ya existe una Comunidad Iberoamericana de Naciones, que celebra reuniones cumbres peri¨®dicamente. Esa comunidad es un s¨ªmbolo y la expresi¨®n de un deseo, pero, aparte de eso, ha dado pocos frutos. Por otra parte, Francia y su cultura siguen siendo un foco de atracci¨®n para los latinoamericanos. En el futuro, ?la Uni¨®n Europea y los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica celebrar¨¢n tratados de libre comercio? Los europeos est¨¢n haciendo inversiones cada d¨ªa m¨¢s grandes en la banca, las comunicaciones y la industria de los pa¨ªses iberoamericanos. ?La Uni¨®n Europea asumir¨¢ as¨ª de nuevo el papel de conquistadora? O, ?podr¨¢n desarrollarse, con mutuo consentimiento, nuevas formas de relaciones equitativas, en verdad comprensivas? ?No se trata acaso de pueblos con estrechas relaciones en su historia? ?No hay en Iberoam¨¦rica muchos millones de descendientes de europeos, sobre todo del ¨¢mbito mediterr¨¢neo?
Lo primero ha de ser que nos reconozcamos. Parece a veces que, incluso en pa¨ªses como Espa?a, a muchos no interesa ya Iberoam¨¦rica. Y eso que incontables europeos, en particular espa?oles, portugueses e italianos, tienen numerosos parientes cercanos en los pa¨ªses latinoamericanos. Adem¨¢s, no pocos iberoamericanos -sobre todo ecuatorianos, colombianos, dominicanos, peruanos y argentinos- se han tornado presentes en Espa?a. Dir¨ªamos que han ido a "pagar la visita" a los espa?oles. Iberoam¨¦rica no s¨®lo puede esperar mucho de los europeos, tambi¨¦n puede ofrecerles no pocas cosas, adem¨¢s de mano de obra barata y lugares atractivos para el turismo. Recordemos que, por obra de la Guerra Civil espa?ola, muchos miles de hombres y mujeres tuvieron que salir de la Pen¨ªnsula y se refugiaron en Iberoam¨¦rica, de modo particular en M¨¦xico. A ellos se debe nueva vinculaci¨®n que ha sido muy fecunda.
Iberoamericanos y europeos nos asomamos a un mismo mar. De alg¨²n modo somos vecinos distantes. Pero sobre todo compartimos un gran legado: varios siglos de historia, relaci¨®n humana, lengua y cultura. Esto, siendo de gran importancia, no es suficiente. Hay que fomentar en el presente un rec¨ªproco conocimiento para acercarnos y dise?ar nuevas formas compartidas de desarrollo. Para Europa debe ser dram¨¢tico contemplar que este continente que fue suyo y en el que hay tantas cosas que dej¨® en ¨¦l -fundaci¨®n de ciudades y pueblos con espl¨¦ndidas edificaciones, catedrales, templos y palacios- un ampl¨ªsimo conjunto de nombres de lugares que muchas veces evocan y duplican los suyos; instituciones religiosas, educativas, jur¨ªdicas y econ¨®micas y, sobre todo, su propia sangre, lengua y cultura, est¨¦ hoy en abatimiento, pobreza y confusi¨®n. Iberoam¨¦rica y la Uni¨®n Europea, especialmente los pa¨ªses mediterr¨¢neos, tienen mucho por delante. Pueden y deben caminar juntos. Ojal¨¢ que as¨ª lo vea el presidente del Gobierno espa?ol, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero.
Nuestro destino en com¨²n ha de ser a la vez optimista y realista en un mundo en el que la iniquidad contin¨²a provocando guerras, muertes y saqueos. A esa iniquidad debemos enfrentarnos y seguir los ideales que nos legaron figuras pr¨®ceres como Bartolom¨¦ de las Casas y Francisco de Vitoria, incluyendo m¨¢s tarde a algunos de los ide¨®logos de la Revoluci¨®n Francesa y tambi¨¦n a caudillos de la independencia iberoamericana, Bol¨ªvar, Morelos, Sucre y el gran Mart¨ª. Iberoam¨¦rica y la Uni¨®n Europea, m¨¢s all¨¢ de ret¨®ricas, tienen mucho en com¨²n y tambi¨¦n mucho por hacer.
Miguel Le¨®n-Portilla, antrop¨®logo e historiador mexicano, es Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio.
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