V¨¢zquez D¨ªaz
La magn¨ªfica exposici¨®n de Daniel V¨¢zquez D¨ªaz que se acaba de inaugurar en el Reina Sof¨ªa se puede leer como confirmaci¨®n de lo que siempre dec¨ªa otro gran pintor de Huelva, el inolvidable Jos¨¦ Caballero, acerca de los andaluces. O sea, que el tan tra¨ªdo y llevado t¨®pico de un pueblo alegre y festivo no se corresponde para nada con la ¨ªntima realidad de las gentes de esta tierra. "M¨¢s bien", sol¨ªa recalcar, "somos serios, intravertidos. Mira el caso de mi paisano Juan Ram¨®n, mira el de Lorca. Somos capaces de toda la alegr¨ªa circunstancial que se requiera, pero, dentro, es otra cosa". V¨¢zquez D¨ªaz, a juzgar por esta muestra, no era ninguna excepci¨®n a la regla.
Record¨¦ a Pepe Caballero al encontrarme, durante el recorrido de la exposici¨®n, ante la serie de diez o doce aguadas, litograf¨ªas y aguafuertes inspirados por los horrores de la Gran Guerra y que, para m¨ª, constituyen la mayor sorpresa de la misma. En una de estas obras sombr¨ªas -la titulada Las madres serbias hacia el exilio- una mujer que huye de la batalla lleva en sus brazos a un ni?o mientras otros tres la rodean, ansiosos. Debajo ha escrito V¨¢zquez D¨ªaz: "Una madre con cuatro hijos muy peque?os s¨®lo puede llevar a tres. Se pregunta, con el coraz¨®n deshecho, a cu¨¢l de los adorados peque?os tendr¨¢ que sacrificar o abandonar al cruel azar". Muy sensible a la ternura maternal -el tema aflora en varios cuadros de distintas ¨¦pocas- el artista nos hace sentir, al contemplar escena tan desgarradora, toda la miseria y toda la obscenidad de la guerra. Complementan a los personajes que pueblan estas im¨¢genes de desolaci¨®n, terror y muerte (soldados, mujeres, viejos, ni?os) los edificios desventrados de los tres aguafuertes procedentes de la serie Ciudades m¨¢rtires. Se trata de Reims, Verdun y Arras, visitadas durante la guerra por el pintor. Ante tan macabro espect¨¢culo es imposible -sobre todo ahora, bajo la impresi¨®n de la vuelta de George W. Bush- no meditar sobre la terca estupidez del ser humano, con su insistencia, a lo largo de los siglos, en recurrir a la violencia en vez de a la raz¨®n, el sentido com¨²n, la fraternidad y la transacci¨®n.
Tambi¨¦n sorprende constatar, en la parte documental de la muestra, que, en 1921, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez tuvo la perspicacia de atribuir a V¨¢zquez D¨ªaz el m¨¦rito de ser l¨ªder en Espa?a de lo que para entonces ya llamaban los franceses el "retorno al orden", reacci¨®n contra los excesos del impresionismo. Y es verdad que la obra del pintor andaluz, que hab¨ªa vuelto definitivamente a Madrid en 1918, despu¨¦s de casi veinte a?os en Par¨ªs, influy¨® poderosamente en algunos j¨®venes que entonces empezaban. Entre ellos Salvador Dal¨ª, que, cuando llega a la capital en 1922, empe?ado en la b¨²squeda de nuevos caminos, encuentra en el arte -y la amistad- del onubense un importante est¨ªmulo.
?Y esta panoplia de retratos! Quienes no han visto el de Miguel de Unamuno, que justifica por s¨ª mismo el viaje a Madrid, se quedar¨¢n asombrados. Los hay mucho menos conocidos y algunos casi in¨¦ditos, como el peque?o y maravilloso ¨®leo de Max Jacob, realizado en 1926. En fin, toda una experiencia.
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