Quince a?os despu¨¦s
El d¨ªa en que las tropas americanas iniciaban el asalto a Faluya coincidi¨® con el 15 aniversario de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn. Una casualidad derivada del calendario electoral: el destino de Faluya depend¨ªa de que los electores americanos dieran con su voto a Bush la orden de atacar. La coincidencia da para la melancol¨ªa. El 9 de noviembre de 1989 es una de aquellas jornadas propicias para creer que los ciudadanos de buena voluntad pueden llegar a triunfar sobre el despotismo, la insolencia y el abuso de poder. Tal fue la ilusi¨®n que algunos decretaron el fin de la historia. Pero la historia es terca y 15 a?os despu¨¦s asistimos en Faluya a la primera gran celebraci¨®n b¨¦lica del triunfo de la revoluci¨®n conservadora. Los ciudadanos esperanzados de ayer parecen completamente aturdidos hoy. En nombre de la lucha antiterrorista, se invita a los habitantes de una ciudad de 300.000 habitantes a abandonarla, sin cobertura ni asistencia alguna; se advierte de que los que se queden en sus casas ser¨¢n considerados terroristas; se lanza un verdadero diluvio de fuego sobre la ciudad; y 12.000 soldados proceden a una operaci¨®n de limpieza -vuelve la palabra m¨¢gica de los momentos del terror-, cuando, sin duda, los terroristas m¨¢s peligrosos est¨¢n actuando ya en otras partes. Se arrasa una ciudad para hacer posibles unas elecciones. Y Europa traga esta nueva manifestaci¨®n de desprecio por el material humano -algo en que Bush y Putin parecen hermanos- en silencio y resignaci¨®n porque los ciudadanos de Estados Unidos han hablado y nuestros gobernantes tienen miedo a significarse demasiado.
Sin embargo, los m¨¢s devotos tienen prisa. Buttiglione, el comisario frustrado, que sigue paseando insolente su desprecio a las mujeres y a los homosexuales, est¨¢ preparando un partido para dotar a Italia de una versi¨®n "teo-con" del neoconservadurismo en boga. Y Aznar se ofrece inmediatamente como correa de transmisi¨®n de la revoluci¨®n conservadora a los partidos de la derecha europea. Los obispos espa?oles tienen menos suerte: el intento de aprovechar pol¨ªticamente la oleada de religiosidad que viene de Am¨¦rica ha producido, como ocurre a menudo cuando la religi¨®n se hace pol¨ªtica, la divisi¨®n entre los suyos. Espa?a es compleja y cada obispo busca pasto donde puede para su reba?o, que hoy en d¨ªa va escaso.
Alg¨²n d¨ªa Estados Unidos fue modelo de sociedad abierta. Ahora triunfa la sociedad cerrada: la que cree que el orden jer¨¢rquico de las cosas viene establecido por Dios, que la fuerza es la mejor expresi¨®n de la voluntad divina, que hay un orden inmutable de las cosas basado en cierta idea de la familia, que Estados Unidos es el pueblo elegido para imponerlo, y que cualquier idea de responsabilidad compartida es de d¨¦biles. Hace 15 a?os triunf¨® el poder de la gente contra el abuso de poder, hoy triunfa la aceptaci¨®n ciega del abuso de poder.
Alguien tiene que defender la sociedad abierta que Estados Unidos est¨¢ abandonando. Y un c¨²mulo de circunstancias m¨¢s o menos fortuitas hacen que se mire al presidente Rodr¨ªguez Zapatero. Su pol¨ªtica de abierta discrepancia con la estrategia antiterrorista de Estados Unidos le marc¨® de partida. La secuencia de medidas destinadas a ampliar los derechos civiles y, por tanto, el reconocimiento de las distintas opciones personales, propio de la sociedad abierta, han completado el retrato. Y el mantenimiento de su pol¨ªtica econ¨®mica dentro de las coordenadas de la ortodoxia liberal ha impedido que algunos le acusaran de abrir por un lado y cerrar por el otro. Zapatero ha tenido la suerte de que Bush le ha demonizado en vez de ignorarle, que es lo que parec¨ªa razonable dado el limitado peso geopol¨ªtico de Espa?a. Lo cual, sumado a la irritaci¨®n que provoca entre conservadores y clericales europeos, es una buena contribuci¨®n a la construcci¨®n del personaje. Pero lo m¨¢s importante, y a la vez complicado para Zapatero, es que, por fin, la izquierda vuelve a tener una agenda de movilizaci¨®n: contra la revoluci¨®n conservadora. Hay quien dice que la victoria de Bush es el triunfo del pol¨ªtico de principios; son los mismos que piden a Europa que renuncie a sus principios para someterse a Bush. Zapatero tiene la oportunidad de encontrar y liderar una mayor¨ªa social para defenderlos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.