Portero
ESTAR EN el lugar y en el momento equivocados, no s¨®lo era lo que determin¨®, en principio, el destino de Terry Eagleton, el profesor y ensayista brit¨¢nico, nacido en 1943 en la localidad de Salford, algo as¨ª como el culo de Inglaterra, sino, seg¨²n ¨¦l mismo, la ¨²nica ventaja que estimul¨® su agudo sentido cr¨ªtico. En su autobiograf¨ªa, titulada El portero (Debate), nos describe las circunstancias verdaderamente adversas que acompa?aron su llegada al mundo: naci¨® en la ciudad m¨¢s miserable y atrasada del Reino Unido, y en un medio familiar obrero, pero, sobre todo, fan¨¢ticamente cat¨®lico, algo intolerable si alguien no tiene la desgracia de ser irland¨¦s. Por si fuera poco, de fr¨¢gil salud, socavada por el asma, y f¨ªsico enclenque, Eagleton nos recuerda que, adem¨¢s de o gracias a ser monaguillo, se convirti¨®, a los diez a?os, en portero de un convento de clausura de monjas carmelitas, lo que, pronto, puso ante su mirada infantil las m¨¢s altas cumbres del surrealismo, como ¨¦ste debe ser afrontado para que su revelaci¨®n surta efecto: a trav¨¦s de la penumbra de un torno giratorio.
?Estamos ante un estremecedor relato de Dickens, redactado con cien a?os de retraso, en plena era posmoderna? Lo maravilloso de la autobiograf¨ªa de Eagleton es, sin embargo, justamente lo contrario: que se considera un privilegiado, porque tal acumulaci¨®n de elementos negativos le han permitido vivir a fondo lo que pronto constituy¨® el ¨²nico refugio contra su suerte adversa -la lectura y la escritura-, pero, adem¨¢s, hacerlo sin las cortapisas mentales y morales que asediaron a la mayor¨ªa de sus compatriotas contempor¨¢neos. De esta manea, el ferviente cat¨®lico que pronto se transform¨® en un no menor f¨¦rvido marxista, obligado a sortear las circunstancias con becas y ominosos trabajos temporales, alcanz¨® algo mejor que cambiar su estigmatizada condici¨®n social: aguzar su iron¨ªa sin por eso perder de vista la realidad.
Aunque no lo cita expl¨ªcitamente, estoy convencido de que el formidable sentido de la paradoja que Eagleton, con resultados cr¨ªticos deslumbrantes, se tuvo que forjar en la lectura de Ortodoxia, de G. K. Chesterton, al que el marxista Bloch consideraba el mejor pensador dial¨¦ctico del siglo XX. Entre los pensadores que Eagleton cita expl¨ªcitamente como movilizadores de su inquietud est¨¢n, no obstante, Wittgenstein y Brecht, pero s¨®lo en la medida en que la aut¨¦ntica filosof¨ªa es tambi¨¦n antifilosof¨ªa o que escribir una autobiograf¨ªa, de manera parecida, "implica no s¨®lo escribir la propia autobiograf¨ªa, una pr¨¢ctica sorprendentemente habitual, sino tambi¨¦n hacerlo con la intenci¨®n de superar la inmodestia y la salacidad del g¨¦nero, frustrando los deseos exhibicionistas del autor de abrirse al exterior y los del lector de penetrar en los secretos de su vida".
?A fe que lo consigue, y con qu¨¦ muestras de hilarante humor, este monaguillo antes que fraile, que demuestra c¨®mo la soledad del portero es no apartarse, ni por un momento, del umbral de la verdad, que siempre ser¨¢ entrevista en la penumbra oscilante de un torno, que protege su clausura!
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.