De dise?o
?Dise?as o trabajas? En los a?os ochenta, cuando la venta de humo se generaliz¨® en la Espa?a biodiversa hasta engrosar la lista de las bellas artes, la pregunta se convirti¨® en ir¨®nico lugar com¨²n. Entonces mi ciudad languidec¨ªa. Mientras se dise?aba todo lo dise?able en Madrid o Valencia o Barcelona, Bilbao se iba oxidando en su propia escombrera fabril. Lo recuerdo. Y casi me enternezco al leer en la prensa local que nuestra vieja Alh¨®ndiga, la que proyect¨® el arquitecto Ricardo Bastida como almac¨¦n de vinos, dar¨¢ por fin cabida a un centro cultural cuyo interior decorar¨¢ el famoso dise?ador franc¨¦s Philippe Starck.
Afortunadamente, pienso mientras observo uno de los maravillosos sacacorchos dise?ados por el se?or Starck, Oteiza no se encuentra en condiciones de leer las noticias de prensa. Recuerdo una fotograf¨ªa de Oteiza y Saiz de Oiza arrodillados como dos profetas en medio de la Alh¨®ndiga y tambi¨¦n me atenaza la nostalgia traidora. El hombre, en fin, propone y los pol¨ªticos (aunque sean del mismo partido inmutable) disponen fatalmente. Lo importante es que nuestra ciudad, durante tantos a?os arrumbada en los m¨¢rgenes de la modernidad, ha terminado siendo la meca de los dise?adores de m¨¢s fama y cach¨¦. Bilbao, despu¨¦s de todo, sigue siendo una mina, no de hierro, pero s¨ª de oportunidades para los magos del dise?o como Philippe Starck, quien accedi¨® a dise?ar el vientre del futuro centro cultural "porque le atrajo la idea hasta enamorarle".
Hemos tenido suerte los bilba¨ªnos, de eso no me cabe la menor duda. Que una figura de la talla de Starck acepte un encargo semejante de una ciudad como la nuestra a cambio de tan s¨®lo tres millones de euros es un acto de amor y una suerte. Dicen los responsables municipales que el dise?o de marca "dar¨¢ una marcha especial a la Alh¨®ndiga". Seguro. Nuestros pol¨ªticos, como la democracia que los sustenta, son todav¨ªa j¨®venes, incluso adolescentes y marchosos y amantes de las marcas. As¨ª van, como brazos de mar. Han descubierto que lo que importa no es el contenido, sino el continente y la etiqueta. La marca. Leen libros de marca Vargas Llosa y lo peor de todo es que al final le terminan comprando un pastiche de poema (un poema de dise?o) al bueno de don Mario para ilustrar una escultura de Manolo Vald¨¦s que, seg¨²n los vecinos del barrio bilba¨ªno donde la han instalado, "es tambi¨¦n un poema".
Al poeta Ezra Pound le llamaron -se lo llam¨® T.S. Eliot- il miglior fabbro. No dise?¨® jam¨¢s un s¨®lo verso, se limitaba a hacerlos, a fabricar poemas inmortales. "Corto en palabras, pero en obras largo". As¨ª era el hierro vizca¨ªno en los tiempos de Tirso de Molina. Las cosas han cambiado. Y los vascos parece que tambi¨¦n. Lo concreto y tangible ha dejado de interesarnos. Decir antes que hacer y dise?ar antes que fabricar, ese es el lema. El dise?ar el envoltorio antes de decidir el contenido del regalo se ha convertido en norma. Lo malo es que el regalo siempre se paga con nuestro dinero. Aunque, eso s¨ª, la Alh¨®ndiga, dise?ada por Philippe Starck, va a quedar muy potxola.
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