Vitaminas para el Camp Nou
Gran partido de las estrellas del Madrid, con el fabuloso protagonismo final de Ronaldo
Chamart¨ªn recuper¨® un tiempo que parec¨ªa olvidado por el Madrid, revenido durante los ¨²ltimos meses. Aplast¨® al Albacete y se dio toda clase de lujos, incluido el regreso de Ronaldo a sus mejores d¨ªas, cuando resultaba imparable para cualquier defensa. "No es un delantero, es una manada", dijo Valdano, y ayer se desat¨® la manada en el segundo tiempo. Es cierto que el Albacete estaba en la lona y que sus defensas no se distinguieron por su eficacia, pero la evidencia del Ronaldo arrollador presidi¨® el encuentro, que tuvo su momento dram¨¢tico. Lo protagoniz¨® Samuel, jugador que padece el viejo s¨ªndrome que generalmente aqueja a los centrales del Madrid. Samuel cometi¨® un error tan grueso en el tanto del empate del Albacete que aquello son¨® a funeral. Por un momento, pareci¨® un futbolista sentenciado por la hinchada. Debajo de su gesto p¨¦treo, se adivinaba un hombre destruido. Pero esta vez Samuel encontr¨® la ayuda de las estrellas. Una a una, aparecieron en su mejor versi¨®n, excepto Beckham, que pas¨® desapercibido. Zidane, Ra¨²l y Figo precipitaron la victoria del Madrid en el primer tiempo. Ronaldo protagoniz¨® el segundo, en medio de las ovaciones del personal, que estaba harto de sufrimiento y mal juego. A la satisfacci¨®n se a?adi¨® el momento, en v¨ªsperas del duelo frente al Bar?a en el Camp Nou. Con todas sus imperfecciones, apenas desveladas frente al Albacete, el Madrid llegar¨¢ al gran cl¨¢sico con un optimismo inesperado.
REAL MADRID 6 - ALBACETE 1
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera (Mej¨ªa, m. 19), Samuel, Roberto Carlos; Beckham, Guti; Figo (Owen, m. 58), Ra¨²l (Solari, m. 75), Zidane; y Ronaldo.
Albacete: Gaspercic; ?scar Montiel, Gaspar, Buades, Pe?a; Redondo, Jaime, Alvaro, Mark Gonz¨¢lez (Momo, m. 55); Francisco (Iv¨¢n D¨ªaz, m. 59) y Pacheco (Rub¨¦n Castro, m. 55).
Goles: 1-0. M. 2. Ronaldo, de cabeza, tras un c¨®rner botado por Beckham.
1-1. M. 15. Samuel falla en el control, da una patada al aire, y Francisco empuja la pelota. 2-1. M. 28. Zidane, desde fuera del ¨¢rea.
3-1. M. 32. Ra¨²l, de cabeza.
4-1. M. 48. Samuel remata un c¨®rner.
5-1. M. 89. Owen a pase de Ronaldo.
6-1. M. 91. Ronaldo, tras un contrataque.
Arbitro: Moreno Delgado. Amonest¨® a Pe?a, Alvaro, Montiel, Gaspar y Beckham.
Unos 79.000 espectadores en el Bernab¨¦u.
Ronaldo marc¨® el primero y el ¨²ltimo de los seis. La cifra ya dice mucho para un equipo que hab¨ªa penado durante toda la temporada para marcar goles. El primero fue de cabeza, en lo que pareci¨® una acci¨®n de laboratorio. No es habitual en el Madrid que alguien saque un c¨®rner al primer palo, que un jugador peine deliberadamente y que otro est¨¦ perfectamente colocado en el segundo poste para empujar la pelota. Es lo que hicieron Zidane, Ra¨²l y Ronaldo. Ocurri¨® tan pronto que la afici¨®n pens¨® en un partido sencillo. Lo fue, pero con asterisco. Ese momento se produjo con el error de Samuel en una jugada sin demasiadas complicaciones para un central experto. Pero se atarug¨® y le dej¨® el gol hecho a Francisco. Samuel, defensa con fama de categ¨®rico, curtido en la dura exigencia de Boca, Roma y la selecci¨®n argentina, acababa de sufrir el inclemente trato que se reserva el Madrid para muchos de los defensas que han llegado al equipo con vitola de mes¨ªas. Algunos terminaron martirizados por el p¨²blico y por su incapacidad para demostrar su categor¨ªa en un equipo que les penaliza por su estilo de juego. As¨ª es la vida, y hay que demostrar madera de gran jugador para oficiar en el centro de la defensa del Madrid. Samuel todav¨ªa no lo ha hecho. Quiz¨¢ no lo haga nunca. Quiz¨¢ s¨ª. Tiene oficio y car¨¢cter. Pero ahora mismo est¨¢ cuestionado por la hinchada y se siente inc¨®modo, tanto que est¨¢ condenado al error. Frente al Albacete se equivoc¨® cuando permiti¨® el gol de Francisco y cuando se tom¨® la revancha en el cabezazo que signific¨® el cuarto tanto del Madrid. Estall¨® y lo celebr¨® entre reproches a la gente. Y la gente se lo tom¨® muy mal. Probablemente esos reproches de Samuel iban dirigidos a ¨¦l mismo, a sus dificultades, a la angustia que le invade, y le resultaba necesario exteriorizarlos. Pero el p¨²blico vio a un jugador que se llevaba la mano al o¨ªdo y dirig¨ªa sus gritos a la grada. Ese instante fue el m¨¢s intenso del encuentro, el que define al f¨²tbol como a la vida, con sus desgarros y satisfacciones.
Samuel se equivoc¨® en su redenci¨®n, pero la historia se volvi¨® secundaria ante la avalancha de goles del Madrid. No encontr¨® enemigo, porque el Albacete fracas¨® en todos los aspectos. Ni jug¨®, ni se defendi¨® con autoridad, ni sac¨® benefici¨® del gol empate. Como sucedi¨® en M¨¢laga, no hubo noticias de Casillas, lo que casi resulta m¨¢s novedoso en el Bernab¨¦u que fuera. Lejos de ofrecer su lado nervioso y defectuoso, el Madrid resolvi¨® pronto el encuentro. Zidane marc¨® el segundo tanto y, de repente, le dio un ataque de optimismo. Sin m¨¢s, record¨® al jugador que ha sido y se lo hizo pagar a Montiel, que no encontr¨® manera de pararle en la primera parte. Tampoco fue una tonter¨ªa el partido de Ra¨²l y Figo, determinantes en los momentos m¨¢s dif¨ªciles. Ra¨²l marc¨® el tercero y despleg¨® una actividad incesante. Figo destroz¨® a la defensa del Albacete en todas las jugadas en las que intervino. Profundo y ¨¢gil, fue una pesadilla para unos defensas que terminaron por buscarle los tobillos.
Sin embargo, el protagonista estaba por aparecer. No fue Guti, que se gan¨® las ovaciones tantas veces negadas en tres acciones defensivas, y tampoco Beckham, irrelevante y desorientado en una posici¨®n que no maneja. Le falta un libro y una br¨²jula. El libro, para aprenderse las reglas b¨¢sicas del medio centro; la br¨²jula, para orientarse en el campo. La pareja no mezcla bien. No tiene qu¨ªmica. Pero esa cuesti¨®n result¨® irrelevante entre tantos goles y despu¨¦s de la aparici¨®n de Ronaldo en plan Ronaldo. O sea, como un cicl¨®n. Durante media hora, la ¨²ltima concretamente, manifest¨® todas las se?ales de los futbolistas superiores, de los genios del juego. Por potencia, por velocidad, por determinaci¨®n en sus acciones, por recursos, por todo, Ronaldo convirti¨® cada jugada en una fiesta. S¨®lo le falt¨® cerrarlas con un gol. Se lleg¨® a desesperar, porque era su noche. Pero le lleg¨® la hora en el maravilloso tanto final, un gol recibido entre aclamaciones por una afici¨®n que rara vez se ha rendido al delantero brasile?o. Esta vez no hab¨ªa m¨¢s remedio. Un gigante del f¨²tbol hab¨ªa vuelto.
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