El clan de la pantomima
El enfoque liberal de la democracia considera que no hay nada parecido a un inter¨¦s p¨²blico significativamente distinto del inter¨¦s privado. Todo lo que existe son individuos actuando como ego¨ªstas racionales, buscando desde el inter¨¦s propio minimizar costes y maximizar beneficios. El comportamiento en el mercado se constituye en modelo de una pol¨ªtica reducida a proceso regulado de expresi¨®n de las preferencias individuales, todas igualmente leg¨ªtimas, que son consideradas como dadas (no se cuestionan y por ello no tienen por qu¨¦ ser modificadas) y que, por efecto de la regla de la mayor¨ªa, acaban sum¨¢ndose y, finalmente, prevaleciendo unas sobre otras. Se trata de una democracia de competencia entre representantes, coherente con una concepci¨®n negativa de la libertad (libertad como no interferencia), as¨ª como con una concepci¨®n del ciudadano como un individuo preocupado exclusivamente por lo propio, carente de virtud c¨ªvica, que considera la participaci¨®n como una desutilidad (requiere tiempo y dedicaci¨®n: ?para eso est¨¢n los pol¨ªticos!) y que lo ¨²nico que exige a los poderes p¨²blicos es que garanticen un marco de convivencia tal que no sean molestados a la hora de llevar adelante sus particulares proyectos de vida.
El enfoque republicano de la democracia mantiene presupuestos radicalmente distintos. Seg¨²n esta perspectiva, la virtud de la democracia reside en la posibilidad misma de transformar las preferencias originalmente ego¨ªstas en preferencias m¨¢s altruistas e imparciales, susceptibles por tanto de un mayor nivel de adhesi¨®n. Se apoya sobre una visi¨®n positiva de la libertad (libertad como no interferencia arbitraria) y concibe la democracia como participaci¨®n en una pr¨¢ctica com¨²n a trav¨¦s de cuyo ejercicio los ciudadanos se constituyen en sujetos pol¨ªticamente responsables de una comunidad de personas libres e iguales. Seg¨²n esta concepci¨®n republicana de la democracia el proceso de formaci¨®n de la opini¨®n y de la voluntad pol¨ªtica, ya sea en el espacio p¨²blico o en el parlamento, se configura como un proceso inclusivo de formaci¨®n de la opini¨®n y de la voluntad com¨²n, en el que los ciudadanos libres e iguales se entienden acerca de las metas y normas que ser¨ªan de inter¨¦s com¨²n para todos. De hecho, la ambici¨®n de este ideal de democracia es que al final del proceso de deliberaci¨®n sea posible disolver las agrupaciones de individuos organizadas sobre la base de su inter¨¦s propio. Si tal cosa no ocurre, las instituciones democr¨¢ticas deber¨ªan ser capaces de cumplir una funci¨®n mediadora y atenuar el poder de esos grupos en favor de aquellas propuestas de convivencia sustentadas sobre valores e ideolog¨ªas impersonales de m¨¢s f¨¢cil universalizaci¨®n.
El di¨¢logo constante, la deliberaci¨®n colectiva, es el m¨¦todo para proceder a esa conversi¨®n de las preferencias. Es por eso que la democracia exige tiempo para deliberar y para contrastar las preferencias de cada cual. Y, sobre todo, la democracia exige reconocer al otro como part¨ªcipe en la producci¨®n de un futuro com¨²n elaborado intersubjetivamente. Es por medio del otro, junto con ¨¦l y no contra ¨¦l, como vamos determinando el marco de lo posible: qu¨¦ sociedad queremos y podemos hacer.
Si por mor de la necesidad hubo alguna vez, hace tiempo, algo as¨ª como una democracia deliberativa en Euskadi, hoy nos vemos reducidos al estrecho marco de una democracia de mercado donde preferencias de parte aspiran a salir indemnes de su contraste en el espacio p¨²blico y gobernar sobre el todo mediante la acumulaci¨®n de fuerzas. Las instituciones mediadoras se han transmutado en instituciones militantes y el ideal de la intersubjetividad ha sido sustituido por el choque de futuros. El tama?o importa y el 38 se ha convertido en el n¨²mero m¨¢gico del combo pol¨ªtico vasco.
Los focos iluminan el escenario, que acoge una sucesi¨®n de mon¨®logos frente a un p¨²blico que s¨®lo r¨ªe las gracias de los suyos. ?El club de la comedia? No, el clan de la pantomima. Y as¨ª vamos, de di¨¢logo hasta el amanecer en di¨¢logo hasta el amanecer, hasta el silencio final.
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