La nueva luz del MoMA
El museo, renovado por el arquitecto japon¨¦s Yoshio Taniguchi, se reabre ma?ana
"En la ceremonia japonesa del t¨¦, la taza es sencilla en su forma y su color, muy tenue. Pero, una vez que el t¨¦ se vierte, la taza se transforma en un objeto enteramente nuevo. As¨ª, lo importante no es el objeto solamente, sino la totalidad -la temperatura del t¨¦, el color, el olor-. Es eso el ambiente".
De ese modo describe el arquitecto japon¨¦s Yoshio Taniguchi sus intenciones al dise?ar y renovar el MoMA de Nueva York, que, con motivo de su 75? aniversario, reabre sus puertas en Manhattan ma?ana. Las hab¨ªa cerrado en mayo de 2002, habi¨¦ndose trasladado a una reducida sede provisional en el distrito municipal de Queens. As¨ª, los neoyorquinos esperan con expresiva anticipaci¨®n la reapertura del museo, cuya transformaci¨®n habr¨¢ costado 425 millones de d¨®lares (329 millones de euros).
Un gran atrio servir¨¢ de distribuidor del mill¨®n y medio de visitantes anuales
Alfred Barr lo describ¨ªa como "un torpedo que se desplaza a trav¨¦s del tiempo"
Taniguchi ha a?adido un gran edificio de seis niveles, de interminables paredes y ventanales
El reto para dise?ar el nuevo edificio y renovar las estructuras existentes es enorme, pues el prestigioso museo posee, si no la mejor colecci¨®n de arte moderno mundial, al menos la m¨¢s ambiciosa y enciclop¨¦dica, s¨®lo comparable con la de algunos museos de Par¨ªs. Entre sus tres mil doscientas pinturas y esculturas se encuentran obras conocid¨ªsimas como Los ba?istas y Los jugadores de naipes, de C¨¦zanne; Noche estrellada, de Van Gogh; Las se?oritas de Avi?¨®n y el Arlequ¨ªn, de Picasso; La danza y La lecci¨®n de piano, de Matisse; El nacimiento del mundo, de Mir¨®, o las esculturas de Giacometti y de Calder. Adem¨¢s, otras salas y dep¨®sitos acogen m¨¢s de 6.000 dibujos, 25.000 fotograf¨ªas, 50.000 grabados y libros ilustrados, y unas 22.000 pel¨ªculas y v¨ªdeos.
"Quer¨ªa respetar el pasado. Ten¨ªa que controlarme. No competir con todo el arte alrededor. Pero, arquitect¨®nicamente, deb¨ªa responder a grandes expectativas", precisa el arquitecto. Y es cierto que para presentar miles de obras de gran calibre, la discreta atm¨®sfera que ha logrado crear Taniguchi lo es todo en el nuevo museo: amplios espacios ininterrumpidos, paredes interiores impecablemente blancas, luminosidad homog¨¦nea, vidrio sinterizado, trasl¨²cido o transparente, metal, piedra y parquet de roble claro.
Pero el arquitecto ha conservado las conocidas fachadas del museo. Situado en pleno centro del Manhattan medio -entre las calles 53 y 54, al oeste de la Quinta Avenida-, el edificio contaba anteriormente con tres dise?os yuxtapuestos cronol¨®gicamente: el ya famoso de 1939, dise?ado por Edward Durrell Stone, en el Estilo Internacional; el de Philip Johnson, que data de 1964, y la torre residencial del argentino C¨¦sar Pelli, inaugurada en 1984.
A ¨¦stos, Taniguchi ha a?adido ahora el suyo propio: un gran edificio de seis niveles, con fachada en granito, de interminables paredes y ventanales por donde entra la luz natural y se pueden divisar los rascacielos y construcciones circundantes. El arquitecto ha duplicado casi la antigua superficie hasta los 90.000 metros cuadrados.
Al nivel de la calzada, la entrada ahora se efect¨²a por un imponente vest¨ªbulo que conecta las dos calles, abierto al paso de los peatones. Al fondo y a la derecha se llega al ampliado jard¨ªn de esculturas que el conjunto de edificios bordea por tres lados. Por aqu¨ª, tambi¨¦n, a los ascensores y escaleras autom¨¢ticas que llevan a las galer¨ªas en los niveles superiores.
La nueva estructura gira en torno a un gigantesco atrio en el segundo nivel. ?ste crea un enorme espacio abierto interior que atraviesa todos los pisos del edificio hasta alcanzar los 33 metros de altura. Lo ilumina, desde lo alto, la luz natural que filtra una serie de tragaluces.
El gran atrio servir¨¢ de distribuidor del mill¨®n y medio de visitantes que el museo espera anualmente, dando acceso a las salas contiguas de exposici¨®n de arte contempor¨¢neo.
Aqu¨ª encontramos la sugerente mezcla de ¨¦pocas y de medios que el MoMA desea mostrar en sus nuevas salas, estableciendo un di¨¢logo entre lo contempor¨¢neo y el pasado. En el centro se encuentra Obelisco quebrado -una escultura en acero de Barnett Newman, que mide unos 7,5 metros y data de los a?os 1960-; en las paredes, un ¨®leo del neerlandoamericano Willem de Kooning, de 1981, y dos ¨®leos de los a?os 1990 de Jasper Johns y de Bruce Marden. Allende, en la pared del fondo, observamos Reflexi¨®n de nubes sobre el estanque de las ninfeas, tres paneles de seis metros de largo del impresionista Claude Monet. Obra de 1920, de la etapa final del artista, que posee la misma monumentalidad que el arte contempor¨¢neo que lo rodea, pudiendo as¨ª replicarle en igualdad de condiciones. El MoMA es uno de los pocos museos del mundo que puede, utilizando sus propias colecciones, crear este tipo de contrapunteo art¨ªstico e hist¨®rico. "Quer¨ªamos ser claros, desde un principio: nos interesamos por una tradici¨®n que creemos est¨¢ despleg¨¢ndose y desarroll¨¢ndose a¨²n; existe una relaci¨®n convincente entre la parte m¨¢s temprana y las obras m¨¢s recientes de nuestra colecci¨®n", explica Glenn Lowry, director del museo desde 1995 y uno de los principales motores de las modificaciones.
Desde su fundaci¨®n en 1929, el museo no tuvo perfectamente clara su funci¨®n, ni su futuro, pues se debat¨ªa a menudo entre convertirse en un museo de arte contempor¨¢neo o un museo de la escuela modernista. Su fundador, el historiador de arte Alfred Barr, lo describ¨ªa con una imagen de fuerte corte futurista: "Este museo es un torpedo que se desplaza a trav¨¦s del tiempo, cuyo cono es el presente que contin¨²a avanzando y cuya cola, el pasado de hace cincuenta o cien a?os que contin¨²a alej¨¢ndose".
As¨ª, de 1949 a 1952, el MoMA lleg¨® a establecer un convenio con el Museo Metropolitano de Nueva York por medio del cual le ced¨ªa obras realizadas hac¨ªa m¨¢s de cincuenta a?os. Por suerte, algunos sensatos conservadores del MoMA rompieron el acuerdo.
Ahora, decididamente contempor¨¢neo, el nuevo MoMA dedicar¨¢ al arte de hoy el segundo nivel. Las galer¨ªas consagradas al v¨ªdeo, a la arquitectura, al dise?o industrial, a la fotograf¨ªa y las exposiciones temporales le permitir¨¢n anclarse a¨²n m¨¢s en el presente.
En cambio, las galer¨ªas en el cuarto y el quinto nivel acoger¨¢n la legendaria colecci¨®n permanente: de los a?os 1880 a la Segunda Guerra Mundial y de la posguerra a los a?os 1970.
Lowry y John Elderfield, conservador jefe, han encauzado una cautivante discusi¨®n en su equipo, interrog¨¢ndose sobre el arte moderno. "Nos pregunt¨¢bamos c¨®mo se narra la historia del arte moderno y qui¨¦nes son sus protagonistas. El MoMA fue creado como un museo internacional de arte moderno, mayormente europeo antes de la Segunda Guerra y estadounidense despu¨¦s de ¨¦sta. Ten¨ªamos que incluir a otros enteramente y no como extranjeros. En el arte latinoamericano, por ejemplo, necesit¨¢bamos incluir a Torres Garc¨ªa con Mondrian, a Rever¨®n con Dubuffet, a Soto con los neoconstructivistas", explica Elderfield.
As¨ª pues, la innovaci¨®n en el MoMA incluir¨¢ la alteraci¨®n del recorrido de estas ¨²ltimas salas. En el antiguo edificio, el visitante entraba por unas galer¨ªas enlazadas de forma estrictamente lineal; ahora, las espaciosas salas de Taniguchi permiten varias entradas y salidas, nuevas conexiones y asociaciones est¨¦ticas e hist¨®ricas.
Babelia
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