"No funciona nada"
Automovilistas y ciudadanos, sorprendidos por el apag¨®n que dej¨® fuera de servicio sem¨¢foros, cajeros autom¨¢ticos y salas de cine
"No funciona nada. ??Qu¨¦ quieres que haga!? No hay metro, no pasan taxis, hay un atasco monumental. No s¨¦ c¨®mo voy a volver a casa". Miriam L¨®pez hablaba por tel¨¦fono con su marido mientras andaba desde la glorieta de Bilbao a la de Alonso Mart¨ªnez mirando insistentemente hacia atr¨¢s, "por si pasa un taxi". Pero no. Aquello era un caos. Durante todo el trayecto no ve¨ªa m¨¢s que coches parados, sem¨¢foros apagados y gente, mucha gente andando por las calles. El sonido era de silbatos. Los que chiflaban varios agentes de movilidad que se las ve¨ªan y deseaban para intentar controlar un torrente de coches que llegaban de todos los puntos cardinales.
A las siete menos cuarto de la tarde de ayer, el apag¨®n -que hab¨ªa empezado un par de horas antes- daba sus ¨²ltimos estertores, pero todav¨ªa sum¨ªa a parte del centro de Madrid en el desconcierto. En la boca de metro de Alonso Mart¨ªnez, en la calle de G¨¦nova, decenas de personas consultaban el plano de la red del suburbano y hablaban por sus tel¨¦fonos m¨®viles intentando encontrar itinerarios alternativos por los que desplazarse por la ciudad. En las esquinas de las calles adyacentes, siluetas de transe¨²ntes esperaban, en vano y de pie, que apareciera alg¨²n taxi salvador. La cola de viajeros en la parada del autob¨²s n¨²mero 21 aumentaba peligrosamente.
El Congreso de los Diputados y la Asamblea de Madrid quedaron en tinieblas
El aparcamiento subterr¨¢neo de la calle de Ayala se convirti¨® en una ratonera
Jorge Ba?os, un dependiente de la secci¨®n de carnicer¨ªa del supermercado Rotterdam, de la calle de San Bernardo, estaba montado en un convoy de la l¨ªnea 2 en la estaci¨®n de Pr¨ªncipe de Vergara. Eran las cinco menos cuarto de la tarde y se dirig¨ªa a su puesto de trabajo. "Cuando el tren iba a entrar en el t¨²nel, de pronto, se qued¨® parado". Pero no s¨®lo se detuvo ese tren. A esa misma hora, cientos de comercios, casas, guarder¨ªas, bares, restaurantes, ultramarinos y lugares de ocio quedaron a oscuras, congelados, sin electricidad.
En Arganzuela, Retiro, Salamanca, Centro, Chamart¨ªn y Puente de Vallecas, miles de ciudadanos ve¨ªan c¨®mo todo lo que funcionara con electricidad y no estuviera dotado de bater¨ªas, quedaba inutilizado.
"No pasaron m¨¢s de cinco minutos con el tren parado", cuenta el joven dependiente, "pero la gente empezaba a ponerse nerviosa. El conductor abri¨® de forma manual las puertas del vag¨®n y pudimos salir". Tard¨® m¨¢s de una hora en llegar a su puesto de carnicer¨ªa, con un justificante expedido por Metro en el que se daba cuenta de la incidencia. Una incidencia que afect¨® a todas las l¨ªneas del suburbano. Unos 50 espectadores se dispon¨ªan a ver las aventuras de El Lobo, el infiltrado en la banda terrorista ETA del que se acaba de rodar una pel¨ªcula. La sesi¨®n era a las cinco en el cine Conde Duque de la calle de Alberto Aguilera. Imposible. "Tuvieron que devolver las entradas y desalojar el local", cuenta un espectador.
Los cajeros autom¨¢ticos dejaron de funcionar. Los sem¨¢foros, tambi¨¦n. Tambi¨¦n se quedaron a oscuras el Congreso de los Diputados, el centro de pantallas de la Direcci¨®n General de Tr¨¢fico y la Asamblea de Madrid, donde la presidenta regional, Esperanza Aguirre, tuvo que intervenir en penumbra y sin micr¨®fono durante unos minutos.
Pero tambi¨¦n otros lugares m¨¢s prosaicos. En el sexshop de la calle de Fuencarral, cercano a la plaza de Bilbao, la electricidad dej¨® a oscuras por unos segundos las casi 20 cabinas con televisor. "La electricidad volvi¨® pronto, pero con tal potencia que ha fundido el l¨¢ser de la puerta, y las teles de las cabinas comenzaron a emitir un pitido ensordecedor", cuenta el dependiente de este establecimiento.
Los mancebos de la farmacia Francisco L¨®pez, en la calle de San Bernardo, no pudieron atender con normalidad. La puerta es de esas que se abre autom¨¢ticamente cuando un dispositivo de infrarrojos detecta al cliente. "Tuvimos que atender por la entrada del portal, la que da a la rebotica", cuenta el due?o. "Fuimos a comprar velas y linternas para ver algo donde est¨¢n los estantes de los medicamentos".
El aparcamiento subterr¨¢neo de la calle de Ayala se convirti¨® en una ratonera. Su encargado, Francisco Merch¨¢n, asegura que en el momento del apag¨®n "en menos de media hora m¨¢s de 150 coches quisieron salir". Las barreras no funcionaban, ni las m¨¢quinas para pagar. "No funcionaba nada", cuenta. "Fue un momento complicad¨ªsimo, tuvimos que abrir las barreras y dejar salir a los coches".
Ni los carteros pudieron hacer su trabajo: los telefonillos tampoco transmit¨ªan electricidad hasta los timbres instalados en las casas. Fueron m¨¢s de dos horas en las que parte de la ciudad se qued¨® desenchufada. Y se enter¨® hasta el gato. En un pasillo de la estaci¨®n de metro de Bilbao, un vendedor ambulante gritaba: "Ocho pilas saltarinas por un euro, ¨¦stas s¨ª que no se apagan".
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