Venezuela: la inclusi¨®n de los excluidos
Ayer lleg¨® a Madrid, en visita oficial, el presidente de la Rep¨²blica Bolivariana de Venezuela, don Hugo Ch¨¢vez. Visita precedida de encuentros que el presidente venezolano ha tenido con el rey don Juan Carlos y con el presidente don Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero en la Cumbre Iberoamericana de Costa Rica. La invitaci¨®n del Gobierno espa?ol al primer mandatario venezolano tiene un alcance muy especial: profundizar en las relaciones bilaterales -pol¨ªticas, econ¨®micas, culturales- que, por una serie de acontecimientos y actitudes, se ensombrecieron en los ¨²ltimos a?os del Gobierno de Aznar.
El continente iberoamericano, en general, y Venezuela, en particular, se encuentra ante escenarios pol¨ªticos en donde cambio y frustraci¨®n se entrelazan, y no s¨®lo ahora. Asentar los valores de libertad, de democracia pluralista y de justicia social contribuyen al gran desaf¨ªo que pueblos y poderes p¨²blicos han tenido y siguen teniendo. Sin duda, mucho se ha avanzado, al menos pol¨ªticamente, pero mucho m¨¢s queda por hacer, sobre todo socialmente. Las sociedades iberoamericanas, en su mayor¨ªa, han conseguido o restablecido las libertades fundamentales que dan vida a la democracia, pero no han resuelto satisfactoriamente el gran reto de la pobreza y de la exclusi¨®n. Conjugar desarrollo pol¨ªtico y cultura democr¨¢tica con un desarrollo econ¨®mico y social participativo define, de norte a sur, el problema acuciante que afecta a todos.
Las v¨ªas para encauzar esta demanda social y este proceso de transformaci¨®n democratizadora, global y real, no s¨®lo formal, tienen que ser necesariamente distintas. Y distintas porque las realidades sociales e hist¨®ricas, a pesar de puntos de partida comunes, han ido conformando culturas, ilusiones y estratificaciones sociales diversas, pero siempre con un claro denominador general: pobreza que excluye. Incluir a los excluidos es, de esta manera, el gran presupuesto b¨¢sico para alcanzar una democracia avanzada. Si esta pretensi¨®n, desde una visi¨®n progresista, fue as¨ª siempre, la globalizaci¨®n posmoderna acent¨²a m¨¢s la conflictividad y la complejidad. Sin embargo, hay razones para ser moderadamente optimistas: Brasil, Argentina y, ¨²ltimamente, Rep¨²blica Dominicana y Uruguay -como hace a?os inici¨® Chile- representan, con matices, esta v¨ªa, democr¨¢tica y pol¨ªtica, para estructurar una nueva convivencia de mayor amplitud social.
Venezuela ha optado por un peculiar proceso de cambio y de inclusi¨®n. Desde una perspectiva europea, anclada ya en una democracia asentada e integrada supranacionalmente, todos los procesos de cambio -que, en Iberoam¨¦rica, siguen empleando el t¨¦rmino revoluci¨®n- provocan, a veces, suspicacias o confusiones. Le ocurri¨® a Lula, como le ocurre a Ch¨¢vez. Pero, por tierras americanas, revoluci¨®n es hoy sencillamente cambio y especialmente cambio social y pol¨ªtico. Caber todos dentro de una sociedad participativa. Naturalmente, en Venezuela esto implica alteraciones y conflictos, avances y tanteos; y, por otra parte, si la revoluci¨®n quiere ser cambio desde la legalidad, esto exige di¨¢logo sereno y consenso amplio, es decir, fijar una nueva y revisada relaci¨®n dial¨¦ctica entre mayor¨ªas y minor¨ªas, entre oposici¨®n y poderes p¨²blicos, ambos leg¨ªtimos. En este sentido, el poder nuevo que incluye a los tradicionalmente excluidos debe tambi¨¦n evitar exclusiones; y, a su vez, la oposici¨®n, aun siendo minoritaria, respetando todas las reglas del juego democr¨¢tico, no debe caer en 1a tentaci¨®n de autoexcluirse o situarse en una frustraci¨®n decadente. M¨¢s a¨²n: esta ¨²ltima, con imaginaci¨®n y sentido com¨²n, debe reestructurarse operativamente.
La relaci¨®n mayor¨ªas/minor¨ªas, si siempre es tensa en sociedades muy homog¨¦neas, lo es mucho m¨¢s en sociedades pol¨ªticas en transformaci¨®n y replanteamiento, como la actual venezolana. Desde muchos enfoques, tanto partidarios del Gobierno como los de la oposici¨®n, hay algo, en la Venezuela que hoy lidera el carism¨¢tico presidente Ch¨¢vez, que se capta mayoritariamente: el sistema pol¨ªtico anterior, que tuvo luces y sombras, se agot¨® y, en el fondo, se autodisolvi¨®. Luces, en cuanto arraig¨® una cultura democr¨¢tica; sombras, en la medida en que no consigui¨® la inclusi¨®n de los excluidos. El actual sistema pol¨ªtico consolidado, en base a la Constituci¨®n de 1999, que en Europa ser¨ªa una Constituci¨®n social-democr¨¢tica, con los componentes singulares de la historia iberoamericana, y, por supuesto, venezolana, exigir¨¢ un desarrollo normativo en donde el di¨¢logo debe constituir el eje fundamental para evitar fracturas sociales y, al mismo tiempo, rehacer la reconciliaci¨®n con nuevo consenso. Imaginaci¨®n, limitaci¨®n y racionalidad son siempre buenos nortes para alcanzar desarrollo, subir pelda?os en la integraci¨®n continental y dar respuestas v¨¢lidas para las mayor¨ªas sociales, respetando las minor¨ªas.
Los venezolanos tienen ante s¨ª este gran desaf¨ªo y los espa?oles, en cuanto formamos parte con ellos y con otros pueblos de la comunidad iberoamericana, en cuanto miles de ciudadanos nuestros viven y trabajan en esta tierra, y tambi¨¦n, por nuestros propios intereses, tambi¨¦n tenemos el compromiso de cooperar bilateralmente y como socios de la Uni¨®n Europea a que este reto lleve a ahondar en la democracia, es decir, en paz y libertad. La visita del presidente Ch¨¢vez, gran amigo de Espa?a, con Bol¨ªvar en un horizonte ut¨®pico continental, y con un pragmatismo popular, constituir¨¢, sin lugar a dudas, un paso m¨¢s para el acercamiento profundo de nuestros dos pa¨ªses hermanos.
Ra¨²l Morodo es embajador de Espa?a en Venezuela.
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