Ciudadan¨ªa medi¨¢tica
La ¨¦tica de los medios anda en lenguas. El Gobierno anuncia la elaboraci¨®n de un c¨®digo de "corregulaci¨®n", pensado sobre todo para proteger a los ni?os y para evitar el exceso de la telebasura, algunas cadenas privadas de televisi¨®n se proponen llevar a cabo una cierta "autorregulaci¨®n" con una finalidad similar, y salen otra vez a la luz las discusiones sobre la necesidad de crear comisiones que controlen los contenidos de los programas de televisi¨®n y radio y las noticias de la prensa escrita. Medidas legales y deontol¨®gicas parecen dirigidas a id¨¦ntica meta: proteger a los m¨¢s vulnerables y a las gentes en general de ver violados sus derechos. "Ley legal" y "autorregulaci¨®n deontol¨®gica" parecen buscar lo mismo por diferentes caminos, y por el momento est¨¢n confluyendo en esa s¨ªntesis de la "corregulaci¨®n".
Entretanto convendr¨ªa preguntarse si una revisi¨®n de la actividad de los medios no podr¨ªa tener tambi¨¦n otro fin adem¨¢s del de proteger a las gentes, si no podr¨ªa preocuparse tambi¨¦n por potenciarlas. Que sin duda el mandato supremo de la ¨¦tica moderna es "no da?ar¨¢s", "no instrumentalizar¨¢s a las personas", pero ese mismo mandato tiene otro lado igualmente interesante: "s¨ª las empoderar¨¢s", s¨ª har¨¢s lo posible para que lleven adelante el tipo de vida que juzguen digno de ser vivido. Y en este sentido positivo una ¨¦tica de los medios se hace indispensable para que las personas lleguen a ser tambi¨¦n ciudadanas, art¨ªfices de sus vidas junto a sus conciudadanas. Cosa sin la que no existe una democracia aut¨¦ntica.
La tarea no es f¨¢cil. Para construir una "ciudadan¨ªa medi¨¢tica", es decir, personas que son tambi¨¦n protagonistas en ese decisivo ¨¢mbito que es el de los medios de comunicaci¨®n, es necesario cumplir las leyes, pero no basta: que los profesionales y las empresas informativas se forjen un ethos, un car¨¢cter del que brotan buenas pr¨¢cticas, es imprescindible para lograr el ¨¦xito; es necesaria una ¨¦tica de los medios, porque es rentable a medio y largo plazo y, sobre todo, porque pertenece a la entra?a de la profesi¨®n. ?En qu¨¦ consistir¨ªa esa ¨¦tica, empe?ada en hacer de las personas "ciudadanas medi¨¢ticas"?
Como en cualquier otra actividad profesional, el primer paso es descubrir las metas que le dan sentido, los bienes que proporciona a la sociedad de tal modo que, sin ellos, se perder¨ªa algo enormemente valioso. En el caso de los medios, podr¨ªamos aventurar una meta, la de generar una opini¨®n p¨²blica madura y responsable en esa esfera de la discusi¨®n abierta que deber¨ªa ser la m¨¦dula de las sociedades pluralistas; una tarea que podr¨ªa desgranarse en otras cuatro.
Aumentar la libertad de los ciudadanos, al ampliar su informaci¨®n, ser¨ªa la primera de ellas. Sin informaci¨®n no hay libertad, y los medios pueden dar a conocer lados del mundo que la gente ignora, de modo que pueda realizar elecciones m¨¢s libres. Para lo cual los medios han de proporcionar informaciones contrastadas, opiniones razonables e interpretaciones plausibles, distinguiendo lo m¨¢s posible entre informaci¨®n, opini¨®n e interpretaci¨®n.
Ciertamente, que la independencia de los medios no existe es una obviedad. Como nos contaba en un seminario uno de los directivos de EL PA?S, se discuti¨® al comienzo en el peri¨®dico de qu¨¦ o qui¨¦n era independiente, atendiendo a la leyenda del rotativo "Diario independiente", y la respuesta general fue: "independiente de la ma?ana". No existe la independencia. Desde sus or¨ªgenes los peri¨®dicos, sobre todo, nacen para defender y reforzar distintas ideolog¨ªas e intereses. Pero por eso mismo importa que el usuario sepa con qu¨¦ sesgo va a encontrarse, porque entonces ser¨¢ fiel s¨®lo a "su" medio informativo, o recurrir¨¢ a varios, pero con conocimiento de causa, y sabr¨¢ interpretar los calificativos que acompa?an a las informaciones, el cariz de las fotograf¨ªas y tantas cosas m¨¢s. En cualquier caso, no es de recibo mezclar informaci¨®n y opini¨®n, ni, por supuesto, ofrecer informaciones no contrastadas, frente al terrible apotegma "que nunca la verdad estropee un buen titular".
Una segunda meta consistir¨ªa en convertirse en plataforma para la libre expresi¨®n de las opiniones. Por supuesto, la libre expresi¨®n de los profesionales de los medios, como se ha mostrado con creces desde los or¨ªgenes de la prensa y de la radio, pero tambi¨¦n de los ciudadanos, porque sentirse ciudadano exige, entre otras cosas, saberse reconocido en la propia sociedad, y mal pueden sentirse reconocidos los que jam¨¢s tienen la posibilidad de dar a conocer p¨²blicamente su juicio razonado ni de expresar qu¨¦ es lo que en verdad les importa. Participar no es s¨®lo votar, sino "saberse part¨ªcipe", saber que el propio juicio tambi¨¦n interesa.
Potenciar una "opini¨®n p¨²blica razonante" ser¨ªa la tercera meta, potenciar esa deliberaci¨®n p¨²blica, sin la que no hay democracia posible ni sociedad adulta, sin la que no existe "p¨²blico", sino "masa" o "multitud".
"Multitud" y "masa" -se dice- son conjuntos de individuos an¨®micos, con peque?a interacci¨®n entre ellos, que no pueden actuar de forma concertada. Cuando se ven unidos s¨®lo por la emoci¨®n, entonces se habla de una multitud; cuando les une un foco de inter¨¦s com¨²n, un acontecimiento, se habla de masa. Multitud y masa son presa f¨¢cil de la prensa sensacionalista o de cualquier tipo de propaganda emotivista, dispuesta a causar actitudes, m¨¢s que a colaborar con argumentos en la forja de convicciones.
Manipular emociones y sentimientos para elevar el ¨ªndice de audiencia o aumentar las ventas es una violaci¨®n palmaria del principio ¨¦tico de "no instrumentalizaci¨®n". Por el contrario, empoderar a los afectados es ayudar a que la masa se convierta en "p¨²blico", en un conjunto de personas, unido por la discrepancia y por el di¨¢logo, que intentan pensar y razonar conjuntamente. Les une el debate p¨²blico, la apuesta por el intercambio de opiniones, del que esperan obtener enriquecimiento mutuo y tambi¨¦n poder forjarse una cierta voluntad com¨²n.
Por ¨²ltimo, los medios tienen por misi¨®n entretener, tarea importante porque el ser humano es homo ludens, y no s¨®lo homo faber y homo sapiens. Y en esta tarea tal vez la televisi¨®n ostente la primac¨ªa, porque a trav¨¦s de ella todo se convierte en espect¨¢culo. Lo cual es perfectamente leg¨ªtimo, s¨®lo que se puede entretener con calidad y medir las audiencias con ¨ªndices, no s¨®lo cuantitativos, sino tambi¨¦n cualitativos, porque el profesional "excelente" intenta entretener creando p¨²blico, y no masa, combinando imaginaci¨®n creadora y deseo de aumentar la libertad de los ciudadanos.
Con todo, forjar una ciudadan¨ªa medi¨¢tica es bien dif¨ªcil, entre otras cosas, por dos razones: porque "informaci¨®n es poder" e "informaci¨®n es mercanc¨ªa".
Informaci¨®n es poder. Los medios crean realidad y conciencia, pueden hacer creer a los ciudadanos que las cosas y las personas son como ellos las muestran, "dan el ser" a unos acontecimientos y personas y se la niegan aotros, porque en una sociedad medi¨¢tica "ser es aparecer en los medios". Vivimos de una "construcci¨®n medi¨¢tica de la realidad", los ciudadanos saben de su mundo a trav¨¦s de lo que los medios les ofrecen, tanto en el nivel global como en el local. Y, obviamente, la tentaci¨®n de utilizar tal poder es casi irresistible. Mundo pol¨ªtico y empresas informativas entran en contacto, y se producen concentraciones de poder pol¨ªtico-financiero, en detrimento de esos ciudadanos de los que se supone que son los protagonistas de la vida p¨²blica. El ¨²nico remedio frente a esta concentraci¨®n del poder es la poliarqu¨ªa, multiplicar los centros de poder, evitando las concentraciones monopol¨ªsticas, de suerte que los ciudadanos puedan acudir a diversos medios, servirse de una multiplicidad de ellos y elegir, siendo sus propios se?ores.
Pero, por otra parte, la informaci¨®n es un producto de consumo, que necesita venderse si es que la empresa informativa quiere ser viable, contando con la publicidad y el ¨ªndice de las audiencias. Con la dificultad a?adida de que la informaci¨®n es un producto "espiritual", no tangible, como podr¨ªan ser la alimentaci¨®n, la vivienda o el vestido, y resulta enormemente dif¨ªcil valorar la calidad de un producto semejante.
?Qu¨¦ hacer? Por supuesto, cumplir las leyes, pero igualmente fomentar la poliarqu¨ªa de centros medi¨¢ticos, potenciar la creaci¨®n de asociaciones de consumidores que expresen su opini¨®n y reivindiquen sus derechos. Y, sobre todo, forjar desde la profesi¨®n y las empresas medi¨¢ticas ese car¨¢cter que les permite alcanzar las metas que les son propias y, en lo que hace a los "consumidores", ir construyendo desde la escuela y la familia la capacidad de ejercer una ciudadan¨ªa activa tambi¨¦n en el mundo de los medios de comunicaci¨®n.
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica y Filosof¨ªa Pol¨ªtica de la Universidad de Valencia y directora de la Fundaci¨®n ?TNOR.
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