El terrorista como director de cine
Ultimamente, cuando uno ve los informativos de televisi¨®n, se encuentra muchas veces con un nuevo tipo de v¨ªdeo casero: unos hombres encapuchados, con cuchillos y armas de fuego, y, delante de ellos, unas figuras arrodilladas, que suplican por su vida. Ruegan, lloran, inclinan la cabeza, y luego, en general, mueren. As¨ª ha sido desde que obligaron a Daniel Pearl a repetir: "Mi padre es jud¨ªo. Mi madre es jud¨ªa. Yo soy jud¨ªo", antes de morir decapitado.
Gracias a los responsables de los informativos de televisi¨®n, no solemos ver casi nunca las im¨¢genes hasta su truculenta conclusi¨®n, pero la versi¨®n completa de estas pel¨ªculas, reproducida en CD, se vende estupendamente en el mercado de Bagdad. Los verdugos llevan guantes. No quieren mancharse las manos con la sangre de los infieles.
Los terroristas han entendido enseguida que la c¨¢mara tiene el poder de captar un acto atroz y convertirlo en una imagen que provoque escalofr¨ªos en todo el planeta
La mejor pel¨ªcula que se ha hecho sobre terrorismo -'La batalla de Argel' (1965), de Gillo Pontecorvo- se rod¨® a instancias de Saadi Yaced, l¨ªder de la c¨¦lula insurgente de la 'kasbah'
Un holand¨¦s que posee una p¨¢gina 'web' dice que "durante periodos de tr¨¢gicos acontecimientos como las decapitaciones", en vez de las 200.000 visitas diarias tiene hasta 720.000
Las im¨¢genes de Abu Ghraib nunca estuvieron destinadas al uso privado. Algunas pretend¨ªan animar a otros torturadores; otras, a prisioneros, para advertirles de lo que les aguardaba si no cooperaban
Los rituales de humillaci¨®n que representan estos v¨ªdeos pretenden dar satisfacci¨®n al sector p¨²blico ¨¢rabe educado en la ret¨®rica de la humillaci¨®n musulmana
La inocencia de Margaret Hassan era precisamente la raz¨®n para secuestrarla. Su v¨ªdeo fue una bomba arrojada contra nuestra esperanza de que los extranjeros pueden hacer el bien en Irak
Grotescas parodias
Por lo visto, fueron los rebeldes chechenos los primeros en filmar estas grotescas parodias de la justicia isl¨¢mica. Ahora existe un mercado dedicado a estos espect¨¢culos tan sanguinarios, en los que las bandas de criminales proporcionan el factor fundamental: el secuestro de extranjeros en Irak para venderlos a grupos terroristas como el que dirige Abu Musab al Zarqaui, Tawhid y Yihad.
Los terroristas han entendido enseguida que la c¨¢mara tiene el poder de captar un acto atroz y convertirlo en una imagen que provoque escalofr¨ªos a todo el planeta. Con ello, han descubierto un arma nueva y fundamental.
Antes de Irak hab¨ªan existido muchas rebeliones llenas de violencia -en Argelia, contra los franceses; en Kenia, contra los brit¨¢nicos; en Vietnam, contra los estadounidenses-, pero ninguna utilizaba la c¨¢mara como instrumento de terror. El secuestro fue el arma preferida de los grupos armados en L¨ªbano desde los a?os setenta. Pero no exhib¨ªan a sus rehenes en los informativos de la noche.
Ahora nos encontramos con el terrorista como director de cine. Un hombre secuestrado hace poco en Irak contaba, al ser liberado, con qu¨¦ cuidado y entusiasmo hab¨ªan preparado los terroristas su aparici¨®n en v¨ªdeo: hacia d¨®nde deb¨ªan apuntar las armas, cu¨¢l ten¨ªa que ser el fondo, d¨®nde deb¨ªa arrodillarse, qu¨¦ palabras deb¨ªa pronunciar.
El uso de las c¨¢maras de v¨ªdeo como arma es nuevo, pero los terroristas contempor¨¢neos siempre han intentado explotar el poder de las im¨¢genes. La mejor pel¨ªcula que se ha hecho sobre terrorismo -La batalla de Argel (1965), de Gillo Pontecorvo- se rod¨® a instancias de un terrorista.
Saadi Yacef, l¨ªder de la c¨¦lula insurgente en la kasbah de Argel que aplastaron los franceses en 1957, sobrevivi¨® a la captura y, despu¨¦s de la independencia de Argelia, sugiri¨® a Pontecorvo que hiciera una pel¨ªcula basada en la historia de su vida.
Yacef ayud¨® a producir el filme e incluso se interpret¨® a s¨ª mismo en la pantalla. Si por ¨¦l hubiera sido, el resultado habr¨ªa sido pura propaganda. Pero Pontecorvo ten¨ªa una visi¨®n m¨¢s profunda, y el resultado es una obra maestra que justifica los actos terroristas y, al mismo tiempo, muestra sin contemplaciones el coste de ese terrorismo, incluso para la causa que defiende.
Yacef no fue m¨¢s que el primer empresario teatral del terror. Detr¨¢s de ¨¦l vino Lutiff Afif, o Isa, seg¨²n le llamaban, jefe de la banda que captur¨® a los atletas israel¨ªes en los Juegos Ol¨ªmpicos de M¨²nich de 1972. Presumido, con sus gafas de sol y su sombrero de ala ancha, utiliz¨® las c¨¢maras de la televisi¨®n mundial para organizar un espect¨¢culo del horror que oblig¨® a todo el mundo a prestar atenci¨®n a la causa palestina. En el momento de su muerte, durante el desastroso tiroteo ocurrido en un aeropuerto alem¨¢n, el terror ya estaba superado. Hab¨ªa logrado una victoria propagand¨ªstica.
Adem¨¢s del terrorista como empresario de espect¨¢culos, recordemos que tambi¨¦n tenemos al torturador como artista de v¨ªdeo. Las im¨¢genes de la c¨¢rcel de Abu Ghraib nunca estuvieron destinadas al uso privado. Algunas pretend¨ªan animar a otros torturadores. Y algunas estaban dirigidas a otros prisioneros, para advertirles de lo que les aguardaba si no cooperaban. La imagen digital -fija o en movimiento- se ha convertido en un instrumento de coacci¨®n para los interrogatorios.
En Irak, la imagen ha sustituido al argumento; incluso se puede decir que la imagen de atrocidades se ha convertido en su propio argumento. Cuando se ve una imagen horrorosa detr¨¢s de otra, da la impresi¨®n de que no s¨®lo la sigue, sino que la justifica. De Abu Ghraib a las decapitaciones, y a la inversa, los espectadores nos vemos atrapados en un bucle, un espanto que suscita otro, en un torbellino cada vez m¨¢s oscuro y sin fin.
Las viejas preguntas sobre la guerra de Irak -?era legal?, ?era necesaria?, ?era un ¨²ltimo recurso?- ya no tienen sentido. Lo importante, ahora, es saber si existe alguna forma de salir del torbellino, de esa barbarie que se alimenta sin cesar a s¨ª misma y que no se sabe d¨®nde acaba.
Es dif¨ªcil dar una respuesta. Sabemos que estamos atrapados en el torbellino, pero ni siquiera entendemos qu¨¦ es lo que nos arrastra hacia el fondo. Lo ¨²nico que podemos ver claramente es nuestra complicidad embrutecedora. Los responsables de los informativos de televisi¨®n siguen cortando los peores momentos, pero, a lo largo de los ¨²ltimos 25 a?os, nos han ido ahorrando cada vez menos cosas: ahora vemos a verdaderos seres humanos rogando por su vida.
Terrorismo pornogr¨¢fico
Esto es terrorismo como pornograf¨ªa, y act¨²a igual que la pornograf¨ªa: al principio, hace que el p¨²blico, a su pesar, se sienta curioso y excitado; despu¨¦s, avergonzado, tal vez degradado y, por ¨²ltimo, quiz¨¢ indiferente. Y el p¨²blico de estas crueldades es universal. Un holand¨¦s que posee una p¨¢gina web con im¨¢genes violentas y sexualmente expl¨ªcitas, en la que difunde las decapitaciones, dice -con un estilo inimitable- que "durante periodos de tr¨¢gicos acontecimientos como las decapitaciones", en vez de las 200.000 visitas diarias que son habituales, tiene hasta 720.000.
Seguramente, la capacidad de degradaci¨®n de estas im¨¢genes no es lo m¨¢s importante. Es m¨¢s significativa la reflexi¨®n pol¨ªtica que merece este nuevo tipo de reality show. Desde el punto de vista comercial, estos v¨ªdeos son aut¨¦nticos carteles de reclutamiento para la insurrecci¨®n iraqu¨ª. Los v¨ªdeos anuncian que el grupo que los ha realizado es el m¨¢s salvaje de todos, y eso sirve para atraer nuevos miembros y para fomentar la captura de v¨ªctimas.
Adem¨¢s, los v¨ªdeos anuncian que, en un pa¨ªs ocupado, no existen los extranjeros inocentes. Las v¨ªctimas francesas, tal vez, se cre¨ªan inocentes porque cre¨ªan que la pol¨ªtica de su pa¨ªs lo hab¨ªa sido; las v¨ªctimas italianas, porque no eran m¨¢s que unas personas humanitarias que siempre hab¨ªan estado en contra de la guerra. Las v¨ªctimas musulmanas quiz¨¢ cre¨ªan que eran inocentes precisamente por ser musulmanas.
Una de las v¨ªctimas m¨¢s recientes, Margaret Hassan, directora de CARE International en Irak, ten¨ªa s¨®lidos motivos para considerarse inocente. Su marido es iraqu¨ª y ella llevaba 30 a?os viviendo en el pa¨ªs, donde hab¨ªa construido cl¨ªnicas y hab¨ªa creado una unidad de lesiones de columna. Los pacientes de sus cl¨ªnicas salieron en silla de ruedas a la calle, con pancartas en ¨¢rabe en las que ped¨ªan su liberaci¨®n. Si alguien ten¨ªa derecho a lo que el Convenio de Ginebra llama "inmunidad civil", era Margaret Hassan. Pero su inocencia era precisamente la raz¨®n para secuestrarla [luego fue asesinada]. Su v¨ªdeo fue una bomba arrojada contra nuestra esperanza de que los extranjeros puedan hacer el bien en Irak. Dado que Margaret Hassan estaba casada con un iraqu¨ª, el v¨ªdeo en el que apareci¨® suplicando por su vida era, adem¨¢s, una advertencia a los iraqu¨ªes que sientan la tentaci¨®n de trabajar con gente decente como ella: cualquiera que se relacione con un infiel deja de ser inocente.
Los rituales de humillaci¨®n que representan estos v¨ªdeos -algunos rehenes est¨¢n enjaulados, otros encadenados, otros con los mismos monos naranjas que llevan los presos de Guant¨¢namo- pretenden dar satisfacci¨®n al sector del p¨²blico ¨¢rabe educado en la ret¨®rica de la humillaci¨®n musulmana. Esta propaganda vuelve a situar un milenio de compleja relaci¨®n entre el mundo musulm¨¢n y el no musulm¨¢n en el contexto de una larga letan¨ªa de verg¨¹enza, primero a manos de los cruzados; luego, de los imperialistas franceses y brit¨¢nicos, y, por ¨²ltimo, de los israel¨ªes y sus amos estadounidenses. El snuff movie es la revancha. La ¨²nica forma de acabar con la humillaci¨®n, dicen estos v¨ªdeos, es infligirla a otra persona. Un mensaje que tiene gran ¨¦xito en los bazares de Bagdad.
Es dudoso que la humillaci¨®n justifique la decapitaci¨®n, pero mucha gente opina que s¨ª la explica. En One day in september, un documental que segu¨ªa al ¨²ltimo superviviente del grupo palestino que captur¨® a los atletas israel¨ªes en los Juegos Ol¨ªmpicos de M¨²nich, en 1972, el decr¨¦pito terrorista quer¨ªa hacernos comprender que la acci¨®n era consecuencia de las humillaciones de su infancia en los campos de refugiados de Sabra y Chatila, en L¨ªbano, y se ve¨ªan las im¨¢genes correspondientes de la triste vida del refugiado.
Humillaci¨®n
?Pero qu¨¦ es lo que explica eso? Esas escenas pueden aclarar por qu¨¦ se uni¨® al grupo, pero ?nos ayudan a comprender por qu¨¦ fue capaz de observar, imp¨¢vido, c¨®mo un deportista israel¨ª, herido en el tiroteo, se desangraba lentamente hasta morir en el suelo? ?Explican por qu¨¦, con todos sus camaradas muertos y sin que la causa palestina haya avanzado un cent¨ªmetro hacia la estatalidad, el viejo terrorista nos dice que volver¨ªa a actuar como en M¨²nich? Por lo visto, lo ¨²nico que de verdad justifica la humillaci¨®n es no tener que decir nunca lo siento.
Los nuevos v¨ªdeos de humillaci¨®n retributiva y ejecuciones revanchistas y purificadoras llevan la justificaci¨®n a un nivel sin precedentes. Consisten, sobre todo, en rebajar el umbral humano de repugnancia para hacer que los espectadores se sientan legitimados. Ved lo que hemos hecho, parecen decir los encapuchados: hemos decapitado a una persona en televisi¨®n. Y ahora, a ver qu¨¦ pod¨¦is hacer vosotros. Los v¨ªdeos utilizan la humillaci¨®n del infiel para crear una sensaci¨®n de legitimidad. Despu¨¦s de verlos, un joven iraqu¨ª puede decirse: verdaderamente, todo est¨¢ permitido.
Al llegar aqu¨ª, si es que todav¨ªa est¨¢n leyendo, es posible que ya no aguanten m¨¢s. ?Por qu¨¦ tenemos que comprender estas cosas?, pensar¨¢n. ?Por qu¨¦ no podemos llamar a las cosas por su nombre y comportarnos en consecuencia? Esto se llama Mal.
A muchos les molesta esta palabra, porque creen que impide comprender los agravios m¨¢s profundos en los que se nutren el resentimiento y la violencia. Es verdad que ser¨ªa muy ¨²til que fu¨¦ramos capaces de comprender las ra¨ªces de la humillaci¨®n musulmana, y que es dif¨ªcil comprender nada si lo ¨²nico que queremos es condenar. Pero conviene defender la frontera que separa la comprensi¨®n de la justificaci¨®n y la explicaci¨®n. Y eso es lo que hace la palabra "Mal". Defiende esa frontera.
En cualquier caso, la comprensi¨®n total es cosa de Dios. Es demasiado dif¨ªcil -y, en cierto sentido, no lo suficientemente importante- comprender por qu¨¦ un ser humano puede poner un cuchillo en la garganta de otro y cortarle la cabeza. Lo ¨²nico que podemos decir es que los seres humanos hacen esas cosas, siempre las han hecho y siempre las har¨¢n. Como afirma un personaje de Shakespeare, el asesinato es cosa de hombres.
Decapitaciones
La pregunta que s¨ª podemos contestar es por qu¨¦ la decapitaci¨®n -o todos los dem¨¢s instrumentos del arsenal del terrorista, como los coches bomba que se estrellan contra colas de iraqu¨ªes en busca de empleo como polic¨ªas- tiene sentido desde el punta de vista pol¨ªtico. Y lo tiene.
Un terrorista como es debido -y no hay duda de que Al Zarqaui lo es- nos conoce mejor que nosotros a ¨¦l. Sabe que la ¨²nica forma de forzar la retirada de Estados Unidos es influir en la voluntad pol¨ªtica de un electorado que, ya dividido y a rega?adientes, ha enviado all¨ª a sus hijos.
Ah¨ª es donde sus im¨¢genes se convierten en arma de guerra, en una manera de poner a prueba -y, seguramente, destruir- la voluntad estadounidense. Cuenta con nuestra repugnancia moral y la sensaci¨®n de inutilidad que sucede a la repugnancia. La repugnancia moral es el primer paso para quebrar la voluntad de continuar la lucha.
No vamos a ponernos sentimentales al hablar de la virtud o los escr¨²pulos de Estados Unidos. Las democracias pueden ser tan despiadadas como las sociedades autoritarias, y los estadounidenses no han sido precisamente ¨¢ngeles en la guerra contra el terrorismo, como demuestran claramente las im¨¢genes de Abu Ghraib. Ahora bien, la democracia estadounidense puede estar dispuesta a cometer atrocidades para defenderse, pero est¨¢ sujeta a los l¨ªmites de la repugnancia moral, que tiene sus ra¨ªces en dos siglos de instituciones libres. Esa capacidad de repugnancia fue la que sostuvo las protestas populares que acabaron oblig¨¢ndonos a salir de Vietnam.
Al Zarqaui se toma este aspecto con cinismo: las verdades que nosotros consideramos obvias son las que ¨¦l conf¨ªa en utilizar en nuestra contra. Cree que preferimos volver a casa que luchar contra el mal. ?De verdad estamos dispuestos a descender al torbellino para derrotarle? ?l apuesta a que no.
Adem¨¢s, calcula que, pase lo que pase, no puede perder. Si nos quedamos, tambi¨¦n ha demostrado estar seguro -y Abu Ghraib confirma que es muy perceptivo- de que vamos a ayudarle a infligirnos una derrota ignominiosa al volvernos tan b¨¢rbaros como ¨¦l. Los v¨ªdeos son una especie de suprema tentaci¨®n moral, una trampa ¨¦tica en la que espera que caigamos. Todo est¨¢ permitido, nos dice. Si quer¨¦is vencerme, tendr¨¦is que uniros a m¨ª.
Al final, cualquier terrorista espera que su adversario se convierta en hermano de infamia. Si sucumbimos a la tentaci¨®n, habr¨¢ ganado. Pero se olvida de una cosa: la decisi¨®n no es suya, sino nuestra.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Tortura
- Terrorismo internacional
- V¨ªdeo
- Comunicados terroristas
- Reivindicaci¨®n atentados
- Derechos humanos
- Audiovisuales
- Soportes audiovisuales
- Al Qaeda
- Infraestructura terrorista
- Integridad personal
- Producci¨®n audiovisual
- Financiaci¨®n terrorista
- Atentados terroristas
- Televisi¨®n
- Grupos terroristas
- Delitos
- Terrorismo
- Medios comunicaci¨®n
- Sociedad
- Justicia
- Comunicaci¨®n