Sarkozy conquista el partido de Chirac
El hasta ahora ministro de Econom¨ªa, joven y nacionalista, se impone a la vieja guardia neogaullista
Jacques Chirac cumple ma?ana sus primeros 72 oto?os, sin que pr¨¢cticamente nadie se haya acordado de este peque?o acontecimiento. Celebrar los aniversarios es un modo de confesarse d¨¦bil frente a la ambici¨®n de Nicolas Sarkozy, un l¨ªder de 49 a?os, de discurso nacionalista y puesta en escena decididamente populista. Todo est¨¢ listo para que Sarkozy viva hoy su consagraci¨®n como jefe de la Uni¨®n por un Movimiento Popular (UMP), el partido creado en 2002 a la medida de Jacques Chirac, que se le escapa a ¨¦ste de entre las manos.
La condena judicial del anterior jefe del partido, Alain Jupp¨¦ -el delf¨ªn natural de Chirac-, abri¨® a Sarkozy el portillo por el que se ha colado hasta el coraz¨®n de la fortaleza. Un 54% de los 130.000 militantes ha votado para elegir al nuevo l¨ªder, aunque el resultado haya sido rid¨ªculamente mantenido "en secreto" hasta hoy.
Un 54% de los 130.000 militantes del partido ha votado para elegir al nuevo l¨ªder
Algunos dirigentes de la derecha se resisten a la ofensiva del "ambicioso", del "perturbador"
Sarkozy da miedo a los dirigentes neogaullistas, fieles a Chirac, pero tranquiliza al pueblo de derechas. Para miles de cargos electos de la UMP, temerosos de la p¨¦rdida de fuelle de este partido, ¨¦l encarna la locomotora capaz de impulsar de nuevo la maquinaria. Sarkozy es un populista, que busca esencialmente la aprobaci¨®n de las capas medias de la sociedad, cada vez m¨¢s impregnadas de valores autoritarios y del miedo a perderse en un mundo cada vez m¨¢s abierto.
Visto desde el exterior, Francia es el pa¨ªs capaz de oponerse a los designios de George W. Bush para Irak, de resistirse a las reglas europeas cuando no le convienen, incluso de reaccionar con impulsos neocoloniales cuando ve discutida su presencia militar en ?frica. Tambi¨¦n es el pa¨ªs europeo en que el liberalismo tiene peor prensa y en que el antiamericanismo prende con facilidad. Sin embargo, todos esos valores, h¨¢bilmente combinados por Chirac, cada vez dan menos impresi¨®n de ser s¨®lidos: Francia ha perdonado calladamente la deuda de Irak (a lo que se opon¨ªa ferozmente hasta hace cuatro d¨ªas) y sus despliegues diplom¨¢ticos no han podido evitar que dos compatriotas hayan cumplido cien d¨ªas de secuestro.
Sarkozy no tiene discurso de pol¨ªtica exterior, sino de hombre del interior. Busc¨® la aprobaci¨®n del pueblo endureciendo la gesti¨®n del orden p¨²blico, como lo ha buscado con intervencionismos estatales tan descarados como la fusi¨®n de empresas francesas del sector farmac¨¦utico o del sostenimiento de Alstom frente a la quiebra a la que estaba abocada. Todo ello para demostrar que es el primero en salvar los puestos de trabajo y en oponerse a las deslocalizaciones, uno de los males m¨¢s temidos por los franceses. Se dec¨ªa de ¨¦l que era un liberal; Sarkozy ha resultado bastante nacionalista.
A la vez, es el hombre que se presenta como capaz de lograr la paz entre las comunidades religiosas y culturales, entre los franceses de pura cepa y los procedentes de la inmigraci¨®n -¨¦l mismo es uno de ellos, en cierto modo, como hijo de un exiliado h¨²ngaro-. No en vano ha lanzado propuestas tan rupturistas, en un pa¨ªs laico, como la de financiar al islam desde el Estado. Hoy tiene previsto cerrar el congreso de la UMP con La Marsellesa entonada a la vez por una cantante jud¨ªa y otra musulmana.
Hay quien ve en Sarkozy un poco de Thatcher (¨¦l se considera m¨¢s bien Tony Blair) e incluso de Aznar. Pero los que dicen esto no tienen en cuenta el ah¨ªnco con que Sarkozy busca la aprobaci¨®n del pueblo. Consigue dar la impresi¨®n de que puede deshacer conquistas sindicales, sin llegar al cuerpo a cuerpo; de que garantiza la seguridad p¨²blica, sin recortar las libertades. Combate la ideolog¨ªa de Mayo de 1968, desde los medios le¨ªdos por el sesenta-y-ochismo; y ha conseguido mantenerse en altos niveles de popularidad, pese a que su paso reciente por el Ministerio de Econom¨ªa arroja resultados menos espectaculares que su anterior etapa en la cartera de Interior.
El tal¨®n de Aquiles de Sarkozy es que necesita mucho dinero. Una puesta en escena como la suya exige grandes y costosas movilizaciones. La UMP es el partido con mayor subvenci¨®n estatal (33,4 millones de euros anuales), pero s¨®lo el congreso de hoy consume cinco millones, lo cual ha sido denunciado como un dispendio suntuoso. "Todav¨ªa no soy presidente de la UMP y ya me acusan de gastar demasiado, cuando ni siquiera he puesto los pies en el despacho", protesta Sarkozy.
La vieja guardia neogaullista est¨¢ en pie de guerra contra quien se ha encaramado al puesto de mando. Cuarenta a?os en la vida pol¨ªtica han dado a Chirac mucha experiencia para sobrevivir a las conspiraciones. Con su aprobaci¨®n, activa o pasiva, otros dirigentes de la derecha utilizan todos los medios para resistirse a la ofensiva del "renovador", del "ambicioso", del "perturbador".
En la primavera pasada, una garganta profunda envi¨® a los jueces de asuntos econ¨®micos una misteriosa lista de personalidades a las que atribu¨ªa el cobro de comisiones indebidas por la venta de unas fragatas francesas a Taiwan en 1991: uno de ellos era Sarkozy. Sin que ¨¦ste lo supiera, el contraespionaje franc¨¦s investig¨® la identidad de la garganta profunda y la realidad de las denuncias. No consta que los investigadores encontraran pruebas, pero el informe de los esp¨ªas fue guardado por el ministro del Interior, Dominique de Villepin, pese a la existencia de un sumario judicial al que deber¨ªa haberse vertido todo lo actuado.
De Villepin es una de las grandes cabezas con que cuenta Jacques Chirac. Sarkozy se imagin¨® que le hab¨ªan investigado en secreto para tenderle una trampa mortal en su carrera. El c¨ªrculo de Chirac reaccion¨® acus¨¢ndole de "paranoia". Todo ello demuestra la efervescencia que se vive en el sistema pol¨ªtico franc¨¦s, donde las derechas se acuchillan, mientras las izquierdas juegan con la Constituci¨®n europea; ni m¨¢s, ni menos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.