Deslumbrante
Emoci¨®n a flor de piel. En un recital de sensibilidad estremecedora y deslumbrante belleza, Lhasa confirm¨® todas las voces que hablaban de un directo asombroso. Viene de ninguna parte y de todos los caminos esta mujer que creci¨® escuchando a Violeta Parra, Billie Holiday, Amalia Rodrigues, Chavela Vargas... Canta como si las l¨¢grimas se le fueran a escapar, con una voz ¨ªntima y profunda. Tan aut¨¦ntica que duele. Dice Charlie Gillett que si Nico y Leonard Cohen hubiesen tenido una ni?a en los a?os setenta hubiese sido Lhasa. Cada canci¨®n es una peque?a pieza de orfebrer¨ªa: La confesi¨®n ("Me siento culpable porque tengo la costumbre..."), que un d¨ªa la atac¨® mientras estaba sentada en una mesa con un l¨¢piz y un papel, y que asegur¨® haber tardado meses en comprender con una maravillosa explicaci¨®n sobre la culpabilidad y c¨®mo librarse de ella.
Lhasa
Lhasa de Sela (voz), Mario L¨¦gar¨¦ (contrabajo, bajo y bong¨®), Rick Haworth (guitarra el¨¦ctrica y la¨²d el¨¦ctrico), Marc-Andr¨¦ Larocque (bater¨ªa y percusi¨®n), M¨¦lanie Auclair (chelo, cavaquinho y voz) y Alex McMahon (piano, teclados y mel¨®dica). Galileo Galilei. Madrid, 30 de noviembre.
Dif¨ªcilmente encontrar¨¢ un coro mejor para el villancico de los peces que beben y beben en el agua por ver a Dios nacer. Lhasa canta en espa?ol e ingl¨¦s -las lenguas de pap¨¢ y mam¨¢, que aprendi¨® en el autob¨²s escolar que fue su hogar hasta los siete a?os por las carreteras de Estados Unidos y M¨¦xico- y en franc¨¦s -vive hace a?os en Montreal-. Asegura que cada una de las canciones viene de una chispa y ya est¨¢ en un idioma. Canci¨®n francesa, ranchera mexicana, blues y folk norteamericano, cabar¨¦ pop... Con poes¨ªa inquietante ("Tuve que quemarme pa' llegar a tu lado", "Amo a un hombre que me tiene miedo...").
Sus magn¨ªficos m¨²sicos canadienses -un inventivo bater¨ªa- la arropan con efectos inesperados, y el hombre de las luces, Marc Thibodeau, crea fant¨¢sticos ambientes azules y rojos, a lo David Lynch. Los intrigantes dibujos de tinta negra de viejos libros de cuentos de hadas, que ilustran su disco The living road, brindan m¨¢s pistas sobre el imaginario de Lhasa.
Cautiva a la audiencia. Hasta cuando cuenta la historia de su bisabuelo liban¨¦s que se escondi¨® en un barco rumbo a Marsella por alejarse de un padre que no lo quer¨ªa o aquella otra sobre la vida como eterno viaje tras la que cant¨® Soon this space will be too small. Se podr¨ªa haber quedado toda la noche.
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