Cosificaci¨®n de la mujer
El ahora difunto que roci¨® con gasolina a Ana Orantes y la achicharr¨® para siempre hab¨ªa crecido en la Espa?a franquista, que retrocedi¨® los derechos de la mujer al medievo. Las hostias eran tan habituales en las casas como en los cuartelillos y comisar¨ªas. La violencia era la esencia misma del r¨¦gimen y se ejerc¨ªa sin rubor contra los m¨¢s d¨¦biles y desprotegidos. Sin embargo ?qu¨¦ est¨¢ ocurriendo para que en estos nuevos tiempos se mantengan actitudes tan machistas y agresivas, y provoquen la muerte mujeres tan j¨®venes como Beatriz de 19 a manos de Ra¨²l de 21? ?A qu¨¦ obedece este comportamiento homicida si cre¨ªamos que hab¨ªa cambiado la cultura social de antes que justificaba los golpes y avalaba la resignaci¨®n cristiana?
La mujer esta siendo engullida por la publicidad y la cosifica. Le ha puesto un precio junto a la botella de ron y al coche. Se compra, se posee, se usa y se tira, se elimina cuando ya no funciona, cuando decide tocar y bailar su propia m¨²sica y desarrollar su autonom¨ªa e independencia. Se gastan fortunas en contrarrestar los valores que destilan los destilados y las chicas coyote. El macho, da la impresi¨®n, que adquiere a la mujer y le pertenece al igual que el utilitario al que ve asociado con ella. Se apodera de ella como un juguete hasta que la mu?eca decide por s¨ª misma.
Lo dice clarito Monserrat Comas: "La emancipaci¨®n de la mujer le est¨¢ costando la vida". Pero adem¨¢s de la cosificaci¨®n de las mujeres, no somos ajenos al contexto sociocultural con el que se acent¨²a este tercer milenio. La resoluci¨®n de los conflictos, a la que las parejas no son ajenas, se est¨¢n resolviendo de manera expeditiva en no pocos escenarios. Los desequilibrios territoriales se dirimen a bombazos desde arriba y desde abajo, las desigualdades sociales con m¨¢s c¨¢rceles y los problemas cotidianos a base de represi¨®n y multas.
El poder en sus distintas manifestaciones se ejerce basado en su autoritarismo, en su fuerza armament¨ªstica y en leyes sancionadoras. El hombre lo detenta, dirige la naci¨®n, la empresa, el ej¨¦rcito, la polic¨ªa. Y aquellas mujeres que lo alcanzan como la Thacher o Condolezza Rice lo ejercen a semejanza del hombre. Otras ya han optado en acercarse a la supuesta igualdad y se enrolan en los ej¨¦rcitos y torturan a presos, como en el caso de Irak.
En este clima en el que los conflictos tratan de solucionarse a base de cachiporrazos y presido, resulta dif¨ªcil entender que andamos metidos hasta el cuello en una cultura que lejos de apostar por el di¨¢logo, el reparto y el respeto, se inclina hacia todo lo contrario. Las referencias se desdibujan y los conceptos de lo bueno y lo malo se emborronan cuando el eje del bien representa tambi¨¦n el mal y a la inversa. Se suprimen de las escuelas las humanidades, la filosof¨ªa y el lat¨ªn, y cobran fuerza los valores que se juegan en la bolsa.
La globalizaci¨®n se impone a las bravas y se construye el mundo 21 sobre formidables dosis de violencia, retratada / normalizada sin pudor a diario en las pantallas de los telediarios. La misma que revienta el cr¨¢neo de un malherido indefenso en Faluya y la que destroza la cabeza de una mujer a bastonazos en la aldea cordobesa de la Victoria que tambi¨¦n defendi¨® su derecho a liberarse del tirano.
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