J¨®venes y drogas
En referencia al editorial Espa?a y las drogas, publicado en EL PA?S del d¨ªa 29 de noviembre, nos gustar¨ªa hacer algunas consideraciones: la demanda de pol¨ªticas preventivas y educadoras ante el acuciante problema del consumo de drogas entre los j¨®venes espa?oles se contradice con la inhibici¨®n cotidiana de los responsables p¨²blicos de la seguridad y la salud de nuestros adolescentes en el ¨¢mbito escolar. Por un lado se pide a la escuela la resoluci¨®n de problemas sociales, como el de la droga, mientras se permite de facto la distribuci¨®n y el consumo impunes en las puertas de los centros de secundaria.
En segundo lugar, y a falta de acciones serias a este respecto, consideramos que la facilidad para entrar en contacto con las drogas no remite a los locales de diversi¨®n ni a los fines de semana. En el entorno m¨¢s pr¨®ximo a los centros educativos un alumno puede iniciarse a diario sin dificultades en su consumo y distribuci¨®n.
La escuela reclama con urgencia amparo y seguridad porque su te¨®rica funci¨®n social se ve imposibilitada sin unas condiciones m¨ªnimas de protecci¨®n. En ¨²ltimo lugar, el art¨ªculo observa que la mayor¨ªa de los consumidores suelen abandonar el h¨¢bito sin consecuencias. Perm¨ªtasenos recordar aqu¨ª que el consumo habitual de hach¨ªs, por ejemplo, deteriora las capacidades de concentraci¨®n y atenci¨®n necesarias en la formaci¨®n acad¨¦mica; a¨²n m¨¢s, embota la propia facultad de decisi¨®n, incluso la de abandonar el h¨¢bito; multiplica los factores de accidentalidad; extiende el modelo de consumo como conducta normal no lesiva; genera un coste acad¨¦mico y sanitario enorme; permite el trapicheo exitoso de muchos adolescentes; finalmente, dispara, entre el diez por ciento de los j¨®venes, la bala de una siniestra ruleta rusa en forma de brote esquizofr¨¦nico.
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