Ser mujer y musulmana en Espa?a
Ten¨ªa 26 a?os cuando se cubri¨® el pelo por primera vez. "Fue en Madrid y no en Marruecos". F¨¢tima hab¨ªa estudiado geograf¨ªa e historia en Fez y se hab¨ªa venido a Madrid, junto a algunos de sus hermanos, a terminar la carrera. La Morita, como la conoc¨ªan en el barrio de Carabanchel donde viv¨ªa, iba y ven¨ªa a la facultad y vest¨ªa a la europea, "como en Marruecos". Pero el d¨ªa que muri¨® su cu?ado en un accidente algo cambi¨®. "Pens¨¦ mucho en la muerte. En que antes o despu¨¦s hay que rendir cuentas a Dios y sent¨ª la necesidad de ponerme el pa?uelo. Hasta entonces no estaba convencida. El velo se lleva porque se siente. Llevo 13 a?os con ¨¦l, y por eso no encuentro trabajo".
A sus 38 a?os, F¨¢tima, de ojos grandes y mirada directa, es madre de tres ni?os y est¨¢ casada con un marroqu¨ª. Ha hecho varios cursos de mediadora cultural, pero asegura que, cuando llega el momento de contratarla, le piden que se quite el pa?uelo.
"El velo se lleva porque se siente. Yo me lo puse en Madrid, y no en Marruecos, cuando me sent¨ª preparada y convencida. Hace 13 a?os, y por eso no encuentro trabajo"
En Espa?a, el modelo de integraci¨®n a¨²n no est¨¢ claramente definido, aunque, tras la pol¨¦mica de F¨¢tima Elidrisi, se opt¨® por dejar el velo en la escuela
Si la situaci¨®n para las mujeres musulmanas inmigrantes ya era complicada, el 11-S, y sobre todo el 11-M, las dej¨® sin habla
Desde su casa decorada con estilo marroqu¨ª, esta mujer que da ¨®rdenes a su marido para que le limpie los pa?ales a su hijo mientras comenta la comparecencia de Aznar en la Comisi¨®n del 11-M que emiten por televisi¨®n y que se r¨ªe con ¨¦l cuando se habla de machismo, dice sentirse encerrada en contra de su voluntad y de sus capacidades y se le ilumina la mirada cuando se pronuncia la palabra "trabajo". Ella no es una excepci¨®n entre las musulmanas, en absoluto.
El discurso de las mujeres musulmanas inmigrantes es similar. En Espa?a viven alrededor de 150.000 mujeres de tradici¨®n isl¨¢mica, seg¨²n los datos del Observatorio Permanente de la Inmigraci¨®n de 2004, y la mayor¨ªa, casi 70.000, son de origen magreb¨ª, seg¨²n los datos recogidos en un estudio de 2003 sobre la Mujer Musulmana en Espa?a, elaborado para el Instituto de la Mujer por la arabista Gema Mart¨ªn Mu?oz y la soci¨®loga Ana L¨®pez Sala. Salvando la pluralidad que siempre subyace a cualquier colectivo social, son mayor¨ªa las que defienden su derecho a mantener sus s¨ªmbolos religiosos y sus convicciones sin que eso implique renunciar a otras oportunidades.
Ellas sienten que sus voces permanecen ahogadas en un oc¨¦ano de t¨®picos y estereotipos y bajo el oleaje de las dificultades b¨¢sicas de integraci¨®n (papeles, residencia, trabajo...). Apenas encuentran espacios en los que hacerse escuchar y su vida queda casi irremediablemente limitada a la isla de lo dom¨¦stico y familiar.
"Tuvimos una asociaci¨®n de mujeres en el barrio. Pero, tras el 11-S, y m¨¢s a¨²n tras el 11-M, todo cambi¨®. Y ya ni asociaci¨®n ni nada. S¨®lo desconfianza", cuenta F¨¢tima.
Las consecuencias del 11-M
Si la situaci¨®n para las mujeres musulmanas inmigrantes ya era complicada, el 11-S, y sobre todo el 11-M, las dej¨® sin habla. Los atentados hicieron m¨¢s profundo el abismo que ya separaba al mundo musulm¨¢n del espa?ol. El temor, casi paranoico, a un rechazo instintivo de la sociedad espa?ola hizo que muchas se refugiasen a¨²n m¨¢s en su religi¨®n y ahondasen en su ¨ªntimo cautiverio. Pero, al mismo tiempo, se produjo una especie de efecto rebote de reafirmaci¨®n y dignidad y muchas comenzaron a llevar el velo que nunca antes hab¨ªan vestido. "Fue de un d¨ªa para otro. Aparecieron mujeres con velo que nunca lo llevaban", comenta F¨¢tima.
Y, seg¨²n cuentan, se invirtieron los papeles. Las m¨¢s miedosas e inseguras, que coinciden con las provinientes de estratos sociales m¨¢s bajos, se enjaularon en sus casas o se quitaron el hijab (velo), el elemento m¨¢s identificativo de la cultura isl¨¢mica, para salir a la calle. Las m¨¢s atrevidas y reivindicativas, que antes no lo usaban y que, por el contrario, proven¨ªan de niveles socioculturales m¨¢s elevados, se lo pusieron para defender su identidad al sentir que la sociedad occidental culpaba a toda una cultura (la isl¨¢mica) de los terribles atentados. "Muchas dejaron de venir al taller", dice Fuzia Firar, conocida como Aziza (la querida), una marroqu¨ª de 43 a?os que dirige el taller de costura de la mezquita de la M-30 de Madrid. "Tienen miedo, aunque ahora ya un poco menos. Aqu¨ª vienen mujeres que no pueden trabajar porque llevan pa?uelo, otras que se lo quitan para poder trabajar y otras que lo llevan, pero que trabajan en casas como empleadas de hogar", explica.
Seg¨²n estudios del Instituto de la Mujer y de la Direcci¨®n General de la Mujer de la Comunidad de Madrid, la mayor parte de las mujeres musulmanas magreb¨ªes trabajan en el servicio dom¨¦stico, pese a que muchas hablan perfectamente castellano y tienen estudios medios y superiores. Y la mayor¨ªa tienen edades comprendidas entre los 20 y los 50 a?os.
El taller de costura de la mezquita se ha convertido en un punto de reuni¨®n en el que, a falta de otros lugares de encuentro, muchas plantean sus quejas y sus preocupaciones. En la intimidad de la habitaci¨®n de un s¨®tano donde s¨®lo est¨¢ permitido el acceso a mujeres; entre m¨¢quinas de coser, retales y maniqu¨ªes, musulmanas de distintos lugares del mundo (Marruecos, Siria, Palestina...) comparten sus vivencias. La voz femenina ¨¢rabe se alza entre esas cuatro paredes. Y hablan. Hablan por los codos: de sus vidas, de sus sentimientos, de sus tradiciones y de sus tab¨²es.
De esa conversaci¨®n espont¨¢nea, abierta y precipitada en la que unas interrumpen a otras resulta que estas mujeres musulmanas, en contra de la visi¨®n occidental, no se perciben a s¨ª mismas como oprimidas por su religi¨®n o su cultura. "El islam respeta profundamente a la mujer. La mujer musulmana se siente libre en su propia casa. Tienen responsabilidades y son due?as de sus vidas. Claro, las que dependen del marido no, pero eso como en cualquier otra cultura", argumenta Nadia Otmani, una marroqu¨ª de 44 a?os que era marchante de moda y viv¨ªa entre Par¨ªs y Fez. Y as¨ª lo recoge el estudio del Instituto de la Mujer: "La identidad musulmana no se vive como una identidad en conflicto con el desarrollo y emancipaci¨®n de las mujeres, sino que ambos elementos parecen integrarse arm¨®nicamente en las entrevistadas."
"?Ya est¨¢ bien!", exclama Otmani. "Las mujeres musulmanas han llegado a ser presidentas y vicepresidentas de Gobiernos en pa¨ªses como Ir¨¢n, Pakist¨¢n o Indonesia, antes que en Espa?a. El islam, en s¨ª mismo, no oprime a la mujer. Se trata m¨¢s bien de una cuesti¨®n de desarrollo y de derechos y democratizaci¨®n de los pa¨ªses, independientemente de la religi¨®n o la cultura que tengan", dice.
La libertad religiosa
Y entra de lleno en la cuesti¨®n de fondo: d¨®nde est¨¢ el l¨ªmite de la libertad religiosa seg¨²n los valores occidentales. ?ste es el debate de fondo que mantiene en vilo a muchos pa¨ªses europeos y que acerca y aleja al mismo tiempo a las sociedades occidentales y a las musulmanas. Es la clave de la integraci¨®n cultural o del "choque de civilizaciones", a¨²n sin resolver. Y el papel de la mujer es crucial en este punto, dado que, en la mayor parte de las ocasiones, las cr¨ªticas hacia el islam que se han hecho desde Occidente se han basado en la interpretaci¨®n del Cor¨¢n que menosprecia y reprime a la mujer.
"Las mujeres constituyen un grupo particularmente vulnerable con respecto a la ideolog¨ªa dominante a la hora de representar el mundo musulm¨¢n", analiza el estudio del Instituto de la Mujer. La mujer se convierte as¨ª en "tema fetiche", "la mujer v¨ªctima del islam". "La imagen medi¨¢tica occidental de la mujer velada responde a un paradigma culturalista que quiere ver entre el islam y Occidente dos modelos sociales antag¨®nicos: uno retrasado, otro moderno", concluye.
Y lo cierto es que las mujeres musulmanas encontradas al azar y buscadas para este reportaje: unas m¨¢s tradicionalistas, otras m¨¢s adaptadas a la sociedad occidental, otras espa?olas convertidas al islam, desmienten en gran medida esos estereotipos que se les atribuyen.
Aseguran haberse casado por amor, no mediante matrimonios concertados, y entienden el divorcio como una posibilidad que est¨¢ en sus manos, "aunque no sea la ideal". Y no se sienten sometidas a sus maridos, aunque "el respeto a ¨¦l" implique hacerse cargo de las tareas dom¨¦sticas del hogar y de los hijos, y, por supuesto, llevar el velo puesto. Desconocen las t¨¦cnicas de la ablaci¨®n ("?s¨®lo faltaba!", exclam¨® una de ellas al plantear el tema) y aseguran que se practican "s¨®lo en algunas tribus de pa¨ªses africanos". Eso s¨ª, defienden a capa y espada la idea de llegar v¨ªrgenes al matrimonio, tanto las j¨®venes como las adultas. Porque, en este caso, prevalece la idea de que la que no conserve la virginidad "es una perdida y dentro de la comunidad musulmana ser¨¢ rechazada y se quedar¨¢ soltera", explica Hanan, una marroqu¨ª de 30 a?os. "Por eso las madres se preocupan y van a los centros de salud a que les hagan pruebas a sus hijas sin que los m¨¦dicos espa?oles lo entiendan", agrega.
Y en lo que concierne a otro controvertido tema, el de las clases de deporte para ni?as y adolescentes en las escuelas e institutos, aparece una divisi¨®n curiosa. Las ni?as quieren hacer deporte como los chicos, pero chocan con algunos de sus padres y con algunos directores de los colegios musulmanes que no lo consideran "adecuado".
Los ¨²ltimos acontecimientos relacionados con el ingreso en prisi¨®n del im¨¢n de Fuengirola, Mohamed Kamal, acusado de incitar a la violencia contra las mujeres en un libro sobre el papel de las mujeres en el islam, han reavivado el tema de la violencia contra las mujeres y, en concreto, contra las musulmanas. Y ellas no s¨®lo no lo eluden, sino que algunas defienden que el im¨¢n hizo una traducci¨®n correcta de los textos cor¨¢nicos, "en el sentido de su literalidad", y que no se ha dicho nada de sus otros libros en los que defiende el papel de la mujer en el islam.
"En mi pa¨ªs s¨ª que he o¨ªdo hablar de malos tratos a la mujer, pero nunca hab¨ªa visto, como aqu¨ª, que los maridos las matasen", dice Jola, una mujer siria de 26 a?os que lleg¨® a Espa?a hace tres.
Los casos de violencia dom¨¦stica sufridos por musulmanas existen en Espa?a, pero no son los m¨¢s representativos. De hecho, Montserrat Comas, presidenta del Observatorio de Violencia Dom¨¦stica, ha asegurado que las denuncias de extranjeras no son superiores a las de las espa?olas, aunque es posible que sea porque muchas no denuncian las situaciones de maltrato.
"La gente est¨¢ equivocada. El Cor¨¢n ensalza la val¨ªa de la mujer. Lo de ir tapadas es para no ser vista s¨®lo como objeto de deseo sexual. El pa?uelo no nos oprime, nos dignifica", explica una madre que recoge a su hija del colegio y que se mete en la discusi¨®n.
Las f¨®rmulas para resolver este profundo conflicto de valores simbolizado por un pa?uelo, pero que enfrenta a dos civilizaciones y que se impone con la realidad de la inmigraci¨®n en los pa¨ªses occidentales, son ensayadas en la actualidad y no est¨¢n exentas de debate.
En Francia, recientemente se ha adoptado un modelo de integraci¨®n asimilativo basado en la laicidad del Estado y se ha prohibido el uso del velo en las escuelas. Medida que ha suscitado importantes controversias.
En Alemania, en cambio, donde la mayor parte de la inmigraci¨®n musulmana es de origen turco y donde se permite el uso del pa?uelo en las escuelas, se ha abierto un debate porque la excesiva tolerancia y el respeto a la religi¨®n isl¨¢mica ha permitido situaciones en las que no se respetan los derechos de la mujer musulmana, seg¨²n refleja un reciente reportaje publicado en Der Spiegel.
En Espa?a, el modelo de integraci¨®n a¨²n no est¨¢ claramente definido, aunque, tras la pol¨¦mica de la ni?a F¨¢tima Elidrisi (verano de 2002), se opt¨® por dejar que las ni?as que quisieran fuesen con velo a la escuela.
Las musulmanas inmigrantes luchan por su aceptaci¨®n y por conseguir crecer en la sociedad de acogida con su identidad. Las musulmanas conversas, m¨¢s movilizadas y organizadas, luchan contra los estereotipos dominantes "que malinterpretan el islam y perpet¨²an as¨ª algunas aberraciones y por una lectura democr¨¢tica e igualitaria del Cor¨¢n", en palabras de Jadicha Candela, presidenta de la asociaci¨®n de mujeres musulmanas espa?olas An-Nisa y abogada asesora del grupo parlamentario socialista. Ella asegura que el principal objetivo de su organizaci¨®n es evitar una interpretaci¨®n machista del Cor¨¢n. "Religi¨®n, democracia y derechos fundamentales son conciliables. Y cuando la libertad religiosa choque con alg¨²n derecho fundamental, ser¨¢ el Tribunal Constitucional quien establezca qu¨¦ derecho debe prevalecer".

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El islam que crece en Espa?a
NARIM?N, NUR, YOSSRA, Maisoun, Maha, Kinda y Nur al Huda son las ni?as que estudian segundo de la ESO en la escuela de la mezquita de la M-30 de Madrid. A las 12.30 horas, mientras los chicos hacen deporte en la cancha de baloncesto, ellas dan clase de costura en el taller que dirige Aziza. "Bueno, es punto de cruz", puntualiza una de ellas.
A sus 13 a?os, despiertas, en¨¦rgicas y excitadas por la presencia de una extra?a en el taller, se r¨ªen nerviosamente y, bajo los pa?uelos de colores que cubren su pelo, sus ojos y sus o¨ªdos permenecen atentos a cualquier movimiento o comentario que pueda suscitar cualquier conversaci¨®n. Claramente la costura no es lo que m¨¢s les divierte.
"Claro, yo preferir¨ªa estar haciendo deporte", dice Nur, espa?ola e hija de padre marroqu¨ª y madre siria. "Pero se lo hemos dicho mil veces al director de la escuela y dice que prefiere que no porque los padres no quieren", interrumpe Yossra, hija de padres palestinos. "Pero a m¨ª, en mi vida mis padres me han dicho que no haga gimnasia; de hecho, yo hago baloncesto por las tardes fuera de la escuela", a?ade Nur.
Algunas han estudiado antes en colegios espa?oles, pero aseguran que si no fuera porque son pocas en clase, les gusta ir a la escuela de la mezquita. "Aqu¨ª me siento en mi ambiente. Nuestros padres creen que es una forma de que aprendamos nuestra lengua y conozcamos nuestros or¨ªgenes por si alg¨²n d¨ªa volvemos a nuestro pa¨ªs".
Muchas s¨®lo llevan el pa?uelo para estar en la mezquita. "Yo, aunque no lo lleve en la calle, sin pa?uelo no puedo estar aqu¨ª. No estoy a gusto", explica Nur. "Yo me lo puse el a?o pasado y mi madre no quer¨ªa porque dec¨ªa que era muy peque?a. Pero yo quiero llevarlo. Quiero que se fijen en c¨®mo soy por dentro, en c¨®mo hablo, en lo que digo", interviene Yossra.
"El pa?uelo es una forma de llevar el islam a la calle. Y demuestra que la mujer es m¨¢s fuerte que el hombre porque se atreve a identificarse", interrumpe Nur mientras se desconcentra entre puntada y puntada de hilo. "Yo no me lo he puesto todav¨ªa porque no me acostumbrar¨ªa a que me mirase la gente. No me siento capaz de asumir esa responsabilidad a¨²n. Y cuando te obligan lo odias. Yo tengo amigas que se lo quitan cuando sus padres no las ven. No se trata de llevar una tela en la cabeza, aunque el pa?uelo no es lo m¨¢s importante del islam: primero es ser buena persona, tener un coraz¨®n limpio, no ir por ah¨ª y tomar alcohol de discoteca en discoteca".
Pero, ?qu¨¦ pasa en las discotecas?
"Las discotecas est¨¢n prohibidas en nuestra religi¨®n. All¨ª pasan muchos pecados: alcohol, drogas, o te sale una gog¨®. Y a m¨ª me da igual que otros lo hagan, pero yo no. La mujer que se desnuda ante el mundo no se respeta a s¨ª misma", aclara Yossra.
"Tampoco nuestra religi¨®n permite las relaciones prematrimoniales", dice Kinda. "Si no te gusta el chico con el que te casas, pues te divorcias y punto", responden varias a coro a la pregunta de si te equivocas en la elecci¨®n.
Todas aseguran que se sintieron rechazadas tras los atentados del 11 de marzo y que a muchas amigas suyas sus padres les quitaron el pa?uelo. "La sociedad espa?ola nos hac¨ªa sentirnos culpables", dice Yossra. "Pero no se es musulm¨¢n por decirlo, por el nombre, se es por lo que se hace. Los que hicieron eso no eran musulmanes", concluye.
Estas ni?as, que rezan cinco veces al d¨ªa y que comparten sus vidas alternativamente con espa?oles musulmanes y con espa?oles cristianos "que nos preguntan y a los que les tenemos que explicar muchas cosas", ven su futuro como abogadas,profesoras, cirujanas, dise?adoras, periodistas o farmac¨¦uticas portadoras del islam que crece en Espa?a.
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