El empresario de moda en Italia
Ha sido cocinero antes que fraile. Luca Cordero di Montezemolo fue piloto de rallies y ahora preside las empresas Ferrari, Fiat y la patronal Confindustria. El sucesor de Agnelli, el nuevo 'avvocato', es un hombre al que muchos ven ya en la carrera para la presidencia de Italia, aunque ¨¦l lo niega.
Luca Cordero di Montezemolo (Bolonia, 1947) es presidente de Ferrari, de Fiat y de Confindustria, la gran patronal italiana. Es, adem¨¢s, el hombre de moda, el nuevo avvocato, el sucesor del m¨ªtico Gianni Agnelli. Se trata de un personaje de extraordinario carisma. No hay nadie en el pa¨ªs que pueda med¨ªrsele en prestigio y popularidad, salvo su amigo Carlo Azeglio Ciampi, presidente de la Rep¨²blica. Son muchos los que le consideran destinado a la presidencia del Gobierno, pero ¨¦l asegura que no, que s¨®lo aspira a contribuir al impulso econ¨®mico y social de Italia, a seguir venciendo con Ferrari y a retirarse pronto para disfrutar de la vida. Esta entrevista se desarrolla en su despacho de la Via Veneto romana.
Usted es presidente de la patronal Confindustria, presidente de Fiat, presidente de Ferrari y presidente de otras empresas menores. Pero su primera ocupaci¨®n fue la de piloto de rallies.
Mi historia es bastante extra?a. Llegu¨¦ a la Universidad de La Sapienza, en Roma, en una ¨¦poca de grandes convulsiones sociales, llena de protestas estudiantiles y de huelgas. La verdad es que yo estudiaba en serio. Pero aprovechaba los periodos en que la Universidad se cerraba por huelga para participar en carreras automovil¨ªsticas. Corr¨ª por circuitos de toda Europa a bordo de un Lancia. Una vez licenciado en Derecho, ten¨ªa dos opciones: o dedicarme profesionalmente al automovilismo, o irme a Estados Unidos para mejorar mi formaci¨®n jur¨ªdica. Eleg¨ª lo segundo, porque ya me hab¨ªa desfogado como piloto y no quer¨ªa hacer s¨®lo eso en la vida. No era el mejor detr¨¢s de un volante. Por tanto, me fui a la Universidad de Columbia, en Nueva York, y empec¨¦ a hacer pr¨¢cticas en un bufete mercantil. Aqu¨¦lla fue una gran experiencia. Me enamor¨¦ del pa¨ªs. Agradezco mucho lo que aprend¨ª all¨ª: el dinamismo, la creatividad, el patriotismo, el amor a la naturaleza. Sigo teniendo un apartamento en Nueva York, pero, a diferencia de otros europeos, no s¨®lo me gusta esa ciudad. Amo Wyoming, Ohio, las Dakotas, la Am¨¦rica verdadera. Mi estancia dur¨® dos a?os. Y luego ocurri¨® una cosa extra?a.
?Qu¨¦ pas¨®?
Antes de volver a Italia me entrevistaron en un programa de radio para hablar de autom¨®viles. Yo, formalmente, segu¨ªa siendo piloto. Era un programa muy popular, y una de las personas que lo escuchaban aquel d¨ªa era Enzo Ferrari. Al terminar la entrevista llam¨® a la emisora y me dijo que le hab¨ªan gustado mis opiniones y que deb¨ªamos conocernos. Aprovechando unas vacaciones navide?as fui a su oficina, en Maranello de M¨®dena. Me ca¨ªa cerca, porque aunque la mitad de mi familia es de Montezemolo, en Piamonte, mi familia paterna es de Bolonia y yo viv¨ªa all¨ª. Ferrari, medio en serio, medio en broma, me coment¨® que ten¨ªa muchos problemas, que deb¨ªa reorganizar completamente el equipo de competici¨®n y que le har¨ªa falta alguien como yo, joven, moderno, din¨¢mico, apasionado por las carreras? Le respond¨ª que mi intenci¨®n era dedicarme al Derecho internacional. Result¨¦ poco convincente, porque mi retorno a Italia fue, exagerando un poco, un vuelo sin escalas Nueva York-Maranello. De la capital del mundo a un pueblecito italiano. Era julio de 1973, yo ten¨ªa 25 a?os y trabajaba como asistente personal del gran Enzo Ferrari y como manager del equipo de competici¨®n. Estuve all¨ª hasta 1977 y tuvimos la suerte de ganar dos mundiales, con Niki Lauda. En 1977 me llam¨® Gianni Agnelli para trabajar en Fiat como responsable de relaciones exteriores, en Italia y en el mundo. No pod¨ªa negarme.
?Usted ya conoc¨ªa al 'avvocato'?
A Suni (Susana) Agnelli la conoc¨ªa desde la infancia, porque con su hijo, Cristiano, que ahora vive en Argentina, hab¨ªamos sido compa?eros de escuela. Cristiano es uno de mis mejores amigos, y con ¨¦l hice, a los 18 a?os, mi primer viaje a Argentina, que me pagaron mis padres como premio de final de bachillerato. A trav¨¦s de Cristiano hab¨ªa encontrado varias veces a su t¨ªo Gianni Agnelli, el avvocato.
(La entrevista se interrumpe unos minutos porque aparecen en el despacho la peque?a Mar¨ªa, de dos a?os, y la joven esposa de Montezemolo, Ludovica. El nuevo avvocato las abraza. "Tengo otra ni?a de tres a?os", explica, "que ahora mismo est¨¢ en el colegio").
Durante tres a?os me ocup¨¦ de las relaciones externas de Fiat. Era una ¨¦poca dif¨ªcil en Italia, por el terrorismo y las huelgas. Para m¨ª, pese a todo, fue una ¨¦poca interesant¨ªsima. Trabaj¨¦ en China para instalar la f¨¢brica de Iveco, en Brasil para la factor¨ªa de Belo Orizonte, en Estados Unidos? Luego, en compa?¨ªa de mi amigo Marco Benedetto, que es hoy consejero delegado de L'Espresso y La Repubblica, pas¨¦ a ocuparme de la divisi¨®n editorial de Fiat. Se trataba de gestionar el diario La Stampa, una red de prensa local y una empresa publicitaria. M¨¢s tarde, el avvocato me pidi¨® que me ocupara de otra casa del grupo, Cinzano, desde la central de Ginebra. Me apetec¨ªa porque combinaba la gesti¨®n de una marca mundial con mucho patrocinio deportivo. Yo, ?sabe?, soy bueno en mercadotecnia y en organizaci¨®n de personal. Al cabo de un par de a?os, el entonces presidente de la Federaci¨®n Internacional de F¨²tbol (FIFA), Jo?o Avelange, me pidi¨® que organizara el Mundial de Italia 90. Le dir¨¦ la verdad: despu¨¦s de haber trabajado siempre en el Grupo Fiat, ten¨ªa ganas de salir fuera. As¨ª que organic¨¦ aquel mundial. Gracias a ese trabajo conoc¨ª a un hombre muy interesante, el entonces alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall, ocupado a su vez en organizar otro evento deportivo enorme, los Juegos Ol¨ªmpicos de 1992. Con Maragall compartimos experiencias. Cuando termin¨® Italia-90, Henry Kissinger me propuso que dirigiera la preparaci¨®n del siguiente mundial, en Estados Unidos, pero yo estaba un poco cansado. Y volv¨ª a Ferrari, esta vez como presidente y consejero delegado.
Ferrari iba muy, muy mal.
Aqu¨¦l era un momento dif¨ªcil. Ferrari no ganaba carreras. Su ¨²ltimo t¨ªtulo mundial databa de 1979, y estamos hablando de finales de 1991. No vend¨ªamos coches y hubo que afrontar una regulaci¨®n de plantilla. Aquello fue terrible para m¨ª. Pas¨¦ meses de angustia absoluta.
Para usted supon¨ªa un riesgo tremendo. Hasta entonces hab¨ªa triunfado. Y ten¨ªa ante s¨ª el fracaso.
Fue un riesgo de locura. Me acuerdo de un titular en portada del Wall Street Journal en 1992: "Ferrari, la joya italiana, ya no vende". El mito se hund¨ªa y? oiga, ?usted ha estado en Maranello?
S¨ª.
?Ha visto nuestras instalaciones? Hemos ganado el premio de la revista Forbes como mejor lugar de trabajo en Europa porque hemos pensado mucho en la calidad de vida en la f¨¢brica, en la motivaci¨®n de las personas, en el esp¨ªritu de equipo. Hemos creado el ambiente ¨®ptimo para desarrollar innovaci¨®n y calidad. Yo creo en la responsabilidad social del empresario. Las cosas se ven f¨¢ciles cuando uno ocupa una bonita oficina con aire acondicionado. Pero quien est¨¢ en la f¨¢brica debe trabajar con la misma comodidad.
La factor¨ªa es hermos¨ªsima, es cierto. Las cadenas de montaje est¨¢n rodeadas de plantas naturales y de modelos cl¨¢sicos de Ferrari, y todo el entorno es un jard¨ªn japon¨¦s. Y s¨¦ que los empleados tienen un excelente seguro m¨¦dico y gimnasio gratuito. Pero no creo que para resucitar Ferrari bastara contratar a interioristas y contar con obreros san¨ªsimos.
Trabajamos sobre el producto y sobre la imagen e invertimos much¨ªsimo en circunstancias cr¨ªticas. Nuestro secreto fue el coraje. Pocos se atreven a invertir en investigaci¨®n y en desarrollo tecnol¨®gico cuando el balance est¨¢ en n¨²meros rojos. Debo decir que los accionistas, es decir, Fiat, me dejaron manos libres y apostaron por el riesgo. Renovamos por completo el producto, buscamos a los mejores proveedores del planeta, ensayamos materiales nov¨ªsimos, mezclamos a trabajadores veteranos con trabajadores muy j¨®venes, les proporcionamos formaci¨®n? Nunca hay que desaprovechar a un hombre mayor: su experiencia vale. ?Ha probado nuestro ¨²ltimo modelo, el F-430?
S¨ª.
?Y?
Uf. No creo que exista nada comparable.
Pues eso es lo que somos capaces de hacer. En competici¨®n, adem¨¢s, nos ha pasado algo incre¨ªble. Nadie en el mundo hab¨ªa ganado consecutivamente seis t¨ªtulos mundiales de constructores. Y los rivales de hoy son mucho m¨¢s fuertes de los que yo ten¨ªa con Lauda en los a?os setenta. Porque entonces hab¨ªa dos motores, el Ford Cosworth y el Ferrari-Fiat. Hoy nos enfrentamos a BMW, Mercedes, Honda, Toyota, Ford, Renault? Hablamos de todos los gigantes de la industria automovil¨ªstica mundial, menos Volkswagen y General Motors.
Los especialistas deportivos dicen que el actual ¨¦xito de Ferrari en F-1 se debe, en gran parte, a Michael Schumacher y al hombre que fabrica el coche, Jean Todt. ?C¨®mo encontr¨® a Todt?
Jean Todt hab¨ªa trabajado muy bien en Peugeot durante 11 a?os como jefe del equipo de rallies. Yo vengo de los rallies y s¨¦ que la organizaci¨®n es fundamental, porque se trata de carreras largas y duras en las que todo tiene que estar previsto. Me hab¨ªan hablado muy bien de ¨¦l y me interesaba, porque no era un mercenario. No hab¨ªa estado un d¨ªa en McLaren, otro en Mercedes y otro en Toyota. Habl¨¦ con ¨¦l un par de veces y me gust¨®. Aunque la primera vez, es algo que cuento siempre, cometi¨® el error de venir a mi casa a bordo de un Mercedes, y le dije a mi hijo, que era peque?o: "?ste no ha entendido nada, acaba de estropearlo todo". Yo soy una persona atenta a esos detalles. Pese a esa metedura de pata, me cay¨® bien y lo contrat¨¦. No ten¨ªa experiencia en F-1 y al principio tuve que protegerle mucho. Le llov¨ªan las cr¨ªticas, al pobre. Imag¨ªnese, un franc¨¦s al mando en Ferrari. Las cr¨ªticas desaparecieron cuando llegaron los ¨¦xitos. Todt es un hombre muy trabajador, muy leal y muy capaz.
?Se debe al ¨¦xito de Ferrari su carrera pluripresidencial?
No, no. Mire, desde noviembre de 1992 hasta finales de 1997 yo no me dediqu¨¦ a otra cosa que a Ferrari. Trabaj¨¦ dia y noche en Ferrari, y tambi¨¦n en Maserati, claro, porque es Ferrari. Los ¨¦xitos de hoy nacen en aquellos a?os, la industria del autom¨®vil funciona as¨ª. Lo s¨¦ porque en Fiat estamos pagando hoy decisiones err¨®neas de hace mucho tiempo. El caso es que nac¨ª en Bolonia y me apasiona mi ciudad, y M¨®dena, y toda la Emilia Romagna, y siempre dese¨¦ que Ferrari tuviera unas ra¨ªces muy profundas en el territorio. Como nuestra empresa iba muy bien, los industriales modeneses me pidieron que fuera su presidente, y acept¨¦ por esp¨ªritu de servicio. Yo, como presidente de Ferrari, gozaba de una gran popularidad, y me pareci¨® justo ayudar a las empresas m¨¢s peque?as y menos conocidas. Tambi¨¦n era una se?al de que en Ferrari no pec¨¢bamos de soberbia y nos compromet¨ªamos con nuestro entorno. As¨ª que fui presidente de la patronal de M¨®dena durante seis a?os. Una vez cumplido mi deber lo dej¨¦, quer¨ªa estar tranquilo. Pero entonces me ofrecieron la presidencia de la Feria de Bolonia y me hizo ilusi¨®n. Bolonia es mi ciudad.
Perdone que le interrumpa. ?Usted d¨®nde vive ahora?
Hasta hace dos meses viv¨ªa en una casa de campo cerca de Bolonia. Ah¨ª es donde volver¨¦ a vivir cuando termine mi mandato en Confindustria. Ahora me he tra¨ªdo a la familia a Roma, y yo vivo entre Roma, por Confindustria, y Tur¨ªn, por Fiat. Paso un d¨ªa de la semana en Maranello, pero no me quedo a dormir.
No me diga que la presidencia de Confindustria tambi¨¦n surgi¨® por casualidad.
Lo cierto es que mi candidato a la presidencia de la patronal era el carrocero Andrea Pininfarina. Pero luego? Yo creo que Confindustria no debe ser un simple lobby empresarial. Creo que debe trabajar para los empresarios y para todo el pa¨ªs, porque cuando hablamos de competitividad, de reforma federalista, de transparencia bancaria, del desarrollo del sur, de la burocracia, de las infraestructuras, estamos hablando de cuestiones que afectan a todos los ciudadanos. Cuando digo que el federalismo puede comportar el riesgo de duplicar la burocracia, digo algo que interesa a los empresarios y al ciudadano de a pie. Una patronal moderna ha de tener un gran sentido c¨ªvico. A todos nos interesa que el pa¨ªs viva una reactivaci¨®n y que los j¨®venes tengan oportunidades. A eso quiero dedicarme en los tres a?os y medio que estar¨¦ aqu¨ª. Mi mujer cuenta cada d¨ªa el tiempo que me falta, y yo le respondo que acabo de empezar, y que despu¨¦s, tranquilidad.
Todo el mundo cree que despu¨¦s no tendr¨¢ ninguna tranquilidad, porque ser¨¢ presidente del Gobierno.
Dicen que quiero ser presidente del Gobierno? Qu¨¦ va. Cada uno debe hacer su trabajo en la vida. Y yo s¨®lo trato de hacer bien el m¨ªo. Ahora defiendo a mi pa¨ªs y a los empresarios italianos que me han elegido. Cuando termine en Confindustria espero seguir ocup¨¢ndome de Ferrari y de algunos otros negocios. Acabo de comprar con mi hijo mayor (Matteo di Montezemolo, nacido de un matrimonio anterior) dos empresas maravillosas, puro Made in Italy. Una es Poltrona Frau. A menudo, ?sabe?, se habla de Armani, de Fiat, de Benetton, y se olvida la empresa provincial, artesanal, de gran tradici¨®n y calidad. Los muebles de Poltrona Frau los firman arquitectos como Norman Foster y Richard Rogers. En mi opini¨®n, el mobiliario es una de las ¨¢reas que tendr¨¢ m¨¢s desarrollo en el futuro, porque la moda ha llegado ya al m¨¢ximo. Yo quiero much¨ªsimo a Giorgio Armani, pero Armani tiene 70 a?os. Valentino, 70 a?os. Versace est¨¢ muerto. Son todos personajes extraordinarios, pero muy unidos a su nombre y a su carisma personal. El mobiliario, el design y el lifestyle italianos producir¨¢n oficinas c¨¢lidas, como extensiones del hogar. Tambi¨¦n hemos comprado otra gran empresa de dise?o, Cappellini. Y en Inglaterra hemos comprado un gran nombre de la confecci¨®n de casmir, Ballantine.
Parece que le gusta m¨¢s ser empresario que administrador de grandes compa?¨ªas.
S¨ª, absolutamente. Tengo un gran respeto por los empresarios, por los que arriesgan su propio dinero. Yo, como empresario, digo siempre a los otros empresarios que lo ¨²nico importante son tres cosas: nuestros hombres, nuestros productos, nuestros clientes. Detr¨¢s de estos tres temas est¨¢ toda nuestra vida profesional. Los hombres son el patrimonio m¨¢s importante de una empresa: tengas cinco colaboradores o miles de empleados, debes formarlos, delegar responsabilidad, motivarlos, organizarlos correctamente. Despu¨¦s est¨¢n los productos: innovaci¨®n, investigaci¨®n, packaging, marketing, hagas macarrones, muebles o coches. Y finalmente, los clientes. Hay que anticipar hacia d¨®nde van los gustos de los clientes. Yo, en Ferrari, comprend¨ª que el boom de los a?os ochenta, en el que todos gastaban de una forma un poco vulgar, como nuevos ricos, no pod¨ªa durar. Deb¨ªamos concentrarnos en fabricar coches que no fueran juguetes para ricos, sino coches que produjeran emoci¨®n al conductor, y fueran, a la vez, f¨¢ciles de conducir.
Usted insiste una y otra vez en que Europa debe volcarse en el mercado chino. Pero Italia a¨²n no ha conseguido desarrollar todav¨ªa la mitad sur de su territorio.
Tanto China como el sur constituyen un desaf¨ªo para Italia. Debemos recuperar el gusto por el riesgo y apostar por la tecnolog¨ªa. Porque, con todo el respeto por la moda, los vinos y la alimentaci¨®n, debemos mejorar en cuanto a tecnolog¨ªa. Nuestros empresarios no han de tenerle miedo a China. China es una gigantesca oportunidad. Dicho esto, me gustar¨ªa que Europa estableciera criterios de reciprocidad. Yo, para entrar en el mercado chino, debo pasar 800 controles y me miran hasta el cabello. Europa, en cambio, tiene abiertas las fronteras a todos los productos chinos. A m¨ª me gusta la competici¨®n, pero todos los competidores deben estar en las mismas condiciones. Si Michael Schumacher tuviera que conducir con una sola mano no podr¨ªa ganar, ni siquiera a bordo de un Ferrari. En cuanto al sur, yo pido facilidades fiscales, parecidas a las que se ofrecen en muchos otros pa¨ªses. No subvenciones a fondo perdido, s¨®lo facilidades que me ayuden a invertir en el sur de Italia, en lugar de Hungr¨ªa o Rumania. Las subvenciones, adem¨¢s, suelen favorecer a las mafias. Con un buen plan fiscal podemos atraer a los japoneses, a los alemanes?
Resulta que en Italia es presidente del Gobierno uno de los empresarios m¨¢s conocidos. ?C¨®mo es que la econom¨ªa va mal?
S¨ª, yo me siento decepcionado. Los empresarios esperaban m¨¢s de este Gobierno. Porque era un Gobierno que promet¨ªa reformas, y porque, por primera vez, era un Gobierno fuerte, con una amplia mayor¨ªa parlamentaria, despu¨¦s de muchas d¨¦cadas de administraciones d¨¦biles. Esper¨¢bamos m¨¢s reformas estructurales, fomento de la competitividad y de las fusiones, simplificaci¨®n de la burocracia, reducci¨®n de impuestos sobre la inversi¨®n? Hoy, la prioridad n¨²mero uno de Italia es la econom¨ªa. Todo lo dem¨¢s, para la gente, es secundario. Es verdad que este Gobierno ha sufrido grandes problemas internacionales, empezando por el 11-S. Pero hay que moverse. Y hay que ayudar al sur. Mire, ayer mismo firm¨¦ un acuerdo con todos los sindicatos en el que se expone un proyecto conjunto para el sur con cinco puntos: mejores infraestructuras, menos burocracia, recuperacion de los centros hist¨®ricos, intervencion fuerte en el turismo y grandes proyectos de log¨ªstica. Cosas que no son nuevas, y que se han hecho ya en Irlanda.
Y en Espa?a.
Cierto. Yo pongo a menudo el ejemplo de Andaluc¨ªa. Si quiero que Pompeya sea el primer punto turistico de Europa, debo tener, adem¨¢s de las ruinas romanas, buenos hoteles, buenos comercios, buenos accesos. Todo eso, y mucho m¨¢s, se ha hecho en Andaluc¨ªa y en otras regiones espa?olas. En Italia, no.
Oiga, ?usted cu¨¢ndo descansa?
Yo tengo tres suertes. La primera es la pasi¨®n, el entusiasmo. La segunda, el inter¨¦s por cosas ajenas a mi trabajo: el arte, el deporte, la amistad. Los amigos son la cosa m¨¢s estupenda en la vida. Tengo muchos, y la mayor¨ªa se ocupan de cosas muy distintas a las m¨ªas. Uno es escultor, otro es un periodista de la revista Newsweek, otro es joyero, otro es m¨¦dico. Mi objetivo es disfrutar el d¨ªa que deje Ferrari. Cuando Silvio Berlusconi me pidi¨® que fuera ministro me sent¨ª muy honrado y le di las gracias. Considero a Berlusconi una persona muy inteligente y muy capaz. Pero, repito, no quiero dedicarme a la pol¨ªtica. Creo ser m¨¢s ¨²til a mi pa¨ªs haciendo que Ferrari gane y sea competitiva. ?Para qu¨¦ ser uno m¨¢s entre mil ministros? S¨¦, adem¨¢s, que un d¨ªa no estar¨ªa de acuerdo con algo y dimitir¨ªa, con lo cual quedar¨ªa mal yo y quedar¨ªa mal el Gobierno. Ferrari me da todas las satisfacciones. Cuando ganamos el Gran Premio de China sub¨ª al podio por primera vez en 14 a?os. Hab¨ªamos vencido a todos, japoneses, americanos, alemanes, en una carrera muy simb¨®lica y quise compartir la ducha de champa?a con los pilotos y los t¨¦cnicos. Barrichello bromeaba: "Presidente", me dijo, "es la primera vez que me ducho con un hombre". "Yo tampoco tengo costumbre", le respond¨ª. Pero yo estaba emocionado y conmovido viendo tantas banderas italianas. Si tienes pasi¨®n, si tienes amigos, si tienes la voluntad de trabajar en equipo, ?qu¨¦ m¨¢s puedes desear?
O sea, nada de pol¨ªtica en el futuro.
Mi sue?o es retirarme a los 61 o 62 a?os. Tengo ganas de ocuparme de m¨ª mismo y de mi familia. Quiero viajar, conocer a fondo Asia, ocuparme de mis ni?as y de mis empresas y gozar un poco de la vida. Espero que me quede salud. ?Sabe lo que dec¨ªa S¨¦neca, el gran fil¨®sofo de los romanos? No seas un gilipollas que se jubila a los 75 a?os, para entonces ser¨¢s demasiado viejo. Ten el coraje de retirarte antes y disfrutar¨¢s los ¨²ltimos a?os.
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