Reforma en la torrefavela
El Ayuntamiento de S?o Paulo (Brasil) rehabilita "la favela vertical". La reforma de S?o Vito, un degradado edificio de 25 plantas y 624 microapartamentos que se hab¨ªa convertido en territorio sin ley, es la avanzadilla de su apuesta de revitalizaci¨®n urbana.
Las ventanas del gigantesco edificio est¨¢n desnudas en una fachada que exhibe heridas profundas. Desde el exterior, el inmueble presenta un aspecto lamentable, como si hubiera sido escenario de cruentas batallas. Y en cierto modo as¨ª fue. Construido en 1959, junto al mercado municipal de S?o Paulo, el predio de 25 plantas conocido como S?o Vito (San V¨ªctor) ha sido en los ¨²ltimos a?os ejemplo del deterioro del centro hist¨®rico y de los graves problemas de vivienda de la metr¨®poli brasile?a. Aquel edificio lleg¨® a ser descrito como el icono del mal vivir, en el que las condiciones de vida de sus moradores recordaban las de una favela. De ah¨ª que muchos paulistanos se refieran a S?o Vito como "la favela vertical". Hoy vuelve a ser protagonista, pero esta vez de un proyecto para recuperar el barrio que ha generado un encendido debate en las recientes elecciones municipales.
La alcaldesa del Partido de los Trabajadores (PT), Marta Suplicy, derrotada finalmente en las urnas por el candidato socialdem¨®crata Jos¨¦ Serra, auspici¨® la reforma del emblem¨¢tico edificio en el marco del programa municipal Vivir en el centro, que pretende mejorar las condiciones de vida de los habitantes de la zona y atraer nuevos residentes. El proyecto caus¨® sensaci¨®n en la Mostra Internacional de Arquitectura de Venecia 2004, donde se present¨®, junto a una serie de trabajos, bajo el t¨ªtulo Metamorfosis.
Hay que repasar la historia de S?o Paulo para entender lo ocurrido con S?o Vito. Hace 100 a?os, la urbe brasile?a ten¨ªa 300.000 habitantes; hoy alcanza los 10,5 millones. Las primeras d¨¦cadas del siglo XX fueron a?os de gloria para la ciudad, que vivi¨® un periodo de riqueza en el que florecieron grandes obras arquitect¨®nicas, con un activo movimiento modernista. Hasta los a?os cincuenta y sesenta, el centro de S?o Paulo fue el foco econ¨®mico y financiero, donde viv¨ªan los ricos.
A partir de los sesenta empez¨® la migraci¨®n desde el centro hacia otros puntos de la ciudad, y fue precisamente en esta ¨¦poca (1959) cuando se inaugur¨® el enorme edificio de S?o Vito, en una zona estrat¨¦gica, frente al Mercado Municipal, junto al Palacio de las Industrias (antigua sede del Ayuntamiento), el Museo de la Ciudad y el parque de Don Pedro II. Las 25 plantas, con 24 apartamentos cada una, albergaban un total de 600 pisos de 30 metros cuadrados. Aquella inmensa colmena estaba destinada a albergar a los emigrantes de otros Estados brasile?os en busca de trabajo.
Marcos Barreto, secretario de Vivienda del consistorio saliente, explica que el deterioro del inmueble comenz¨® en los setenta, con una p¨¦sima administraci¨®n que dur¨® d¨¦cadas. La insolvencia de la mayor¨ªa de vecinos a la hora de pagar los servicios y suministros gener¨® descr¨¦dito y desinter¨¦s en la manutenci¨®n y funcionamiento del condominio. El endeudamiento aument¨® a un ritmo similar al deterioro de las condiciones f¨ªsicas y sociales del inmueble. "La administraci¨®n del edificio era un desastre", dice Roberto Loeb, el arquitecto que dirige la reforma de S?o Vito. "Cuando empezamos a trabajar en el proyecto hab¨ªa facturas de agua impagadas por 700.000 d¨®lares. La luz, lo mismo. S¨®lo 150 vecinos pagaban comunidad, de entre 624 apartamentos".
La fachada est¨¢ seriamente da?ada; el agua, la ventilaci¨®n, la instalaci¨®n el¨¦ctrica, los desag¨¹es, los ascensores, la seguridad? Nada funcionaba en condiciones. Algunos apartamentos fueron abandonados, otros se vendieron, y empezaron las ocupaciones alentadas por el Movimiento de los Sin Techo del Centro (MSTC). Se teji¨® una leyenda sobre la peligrosidad del edificio, convertido en una favela vertical sin ley. Era un inmueble mixto, donde conviv¨ªa el tr¨¢fico de drogas y la prostituci¨®n con muchas familias que llevaban a?os all¨ª instaladas y que compraron su apartamento con gran sacrificio. "Era barato, estaba en el centro y ten¨ªa una vista fant¨¢stica", se?ala el arquitecto Loeb.
M¨¢s all¨¢ de las leyendas, los ex residentes de S?o Vito cuentan historias que ponen los pelos de punta. Maria Aparecida Silva, de 52 a?os, vivi¨® con sus cuatro hijos y dos nietos en un apartamento de un dormitorio, ba?o y cocina durante 14 a?os. Era cocinera. "Es verdad que el tr¨¢fico de drogas controlaba el predio. A veces amigos, o simples delincuentes, se escond¨ªan en S?o Vito despu¨¦s de haber cometido una fechor¨ªa. ?ltimamente hab¨ªa muchas peleas, ajustes de cuentas entre bandas y tiros en los corredores", relata. "A¨²n recuerdo con angustia cuando violaron a una joven que luego tiraron por la ventana". Cuando ella alquil¨®, "viv¨ªan en el edificio 3.215 personas. Familias de hasta ocho miembros se api?aban en un habit¨¢culo". Silva explica que en los ¨²ltimos meses hubo muchas ocupaciones de pisos, aprovechando el proceso de expropiaci¨®n decretado por el Ayuntamiento. "Llegaban y preguntaban: ?hay alg¨²n apartamento vac¨ªo? Y lo ocupaban".
La mala fama del inmueble generaba prejuicios contra sus vecinos. "Mi hijo tuvo problemas para encontrar trabajo cuando dec¨ªa que viv¨ªa en S?o Vito. El puesto ya est¨¢ ocupado, contestaban", dice Maria. Pocos se atrev¨ªan a entrar solos. La polic¨ªa acud¨ªa con frecuencia, y no precisamente en plan amistoso. "Una vez irrumpieron en mi apartamento varios agentes con las armas en la mano. Cuando entraban, revisaban todo de arriba abajo".
El deterioro hac¨ªa dif¨ªcil la vida de los vecinos. El problema m¨¢s grave eran los ascensores. Apenas funcionaba uno de los tres. Maria Silva, que tiene un pie amputado, pod¨ªa tardar dos horas en subir a su apartamento. Escenas alucinantes eran habituales en S?o Vito. Por ejemplo, el lanzamiento de objetos desde las ventanas, incluidas botellas de vidrio llenas y bombonas de gas lanzadas sobre los coches.
A pesar del clima hostil de los ¨²ltimos tiempos y de las incomodidades, hab¨ªa residentes como Maria Silva que se sent¨ªan a gusto en aquel predio gigantesco. "Me gusta vivir en el centro, aunque la vida se puso dif¨ªcil. Espero volver con un alquiler social. Creo que me tocar¨¢ pagar 60 reales al mes durante 20 a?os y despu¨¦s ser¨¦ propietaria", dice la antigua cocinera. All¨ª cri¨® a sus hijos e hizo buenos amigos. Uno de sus vecinos era un narcotraficante de 28 a?os que viv¨ªa solo. Cuando Maria se iba a trabajar, el joven vigilaba a sus hijos. La llamaba todos los d¨ªas al trabajo para decirle que estaba todo en orden. Confiaba plenamente en ¨¦l. "Lo mataron una noche en una calle cercana, en un ajuste de cuentas. La verdad, nunca tuve problemas con los traficantes", recuerda.
Jo?o Vidal, propietario de un apartamento, vivi¨® 30 a?os en el edificio con su esposa. "Quiero volver", repite mientras prepara las mesas de la pizzer¨ªa donde trabaja como camarero. Ahora vive en otro apartamento que paga a medias con el Ayuntamiento (250 reales al mes cada uno).
El equipo de Marta Suplicy discuti¨® a fondo qu¨¦ hacer con S?o Vito. La alcaldesa consideraba el edificio uno de los m¨¢s feos de la ciudad. La primera idea fue la demolici¨®n. Fueron convocados expertos, acad¨¦micos y profesionales en busca de opiniones y propuestas. Tirar un edificio de 600 apartamentos ser¨ªa mala se?al en una ciudad con graves problemas de vivienda. "En la primera reuni¨®n dije claramente que era absurdo derribar el edificio, porque es un patrimonio de la ciudad y porque tendr¨ªa una repercusi¨®n pol¨ªtica muy negativa", dice Roberto Loeb. El estudio de este arquitecto fue el encargado de dise?ar el proyecto de reforma, que contempla la divisi¨®n del condominio en dos edificios independientes; una guarder¨ªa en lo alto de la torre, "porque uno de los mayores problemas es la gran cantidad de personas sin recursos que necesitan trabajar, tienen hijos y no tienen con qui¨¦n dejarlos"; una escuela de formaci¨®n profesional, y un telecentro con acceso a Internet.
Cuando empez¨® el desahucio hab¨ªa 430 familias en S?o Vito, entre propietarios, inquilinos y ocupantes ilegales. A todos, sin distinci¨®n, el Ayuntamiento les ofreci¨® un subsidio de 100 d¨®lares mensuales para arrendar otro apartamento. La ¨²nica condici¨®n es que los beneficiarios tienen que demostrar que realmente pagan un alquiler. La reforma durar¨¢ unos 16 meses, con una inversi¨®n estimada de cinco millones de d¨®lares, incluidos los subsidios, que ser¨¢ financiada por la Caja Econ¨®mica Federal. Previamente, el Ayuntamiento ha limpiado el edificio de deudas. En junio salieron los vecinos m¨¢s remolones. Los ocupantes vinculados con el crimen tambi¨¦n abandonaron y no se espera que regresen. Ellos funcionan donde no hay Estado. Cuando entra el Estado, se retiran.
Cerca de S?o Vito hay otro edificio que seguir¨¢ los mismos pasos. El predio Prestes-Maia, la sede abandonada de la Compa?¨ªa Nacional de Tejidos, est¨¢ en proceso de expropiaci¨®n por el Ayuntamiento. Desde 2002 est¨¢ ocupado por 488 familias sin techo. "El pobre no tiene otra opci¨®n que ocupar edificios deshabitados. La ocupaci¨®n es una forma de expresar las necesidades del pueblo", advierte Maria Jaira Coelho Rodrigues de Andrade, segunda coordinadora del MSTC. La estrategia de este movimiento es ocupar edificios que llevan unos diez a?os vac¨ªos, aunque sus metas van m¨¢s all¨¢. "Luchamos para tener una vivienda, por la salud, la educaci¨®n y un salario digno".
Lo que ahora es el vest¨ªbulo del edificio Prestes-Maia "estaba inundado de agua nauseabunda", dice Maria Coelho. "Al principio, los ocupantes viv¨ªan en condiciones lamentables: traficantes por ah¨ª, incendios por all¨¢? Trabajamos duro para acondicionarlo m¨ªnimamente para que las familias sin techo pudieran vivir". El primer objetivo tras la ocupaci¨®n de un edificio abandonado es conseguir agua y luz. Hacen la instalaci¨®n -desag¨¹es, energ¨ªa, agua-, y, en el caso de Prestes Maia, cada familia paga 20 reales (siete d¨®lares) al mes como mantenimiento. El agua y la luz van a cargo del Ayuntamiento.
Los ocupantes tienen un sistema de organizaci¨®n eficaz, con un reglamento interno estricto. Quien no lo respeta es expulsado. As¨ª se acabaron los robos, la droga y las armas. A partir de las nueve de la noche no se permite la entrada de visitantes, ni se puede salir despu¨¦s de las diez de la noche, excepto aquellos que no regresen hasta el d¨ªa siguiente. Mauricio da Silva es el vigilante del inmueble y coordinador de la planta 17, con 12 apartamentos. Mauricio vive con su esposa, Samara, y su hija Sara, de tres a?os. Frente al piso hay ropa tendida. Huele a feijoada, el plato t¨ªpico de Brasil. Cada apartamento tiene una cocina improvisada en el dormitorio. No hay m¨¢s espacio. Los aseos y lavaderos son comunes en cada planta.
El edificio ten¨ªa cuatro ascensores, ahora s¨®lo queda la sala de m¨¢quinas. Mauricio sube y baja 17 plantas varias veces al d¨ªa. El vigilante llevaba tiempo sin trabajo cuando decidi¨® participar en la ocupaci¨®n. Sus condiciones de vida de antes eran "mucho peores". Su esposa sue?a con algo mejor: "No quiero vivir aqu¨ª para siempre".
El due?o ha intentado recuperar el edificio en varias ocasiones. Eduardo Augusto Peixoto Amorim, de 25 a?os, empresario, es propietario de tres inmuebles en el centro de S?o Paulo. Cursa el ¨²ltimo curso de Derecho. En 1989, su padre compr¨® el edificio de la Compa?¨ªa Nacional de Tejidos, en el barrio de Luz, junto a la Pinacoteca del Estado. El predio estaba desocupado desde 1986. El proyecto inicial de construir un hotel qued¨® descartado cuando los compradores comprobaron que el inmueble deb¨ªa 2,8 millones de reales (un mill¨®n de d¨®lares) al Ayuntamiento en concepto de atrasos del impuesto territorial urbano (IPTU). El valor del edificio oscila entre siete y ocho millones de reales, y despu¨¦s de la reforma puede llegar a 17 millones de reales.
En 1995, el padre de Eduardo falleci¨®. "La lucha del Movimiento de los Sin Techo es un problema pol¨ªtico-social. Cuando invadieron el predio, estaban orientados por abogados e ingenieros, que analizaron cu¨¢ntas familias pod¨ªan vivir all¨ª", dice Peixoto Amorim. Seg¨²n el due?o, los sin techo deber¨ªan invadir, llegado el caso, inmuebles p¨²blicos y no privados. "Tienen fuerza pol¨ªtica detr¨¢s. Realmente es un movimiento pol¨ªtico".
El a?o pasado, el Ayuntamiento estaba dispuesto a comprar el edificio Prestes Maia por el 70% del valor total. "Nunca pagan el valor de mercado, por lo que no es una buena opci¨®n vender al Ayuntamiento", dice Eduardo Amorim. Seg¨²n este joven empresario, m¨¢s de 400 inmuebles est¨¢n abandonados en el centro de S?o Paulo, y la gran mayor¨ªa debe el impuesto municipal. Achaca al Ayuntamiento el hecho de ser corresponsable con el MSTC. "S¨®lo intervienen en ¨²ltima instancia, cuando la situaci¨®n se pone fea pol¨ªticamente. Los sin techo colocan a los m¨¢s d¨¦biles, como ni?os, mujeres y ancianos, en primera l¨ªnea cuando se produce un desalojo por la polic¨ªa".
"Si el Ayuntamiento no toma medidas en Prestes Maia, cumplir¨¦ la orden de reintegraci¨®n de la propiedad dictada por el juez", advierte Amorim. Pero aunque logre desalojar a los ocupantes, el propietario no lo tendr¨¢ f¨¢cil: hace cuatro meses, el Ayuntamiento decret¨® que el inmueble es ¨¢rea de inter¨¦s social, as¨ª que Amorim no podr¨¢ renovar, modificar ni destruir el edificio durante un a?o. El proyecto de transformar Prestes Maia en un hotel queda cada d¨ªa m¨¢s lejos. "Hoy, tener un imueble en el centro es una pesadilla", dice Amorim, que, en contra del Ayuntamiento, duda que sea viable revitalizar el centro de S?o Paulo, "ya que las personas que viven all¨ª no tienen poder adquisitivo".
En S?o Paulo hay 2.018 favelas donde viven m¨¢s de un mill¨®n de personas, 1.241 asentamientos irregulares (con 1,5 millones de habitantes) y otros 600.000 moradores en los llamados corti?os (casuchas multifamiliares), donde se api?an hasta 30 personas en cada una. Hay adem¨¢s unos 10.000 indigentes que malviven en la calle. Con estas cifras, ?tiene soluci¨®n la gran urbe brasile?a? "Por supuesto", responde Roberto Loeb. "El caos de S?o Paulo es una oportunidad ¨²nica para una propuesta de innovaci¨®n urbana de grandes proporciones. Yo he propuesto algunas ideas, como el metro a¨¦reo, una modificaci¨®n completa de la estructura de la ciudad, una participaci¨®n popular a trav¨¦s de acci¨®n local que hoy ya tiene 80 participaciones. Cada calle es considerada como un condominio". La soluci¨®n de entrada no es, en opini¨®n del arquitecto, terminar con la favela, "algo imposible", sino mejorar las condiciones de vida de sus moradores.
El primer paso ser¨ªa otorgar t¨ªtulos de propiedad en las favelas. De momento, dos semanas antes de la segunda vuelta de las elecciones municipales en las que se decid¨ªa el alcalde para los pr¨®ximos cuatro a?os, el Ayuntamiento entreg¨® t¨ªtulos de propiedad a 6.500 familias que viven en favelas. El programa beneficiar¨¢ a m¨¢s de 45.000 familias que residen en 160 ¨¢reas p¨²blicas municipales que han sido regularizadas por las autoridades.
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