Los supervivientes de Pinochet
Cinco torturados por la dictadura chilena relatan su experiencia y c¨®mo les impact¨® el informe sobre las v¨ªctimas
Ese d¨ªa ten¨ªa examen de qu¨ªmica. Al salir de su casa, cuando Mariluz Sabrina P¨¦rez parti¨® temprano a clase en el Liceo 12 de ni?as, vio a los agentes de la DINA (Direcci¨®n de Inteligencia Militar) que la esperaban. Si se volv¨ªa, pod¨ªa pasarle algo a sus padres. Prefiri¨® correr: ya hab¨ªa estado detenida antes, a los 16 a?os, durante el golpe militar, y estaba ayudando a asilar perseguidos de la dictadura. La capturaron y metieron en un coche. Su ¨²ltima imagen, porque despu¨¦s estuvo vendada muchos d¨ªas, fue del amigo que la hab¨ªa entregado a la DINA en los interrogatorios, con esposas, ensangrentado, sentado en el coche, y, como despu¨¦s supo, con los test¨ªculos quemados. Sabrina, como le dicen, entonces una colegiala y socialista, perdon¨® al amigo con un infantil: "?C¨®mo est¨¢s?".
"Qued¨¦ con quemaduras y lesiones en la vagina, perd¨ª mi capacidad de so?ar", cuenta Sabrina
Su tr¨¢nsito por el infierno de Villa Grimaldi, el mayor chupadero (centro de detenci¨®n) clandestino de Pinochet, es el de muchos de los m¨¢s de 27.000 chilenos reconocidos esta semana por una comisi¨®n independiente como v¨ªctimas de la tortura y prisi¨®n pol¨ªtica en la dictadura. "Me recibieron con un telefonazo [fuerte golpe con ambas manos en los o¨ªdos], me quitaron el uniforme escolar y qued¨¦ desnuda. Me enviaron directa a las sesiones: me pegaron, me pusieron electricidad en los pezones, en todo el cuerpo, me violaron, qued¨¦ con quemaduras y lesiones en la vagina, perd¨ª mi capacidad de so?ar". Han pasado 29 a?os y Sabrina, hoy jefa de acci¨®n social en una de las comunas m¨¢s pobres de Santiago, con l¨¢grimas en los ojos cuenta: "Me causaban lesiones para asegurarse de que no pudiera concebir. Cuando fui adulta, sufr¨ª muchas p¨¦rdidas antes de lograrlo. Tener un hijo era ganarle a la DINA".
Valora el informe de la comisi¨®n, pero critica que no haya dado los nombres de los torturadores a la justicia. "Le falt¨® mucho. Yo pondr¨¦ tres querellas: una con otras personas, contra el Estado, por no entregar los nombres de los torturadores; otra por las torturas a m¨ª, y otra porque era menor de edad cuando fui detenida".
El poeta Jorge Flores (46) es otro de los 1.100 ni?os v¨ªctimas de la tortura y prisi¨®n por la dictadura. Su adolescencia termin¨® a los 16 a?os, al pasar del liceo a las torturas de la DINA, que lo secuestr¨® y llev¨® a un recinto clandestino, para que entregara a un hermano mayor. Desnudo, aterrado, despu¨¦s de una golpiza brutal, Flores rompi¨® en llanto. "?Para de llorar, maric¨®n!", le dijo uno de los agentes, y le propin¨® un culatazo. Lo colgaron boca abajo, de los pies, hasta que desmay¨® del dolor. Mientras su familia lo buscaba con desesperaci¨®n, un oficial de la DINA lo llev¨® a casa de una t¨ªa para chantajear a su familia. Varios de los que estuvieron detenidos con ¨¦l siguen desaparecidos hasta hoy. Escribi¨® su historia en un libro testimonial, Londres 38, nombre del lugar de detenci¨®n. "Porque no me pertenece", dice.
"Ya pas¨® el dolor f¨ªsico, pero cuando despierto todav¨ªa pienso que me ir¨¢ mal, que algo malo me suceder¨¢ a m¨ª o a mi familia y estoy todo el d¨ªa tratando de sobreponerme", afirma Flores. Con dos hermanos muertos en la dictadura, un primo desaparecido y una asesinada, ¨¦l y su hija vieron juntos en televisi¨®n a Manuel Contreras, ex jefe de la DINA. "??se fue? ?Por qu¨¦ no rompes el televisor?", le pregunt¨® su hija. Seg¨²n Flores, el informe "es muy positivo, un gran logro, porque ha quedado en el archivo para las futuras generaciones, nos repara moralmente y ya nadie nos puede ningunear. Es importante que la justicia lleve a los sicarios a la c¨¢rcel, pero la verdad es que es tanto el da?o que nada lo puede pagar".
Muchos torturados y detenidos por la dictadura no fueron a declarar ante la comisi¨®n que hizo el informe. Algunos, como Marcelo Castillo, gerente de comunicaciones de Chilectra, filial de Endesa Espa?a, detenido dos veces, por militares y carabineros, y que sufri¨® golpizas y simulacros de fusilamiento, porque crey¨® que era s¨®lo para los casos m¨¢s extremos, lo mismo que pens¨® la periodista Mar¨ªa Olivia M?nckeberg, detenida una semana en un cuartel de la DINA. Organismos de derechos humanos elevan a m¨¢s de 100.000 el n¨²mero total de v¨ªctimas de la tortura y prisi¨®n. De hecho, en la comisi¨®n esperaban cerca del doble de los 35.000 testimonios que recibieron.
A Ricardo Aguilera (51), t¨¦cnico en instalaciones de calefacci¨®n, lo detuvo primero la Fuerza A¨¦rea, despu¨¦s la polic¨ªa civil y finalmente estuvo encarcelado. La primera vez, en 1974, permaneci¨® 10 d¨ªas encapuchado, a ciegas, "en la moledora de carne, la Academia de Guerra de la Fuerza A¨¦rea". Durante "tres d¨ªas y tres noches me obligaron a estar de pie junto a una pared, sin poder apoyarme, dormir, moverme ni comer, en medio de los gritos de torturados, mientras los guardias pon¨ªan m¨²sica de Cat Stevens".
Despu¨¦s, en 1984, cay¨® por segunda vez, en un control policial de veh¨ªculos, con un grupo de amigos. Ten¨ªa escondido en la ropa un documento del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) y se lo encontraron. Lo separaron de los dem¨¢s. Desnudo y envuelto en una frazada, como un bulto, los detectives lo trasladaron a la Brigada Investigadora de Asaltos. "Me dieron con todo. Ah¨ª sobrepas¨¦ el umbral humano. Golpizas, parrillas [electricidad], tel¨¦fono, asfixia, simulacro de fusilamiento. Varias torturas al mismo tiempo. Me colgaron de pies y manos, mientras me pegaban y me ahogaban haciendo tragar agua con una manguera por la boca y la nariz. Perd¨ª la noci¨®n del tiempo y me desmayaba, me tiraban agua y segu¨ªan". De vez en cuando, un m¨¦dico lo revisaba para que continuaran. "Yo gritaba con todos mis pulmones, en un alarido interminable, para que el dolor saliera de mi cuerpo".
Hasta hoy, Aguilera qued¨® con secuelas, dolor en sus articulaciones, se trunc¨® su proyecto de ser artista, que ahora quiere recobrar, y qued¨® a la defensiva en la vida. "Pasa un coche r¨¢pido y tengo un vuelco en el coraz¨®n. Siempre miro qui¨¦n anda cerca, me fijo en los dem¨¢s". Sus penurias no terminaron con la condena a cinco a?os de prisi¨®n por complicidad en entrada clandestina en el pa¨ªs. Despu¨¦s de los tormentos, una c¨¢rcel p¨²blica de Pinochet casi parec¨ªa amable. Pero a los pocos d¨ªas, los aparatos de seguridad envenenaron con la toxina del botulismo a los detenidos en su celda. Dos murieron y ¨¦l y un hermano suyo quedaron graves. El caso se investiga hasta hoy. Las denuncias apuntan a experimentos de la represi¨®n con los prisioneros y a que quisieron enviar un mensaje a todos los presos pol¨ªticos: ni en la c¨¢rcel estaban seguros. En 1983, con ayuda de la Embajada de Francia, parti¨® a este pa¨ªs mientras estaba en libertad provisional, sin cumplir toda la condena, y ah¨ª rehizo su vida. Emocionado, afirma: "La dictadura mat¨® a los mejores de nuestra generaci¨®n. Cuento mi experiencia porque siento el deber de hablar por los que ya no est¨¢n. Por eso, mi hijo sabe desde muy peque?o que a su pap¨¢ lo torturaron". Valora pol¨ªticamente el informe de la tortura, y aunque no es su caso, admite que para muchos otros ha sido una catarsis. Pide m¨¢s indemnizaci¨®n para quienes no pudieron rehacer sus vidas destruidas por la tortura.
Han pasado 29 a?os, pero Dar¨ªo Rojas todav¨ªa tiene la pesadilla de que lo siguen buscando. Hasta ahora no hab¨ªa contado detalles y sus hijos no los han sabido. De tantas veces que le aplicaron electricidad en Villa Grimaldi, lugar al que lo traslad¨® la DINA despu¨¦s de su detenci¨®n en Antofagasta, donde quer¨ªa instalar una radio clandestina contra la dictadura, qued¨® "con una disfunci¨®n neurol¨®gica" que le provoca sentir en ocasiones sus "propios impulsos el¨¦ctricos". T¨¦cnico en inform¨¢tica, reacciona en contra del dolor de una inyecci¨®n o si alguien lo golpea. "Se exacerb¨® mi instinto de protecci¨®n", afirma. Reivindica del informe que ahora todos sepan que la tortura obedec¨ªa a una instrucci¨®n del mando, y valora que la sociedad hable del tema, aunque cuestiona que hayan debido pasar tantos a?os. "Me siento un superviviente de la locura, del terror, de los gritos. Todav¨ªa me sorprendo de la crueldad a la que pueden llegar las personas, y de la enorme capacidad de cari?o de los compa?eros prisioneros para reconfortarte cuando volv¨ªas de las sesiones".
El psiquiatra Daniel D¨ªaz (52), detenido por la Armada en Talcahuano cuando era estudiante de Medicina, recuerda con m¨¢s dolor que hayan torturado a otras personas a su lado, mientras ¨¦l no pod¨ªa hacer nada, que los tormentos contra ¨¦l. Estuvo un mes y medio secuestrado, sin que nadie supiera d¨®nde y negaran su detenci¨®n. Considera la tortura un m¨¦todo para mantener sojuzgada a la poblaci¨®n. Fue el pen¨²ltimo d¨ªa a declarar a la comisi¨®n. "Me sorprend¨ª de la cantidad de recuerdos que ten¨ªa, todo estaba ah¨ª. Despu¨¦s del informe, la situaci¨®n es liberadora y esperanzadora".
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