Una tarde en la piscina
Es bien conocido aquel pasaje de los diarios de Kafka en que, bajo el ep¨ªgrafe 1 de agosto de 1914, nos encontramos con la siguiente anotaci¨®n: "Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde, sesi¨®n de piscina". Aunque Kafka, creador de uno de los mundos literarios m¨¢s inquietantemente celebrados del siglo XX, no necesita justificar el desajuste entre su historia y la Historia, cada lector que ha topado con esta fr¨ªa yuxtaposici¨®n ha pensado, aunque s¨®lo sea por un momento: "Dios m¨ªo, ?pero como se puede ser tan ajeno al mundo!".
Leyendo estos d¨ªas El diario de un hombre decepcionado (editorial Alba), de W. N. P. Barbellion, me he vuelto a encontrar con la paradoja kafkiana. Barbellion (seud¨®nimo de Bruce Frederick Cummings), un naturalista afectado de esclerosis m¨²ltiple, dibuja en su diario al alim¨®n su entusiasmo irreprimible por la observaci¨®n natural y el horripilante progreso de la enfermedad que le habr¨ªa de llevar a la tumba. No sabemos qu¨¦ es m¨¢s espeluznante, si la disecci¨®n de los bichejos que encuentra en su camino o su abrirse en canal para que todos puedan ver c¨®mo su organismo se atrofia y se prepara para la muerte. Pues bien, este naturalista intr¨¦pido, brillante diseccionador de s¨ª mismo, anota en su cuaderno el 1 de agosto de 1914: "Europa se moviliza" y al d¨ªa siguiente, igual de lac¨®nico: "?Se sumar¨¢ Inglaterra?". Y nada m¨¢s.
En los d¨ªas y en los meses posteriores har¨¢ alguna que otra alusi¨®n a la Gran Guerra, pero siempre desde la indeclinable mala conciencia de quien sabe que la aut¨¦ntica conflagraci¨®n, la ¨²nica que cuenta, es la que se libra en el interior de su propio organismo. As¨ª, el 25 de octubre se exclama: "?C¨®mo excusarme por seguir hablando de mis asuntos y seguir escribiendo memorias sobre zoolog¨ªa durante la mayor guerra de todos los tiempos?". Y al a?o siguiente, el 8 de agosto, a?ade: "Me siento casi avergonzado de m¨ª mismo porque todav¨ªa no estoy muerto, viendo que tantos de mis contempor¨¢neos de pura sangre han perecido en esta guerra. Me siento tan agradecido por que se me haya permitido vivir tanto que nada de lo que me suceda, excepto la muerte, puede inquietarme gran cosa. Ser¨ªa feliz en una mina de carb¨®n".
Filtrada por la mala conciencia, la piscina de Kafka se ha trocado en una mina de carb¨®n. En realidad, la paradoja de Barbellion -que es la de Kafka- consiste simplemente en c¨®mo enfrentarse al mundo desde un instrumento pensado precisamente para proteger al yo del exterior. Nadie escribe un diario para explicar sino para explicarse. Los grandes escritores de diarios -y no hay duda que Barbellion es uno de ellos- no confunden nunca la informaci¨®n que les llega del exterior con la conformaci¨®n de los meandros de su personalidad, que es lo ¨²nico que realmente los justifica. Pueden morir millones ah¨ª fuera, pero es la peque?a muerte del escritor, la que nos acompa?a cada d¨ªa, lo que merece toda su atenci¨®n. Ahora que, seg¨²n parece, se va normalizando entre valencianos esa costumbre angl¨®fila y civilizada de escribir dietarios, habr¨ªa que recordar a los aspirantes que el g¨¦nero no tiene sentido si no hay mundo interior o, lo que es lo mismo, que para escribir como Montaigne hay que haber entendido a Nietzsche: "No es nada f¨¢cil encontrar un libro que nos haya aleccionado tanto como el libro que nosotros hacemos".
Siempre me ha parecido sugestivo, por otro lado, confrontar esta escritura secreta, interior, sinuosa y personal¨ªsima con la escritura p¨²blica, ruidosa, ¨¢gil y desenvuelta de los otros diarios, los peri¨®dicos. Es un gozo cuando el dietarista sagaz se conjuga con el periodista excelente, y viceversa. Al fin y al cabo, un dietarista s¨®lo es alguien -en el mejor de los casos- que habla de su mundo con la familiaridad con la que el periodista habla del mundo. Ambos hacen lo mismo sin saberlo y aunque parezcan lecciones incompatibles, escriben el mismo libro.
Tomemos por ejemplo los art¨ªculos que Carles Sent¨ªs redact¨® para el diario barcelon¨¦s L'instant (el vespertino de la Lliga de Camb¨®) antes de la guerra civil, y que la editorial La Campana ha editado ahora con el sugestivo t¨ªtulo L'Instant abans del 36. Se trata de la recuperaci¨®n de un periodista de raza y podemos inscribirla en un contexto de vindicaci¨®n en los ¨²ltimos a?os de las proezas impresas de una o varias generaciones de autores catalanes que fueron grandes escritores de peri¨®dico. Me refiero, por supuesto, a la iron¨ªa castiza de Josep Maria de Sagarra, el dandismo sobriamente brit¨¢nico de Eugeni Xammar o la agilidad escueta del legendario estilo de Josep Pla. Ahora viene a a?adirse a esta lista -si es que alguna vez estuvo ausente- la vivacidad exclamativa de Sent¨ªs, y no puedo dejar de pensar, mientras leo sus cr¨®nicas, que en cada uno de estos plumillas hay agazapado un posible cirujano de s¨ª mismo. Quiz¨¢ quien relata el mundo ya no necesita relatarse a s¨ª mismo, pero ?Qu¨¦ felicidad cuando ambas facetas -como en el caso de Josep Pla- se dan juntas, perfectamente ensambladas!
Estall¨® la gran debacle y Kafka se fue a la piscina. Pues de eso se trata: hay que mojarse (pero cada uno libra su propia guerra).
Joan Gar¨ª es escritor.
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