En tiempos de tribulaci¨®n hacer mudanza
En un pa¨ªs que dio a luz el "que inventen ellos" de Unamuno, parece que puede aceptarse sin extra?eza ni espanto la m¨¢xima ignaciana de no hacer mudanza en tiempos de dificultades. Es la propia izquierda la que, con no poca frecuencia, se pone a s¨ª misma los palos en las ruedas. El propio miedo a enfrentar las transformaciones que la sociedad reclame es el peor enemigo de una fuerza que se quiera transformadora. Incluso cuando esas reivindicaciones apenas sean d¨¦biles se?ales.
El neoliberalismo ha operado sus propias transformaciones y ha puesto en marcha una "revoluci¨®n conservadora". Hoy, son demasiados los resignados que "esperan sin esperanza", convencidos de que el futuro va a ser peor. Pero la esperanza siempre encuentra un lugar por el que asomarse al presente para impulsar su cambio. Y los ¨²ltimos a?os han tra¨ªdo inesperadas movilizaciones y expectativas de cambio que han colocado al discurso ¨²nico a la defensiva. Ahora, la conocida tesis de que las pol¨ªticas que se realizan son las ¨²nicas posibles ha sido impugnada en muchos lugares. Y se han hecho visibles, adem¨¢s, los verdaderos intereses de clase de este axioma neoconservador: esa idea sirve a los poderosos. Por eso sorprende la parte de la izquierda que sigue sin atreverse y empe?ada en intentar dejar las cosas como est¨¢n. No basta con resistir, dejar de avanzar implica duras derrotas para la izquierda.
Lo que nos singulariza es nuestra orientaci¨®n hacia la superaci¨®n de un sistema injusto
Los contornos exactos del porvenir se escriben a trav¨¦s de las protestas sociales
La Constituci¨®n europea est¨¢ lejos de los m¨ªnimos de compromiso con el bienestar de la mayor¨ªa
En IU, porque somos conscientes de nuestra crisis, somos a¨²n m¨¢s conscientes de nuestra responsabilidad respecto del espacio que representamos. Entendemos el democraticidio que supondr¨ªa para Espa?a el que una fuerza pol¨ªtica a la izquierda de las fuerzas tradicionales no tuviera la presencia social e institucional suficiente como para definir y acompa?ar los nuevos rumbos de protesta y de propuesta. Una presencia acorde con un espacio social y pol¨ªtico real.
Pero tenemos igualmente claro la necesidad y la obligaci¨®n de seguir haciendo pol¨ªtica con la fuerza social y electoral que nos han otorgado los ciudadanos y ciudadanas. Puede servir como ejemplo nuestra posici¨®n respecto a la mal llamada Constituci¨®n europea y de la atribulada e incomprensible defensa que algunos partidos de izquierda est¨¢n haciendo de la misma. ?ste es un mal Tratado, muy lejos de los m¨ªnimos democr¨¢ticos y de compromiso con el bienestar de la mayor¨ªa que la situaci¨®n europea e internacional reclaman. Y m¨¢s a¨²n despu¨¦s de los resultados electorales en Estados Unidos.
O puede servir igualmente nuestro inter¨¦s por ser una oposici¨®n influyente y exigente en un escenario de minor¨ªa parlamentaria del PSOE. No vamos a olvidar que el cambio de Gobierno se produjo desde la izquierda y desde la reivindicaci¨®n ciudadana, y que IU es tambi¨¦n sujeto y protagonista de ese cambio. Nuestra oposici¨®n tiene la voluntad de contribuir a crear una alternativa de izquierdas en nuestro pa¨ªs con una clara proyecci¨®n pol¨ªtica y social. Y como demuestra el debate sobre los Presupuestos Generales del Estado, ese camino no es f¨¢cil. La izquierda que gobierna sigue presa de las l¨®gicas de pensamiento dominante y con enormes dificultades para asumir propuestas alternativas desde una ¨®ptica de izquierdas.
El lugar de la izquierda transformadora en Europa no es amable y est¨¢ en todos lados atravesado de dificultades similares. Pese a la evidencia de los problemas (desempleo, precariedad, p¨¦rdida de sentido, violencia y guerra, falta de igualdad, deterioro medioambiental, ausencia de vivienda digna, opresi¨®n de identidades diferentes) no resulta sencillo encontrar un modelo alternativo, y se corre el riesgo de dejar de pensar como problema aquello para lo que no tenemos soluci¨®n inmediata. Por eso estamos convencidos de que es momento de retomar el horizonte que dota de sentido a una fuerza que hace de la radicalidad, del recurso a la ra¨ªz de los problemas, su meta. Sin utop¨ªas reales, radicales y concretas, no podemos avanzar.
Esto quiere decir, en primer lugar, clarificar un proyecto de emancipaci¨®n que supere los l¨ªmites de un sistema, el capitalista, atravesado constantemente por contradicciones. Hemos aprendido que los contornos exactos del porvenir no se definen en un cat¨®n cerrado, sino que se escriben a trav¨¦s de las protestas sociales. Como dec¨ªa V¨¢zquez Montalb¨¢n, la suma de las reivindicaciones de los movimientos sociales nos da la agenda pol¨ªtica en la que tenemos que concentrarnos.
Pertenecemos a la tradici¨®n roja que construye d¨ªa a d¨ªa ese otro modelo social que hemos llamado socialismo. Y que en contacto con otras tradiciones que forman parte de nuestro programa, como la verde, la violeta o la blanca de la paz, han enriquecido el contenido de ese modelo pol¨ªtico y social alternativo. Y por eso resaltamos las contradicciones del sistema en una direcci¨®n emancipadora. Incluso cuando compartimos tareas de Gobierno. Poned en un platillo la gobernabilidad y en otro la justicia social, la libertad, la paz, el compromiso medioambiental o la igualdad de g¨¦nero, que nosotros tendremos claro d¨®nde tiene que inclinarse la balanza.
Una izquierda consciente de su realidad no busca explicaciones m¨ªsticas o de gesti¨®n empresarial para su situaci¨®n de crisis. Reducir problemas complejos a cuestiones simples o estrictamente personales o de poder no va a contribuir en nada a la reconstrucci¨®n de la izquierda alternativa.
Las nuevas realidades vienen cargadas de paradojas. Las m¨¢s importantes movilizaciones sociales en Europa desde el mayo del 68, las m¨¢s importantes acciones colectivas en Espa?a desde la transici¨®n, no han tra¨ªdo consigo un aumento de la afiliaci¨®n pol¨ªtica o social en los partidos o en los movimientos. En el caso de Espa?a, hay que a?adir una pregunta: ?Por qu¨¦ ha sido precisamente el PSOE, pese a que fue IU quien protagoniz¨®, impuls¨® e, incluso, convenci¨® al Partido Socialista, inicialmente renuente, a apuntarse a las movilizaciones, el que ha concentrado la voluntad de cambio de nuestra sociedad y el cansancio de ocho a?os de Gobierno de una derecha extremista?
Junto a nuestra responsabilidad pol¨ªtica, las respuestas debemos buscarlas en el impacto estructural y subjetivo que dos d¨¦cadas de pol¨ªticas y discursos hegem¨®nicos neoliberales han producido en los sectores populares. El poder ha tenido una enorme capacidad de neutralizaci¨®n de los conflictos sociales y ha dificultado en todo momento su politizaci¨®n y la generaci¨®n de resortes de solidaridad que permitiesen visualizar la globalidad de las luchas. El pensamiento ¨²nico y su corolario "No Hay Alternativa" invitan a la desmovilizaci¨®n, a concentrar la acci¨®n pol¨ªtica en una mera orientaci¨®n del voto para evitar el mal mayor, a dejar de pensar las alternativas.
Pero sabemos que existe un espacio social y pol¨ªtico que pide ser representado por una fuerza diferente. Espa?a no es bipartidista (en realidad, ning¨²n pa¨ªs lo es). La condici¨®n de fuerza transgresora, que mira constantemente hacia el horizonte de la transformaci¨®n profunda y urgente de nuestras sociedades nos aleja del acuerdo de gobernabilidad que defienden las grandes formaciones. El voto de Izquierda Unida no es un mero voto corrector de los pecados ideol¨®gicos de la izquierda que no se atreve, sino una decisi¨®n madura de ciudadanas y ciudadanos que quieren una sociedad diferente. No se nos escapan los equilibrios reales que tiene la pol¨ªtica en las democracias parlamentarias, pero eso no nos hace olvidar que hay centenares de miles de personas en este pa¨ªs que quieren votar a una fuerza pol¨ªtica que tenga un programa propio y que lo defienda con convicci¨®n.
Es verdad que hemos sido capaces de traer a la movilizaci¨®n social a otras fuerzas pol¨ªticas, es verdad que hemos sido capaces de poner nuestro grano de arena en frenar la colaboraci¨®n espa?ola en la guerra de Irak, es verdad que hemos sido capaces de mantener representada la memoria hist¨®rica de nuestro pa¨ªs lejos de falsos consensos que equiparan a v¨ªctimas y a verdugos. Pero esa es solamente una parte de nuestra obligaci¨®n pol¨ªtica. Lo que nos singulariza es nuestra orientaci¨®n hacia la superaci¨®n de un sistema injusto, nuestra apuesta por los sectores desfavorecidos e indignados con este sistema. Un sistema que obliga a todos los que lo habitan a ser o v¨ªctimas o verdugos de su l¨®gica implacable.
La pr¨®xima Asamblea de Izquierda Unida es una oportunidad para debatir sobre problemas que tienen un denominador com¨²n formulado como pregunta: ?Qu¨¦ debe hacer la izquierda alternativa para ser un referente pol¨ªtico y social imprescindible en nuestro pa¨ªs? Para todo esto, debemos recuperar precisamente aquello que nos dota de utilidad para operar como movimiento socio-pol¨ªtico: la referencia de una organizaci¨®n s¨®lida, el compromiso decidido por una transformaci¨®n social profunda y urgente, el coraje de mirar all¨ª donde otros, por comodidad o temor, vuelven la vista e ignoran el sufrimiento de individuos o colectivos o las consecuencias futuras de nuestros actos.
La cuadratura del c¨ªrculo de una fuerza pol¨ªtica que sigue apostando por utop¨ªas concretas, por la transformaci¨®n que nos lleve a la emancipaci¨®n. Esa es la tarea de nuestra pr¨®xima asamblea. Porque para nosotros, mudar en tiempos de tribulaci¨®n, abrirnos y avanzar es una obligaci¨®n que nace del compromiso emancipador y de la generosidad a la que obliga llamarse de izquierda.
Gaspar Llamazares Trigo es coordinador general de Izquierda Unida
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