Ronaldo acaba con la parodia
Dos prodigios del brasile?o clasifican al Madrid en un partido fantasmag¨®rico que mostr¨® todo el descr¨¦dito del Roma
Dos prodigios de Ronaldo y un excelente remate de Figo clasificaron al Madrid en un partido que defini¨® todo lo que no pretende la Liga de Campeones, la competici¨®n dise?ada para consagrar el f¨²tbol, el negocio y la pasi¨®n alrededor de este juego. En el Ol¨ªmpico de Roma no hubo otra cosa que un espect¨¢culo grotesco, un partido que tuvo un aire fantasmag¨®rico. El Roma desacredit¨® su car¨¢cter de club con alguna pretensi¨®n de grandeza, al mismo tiempo que abofeteaba a la competici¨®n m¨¢s prestigiosa del mundo. Prescindi¨® de la mayor¨ªa de sus titulares, algunos de los cuales tienen fama de estrellas, y aline¨® a una desangelada colecci¨®n de suplentes. Sonaba a hueco ese equipo en el estadio vac¨ªo, una catedral del f¨²tbol convertida en un escenario deprimente. Si acaso, la triste coreograf¨ªa del partido sirvi¨® para negar la idea del f¨²tbol ajeno a la gente, reducto exclusivo de la televisi¨®n, el m¨¢rketing y los acristalados palcos de lujo. Sin el aliento de los hinchas, el f¨²tbol no es nada.
ROMA 0 - REAL MADRID 3
Roma: Pelizzoli; Mexes, Dellas, Ferrari; Cufr¨¦, Perrotta (De Martino, m. 83), Aquilani, Candela; Mancini; Delvecchio y Corvia.
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Samuel, Roberto Carlos; Beckham, Guti; Figo (Pav¨®n, m. 82), Ra¨²l, Zidane (Celades, m. 86); y Ronaldo (Owen, m. 84).
Goles: 0-1. M. 9. Ronaldo recibbe de Zidane, se interna en el ¨¢rea y bate a Pelizzoli. 0-2. M. 61. Penalti por agarr¨®n de Dellas a Ronaldo que transforma Figo. 0-3. M. 81. Figo controla en la central del ¨¢rea y marca de disparo raso.
?rbitro: Ren¨¦ Temmink (Holanda). Amonest¨® a Dellas, Zidane y Perrotta.
Unas 1.000 personas en el Ol¨ªmpico de Roma, entre directivos de ambos equipos, de la UEFA, periodistas, algunos aficionados, fuerzas de seguridad y diversos servicios del estadio.
La triste coreograf¨ªa neg¨® la ideal del f¨²tbol ajeno a la gente. Sin el aliento de lo hinchas, no es nada
Por fugaces que sean sus momentos, pocos tienen el poder de desequilibrio del ariete
Con toda su trascendencia, el partido tuvo el aire rutinario de un entrenamiento. Gan¨® el equipo que necesitaba ganar. Lo hizo frente a un rival que no sinti¨® ninguna urgencia por competir. Al Roma, que estaba fuera de la Copa de Europa, lo elimin¨® del partido su entrenador, autor de una alineaci¨®n destinada al fracaso. Nadie en el club repar¨® en la p¨¦rdida de prestigio de una instituci¨®n que se derrumba. No les falt¨® profesionalidad a sus jugadores, casi todos mediocres y sin est¨ªmulos. Un par de remates, un tiro al palo de Candela y nada m¨¢s. El Madrid se encontr¨® sin otra oposici¨®n que su propia dificultad para cerrar el partido con rapidez, defecto habitual en un equipo que tiende a complicarse la vida.
Desde el primer momento qued¨® claro que la diferencia estaba en Ronaldo. En el aire parsimonioso del encuentro, Ronaldo a?ad¨ªa el factor esencial para acabar con cualquier amago de resistencia del Roma. Peleado con el gol en el comienzo de la temporada, el astro brasile?o todav¨ªa resulta devastador en el ¨¢rea. Por fugaces que sean los momentos, Ronaldo ha recordado en los ¨²ltimos partidos que pocos tienen su poder de desequilibrio. Basta con encontrarle, aprovechar su condici¨®n de sprinter y esperar a que resuelva como el gran futbolista que es. Las tres condiciones se reunieron en el primer gol, iniciado por Ronaldo, que descarg¨® sobre Zidane y arranc¨® motores. Zidane le devolvi¨® la pelota y no hubo m¨¢s: la huracanada carrera del brasile?o no encontr¨® respuesta en el estupefacto Ferrari. El resto fue de manual, el tiro cruzado y todo eso.
El tanto tuvo la virtud de colocar al Madrid en la c¨®moda situaci¨®n que buscaba. No se vio atacado por la tensi¨®n. Por el ambiente no era posible sentirse apremiado. Se escuchaban con nitidez los gritos de los jugadores, mezclados con la algarab¨ªa radiof¨®nica que daba alg¨²n color al encuentro. El f¨²tbol ten¨ªa un aire de cierta pesadumbre, apenas respondido por la en¨¦rgica actuaci¨®n de Salgado, que juega bien o mal, pero lo hace como si cada partido fuera el ¨²ltimo de su vida. Tambi¨¦n en Roma. Salgado se olvid¨® de todas las miserias que rodeaban al duelo y recorri¨® su carril con una tenacidad envidiable. En el otro lado, Zidane volvi¨® a ofrecer se?ales de sufrimiento. Ha llegado el momento de sacarle de un puesto donde ya no puede responder. En otro tiempo, la asimetr¨ªa del Madrid, con Zidane arrancando desde el ala izquierda, ten¨ªa alg¨²n sentido por el f¨²tbol dominante del equipo. Ahora, no. Cualquier rival puede explotar una banda donde Zidane se agota y Roberto Carlos apenas da se?ales de vitalidad.
No hubo continuaci¨®n a la magn¨ªfica jugada de Ronaldo. El Madrid dedic¨® demasiado tiempo a administrar la pelota, pero sin avisar en el ¨¢rea. Con la m¨ªnima calidad disponible -sin Totti, Cassano y compa?¨ªa-, el Roma se encontr¨® con menos dificultades de las previstas. Casi sin forzar las cosas, produjo alguna ocasi¨®n: un tiro libre de Candela que se estrell¨® en el larguero, alg¨²n remate de media distancia. Todo sin un gramo de f¨²tbol. El Madrid corr¨ªa el riesgo de meterse en un charco frente a un adversario inexistente. No tuvo problemas porque Ronaldo se encarg¨® personalmente de evitarlos. Una jugada extraordinaria, con regates, giros, todo aquello que le hizo el mejor de su ¨¦poca, termin¨® con el derribo de Ronaldo en el ¨¢rea. Figo anot¨® el penalti y se acab¨® la historia. Por si acaso, Figo volvi¨® a marcar, como le suele ocurrir en Roma, donde ha ofrecido grandes actuaciones y alg¨²n gol memorable. ?ste, el tercero del Madrid, podr¨ªa figurar entre ellos si el partido hubiera sido otro: en el Ol¨ªmpico atestado de tiffosi, frente al Roma que una vez pretendi¨® la grandeza, en un encuentro decisivo para los dos equipos. Pero no. Fue un gran gol que no transmiti¨® ninguna emoci¨®n. No era posible.
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