Pupitres de colores
"?A vosotros os preocupa la p¨¦rdida de la excelencia?". Me contestaron con una lluvia de mendrugos de pan; uno de ellos me golpe¨® en una ceja, y no me la parti¨® porque estaba tierno. Sucedi¨® durante un almuerzo con varios profesores de institutos p¨²blicos catalanes. La pregunta son¨® a provocaci¨®n y, en ese momento, no ten¨ªan tizas a mano. A estos maestros, la b¨²squeda de la "excelencia", que tanto preocupa a la OCDE, les trae sin cuidado. Ellos est¨¢n demasiado ocupados en ense?ar a leer a adolescentes y en intentar que alguno de sus alumnos acabe la formaci¨®n profesional. Pasan las horas intentando que los jefes de las pandillas vayan a clase y que los alumnos dejen de fumar en el aula. Educan sin ayuda de las familias y buscan clases de refuerzo para los inmigrantes reci¨¦n llegados. En el recreo rellenan formularios, implorando m¨¢s recursos. Joan, que a¨²n no est¨¢ quemado y hace m¨¢s de lo que puede en un centro barcelon¨¦s de Ciutat Vella, aporta un dato para la "excelencia": "El a?o pasado, de mi instituto s¨®lo una ni?a fue a la universidad".
Los profesores pasan las horas intentando que los jefes de las pandillas vayan a clase y que los alumnos dejen de fumar en el aula
La OCDE, uno de esos organismos globales con cientos de comit¨¦s y miles de funcionarios dedicados a hacer estad¨ªsticas y editar publicaciones, acaba de sentenciar que, en lo que respecta a educaci¨®n primaria y secundaria, Espa?a est¨¢ en el pelot¨®n de los torpes, muy por debajo de la media de los 30 pa¨ªses miembros. Nuestros j¨®venes no entienden lo que leen, son flojos en ciencia y malos en matem¨¢ticas. Los chicos m¨¢s "excelentes" son los de Finlandia, un pa¨ªs peque?o con mucho hielo, pocos estudiantes, profesores respetados y un sistema de educaci¨®n que prima la igualdad. Tambi¨¦n es la naci¨®n con menos inmigrantes de Europa.
Pere, que ense?a matem¨¢ticas, propone cambiar las estad¨ªsticas mejorando la base, ampliando los conocimientos m¨ªnimos. Advierte contra la tentaci¨®n de subir la media por arriba, por los que m¨¢s tienen y saben: "Se trata de conseguir que todos aprendan, de no excluir a nadie. Con pol¨ªticas como aquella de los itinerarios del PP, s¨®lo los mejores mejoran, y los de abajo se quedan fuera del sistema". Para demostr¨¢rmelo, me presenta a Ahmed, paquistan¨ª. Tiene 14 a?os, habla urdu y chapurrea un catal¨¢n reci¨¦n aprendido. Le pone dos o tres ecuaciones. El ni?o saca un l¨¢piz y las resuelve en un periquete. "Es list¨ªsimo. En su pa¨ªs estaba escolarizado, pero aqu¨ª, como le cuesta entender, se pasa la mayor¨ªa de las clases molestando. Necesitar¨ªa el doble de horas de refuerzo". Fuera del bar, a Ahmed le esperan tres amigos de distintos colores. En su instituto, la mayor¨ªa de los estudiantes nacieron en alg¨²n pa¨ªs que no pertenece a la OCDE y, por lo tanto, ni siquiera tiene media. Lo mismo que el 12% de los habitantes de Barcelona. "Lo raro es encontrar ni?os catalanes. Las familias que pueden pagar algo, los llevan a colegios religiosos concertados. Los emigrantes bien instalados aprenden r¨¢pido; algunos, antes de sacar a los chicos, me vienen a pedir excusas y me cuentan que quieren que tengan las mismas oportunidades que los nuestros". Y en ese momento, como si quisieran darle la raz¨®n, un grupo de ni?as chinas, vistiendo uniforme de cuadros escoceses y lazos azules en las coletas, cruza la calle en fila india, camino de las monjas.
Muchos de esos estudiantes, hijos de las nuevas clases bajas, no aspiran a nada. No creen que ellos tambi¨¦n pueden. Se parecen a las ni?as de antes, de cuando s¨®lo los chicos hac¨ªan ciencias y a ninguna mujer se le supon¨ªan capacidades matem¨¢ticas o cient¨ªficas. "Te esfuerzas por convencerles, por conseguir que estudien, y ellos te sueltan: '?Venga profa!, ?para qu¨¦ nos van a servir todos esos cuentos de los antiguos?". Manuela lleva dos bajas por depresi¨®n y ense?a historia en un barrio dif¨ªcil de Lleida, en un instituto donde el principal objetivo es que los estudiantes vayan a clase, que ocupen sus pupitres. La abstenci¨®n es de las m¨¢s altas de Catalu?a. Cada seis meses, harta de aguantar bromas pesadas, cansada de explicar a los padres que la educaci¨®n es obligatoria, se propone pedir el traslado, pero entonces aparece un ni?o o una ni?a que le mira atentamente, que le escucha. Y se queda un curso m¨¢s. De las ¨²ltimas cifras, Manuela se queda con un dato que contradice siglos de pensamiento: las chicas islandesas sacan una media en matem¨¢ticas m¨¢s alta que la de sus compa?eros. "Quiz¨¢ estos chicos tambi¨¦n cambien y consigan burlar la estad¨ªstica, pero hay que dedicar mucho dinero; ¨¦stos vienen de muy abajo". En la ense?anza secundaria Espa?a gasta 5.385 d¨®lares por estudiante, mientras que la media de la OCDE se eleva a 6.821 d¨®lares.
Se levantan voces que alertan de la necesidad de subir el list¨®n para no quedarnos atr¨¢s. Las voces, cuyos hijos suelen ir a colegios privados o concertados, apostillan: "Vamos a perder la carrera de la competitividad". En los institutos de algunos barrios de Catalu?a, me dicen los lanzadores de tiza, ya hace tiempo que la perdieron y est¨¢n intentando recuperarla. Pero resulta que se les hace dif¨ªcil, que necesitan m¨¢s recursos que nadie, porque en esos institutos se concentran las desigualdades. All¨ª se re¨²nen los hijos de los reci¨¦n llegados y los de las familias con menos posibles y m¨¢s problemas; los marginados de la globalizaci¨®n. De ellos, s¨®lo el 20% proseguir¨¢n sus estudios; la mayor¨ªa en centros de formaci¨®n profesional y unos pocos en la universidad. En el otro lado de la realidad est¨¢n los institutos de los barrios altos y los colegios concertados o privados. Casi el 80% de sus ni?os seguir¨¢n estudios y contribuir¨¢n a mantener el perfil del universitario catal¨¢n: blanco, de clase media y con padres que han cursado estudios superiores. Y estudiar¨¢ gratis, en universidades p¨²blicas.
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