El camale¨®n
Guti se fue a Roma, mont¨® su garita en el cruce del medio centro y se puso a ganar el partido sin conceder ni una sola ventaja. Decidido a defender su suerte minuto a minuto y cent¨ªmetro a cent¨ªmetro, volvi¨® a interpretar el doble papel de cart¨®grafo y marcapasos. Mont¨® el tel¨¦metro, cuadricul¨® la explanada del Estadio Ol¨ªmpico, valor¨® una a una todas las piezas del equipo, puso en marcha el metr¨®nomo, calcul¨® la velocidad ideal de la maniobra y tom¨® una decisi¨®n: hab¨ªa que esconder la pelota y llevar al ¨¢nimo del equipo contrario la sugesti¨®n de que estaba persiguiendo un pu?ado de humo. En resumen, convencerle de que la opci¨®n m¨¢s sensata era reservarse para el campeonato italiano.
Ante un empe?o tan in¨²til, el enemigo preferir¨ªa desistir.
Como de costumbre, la campa?a hab¨ªa empezado bajo m¨ªnimos para Guti. De nuevo segu¨ªa atrapado en una paradoja: le confinaban en el banquillo, al cuarto bostezo era llamado urgentemente a filas para suplir a alguno de los grandes especialistas, demostraba ser tan bueno como el mejor, y al final del torneo perd¨ªa su puesto y volv¨ªa a la reserva, dolorido como un galeote. Varias temporadas despu¨¦s de soportar esa maldici¨®n, prisionero de la rueda de la fortuna, lleg¨® a ser, por turno rotatorio, media punta, segundo centrocampista, volante ocasional y goleador del equipo: cinco o seis jugadores en uno.
Cierto d¨ªa, la ausencia de Makelele, un jugador de perfil bajo y rendimiento alto, priv¨® al equipo de una de las cualidades m¨¢s apreciadas por los economistas y los entrenadores: la estabilidad. Seg¨²n los expertos, su sustituci¨®n s¨®lo ser¨ªa posible si el club se compromet¨ªa con un fuerte desembolso. Beckham, limitado por su toque largo y por sus propios apagones, se revel¨® incapaz de solventar el caso. Entonces movilizaron una vez m¨¢s al eterno comod¨ªn.
S¨®lo quienes siguieron con asiduidad su etapa juvenil recuerdan la m¨¢s genuina de sus im¨¢genes de futbolista. Fuese por predisposici¨®n natural o por influjo de la escuela de Fernando Redondo, ah¨ª estaba ¨¦l, firmemente plantado en el pedestal de la medialuna. Como buen zurdo, ya mostraba entonces la asimetr¨ªa de los esgrimistas de guardia invertida y disfrutaba de la llamativa capacidad de sorpresa que siempre tuvieron los deportistas zocatos, esos seres complementarios que siempre toman la decisi¨®n opuesta desde sus mundos paralelos.
Apostado en el n¨²cleo del equipo, ahora es sencillamente el fulcro: el punto de apoyo, el espejo que devuelve la pelota a la velocidad de la luz; un socio, un amigo y un confidente. Por exigencias del m¨¢s terco de los destinos nos ha brindado otro alarde de mimetismo y de cintura.
Como no puede ser le¨®n, se ha hecho camale¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.