La criada de Borges
Epifan¨ªa Uveda fue la empleada dom¨¦stica del escritor argentino durante cerca de cuatro d¨¦cadas. Vivi¨® en su casa, le asisti¨® en su ceguera y conoci¨® la relaci¨®n con su madre y con Mar¨ªa Kodama, su viuda. A los 82 a?os ha escrito un libro donde lo cuenta todo.
Epifan¨ªa, 'Fanny', avanza a paso lento, se detiene ante un retrato, levanta su bast¨®n y apunta al centro de la imagen, como si estuviese acariciando el cuadro con un dedo largo y fantasmal.
"?Le conoce?", pregunta.
Est¨¢ de pie en la cocina de su casa, con suelo de cemento y cielo raso de chapa, en el que cuelgan los banderines del Boca -el equipo de f¨²tbol m¨¢s popular de Argentina- y un cuadro de Jorge Luis Borges.
"?Le conoce?", insiste. Mira con ojos vivos y peque?os; algo en ella parece estar riendo a carcajadas. "Porque yo le conozco bastante".
Fanny es, en realidad, Epifan¨ªa Uveda de Robledo: una mujer que hoy tiene 82 a?os, una artosis leve, una hija, un nieto, cuatro bisnietos, tres perros, dos gatos y una casa pobre en un barrio pobre, pero que alguna vez tuvo una juventud dorada. Cuando Fanny estaba en sus treinta y tantos -plena d¨¦cada de los cincuenta- entr¨® de empleada dom¨¦stica en la casa del escritor Jorge Luis Borges. Vivi¨® con ¨¦l y con su madre, Leonor Acevedo de Borges, durante casi 40 a?os; se transform¨® en la mujer de confianza de la casa, y conoci¨® la escala humana de un hombre que, visto de lejos, parec¨ªa hecho para comerse el mundo.
Borges marc¨® un surco en el universo intelectual de la segunda mitad del siglo XX, y, sin embargo, Fanny no se entera. Para ella -que jam¨¢s ley¨® un solo libro y que nunca supo qu¨¦ cuernos era el "Premio Nobel" que "el se?or" perd¨ªa una y otra vez-, Borges es y era, simplemente, Georgie: un tipo caprichoso y bueno que se fue quedando paulatinamente ciego.
"Cuando yo le conoc¨ª le hab¨ªan hecho siete operaciones de retina para que no se quedara ciego del todo. Y al final ¨¦l me explic¨® que le hab¨ªa quedado un puntito para ver. ?Un puntito! ?l ve¨ªa muy pocas cosas, como mi vestido. Cuando ¨¦l dec¨ªa: 'Usted tiene el de cuello blanco', era cierto. S¨®lo eso llegaba a ver. M¨¢s, no".
Fanny habla a contrapelo, como si cada palabra tuviese que cumplir un largo tr¨¢mite antes de sonar. Tiene una voz de gato ronroneante y viejo, y tiene tambi¨¦n un cuerpo que se ha quedado en los huesos. En las fotos antiguas, tomadas en la casa de Borges, Fanny es una mujer distinta: luce un uniforme de puntillas blancas, un f¨ªsico abundante en carnes y un cabello furiosamente negro y peinado hacia atr¨¢s. Cuando empez¨® a trabajar con los Borges ten¨ªa dos trenzas largas enroscadas sobre la cabeza. "C¨®rteselas", orden¨® la se?ora Leonor apenas la vio, "as¨ª no pierde el tiempo pein¨¢ndose".
La casa de los Borges era un apartamento de 70 metros cuadrados distribuidos entre un sal¨®n-comedor, dos dormitorios, una cocina y una habitaci¨®n de servicio. En esa patria chica gobernaba Leonor: una mujer con car¨¢cter de acero y, probablemente, la ¨²nica dama a la que Borges am¨® con locura. Salvo por dos a?os y medio, en los que se cas¨® y abandon¨® el nido, Borges fue para su madre un perro fiel. Permit¨ªa que ella le escogiera la ropa, que le leyera los textos y que fuera su asistente literaria durante el d¨ªa.
Pero eso es lo de menos.
Borges, quien siempre se jact¨® p¨²blicamente de su ate¨ªsmo, rezaba con Leonor todas las noches.
"?l siempre dec¨ªa, muy orgulloso, que no cre¨ªa en Dios ni en ninguna de todas esas cosas. ?Pero ¨¦l rezaba el padrenuestro con su madre antes de irse a dormir! Y cuando la madre muri¨®, ¨ªbamos a verla al cementerio de Recoleta todos los fines de semana. ?l entraba en la b¨®veda, y cuando nadie miraba se arrodillaba, se persignaba y se pon¨ªa a rezar".
Leonor muri¨® a los 99 a?os, y hasta el ¨²ltimo minuto fue una anciana feroz. Fue Leonor quien, junto a su hija Norah Borges, decidi¨® que era hora de casar a Georgie. La elegida fue Elsa Helena Astete Mill¨¢n, una novia de juventud de Borges que 40 a?os despu¨¦s, tras haber enviudado, regres¨® sin mucha gloria a la vida del escritor. Leonor intuy¨® que Elsa, a sus 57, pod¨ªa ser la compa?¨ªa indicada para su hijo sesent¨®n. "Cuando yo me muera, ¨¦sta s¨ª que lo va a saber cuidar bien", recuerda Fanny que pensaba Leonor. Se casaron civilmente el 4 de agosto de 1967.
"Leonor y Norah hab¨ªan arreglado todo", recuerda Fanny. "Hab¨ªan comprado los muebles, el apartamento. La habitaci¨®n matrimonial era grande y bonita, pero el se?or, apenas entr¨®, le dijo a la se?ora Leonor: 'Yo quiero mi cama para m¨ª solo'. Y bueno, hubo que hacerle a ¨¦l una habitaci¨®n con su cama y sus cosas. Porque, para Georgie, su cama era sa-gra-da. Si hasta despu¨¦s, cuando se iba de viaje con Mar¨ªa Kodama, ¨¦l siempre ped¨ªa una habitaci¨®n aparte. As¨ª que Leonor le explic¨® a Elsa: 'Georgie no quiere cama de matrimonio'. Y ella le dijo que no le importaba, que sab¨ªa c¨®mo atraer a los hombres a la cama".
Los afeites de Elsa no funcionaron ni en los comienzos. La noche de bodas hab¨ªa sido organizada en un fin¨ªsimo hotel de nombre Dor¨¢.
-Yo al Dor¨¢ no voy -dijo Borges.
-Georgie -insisti¨® Leonor-, ten¨¦s que ir a pasar la noche con tu esposa.
-Yo ah¨ª no voy.
La historia termin¨® con do?a Leonor acompa?ando a Elsa a la parada del autob¨²s, mientras Georgie pasaba la noche de bodas en la tierna matriz de su colch¨®n de soltero. El ¨²ltimo cap¨ªtulo del cuento se dio casi tres a?os despu¨¦s, cuando la portada de As¨ª -una importante revista de actualidad de la ¨¦poca- anunciaba el divorcio de Borges con el t¨ªtulo "Candidato argentino al Premio Nobel no fue capaz de soportar a su esposa".
"Aguant¨® dos a?os y medio. Para m¨ª, mejor. Ella no lo vest¨ªa bien. Yo siempre le dejaba la ropa preparada sobre la cama, pero Elsa le abr¨ªa el armario y le dec¨ªa: 'V¨ªstase solo'. ?C¨®mo iba a vestirse solo si era ciego! A veces aparec¨ªa con un zapato de un color y otro de otro, la ropa rota o sucia? Hasta que un d¨ªa Georgie se cans¨®. Sali¨® a pasear con un amigo suyo y no volvi¨® m¨¢s. Me acuerdo de que lleg¨® la se?ora Elsa muy alterada a la casa, gritando contra el se?or Borges. '?Me dijo que volv¨ªa a la noche, que le preparara un puchero para cenar, y resulta que despu¨¦s me llam¨® su abogado para decirme que quer¨ªa separarse! ?Es un cobarde!', dec¨ªa. La se?ora Leonor trataba de calmarla, aunque estaba feliz de volver a tener a Georgie en casa".
Con el regreso de Borges, la vida familiar recuper¨® su pulso: por el apartamento reaparecieron los periodistas y los amigos de siempre. Era tarea de Fanny recibirlos a todos y, una vez que se marcharan, contarle a Borges c¨®mo se ve¨ªan f¨ªsicamente. "Siempre ven¨ªa gente a conocerle, y ¨¦l los recib¨ªa a todos. Una vez vinieron unas chicas, se sentaron con ¨¦l y charlaron largo rato, y el se?or se pas¨® un tiempo muy bonito con ellas. Cuando se fueron me pregunta: '?C¨®mo eran?', y yo le digo: 'Bueno, eran as¨ª, as¨¢, eran negritas?'. La cara del se?or se transform¨®. '?C¨®mo las dej¨® entrar!', me dijo. Yo nunca entend¨ª por qu¨¦ ten¨ªa esa actitud con los negritos".
?Y qu¨¦ opinaba Borges de la pobreza? "A ¨¦l no le preocupaba nada de eso, ¨¦l plata ten¨ªa. ?Si hasta los taxistas le estafaban porque ¨¦l les daba la billetera para que se cobraran! Era tan ingenuo, yo siempre dije que era como un beb¨¦ grande. Todas las noches, cuando llegaba, iba a su habitaci¨®n, se pon¨ªa el pijama y estiraba la mano para que yo le diera caramelos. Le pon¨ªa dos caramelos todas las noches, y un pa?uelo perfumado con colonia arriba de la almohada. Eran ma?as de beb¨¦, y eso que ya ten¨ªa como 70 a?os".
?Y Leonor tambi¨¦n era despreocupada con el dinero? "?No! Ella sab¨ªa ser de esas gentes antiguas, que ahorraban, y ahorraban, y? Y yo ve¨ªa a la se?ora que iba a un banco y de ah¨ª sacaba o pon¨ªa, iba a otro banco y de ah¨ª sacaba o pon¨ªa. El se?or Borges ten¨ªa por costumbre guardar el dinero entre las p¨¢ginas de los libros. Cada vez que necesitaba, me ped¨ªa y yo se lo daba. El libro m¨¢s grande, en el que guardaba m¨¢s dinero, ten¨ªa en la tapa un relieve con un camello. As¨ª que, a medida que el dinero se iba gastando y hab¨ªa que ir al banco a buscar, el se?or me dec¨ªa: 'Fanny, tenemos que ir a darle de comer al camello".
Fanny naci¨® en Colonia Romero, uno de los tantos pueblos pobres de Corrientes, una de las tantas provincias pobres de Argentina. Nunca conoci¨® a su padre ni a sus hermanos, porque su madre la dio en adopci¨®n apenas pari¨®. Ya en sus veintitantos, una amiga le cont¨® que en Buenos Aires la vida les sonre¨ªa a los hambrientos, y Fanny viaj¨®. Empez¨® a trabajar en la casa de un matrimonio de alcurnia, y, cuando ambos murieron, ella fue a casa de los Borges. Para entonces, Fanny ya estaba casada, encinta y a punto de ser viuda.
Durante casi cuatro d¨¦cadas, Fanny pudo trabajar y criar a su hija, Estela: una mujer que ahora est¨¢ gorda, morena y estruendosamente alegre, y que cuida a su vieja madre como si fuera un rub¨ª. Ambas viven en una casa peque?a y de paredes desconchadas. El centro del hogar es la cocina: un espacio de tres metros cuadrados adornado con recuerdos del Boca Juniors y escoltado, en una esquina, por el cuadro de Borges. En realidad, ni siquiera es un cuadro: es un marco de madera sin cristal, con un papel ajado en el que se ve a Borges, sentado y solo, mirando hacia alg¨²n punto fuera de este mundo.
Ese retrato colgaba en la pared del domitorio de Leonor. Antes de morir le dej¨® a Fanny este regalo, pero el cuadro dur¨® poco. En los d¨ªas previos a que Borges muriera en Suiza, los abogados de Mar¨ªa Kodama le quitaron el cuadro a Fanny y lo rompieron para ver si dentro hab¨ªa dinero.
No hab¨ªa.
Desde entonces, Fanny no pudo reunir los 60 pesos (16 euros) para reparar el cristal.
Mar¨ªa Kodama conoci¨® a Borges cuando ella era una joven estudiante de Letras, descendiente de una familia de Jap¨®n. Lleg¨® a la casa como llegaba tanta gente, y con la intenci¨®n de conocer al escritor. Una tarde, Kodama se qued¨® conversando con su madre.
-?Usted est¨¢ enamorada de Georgie? -pregunt¨® Leonor.
-No? Yo estoy enamorada de la literatura de Borges, pero no del hombre -respondi¨® Kodama, desconcertada.
Apenas se retir¨® la visita, Leonor hizo un rictus de horror y, como en los culebrones de la tarde, dijo en voz alta y para sus adentros: "Esta piel amarilla se va a quedar con todo".
Kodama se transform¨® lentamente en la dama de compa?¨ªa de Borges. Empez¨® a asistirlo en Buenos Aires y en los viajes, mientras que Leonor y Fanny segu¨ªan los movimientos como si fuera una partida de p¨®quer. En esos tiempos, las luchas de poder entre mujeres empezaron a librarse en los peque?os detalles. A Fanny le divierte recordar uno de ellos.
"En una oportunidad, ¨¦l se iba de viaje con Mar¨ªa a Par¨ªs, creo. Como siempre, yo le entregaba a Mar¨ªa el pasaporte y el paquete con los d¨®lares. Cuando llegaron al aeropuerto para tomar el avi¨®n se dieron cuenta de que el pasaporte que yo les hab¨ªa dado era el de la madre. Me hab¨ªa confundido, porque siempre ten¨ªa los dos juntos. El se?or me llam¨® por tel¨¦fono y me dijo: 'T¨®mese un taxi y venga a traerme el pasaporte'. 'No', le respond¨ª. Y no fui. Perdieron el avi¨®n. A la noche, cuando el se?or volvi¨® a casa, estaba furioso, y me dijo: 'Usted no tiene perd¨®n de Dios'. Yo le contest¨¦: '?Y usted c¨®mo puede decir eso si no cree en Dios?".
Fanny tiene una mirada socarrona y torcida, rara mezcla de fragilidad y bravura. Durante d¨¦cadas, ella fue una segunda madre para Borges, pero la llegada de Kodama la desplaz¨®. Apenas muri¨® Leonor, la relaci¨®n de pareja se estrech¨® de una manera extra?a. A finales de 1985, Borges se fue a vivir inesperadamente a Europa y dej¨® a Fanny al cuidado de su casa.
"Me acuerdo de esa tarde en la que ¨¦l se iba, que me dijo: 'Fanny, no me quiero ir, no me quiero ir'. ?l lloraba agarrado de la cama. Estaba muy enfermo y dec¨ªa que no quer¨ªa morirse en otro pa¨ªs. 'Mis u?as y mis dientes se van a quedar aqu¨ª', me dec¨ªa siempre. En realidad?, las u?as puede ser, pero los dientes no porque eran postizos. Y yo le dec¨ªa: 'Pero qu¨¦dese, si los m¨¦dicos le dicen que es mejor que no viaje'. Pero ¨¦l me mir¨®, me dijo 'adi¨®s, Fanny' y se fue temblando".
Hasta 1979, el testamento de Borges dejaba como heredera universal de sus bienes a su hermana Norah y a sus sobrinos, y nombraba a Fanny como depositaria de la mitad del dinero colocado en cuentas del pa¨ªs o del exterior (la otra mitad era para Kodama). Pero a los 86 a?os, a menos de una semana de partir hacia Europa y a casi medio a?o de morir, Borges modific¨® todo su testamento y dej¨® como heredera universal de todos sus bienes a Mar¨ªa Kodama. ?se no fue el ¨²nico cambio: acorralado por una enfermedad terminal, Borges reemplaz¨® a sus m¨¦dicos de cabecera, suplant¨® a sus albaceas testamentarios, olvid¨® a sus parientes y amigos de toda la vida, se cas¨® con Kodama y dej¨® por escrito su supuesta voluntad de que Fanny fuera despedida y echada de la casa.
El 22 de abril de 1986 -cuatro d¨ªas antes del casamiento con Kodama y casi dos meses antes de la muerte de Borges-, un abogado de Kodama y apoderado de Borges lleg¨® al apartamento con la misi¨®n de retirar todas las pertenencias del escritor y despedir a Fanny. "Lo primero que me dijo fue: '?D¨®nde est¨¢n los libros del se?or?'. Yo le mostr¨¦ la pieza, y ah¨ª me dijo: 'El se?or dijo que en los libros tiene plata y monedas de oro'. 'No, el se?or no le dijo eso. Lo dijo Mar¨ªa'. Yo le expliqu¨¦ todo. 'En este estante est¨¢n los pesos, en el de abajo est¨¢n los d¨®lares'. '?Y c¨®mo me llevo todo esto?', me dice ¨¦l. Entonces yo le di una de esas bolsitas de mercado, y empez¨® a llenarla toda. '?Y las monedas?', me dice. Yo se las se?alo: en un rinc¨®n. Eran unas monedas de oro: cuando cumpli¨® los 80 le regalaron 80 monedas. Y ¨¦l las hab¨ªa guardado. El abogado carg¨® todo y se fue".
Por v¨ªas legales, Kodama le pidi¨® a Fanny que devolviera todo lo que supuestamente hab¨ªa comprado con dinero de Borges, entre otras cosas una cocina, cacerolas, papel higi¨¦nico, una plancha el¨¦ctrica y un reloj de pared. Fanny se fue a vivir a La Boca con la ayuda econ¨®mica de los amigos y admiradores de Borges, y principalmente de Alejandro Vaccaro, presidente de la Asociaci¨®n Borgeana de Buenos Aires y el mayor coleccionista de objetos del escritor que hay en el mundo.
Vaccaro le dio casa y comida durante 10 a?os, y a lo largo de esa d¨¦cada trabaron una amistad. Durante los ¨²ltimos dos a?os se dedicaron a charlar sobre Borges: el resultado de esos di¨¢logos est¨¢ en el libro El se?or Borges. "Lo que m¨¢s me sorprendi¨® de Fanny es que dec¨ªa la verdad", explica Vaccaro, coautor del libro junto con Fanny. "Pude chequear sus dichos con varias fuentes y tambi¨¦n con papeles, y en ella no hay segundas intenciones. Me pareci¨® interesante su relato porque en ¨¦l queda ratificada la condici¨®n de ser literario de Borges. Adem¨¢s me llam¨® la atenci¨®n el esp¨ªritu franciscano de Fanny. Asisti¨® a una de las figuras m¨¢s importantes del siglo XX, pero ella necesita muy poco para vivir. Es gracioso, porque el abogado de Kodama dice que ella vive en una mansi¨®n".
El abogado de Kodama se llama Osvaldo Vidaurre, y es tambi¨¦n el albacea testamentario de Jorge Luis Borges. Seg¨²n Vidaurre, todo lo que Fanny dice -tanto en este reportaje como en el libro- form¨® parte de una demanda judicial hecha por Fanny por nulidad de testamento, hace ya varios a?os. "Ese juicio ya fue fallado a nuestro favor", argumenta Vidaurre. "La conclusi¨®n fue que el se?or Borges, en sus ¨²ltimos d¨ªas, cuando tom¨® las medidas legales que tom¨®, estaba en pleno uso de sus facultades. Es decir, que las acusaciones de Uveda no tienen lugar".
Uveda asegura que hasta rompieron un retrato para retirar dinero. ?Fue as¨ª? "Eso es un invento. El se?or Borges me hab¨ªa dado un poder para vaciar su apartamento porque se hab¨ªa comprado otro en Buenos Aires y se iba a mudar. Se le dijo a Uveda que la casa deb¨ªa quedar vac¨ªa en 15 d¨ªas, previa notificaci¨®n a m¨ª, para que yo acudiera a verificar qu¨¦ se llevaba. Ella opt¨® por irse por su cuenta sin avisarnos; entonces, desconocemos lo que se pudo haber llevado en su momento.
Uveda, le aclaro, dice que hasta le pidieron cuentas del papel higi¨¦nico. "?Mire si con un Borges de por medio vamos a estar tratando ese tema! ?Eso es rid¨ªculo! Ese libro no lo he le¨ªdo, y menos mi clienta, la se?ora Kodama. No sabemos si la se?ora Uveda sac¨® este libro por una cuesti¨®n de venganza, o de pasiones, o de lo que fuere. Yo tiendo a pensar que lo sac¨® porque se vende".
El argumento de que el libro "se vende" apareci¨® en varios medios porte?os, e hizo temblar de miedo a Fanny. "A ver si encima me secuestran", pens¨®, y poco despu¨¦s -hace dos meses- abandon¨® La Boca y se fue a vivir con su hija a Burzaco, un barrio obrero del Gran Buenos Aires. All¨ª, sin otro miedo que el de caerse de bruces sobre la calle, Fanny vive la vida so?ada. Desde que tiene memoria, se acost¨® a las nueve de la noche y se levant¨® a las cuatro de la madrugada para servir en corral ajeno. Pero ahora, sin patr¨®n y por primera vez en su historia, hace lo que le viene en gana. No prepara un solo plato de comida (ni hambre tiene), no cose una sola prenda (ni ganas tiene), y duerme como si cada noche, con el camis¨®n puesto, alguien le descargara un palazo en la nuca.
-Y cuando digo dormir es dormir, eh. Yo me acuesto, digo "me voy a dormir" y ya me olvid¨¦ del mundo. Para m¨ª no existe la noche. Yo duermo, duermo? Qu¨¦ cosa m¨¢s linda que es.
-?Nunca so?¨® con Borges?
-So?¨¦ una vez que me lo encontraba al se?or, y que le gritaba: "?Usted no tiene perd¨®n de Dios por lo que me hicieron!". "Pero Fanny", me dec¨ªa ¨¦l, "nadie te toc¨® nada de ac¨¢, est¨¢n tus plantas". Porque a m¨ª siempre me gustaron las plantas.
-?Y le gustar¨ªa ir a verlo al cementerio de Ginebra?
-S¨ª¨ª¨ª. Me ofrecieron una vez de una revista para ir a verlo, pero no fui. El director me mand¨® decir que me mandaba dinero para el viaje, para todo. Y yo: no, no, no.
-?Por qu¨¦?
-?Porque tengo miedo al avi¨®n! Yo prefiero quedarme ac¨¢ y dormir. Qu¨¦ lindo es dormir.
Son las siete de la tarde y el "qu¨¦ lindo es dormir" es la forma que encontr¨® Fanny para barrernos de su casa. El ¨²ltimo sol se estira como una lengua muerta sobre la calle de tierra, suena una cumbia lejana.
'El se?or Borges', de Epifan¨ªa Uveda y Alejandro Vaccaro, publicado por Edhasa, saldr¨¢ a la venta el mes de enero de 2005.
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