Los ¨¢nsares de Do?ana (2)
Se puede llegar hasta aqu¨ª por autov¨ªa desde cualquier rinc¨®n del Viejo Continente. Pero s¨®lo hasta aqu¨ª. S¨®lo hasta Almonte. Los deseosos de recorrer con prisa la poca distancia que les separa de su destino -El Roc¨ªo o Matalasca?as- se encuentran de repente con una carretera convencional y la velocidad limitada a 90 kil¨®metros por hora. Cabe suponer que los que hacen el trayecto por vez primera experimentan, ante tal contratiempo, cierta extra?eza cuando no rabia. ?Por qu¨¦ no sigue la autov¨ªa? La respuesta se llama, en primer lugar, Francisco Bella, alcalde socialista de Almonte, quien, pese a todas las presiones, que son m¨²ltiples, sigue neg¨¢ndose a que se desdoble la carretera. ?La raz¨®n? Sencillamente, contribuir a salvar, en lo que se pueda, Do?ana, y, en primer lugar, el lince ib¨¦rico, que, cada vez m¨¢s amenazado, transita por estos aleda?os en condiciones ya extremadamente precarias (m¨¢s precarias que nunca debido a la malhadada apertura del llamado, eufemisticamente, "camino agr¨ªcola" entre El Roc¨ªo y Matalasca?as, convertido, seg¨²n parece, en pista de alocadas carreras de coche por los ni?atos de la comarca).
El hecho de que no se haya efectuado tal desdoblamiento es uno de los gestos ecol¨®gicos m¨¢s animadores de la Europa contempor¨¢nea, y convierte al Ayuntamiento de Almonte en obligado punto de referencia en cualquier debate internacional sobre asuntos medioambientales.
Francisco Bella y su equipo, muy conscientes de que hay que encontrar la forma de hacer compatibles la conservaci¨®n del entorno y el progreso ec¨®nomico -si no, la lucha se perder¨¢-, saben que la clave est¨¢ en la concienciaci¨®n del p¨²blico. En este sentido ning¨²n lugar m¨¢s amenamente "did¨¢ctico" que La Madre de las Marismas, situada casi en la puerta aconchada del templo de la Blanca Paloma, que ofrece a los que visitan El Roc¨ªo una fiesta ornitol¨®gica ins¨®lita. El fin de semana pasado se reun¨ªan en este hermoso paraje -integrado, seg¨²n se?alan unas pancartas modestas, en el Parque Nacional de Do?a?a- un llamativo cohorte de flamencos, miles de patos de distintas especies, numerosos lim¨ªcolos y, muy cerca de la orilla, un grupo de moritos, con plumaje de azabache, cuyo aspecto hier¨¢tico, e inconfundible condici¨®n de ibis, evocaban las salas egipcias del Museo Brit¨¢nico.
Los inquilinos m¨¢s llamativos de Do?ana, con todo, siguen siendo los ¨¢nsares comunes, m¨¢xime cuando, al amanecer, vuelan en bandadas desde las marismas a las dunas que bordean el Atl¨¢ntico en busca de los granitos de cuarzo, guardados en la arena, que necesitan para su digesti¨®n. Mientras contemplamos impresionados el espect¨¢culo el alcalde nos habla otra vez de los peligros que ciernen sobre el Coto, entre ellos los desmanes que se cometen en sus alrededores, m¨¢s arriba, y que inciden fatalmente sobre la salud de la reserva. ?Se proceder¨¢ al dragado del Guadalquivir, proyecto considerado como nefasto por los ecologistas? ?Se intentar¨¢ reducir la poblaci¨®n europa de ¨¢nsares, que ha crecido de manera vertiginosa? ?Qu¨¦ medidas se est¨¢n tomando en los pa¨ªses donde anidan? ?Qu¨¦ dicen al respecto en Islandia?
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