Natural
"S?", ESCRIBE W. G. Sebald en Del natural (Anagrama), "parece como si en las obras de arte / los hombres se respetaran como hermanos / y uno a otro se levantaran monumentos / all¨ª donde sus caminos se cruzaban". Se refiere el malogrado escritor germano-brit¨¢nico, en el que quiz¨¢ fuese su primer libro, al que calific¨® como "poema rudimentario", a la amistad entre los pintores Mathis Gr¨¹newald (hacia 1470/1480-1528) y Hans Holbein el Joven (1497/1498-1543), donde glosa la atribulada vida del primero, cuyo sombr¨ªo rastro ¨¦l se encarga de espabilar con la f¨¦rtil luz de su imaginaci¨®n. Lo poco que sabemos sobre Gr¨¹newald se lo debemos a Sandrart, en cuya Teutsche Akademie (1675) redacta la biograf¨ªa de este extra?o pintor, incluido el error de haberle cambiado su nombre verdadero, que era Matthias Gothardt o Neihardt, por el que despu¨¦s se hizo c¨¦lebre. Habiendo alcanzado la prebenda de ser pintor de c¨¢mara del arzobispado de Maguncia, Gr¨¹newald goz¨® de cierto prestigio, que, no obstante, cay¨® en picado al consagrarse a la causa luterana, lo que le oblig¨® a dejar la profesi¨®n y a refugiarse, primero, en Francfort, y, luego, en Halle, donde muri¨® de peste. La celebridad de Gr¨¹newald se debe, sobre todo, a haber sido el autor, en 1515, del retablo de la iglesia del hospital de la abad¨ªa de San Antonio de Isenheim, dedicado precisamente al cuidado de los atacados por la "muerte negra". A diferencia de su contempor¨¢neo Durero, que amain¨® el duro furor germ¨¢nico con las mieles de la nueva visi¨®n italiana, Gr¨¹newald mantuvo la rabiosa crepitaci¨®n de las formas que distorsionaban hasta la santa faz del Crucificado. "De este modo", afirma Sebald, "describi¨® Gr¨¹newald / empu?ando en silencio su pincel, / el grito, el rugido, el gorgoteo / y el murmullo de un espect¨¢culo patol¨®gico, / al que ¨¦l y su arte, como sab¨ªa sin duda, pertenec¨ªan tambi¨¦n".
Cuando, en la segunda parte de este "poema rudimentario", Sebald nos pone en la piel del naturalista Georg Wilhem Steller, que acompa?¨® al marino ruso Vitus Behring en la expedici¨®n en busca de la ruta navegable hacia Alaska, nos viene a la memoria el cuadro Mar de hielo o El naufragio del Esperanza, de Caspar David Friedrich, obra, sin embargo, que se permite no citar Sebald, quiz¨¢ porque, en la tercera parte, autobiogr¨¢fica, alude a su viaje a M¨²nich para contemplar La batalla de Alejandro, de Albrecht Altdorfer, donde, entre centenas de muertos, encontr¨® una lac¨®nica certeza: "C¨®mo, a vista de cig¨¹e?a puede verse / el amplio territorio..., y se aprende despacio, por la nimiedad / de las figuras y la incomprensible / belleza de la Naturaleza que la cubre, / a ver ese aspecto de la vida / que nadie ha visto antes".
De manera que Sebald nos pone frente a tres cuadros directamente sacados del natural, un tr¨ªptico de paisajes, en el que la belleza es el estremecedor espect¨¢culo de la destrucci¨®n, cuyo tr¨¢gico estrago s¨®lo es discernible a ras de tierra. He aqu¨ª lo que podemos llamar el plano rudimentario de la existencia.
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