Anomal¨ªas
Fraga Iribarne, hist¨®ricamente, es una deconstrucci¨®n. Su talla gana en el vaciado. Pena no haber seguido la senda de Sila: "Hombre superior en inteligencia, al retirarse se entreg¨® a todos los excesos". En otro tiempo, cometi¨® el mismo grave error que Heidegger con su rectorado nazi, y confundi¨® la cueva de Plat¨®n con el Ministerio de Informaci¨®n del doctor Mabuse. Se le han ca¨ªdo o se ha ido desprendiendo de las hojas de la Jactancia (sobre ese concepto vers¨® su primer trabajo doctoral), y ya parece por fin superada la era de la pol¨ªtica-ficci¨®n en Galicia, donde lleg¨® a inaugurar una cascada milenaria (la catarata del Xallas) para que funcione s¨®lo los domingos al mediod¨ªa. Ahora Fraga se ha instalado en el minimalismo espacial y verbal. La nueva residencia de Monte P¨ªo tiene tambi¨¦n algo de cueva plat¨®nica, pero deshabitada. En las paredes, las ¨²nicas sombras que toman forma son las cornamentas de los trofeos de caza y un crucifijo, composici¨®n que acaso cabe ver como una recreaci¨®n simb¨®lica y taxid¨¦rmica de la estampa medieval de san Eustaquio, patr¨®n de cazadores, cuando divis¨® al Cristo entre las astas de un venado. Si aceptamos la benevolente versi¨®n del hombre paradojal, que dec¨ªa lo que no pensaba y pensaba lo que no dec¨ªa (y que hizo el bien mal y el mal, bien), lo que queda ahora en el lenguaje son las muescas de las anomal¨ªas. En la producci¨®n paradojal, lo que se denuncia como anomal¨ªa se enuncia como valor. Quiz¨¢s Fraga al hablar de anomal¨ªa estaba pensando en Eduardo Blanco Amor, homosexual y rojo, gran amigo de Lorca, y autor de la mejor novela gallega, A esmorga (La parranda), que tuvo que publicarse en el exilio por culpa de la censura. Es l¨¢stima que, para compensar la teolog¨ªa del malhumor, dominante hoy en el pensamiento conservador espa?ol, tanto Fraga como monse?or Rouco, ambos nacidos en Vilalba, no escuchen al m¨¢s universal de los vilalbeses, el te¨®logo Chao Rego. Perseguido en el franquismo, Chao es autor de maravillosas anomal¨ªas como O libro da auga (El libro del agua). Jes¨²s, explica Chao, no habl¨® nunca de sexualidad. Lo que si hizo el de Nazaret fue garabatear una anomal¨ªa en el polvo: "Quien de vosotros est¨¦ libre de culpa que arroje la primera piedra contra esta mujer". Se fueron uno tras otro...
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