Vivir con un d¨®lar al d¨ªa
Hay asuntos que cobran especial inter¨¦s informativo con ocasi¨®n de determinados eventos pero que corren el riesgo de pasar despu¨¦s a un segundo plano o al limbo del olvido. En el caso de la cooperaci¨®n para el desarrollo, coincidiendo (?qu¨¦ paradoja!) con el d¨ªa internacional de los derechos humanos, sendos informes de la FAO y de UNICEF han vuelto a poner de relieve como la dura realidad cuestiona el m¨¢s elemental de los derechos: a vivir o, mejor dicho, a sobrevivir.
Sin embargo, dada la constante tragedia que supone la realidad, esta materia deber¨ªa ser permanente referencia desde la informaci¨®n y la reflexi¨®n para evitar que los silencios nos permitan seguir con nuestras conciencias narcotizadas. Habr¨ªa que recordar constantemente que 1.000 millones de personas malviven con apenas un d¨®lar al d¨ªa. Este hecho nos tendr¨ªa que interpelar de modo constante y, en este sentido, Naciones Unidas en su ¨²ltimo informe sobre desarrollo humano, junto con alg¨²n elemento "positivo" como el hecho de que la extrema pobreza ha bajado en el mundo en los a?os noventa del 29% al 23%, se recoge el dato de que el 1% de la poblaci¨®n m¨¢s rica del mundo posee tanto como el 57% de la humanidad y en los dos informes antes citados se da el dato de que ?m¨¢s de cinco millones de ni?os mueren de hambre al a?o s¨®lo por causa del hambre! Pero nos hemos acostumbrado tanto a estos datos e im¨¢genes que ya no nos causan ni verg¨¹enza, agravada adem¨¢s por el hecho de saber la paradoja que los recursos para hacer frente a ello son n¨ªmios en comparaci¨®n con los beneficios que producir¨ªa invertirlos en esta causa.
Una de las razones de la llegada masiva de inmigrantes es la ausencia de pol¨ªticas de ayuda
Es absolutamente fundamental el aumento de cantidades destinadas a cooperaci¨®n
Pretendo aqu¨ª reflexionar sobre dos dial¨¦cticas que frecuentemente se suelen presentar enfrentadas y totalizadoras de la verdad a la hora de abordar el enfoque te¨®rico y pr¨¢ctico de la cooperaci¨®n al desarrollo. Me estoy refiriendo a las cuestiones siguientes: responsabilidad de los pa¨ªses ricos-responsabilidad de los pa¨ªses pobres y cantidad-calidad de la ayuda para desarrollo.
Es necesario advertir que estos debates son, a su vez, transversales y, frente a la pretensiones unilaterales que s¨®lo contemplan una visi¨®n mutilada del problema, todos los enfoques son compatibles y no excluyentes, siendo por s¨ª solos dimensiones parciales y, por tanto, insuficientes del problema.
Por un lado, sobre el debate acerca de la cantidad-calidad, desde determinados sectores se pretende hablar tan s¨®lo de porcentajes como si el hecho de destinar m¨¢s dinero para el tercer mundo resolviese por s¨ª solo el problema. Por el contrario, otros prefieren obviar esto, como si el acierto en la calidad de la ayuda fuese la panacea. Desde el primer punto de vista, el problema es s¨®lo dinerario y no es importante tanto conseguir resultados eficaces, sino el hecho de gastar, ignorando as¨ª una de las claves de la optimizaci¨®n y despreciando otros elementos importantes como la transparencia, el seguimiento, o las condiciones pol¨ªticas de los pa¨ªses receptores, etc., incurriendo en el error de considerar que el objetivo de la ayuda en s¨ª misma es m¨¢s importante que el desarrollo de estos pa¨ªses. Desde la segunda perspectiva, se traslada claramente la impresi¨®n de que el valor dado a la calidad de la ayuda es un argumento o justificaci¨®n para no asumir mayores compromisos econ¨®micos de solidaridad con unos pueblos cuyas condiciones de vida claman al sentir humanitario m¨¢s elemental.
El debate sobre la cantidad-calidad ha de realizarse de una manera completa. As¨ª, es absolutamente fundamental el incremento de las cantidades destinadas a la cooperaci¨®n. Todav¨ªa estamos muy lejos -salvo cinco excepciones en Europa- del necesario 0,7% del PIB, objetivo de la ONU que tiene ya casi treinta a?os. Sin incrementos notables de las cantidades de ayuda al desarrollo, no habr¨¢ resultados y el objetivo mundial de reducir a la mitad la pobreza para 2015 resulta cada vez m¨¢s inalcanzable.
Pero al tiempo, por mucho que ¨¦stas se incrementen, tampoco los habr¨¢ si no se mejora en fijar la prioridad de objetivos, en el perfeccionamiento de los instrumentos, en el fortalecimiento de las acciones concertadas de todos los agentes -singularmente las ONG-, en la coordinaci¨®n, en la transparencia, el seguimiento, en la evaluaci¨®n y, en general, en las diversas dimensiones de lo que supone la calidad.
Respecto al segundo debate referido a la responsabilidad de los pa¨ªses pobres y los pa¨ªses ricos, generalmente se realizan enfoques parciales y, por tanto, insuficientes. As¨ª, desde determinados planteamientos se incide exclusivamente sobre los pa¨ªses desarrollados, entendida la noci¨®n de responsabilidad tanto en la idea de culpa pret¨¦rita y presente como, igualmente, en el sentido que hemos de ser nosotros a los que corresponde arreglar la situaci¨®n de pobreza de aqu¨¦llos, olvidando la cuota de responsabilidad de lo que los pa¨ªses receptores podr¨ªan hacer para un mejor y sostenible aprovechamiento de la ayuda que reciben.
Desde el planteamiento inverso, se subraya de un manera muy acentuada la responsabilidad de los pa¨ªses receptores, como si la parte m¨¢s significativa de la culpa por no haber avanzado les correspondiese a ellos por sus insuficiencias estructurales, democr¨¢ticas, de gobernabilidad y casi cong¨¦nitas, pretendiendo con este enfoque tan parcial como hip¨®crita justificar de este modo los incrementos tan escasos o incluso estancamiento de las ayudas oficiales. Esta posici¨®n es generalmente seguida por aqu¨¦llos que no han sido capaces de vincular la cooperaci¨®n al desarrollo con la inmigraci¨®n, ignorando que una de las razones de la llegada (o huida) masiva de inmigrantes a nuestros pa¨ªses occidentales es, precisamente, la ausencia de una pol¨ªtica real de ayuda para con sus pueblos de origen.
Frente a ello, hay que subrayar que mientras que no se contemple de forma sincera e integrada todos los enfoques mencionados, no se conseguir¨¢n los resultados necesarios y, en buena parte, urgentes.
No puede ignorarse la responsabilidad que incumbe a los pa¨ªses ricos que han de implicarse en mecanismos efectivos, entre ellos, aunque no solamente (como algunos pretenden), la condonaci¨®n de deuda externa o su conversi¨®n en proyectos de codesarrollo. Y ello no s¨®lo por razones de pasado, sino tambi¨¦n desde una perspectiva de futuro, aunque fuese por nuestra propia conveniencia ante el riesgo que les pudiese estallar en las manos el conflicto social pues, como se?ala Am¨ªn Maalouf , "una comunidad se desintegra en cuanto consiente en abandonar al m¨¢s d¨¦bil de sus miembros".
Al tiempo, es absolutamente fundamental que los pa¨ªses receptores se corresponsabilicen no s¨®lo en el compromiso de incrementar sus presupuestos en el orden social, sino tambi¨¦n en algo que hoy es considerado esencial: el fortalecimiento de la democracia, el respeto a los derechos humanos, el Estado de Derecho y las reglas de buen gobierno. Esta ¨²ltima dimensi¨®n, aun cuando no es suficiente por s¨ª sola, es esencial para conseguir optimizar la efectividad de la ayuda y en la medida en que constituye un pre-requisito del desarrollo.
Jes¨²s L¨®pez-Medel Bascones es abogado del Estado, vocal de la Comisi¨®n de Asuntos Exteriores del Congreso y diputado por Madrid (PP).
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