El otro plan
Blanco no parece verlo suficientemente rojo; en cambio, hay otros que lo ven excesivamente azul. Me refiero al concepto comunidad nacional utilizado por el PSE en el plan Patxiguevara. En efecto, d¨ªas atr¨¢s, Pepito Grillo, digo Blanco, no se quiso pronunciar sobre el palabro, aunque dej¨® caer que se trataba de un t¨¦rmino "no definitivo". En cuanto al azul, han sido muchos y brillantes los comentaristas que han detectado que el engendro se emparentaba con el partido precursor del partido nazi, con Mussolini, Primo de Rivera, Ramiro Ledesma, el Franco del Fuero de los Espa?oles y los Principios del Movimiento y con Pinochet. El pedigr¨ª resulta demasiado elocuente como para seguir sosteni¨¦ndolo como si nada, porque significa que est¨¢ incardinado en una manera de ver el mundo que entiende la naci¨®n como suelo y sangre y en la que los ciudadanos no lo son; antes bien, s¨®lo pueden existir como grupo, como colectivo nacional, que es el ¨²nico sentido que tiene el concepto de comunidad en politolog¨ªa. Pero las alternativas tampoco son muchas, porque teorizar la necesidad de redefinir en t¨¦rminos de naci¨®n lo que nunca lo ha sido, y eso poniendo en cuesti¨®n la existencia de algo que ya naci¨® como un concepto meramente instrumental y desde un acto constituyente en que participaron todos los actores, huele m¨¢s bien a doctrina de naci¨®n sustancializada, es decir, a esa ideolog¨ªa nacionalista que no sabe concebir la naci¨®n como mero espacio accidental y como accidente hist¨®rico, sino como unidad de destino en lo universal.
Parece poco probable que haya un lugar intermedio entre la naci¨®n laica de los ciudadanos y la naci¨®n espiritualizada de los nacionalistas; de ah¨ª que ciertas actitudes como la de considerar el proyecto de nuevo Estatuto como un coto privado huelan a lo segundo. Cierto, los promotores de la cosa aseguran que se trata de un borrador a discutir en una mesa de partidos pero, si es as¨ª, ?por qu¨¦ se niegan a la cr¨ªtica que les hacen aquellos con los que comparten no s¨®lo ideolog¨ªa -o eso parec¨ªa-, sino partido? Primero L¨®pez y luego Eguiguren aseguraron que el PSOE no ten¨ªa nada que decir sobre el proyecto. Eguiguren se mostr¨® taxativo: "No est¨¢ en manos del PSOE decidir sobre el plan del PSE". Manifestaciones de ese tipo suenan a ¨¢mbito vasco de decisi¨®n, ya se sabe, esa monserga del derecho de los vascos (socialistas) y de las vascas (socialistas) a decidir su futuro. Es lo que tiene la transversalidad; a fuerza de perder el eje central del tronco ideol¨®gico com¨²n, acaba uno contagi¨¢ndose de lo transverso.
Por eso tampoco tiene nada de extra?o que el plan euskosocialista se asome un poco a la territorialidad, inmiscuy¨¦ndose en los destinos de Navarra y que Eguiguren anteponga esto al buen rollito que deber¨ªa tener con sus colegas navarros, porque cuando Carlos Chivite, el secretario general de los socialistas de Navarra, se quej¨® de la intrusi¨®n, Eguiguren, en la mejor tradici¨®n ret¨®rica egibariana, le repuso que "tendr¨¢ sus razones cuando habla de Navarra" (?tendr¨ªa que haber hablado de Euskal Herria? ?Con cu¨¢ntos territorios?).
En una entrevista de ayer, Patxi lehendakari aseguraba no creer en una Euskadi en dos bloques. Ahora bien, los nacionalistas no van a apearse del burro, por lo que una de dos, o surge (o se mantiene) algo que no sea nacionalista, con lo que el segundo bloque estar¨ªa ah¨ª, o el bloque que quede tendr¨¢ que ser nacionalista porque ellos no van a cambiar ni un ¨¢pice ni van a esfumarse aunque pierdan las elecciones. Da la impresi¨®n de que Patxi lehendakari y los suyos est¨¢n practicando una hibridaci¨®n o, por lo menos, una mimetizaci¨®n bastante peligrosa. Peligrosa para sus intereses porque las urnas suelen ser muy crueles con las fotocopias. Pero que no decaiga. Por aquello de que estamos en Navidad propongo que el art¨ªculo 2? de la Constituci¨®n no denomine qu¨¦ son o dejan de ser Euskadi, Cantabria o Madrid, sino que se ponga que Euskadi, Cantabria y Murcia, etc¨¦tera componen algo que se denomina Espa?a. O turr¨®n.
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