?D¨®nde est¨¢n?
Uno de los aciertos del reciente disco del cantautor granadino Paco Damas, Once canciones de amor y una reina, que coment¨¢bamos aqu¨ª hace poco, es haberse puesto muy dignamente al servicio de las Coplas de Jorge Manrique. Al no poder musicar el poema entero, que habr¨ªa resultado demasiado largo, Damas ha tenido que prescindir forzosamente de muchas estrofas del mismo, entre ellas -y a m¨ª me parece una pena, aunque sin duda razones hubo- las dos que desarrollan el t¨®pico del "?ubi sunt?" (t¨®pico caro a los poetas latinos del Medioevo), en las que produce escalofr¨ªo el insistente preguntar por los m¨¢s m¨ªnimos detalles de lo ya ido para siempre:
?Qu¨¦ se hicieron las damas,
sus tocados y vestidos,
sus olores?
?Qu¨¦ se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?...
La resonancia de Manrique en la poes¨ªa andaluza ha sido, creo, honda. ?Tal vez porque en el Sur la vida -para los afortunados- es tan placentera que la certidumbre de su transitoriedad genera un espanto digno de Rub¨¦n Dar¨ªo? En el ¨²ltimo poema de Soledades, el joven Antonio Machado, atra¨ªdo moment¨¢neamente por los oropeles modernistas, es decir por lo m¨¢s superficial de aquella renovaci¨®n, afirma -al glosar los tres versos m¨¢s famosos de las Coplas- que "Entre los poetas m¨ªos/tiene Manrique un altar".
Manrique, y su gran met¨¢fora fluvial y oce¨¢nica, presidir¨¢n, de hecho, toda la vida y la obra de Machado, hasta el punto de que, cuando pensamos en su muerte a dos pasos de las olas de Collioure, ?c¨®mo no recordar los versos finales y tan manrique?os de su espl¨¦ndido Retrato, publicado treinta y dos a?os antes, exactos en cada elemento de su premonici¨®n? No hay poeta que no proceda de otros, y la deuda de Machado para con el autor de las Coplas es innegable.
Tampoco es desde?able la que con Manrique tiene Federico Garc¨ªa Lorca, tan obsesionado con la muerte. ?A qui¨¦n, habiendo frecuentado los versos en que aqu¨¦l elogia las virtudes de su padre ("?Qu¨¦ enemigo de enemigos!/ ?Qu¨¦ maestro de esforzados/y valientes!/?Qu¨¦ seso para discretos! ?Qu¨¦ gracia para donosos...!"), no le resultan familiares las exclamaciones en el mismo sentido del Llanto por Ignacio S¨¢nchez Mej¨ªas?:
?Qu¨¦ gran torero en la plaza!
?Qu¨¦ buen serrano en la sierra!
?Qu¨¦ blando con las espigas!
?Qu¨¦ duro con las espuelas!
?Qu¨¦ tierno con el roc¨ªo...!
Al irse terminando el a?o, con su carga brutal de asesinatos a manos de fan¨¢ticos y fundamentalistas (como si la vida ya no fuera suficientemente precaria, ?pobre Asia una vez m¨¢s!), resulta dif¨ªcil no tener presente a los grandes poetas eleg¨ªacos, que, si bien nos recuerdan la brevedad de la existencia, tambi¨¦n nos reafirman en la voluntad de disfrutar con la mayor intensidad posible el poco tiempo que nos queda.
Lo resume insuperablemente Paul Val¨¦ry en aquel verso de la ¨²ltima estrofa de El cementerio marino: "?El viento se levanta!... ?Hay que tratar de vivir!". Les deseo un llevadero 2005.
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