Compasi¨®n
Intentar determinar con un m¨ªnimo de sentido qu¨¦ hace que un escritor -alguien que, a fin de cuentas, trabaja con palabras- termine convirti¨¦ndose en punto de referencia para buena parte de la ciudadan¨ªa es tarea tan complicada como probablemente in¨²til. Pero tal vez, aunque s¨®lo sea por aquello de rendirle un ¨²ltimo homenaje, valdr¨¢ la pena intentarlo en el caso de Susan Sontag. Sontag une a su condici¨®n de mujer la de intelectual vers¨¢til que ha llevado a cabo, siempre con honestidad e inteligencia, una tarea estimulante en diversos ¨¢mbitos. Hasta el extremo de que con pocas figuras como con ella se experimenta tanto la tentaci¨®n de allegarla al modelo del creador renacentista.
Pero el paralelismo, como siempre, tiene su l¨ªmite. En el caso de esta autora, quiz¨¢ podr¨ªa venir dado por un elemento que, sin temor a equivocarnos, probablemente sea el que le ha proporcionado su mayor notoriedad public¨ªstica, a saber, el modo en que su dimensi¨®n de eso que anta?o gustaba de denominarse intelectual comprometida, y que con toda probabilidad hoy merecer¨ªa una denominaci¨®n m¨¢s ajustada. Porque la forma en la que Sontag ha intervenido p¨²blicamente en los debates m¨¢s urgentes de cada momento poco ten¨ªa que ver con el gesto doctrinal, pedagogista, de tantos de sus colegas, empe?ados en seguir oficiando, apenas con nuevos ropajes, de predicadores, de portadores de una verdad que s¨®lo a ellos les ha sido revelada.
"Ciudadana del mundo"
Frente a semejante actitud, la escritora neoyorquina manejaba una noci¨®n de la pol¨ªtica y del compromiso extremadamente simple en apariencia, pero de una enorme eficacia: se esforzaba por hablar "como ciudadana del mundo y como ser humano" y se sent¨ªa obligada a prestar su voz a los sin voz. Fueron estos convencimientos, de una contundente inocencia, los que le fueron alineando en un lugar, en el fondo siempre el mismo. Sus diferentes tomas de posici¨®n tienen que ver en el fondo con su empe?o por llevar adelante la utop¨ªa de las libertades y, sobre todo, por su intenso sentido de compasi¨®n.
Porque la compasi¨®n con la condici¨®n humana no sobreviene a su obra -no se le a?ade como una yuxtaposici¨®n moralista- sino que, por el contrario, nace en gran medida de ella misma. "Tengo la impresi¨®n de que la literatura ha ampliado mi capacidad de compasi¨®n", declar¨® en cierta ocasi¨®n. Pero aunque no lo hubiera hecho, tenemos las pruebas: su libro Ante el dolor de los dem¨¢s, en el que intenta proporcionar los elementos para restablecer un nuevo v¨ªnculo con el sufrimiento ajeno, posible hoy gracias a -pero al mismo tiempo dificultado por- la tecnolog¨ªa de la comunicaci¨®n. Algunas de las intuiciones de Sontag a este respecto ya aparec¨ªan en su lejano Sobre la fotograf¨ªa, pero el paso del tiempo hizo m¨¢s, mucho m¨¢s, que demostrar su actualidad o su perspicacia: les proporcion¨® una densidad, un espesor ¨¦tico del que va a resultar dif¨ªcil, francamente dif¨ªcil, prescindir en lo sucesivo.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa en la Universidad de Barcelona e investigador en el Instituto de Filosof¨ªa del CSIC.
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