Otro m¨¢s
Consideramos que el tiempo es una materia: lo numeramos, lo dividimos en d¨ªas, en horas, en minutos, en segundos. Incluso nos permitimos hablar de mil¨¦simas de segundo, para que nada quede sin medir. Troceamos el tiempo en d¨ªas, en semanas, en meses, en estaciones, en a?os, en siglos, en milenios. Damos nombre a los d¨ªas y a los meses...Vista as¨ª la cosa, el tiempo vendr¨ªa a ser un mecanismo con muchas piezas, el verdadero y ¨²nico y prodigioso artefacto del movimiento continuo, aquel perpetuum mobile con el que so?aron algunos de nuestros antepasados m¨¢s chiflados e ingeniosos.
No s¨¦, se encoge uno de hombros y se dice: "?El tiempo? Pssss". Porque no anda uno para grandes expediciones metaf¨ªsicas. O, como mucho, se dice: "El tiempo es lo que el tiempo nos destruye", o, si anda optimista, le a?ade una preposici¨®n estrat¨¦gica y le cambia el verbo: "El tiempo es lo que en el tiempo nos construye". Para no llegar, en fin, a ninguna conclusi¨®n, quiz¨¢ porque en esto se maneja el m¨¢s abstracto de los conceptos abstractos: el tiempo. Uf.
Hoy termina un a?o. Otro. Este 2004 camina ya por un sendero de nieve, barbicano ¨¦l y envejecido, moribundo y tiritando, con un farol en la mano incierta para buscar su tumba, en la que habr¨¢ de recostarse y cerrar los ojos cuando suene la campanada duod¨¦cima y vuelen por el aire los tapones insensatos de las botellas de champ¨¢n, y las serpentinas err¨¢ticas, y el confeti confuso, y las parejas se besen para sellar de ese modo su espejismo.
Se nos va 2004 y nos deseamos un 2005 feliz y pr¨®spero, con la superstici¨®n de estar pronunciando una f¨®rmula de hechicer¨ªa, como si se tratase de un conjuro infalible, de unas palabras magas que har¨¢n que la felicidad -o cualquiera de sus suced¨¢neos- se fije en nosotros, porque el pensamiento se nos pone sombr¨ªo cuando nuestros asuntos cogen la mala costumbre de torcerse, y nadie consigue hacerse amigo de la angustia, y nadie acierta a convivir con sus terrores. "Feliz a?o", s¨ª. "Pr¨®spero a?o nuevo", te dicen, y asientes, y sonr¨ªes, y devuelves la frase como si fuese un bumer¨¢n hecho de az¨²car filos¨®fica.
Cada a?o nuevo trae su cargamento de expectativas, as¨ª la expectativa consista en que todo siga igual, en su equilibrio, por si acaso. Pero tambi¨¦n le despierta a uno, a partir de cierta edad, una conciencia de superviviente, de andar por aqu¨ª un poco de prestado, con la melancol¨ªa de tener ya m¨¢s pasado que futuro, y con pocas ganas de imponerse proyectos, de amasar ilusiones, de reemprender las tareas demoradas, tal vez porque acaba uno comprendiendo que tambi¨¦n lo que nunca hemos sido -y lo que ya nunca seremos, y lo que no haremos jam¨¢s- forma parte esencial de nosotros, de ese fantasma complicado que intenta acomodarse en el mundo con la misma dignidad que un emperador al que un bromista le ha puesto una chincheta en el trono.
Llega otro a?o y nos decimos: "Que venga bueno". Y esta noche nos tomaremos m¨¢s de una copa. Y brindaremos. Y nos tragaremos las uvas, por qu¨¦ no. Y ma?ana estrenaremos agenda. Y as¨ª vamos tirando.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.