El presidencialismo palestino
La democratizaci¨®n de Palestina puede ser a¨²n m¨¢s decisiva que la de Irak para la pacificaci¨®n de Oriente Medio. Pero las elecciones del pr¨®ximo 9 de enero ser¨¢n, en el mejor de los casos, s¨®lo el inicio de la transici¨®n. Las primeras elecciones presidenciales y parlamentarias (del llamado Consejo Legislativo) tuvieron lugar en enero de 1996, tras los acuerdos de Oslo entre palestinos e israel¨ªes. La elecci¨®n presidencial de Arafat fue acompa?ada entonces por la fabricaci¨®n de una mayor¨ªa parlamentaria de su partido, Al Fatah, que obtuvo s¨®lo el 31% de los votos pero fue muy sobrerrepresentado por un anacr¨®nico sistema electoral de mayor¨ªa relativa en distritos multinominales. Los mandatos correspondientes terminaron en 2000, pero fueron prorrogados impl¨ªcitamente debido a la situaci¨®n de emergencia y conflicto, que enseguida se agrav¨® con el fracaso de las nuevas negociaciones en Camp David y la segunda Intifada.
La democratizaci¨®n de Palestina puede ser m¨¢s decisiva que la de Irak para pacificar la regi¨®n
El Consejo Legislativo elabor¨® muy pronto un proyecto de Constituci¨®n, pero Arafat no lo ratific¨® hasta 2002 y aun as¨ª fue modificado al a?o siguiente. La elaboraci¨®n de la Constituci¨®n palestina, que ahora est¨¢ en vigor provisionalmente hasta que se declare el Estado independiente, comport¨® un sostenido forcejeo entre el presidente y los parlamentarios con respecto a la divisi¨®n de poderes. Los parlamentarios consiguieron introducir la figura de un primer ministro, que deber¨ªa obtener la confianza y estar sometido a la censura de una mayor¨ªa del Consejo, como en un r¨¦gimen parlamentario. Sin embargo, Arafat consigui¨® que el reparto fuera bastante favorable a la presidencia, m¨¢s de lo habitual en reg¨ªmenes democr¨¢ticos semi-presidenciales al estilo franc¨¦s e incluso m¨¢s de lo que est¨¢ formalmente establecido en varias de las constituciones autoritarias vigentes en pa¨ªses ¨¢rabes.
Seg¨²n la Constituci¨®n, el presidente de Palestina cuenta, en primer lugar, con los poderes b¨¢sicos en todo r¨¦gimen presidencial: la direcci¨®n de las Fuerzas Armadas y el veto de las leyes aprobadas por el Consejo (que ¨¦ste s¨®lo podr¨ªa superar con una mayor¨ªa cualificada). Pero a ellos se a?ade en este caso el poder de dictar decretos legislativos, la facultad de "dirigir el Gobierno" y la posibilidad de declarar el estado de emergencia sin necesidad de que lo apruebe el Consejo. Hace s¨®lo un a?o y medio que, como consecuencia de la Hoja de Ruta aprobada por la ONU, los EE UU, la UE y Rusia, Arafat puso en marcha la disposici¨®n constitucional por la que deb¨ªa nombrar un primer ministro y traspasarle algunos poderes. Sin embargo, Arafat se neg¨® repetidamente a ceder tanto el control de las fuerzas de seguridad, que es el instrumento b¨¢sico para una pacificaci¨®n interior, como la representaci¨®n exterior para negociar con Israel, por lo que la violencia persisti¨® y el proceso pol¨ªtico sigui¨® bloqueado.
La desaparici¨®n de Arafat ha creado una oportunidad imprevista. La pr¨®xima elecci¨®n presidencial parece ya casi ganada por Mahmud Abbas (alias Abu Mazen), que fue precisamente un ef¨ªmero primer ministro frustrado por el presidencialismo de Arafat y es ahora el l¨ªder de Al Fatah. Su victoria se deber¨¢ en gran parte a la retirada de su mayor rival potencial en el seno de Al Fatah y a la abstenci¨®n de los islamistas violentos de Ham¨¢s, que han reconocido que un presidente de su tendencia no ser¨ªa siquiera aceptado como negociador por Israel.
El nuevo presidente de Palestina tendr¨¢ a su lado el Consejo elegido hace ya nueve a?os, en el que contar¨¢ con una mayor¨ªa absoluta de su partido y ante el que podr¨ªa hacer valer tambi¨¦n una mayor legitimidad electoral, ya que ahora no habr¨¢ nuevas elecciones parlamentarias. Parad¨®jicamente, podr¨¢ apoyarse en los instrumentos del presidencialismo que Arafat consigui¨® retener para nuevos objetivos de pacificaci¨®n interior y negociaci¨®n exterior. Hay ahora una amplia expectativa de que una alta concentraci¨®n de poderes en el nuevo presidente podr¨ªa desencallar el proceso que qued¨® interrumpido hace cuatro a?os y favorecer la transici¨®n. Si as¨ª fuere, esto mostrar¨ªa que, en el ¨²ltimo periodo, la personalidad de Arafat se hab¨ªa convertido en un gran obst¨¢culo para la causa palestina que durante tantos a?os ¨¦l simboliz¨® y dirigi¨®, ya que precisamente por haber acumulado tantos poderes, casi todo depend¨ªa de ¨¦l. La misma concentraci¨®n de poder que permiti¨® a Arafat bloquear las reformas interiores y las negociaciones para la paz con Israel, podr¨ªan permitir a su sucesor hacer todo lo contrario.
No ser¨ªa ¨¦sta, sin embargo, una buena f¨®rmula para una fase posterior de liberalizaci¨®n y democratizaci¨®n. Existe una cierta opini¨®n favorable a los cirujanos de hierro para la introducci¨®n de cambios dr¨¢sticos, pero la concentraci¨®n de poder presidencialista es siempre una p¨¦sima f¨®rmula para consolidar una nueva democracia, como se ha demostrado, por ejemplo, en Am¨¦rica Latina y en Europa del Este en los ¨²ltimos decenios. Un r¨¦gimen parlamentario con representaci¨®n proporcional y multipartidismo, en cambio, forzar¨ªa que los diversos partidos palestinos compartieran el poder y facilitar¨ªa mucho m¨¢s que las facciones radicales sustituyeran el terrorismo por la acci¨®n institucional. Como proyecto democr¨¢tico, Palestina tiene todav¨ªa muchas carencias, incluidas la ausencia de regulaci¨®n de la libertad de expresi¨®n y de otros derechos b¨¢sicos, la difundida corrupci¨®n administrativa y la frecuente arbitrariedad policial. Como ejemplo para el resto del Oriente Medio, Palestina puede ser la pieza clave, pero probablemente despu¨¦s de esta elecci¨®n le quedar¨¢ todav¨ªa un buen trecho por recorrer.
Josep M. Colomer es profesor de investigaci¨®n en Ciencia Pol¨ªtica del CSIC.
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