Helic¨®pteros de EE UU lanzan comida en Aceh
Hambrientos, los lugare?os siguen a los aparatos norteamericanos como si llevaran el man¨¢
Helic¨®pteros militares norteamericanos comenzaron ayer a lanzar alimentos sobre los supervivientes de Aceh, en la isla de Sumatra. La situaci¨®n en esa remota regi¨®n de Indonesia es cr¨ªtica. La ayuda humanitaria internacional circula con cierta fluidez por Banda Aceh, la capital de la provincia, pero hay numerosos pueblos a los que a¨²n no ha llegado y aldeas e islas cercanas a las que ni siquiera se ha conseguido acceder. Cuando se cumple una semana del terremoto m¨¢s violento del mundo en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas, que desat¨® un tsunami que ha azotado las costas de m¨¢s de diez pa¨ªses asi¨¢ticos, el Gobierno indonesio calcula que han perdido la vida alrededor de 100.000 ciudadanos.
Sedientos y hambrientos, los habitantes de Aceh siguen a los helic¨®pteros norteamericanos como si llevaran el man¨¢. La mayor¨ªa ha perdido todas sus pertenencias y deambula entre las ruinas a la b¨²squeda de un refugio, alimentos y agua potable. Efectivos del Ej¨¦rcito australiano han establecido varios hospitales de campa?a donde atender a los heridos y centros de acogida donde comienza a repart¨ªrseles comida y tiendas.
En Aceh existe un serio riesgo de epidemias por las aguas estancadas, la debilidad de la gente y la falta de acceso de muchos pueblos al agua potable, si bien en Banda Aceh se accede al agua con relativa facilidad.
El Ej¨¦rcito indonesio, por su parte, se encarga sobre todo de evacuar a los supervivientes de las zonas m¨¢s remotas hacia otras zonas m¨¢s accesibles de Sumatra. Aceh se encuentra en el extremo norte de esta isla, la mayor de Indonesia (Borneo se la reparten Indonesia y Malaisia y Nueva Guinea entre Indonesia y Pap¨²a Nueva Guinea), y siempre ha sido una zona aislada porque en ella opera desde la independencia de Holanda una guerrilla musulmana ortodoxa que pretende establecer un Estado isl¨¢mico independiente en la provincia. El presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, hizo un llamamiento a la guerrilla para que en estos tr¨¢gicos momentos abandone las armas, se proceda al di¨¢logo y juntos, Gobierno y guerrilla, traten de hacer frente a la mayor cat¨¢strofe que vive la zona.
La desgracia tom¨® tan por sorpresa al Gobierno de Indonesia que su demanda de ayuda internacional lleg¨® con un fatal retraso para muchas v¨ªctimas. Percibido el tama?o del siniestro, Yudhoyono convoc¨® para el pr¨®ximo d¨ªa 6 en Yakarta una cumbre internacional a la que se han comprometido a asistir el secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, el secretario de Estado de EE UU, Colin Powell, el presidente de China, Hu Jintao, la Uni¨®n Europea y otros muchos dirigentes de pa¨ªses occidentales y vecinos de Indonesia.
India, que reaccion¨® con suma rapidez en apoyo de su vecina del sur, Sri Lanka, tard¨® tambi¨¦n bastante en comprender la magnitud del golpe del tsunami en su territorio. Sus helic¨®pteros tardaron m¨¢s de tres d¨ªas en alcanzar las islas de Andam¨¢n y Nicobar, muy cercanas al epicentro del se¨ªsmo. En los ¨²ltimos d¨ªas, Nueva Delhi ha incrementado considerablemente el n¨²mero de sus fallecidos.
Al parecer, ya se han dado en Tamil Nadu, el Estado indio del sureste del pa¨ªs que ha resultado afectado por el tsunami, brotes de c¨®lera y disenter¨ªa, mientras que se teme que la malaria haga estragos. Los pozos de agua dulce de las zonas se encuentran contaminados y facilitan, junto con las torrenciales lluvias monz¨®nicas, el crecimiento de los mosquitos transmisores de la enfermedad.
En Sri Lanka, mientras tanto, se ha puesto en marcha una operaci¨®n masiva de desescombro de los cientos de miles de casas destruidas, pero falta maquinaria y equipo para hacer frente a tama?a tarea. El Gobierno pretende volver cuanto antes a la normalidad. En este sentido, estudia c¨®mo realojar al mill¨®n de personas que han perdido todo y se han refugiado en escuelas. "El pa¨ªs tiene 4,4 millones de ni?os escolarizados, de los que 600.000 han resultado afectados por el tsunami. Lo mejor para todos es reanudar las clases y buscar una soluci¨®n temporal para los damnificados", afirma Renata Malalasekara, directora de una de las m¨¢s prestigiosas escuelas esrilankesas y miembro de la comisi¨®n asesora del Gobierno en materia educativa.
Malalasekara sostiene que los templos tienen bastante terreno y los afectados deber¨ªan de trasladarse a ellos. "El Gobierno, la sociedad civil y las organizaciones humanitarias internacionales est¨¢n dispuestos a ayudarles", afirma al insistir en que no debe de retrasarse m¨¢s -desde el 3 de enero habitual al 10 de enero previsto- la reanudaci¨®n del curso escolar. Reconoce, sin embargo, que "algunos monjes" se oponen a la idea.
Malalasekara es optimista. "Si hay un buen plan, que requiere un an¨¢lisis exhaustivo de la situaci¨®n, en 10 a?os se puede superar este desastre natural". Su confianza en el futuro contrasta con la nueva cifra de muertos reconocida por el Gobierno, que sit¨²a las p¨¦rdidas de vidas por encima de las 30.000 personas, adem¨¢s de 8.000 desaparecidos. Numerosas organizaciones humanitarias se encuentran ya sobre el terreno y han iniciado la distribuci¨®n de ayuda.
Final feliz para una familia espa?ola
Una familia espa?ola ha iniciado felizmente el a?o 2005 en un hospital de Singapur, donde se recupera despu¨¦s de vivir una experiencia angustiosa cuando se hallaban cerca de la playa en Phuket, en Tailandia. Se trata de Mar¨ªa Bel¨®n, de 39 a?os, su esposo, Enrique ?lvarez, de 41, y sus tres hijos de 5, 8 y 10 a?os de edad, informa Efe. "T¨² y yo no nos vamos a morir", fue la primera frase que articul¨® Mar¨ªa para calmar el p¨¢nico de su hijo mayor cuando ambos se vieron juntos y solos despu¨¦s de que el muro de agua del tsunami les hiciera atravesar de parte a parte, entre contusiones, la primera planta del hotel donde se alojaban. Mientras, a unos 700 metros, su marido lograba salir a flote y aferrarse a un ¨¢rbol despu¨¦s de que el mar le arrebatara a sus dos hijos peque?os, a los que hab¨ªa conseguido abrazar mientras hu¨ªa de una ola gigante que superaba siete metros de altura. Todos se salvaron.
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