Manifiesto para una tolerancia imprescindible
El ser llamado de derechas o de izquierdas se convierte, seg¨²n donde estemos, en un t¨ªtulo de gloria o un bald¨®n. Semejante polarizaci¨®n acaba crispando con frecuencia las relaciones humanas. Es frecuente, por ejemplo, que en bastantes familias "no se pueda hablar de pol¨ªtica".
No s¨¦ si nos hemos preguntado con serenidad a qu¨¦ se debe este fen¨®meno. En lugar de esa pregunta recurrimos a la autosatisfacci¨®n propia y la condena ajena, que acaban creando nuevos motivos de discordia.
Quisiera acoger esa pregunta en las l¨ªneas que siguen. Lo que dibujar¨¦ en ellas son s¨®lo trazos n¨ªtidos y protot¨ªpicos. Hablar¨¦ m¨¢s de sensibilidades y modos de ver que de personas o grupos concretos. La realidad siempre es mucho m¨¢s compleja. Pero esas grandes manchas ayudan a orientarse, aunque las cosas nunca se den tan qu¨ªmicamente puras. Si parece que mis observaciones son m¨¢s bien negativas es porque la experiencia ense?a que el acercamiento (y no digamos la reconciliaci¨®n) s¨®lo es posible cuando ambas partes son capaces de reconocer sin rebozo los propios l¨ªmites y defectos. Hace ya muchos siglos, Pablo de Tarso logr¨® reconciliar a lo que Habermas llamar¨ªa hoy "Jerusal¨¦n y Atenas", poniendo de relieve las importantes limitaciones de cada uno.
La gran virtud de la derecha es que comprende y acepta la dificultad de las cosas y la necesidad del esfuerzo. Desde esta ¨®ptica se puede hablar del sentido de responsabilidad como propio de la derecha. Pero se trata de una responsabilidad profundamente ego¨ªsta: insolidaria unas veces y dominadora otras.
La izquierda en cambio quiere ser integradora e igualitaria: la solidaridad ser¨ªa su virtud preferida. Pero su gran defecto es la tendencia al espontane¨ªsmo y a la comodidad. Reh¨²ye la dificultad y el esfuerzo paciente; y su solidaridad pasa mal de las palabras a los hechos.
Desde esta caracterizaci¨®n global se puede ir tejiendo un tapiz con hilos de dos colores. Los valores acaban siendo para la derecha un medio para conseguir sus privilegios. Para la izquierda los valores coinciden con sus deseos y se ven as¨ª desnaturalizados.
La derecha no cree en la libertad: cuando habla de ella reclama s¨®lo libertad para s¨ª misma. La izquierda cree en la libertad y la ama; pero la destroza por no distinguirla de la irresponsabilidad.
Ambas dicen amar la vida: pero la derecha se aviene f¨¢cilmente con la pena de muerte, creyendo garantizar as¨ª su seguridad. Y la izquierda reclama un aborto totalmente voluntario, libre y gratuito, buscando salvar su comodidad. O mira la vida m¨¢s como problema manejable que como misterio sobrecogedor y digno del m¨¢s profundo respeto.
Si cree en Dios, la derecha tiende imaginar un Dios autoritario, aunque se lo compensa crey¨¦ndose en buena relaci¨®n con ?l. Y si no cree en Dios, lo sustituye por alg¨²n ¨ªdolo racista o de patriotismo desbocado (va siendo hora de recobrar la conciencia de que expresiones como "izquierda abertzale" son en s¨ª mismas una contradicci¨®n igual que aquella t¨®pica del c¨ªrculo cuadrado).
La izquierda, en cambio, cuando cree en Dios tiende a hacerse un Dios "a la carta" y a la medida de sus deseos. Y si no cree en ?l, lo sustituye por el dogma de alguna "armon¨ªa preestablecida" de las cosas, que le permite comulgar con tr¨¢galas como la de la revoluci¨®n inminente, o la posibilidad de ser feliz en este mundo y de traer el cielo a la tierra.
Hablando en t¨¦rminos m¨¢s teol¨®gicos, la izquierda se caracteriza por desconocer eso que se llam¨® "pecado original". La derecha en cambio procura aprovecharse de ¨¦l.
Y si llegan al poder, en la derecha germinar¨¢ la tendencia al autoritarismo, que adem¨¢s resulta eficaz porque es aceptado, ya que las cosas tienen un precio a pagar. La izquierda, en cambio, nutrir¨¢ una tendencia a la degradaci¨®n: sus buenos deseos son ineficaces porque no est¨¢ dispuesta a pagar su precio.
Por eso, en ambas puede brotar a la larga la tentaci¨®n totalitaria. En la derecha, porque cree que los hombres son irresponsables y que sin represi¨®n peligra la sociedad: as¨ª puede acabar aceptando bushes, francos, pinochets y hasta hitlers. En la izquierda, porque cree que los hombres son insolidarios y que sin autoritarismo fracasan las revoluciones. Por eso puede no hacer remilgos a dictaduras "del proletariado", a un Castro y hasta un Stalin.
Hay un espl¨¦ndido endecas¨ªlabo que puede condensar lo dicho. (Entre par¨¦ntesis, me ha sorprendido a veces qu¨¦ capacidad tienen los endecas¨ªlabos en tantas lenguas para condensar, con ritmo y fuerza, profundas experiencias humanas: ah¨ª est¨¢n Dante y Shakespeare para confirmarlo. Y en castellano, ah¨ª est¨¢n entre otros mil el "polvo ser¨¢n m¨¢s polvo enamorado" de Quevedo, o aquel espl¨¦ndido de Borges: "Me duele una mujer en todo el cuerpo").
Pues bien: Blas de Otero cincel¨® una magn¨ªfica definici¨®n endecas¨ªlaba del ser humano como "¨¢ngel con grandes alas de cadenas". Desde ella cabe decir que la comprensible dificultad humana para cargar con la contradicci¨®n hace que la izquierda sea muchas veces un ¨¢ngel, pero que desconoce sus alas y, cuando pretende volar, no pasa de un vuelo gallin¨¢ceo. La derecha conoce mejor las cadenas humanas, pero su ¨²nica pretensi¨®n es bandearse con ellas en la tierra. Sin darse cuenta ha renunciado a todo lo que sea elevaci¨®n.
Como consecuencia de ello, y aqu¨ª viene la crispaci¨®n aludida al comienzo, la derecha puede acabar provocando en sus adversarios una ira y una rabia muy justificadas por su falta de coraz¨®n. La izquierda puede suscitar menosprecio, y no sin fundamento a veces, por su ligereza.
Para quienes conocen el Nuevo Testamento, lo v¨¢lido de la derecha me parece verlo en aquel servidor de la par¨¢bola de los talentos a quien el Se?or llama "siervo bueno y fiel". Su lado malo est¨¢ descrito en los diversos y duros reproches de Jes¨²s contra escribas y fariseos ("ay de vosotros, hip¨®critas") en el cap¨ªtulo 23 de San Mateo. El lado bueno de la izquierda puede encarnarlo el samaritano de la par¨¢bola que atiende al hombre tendido en la cuneta de un camino, por el que hab¨ªan pasado sin hacerle caso dos eximios representantes del orden. Su lado malo me parece representado por el reproche de San Pablo a sus cristianos de Corinto: la imagen de una levadura que ha fermentado y, en lugar de dar sabor, pudre la masa (1 Cor 5).
Una aclaraci¨®n antes de terminar. Dije al comienzo que hablaba de estereotipos m¨¢s que de personajes o grupos concretos. Como de todos modos pensamos imaginando, temo que muchos lectores habr¨¢n ido pensando en Espa?a mientras me le¨ªan. Por eso no ir¨¢ mal recordar que, en Espa?a, a¨²n casi no conocemos una derecha civilizada (ni siquiera c¨ªvica). Por eso, algunos oasis como Ruiz-Gallard¨®n son tan minoritarios y sorprenden tanto. Por eso tambi¨¦n estamos acostumbrados a una pol¨ªtica que consiste en que la mentira repetida acaba convirti¨¦ndose en verdad, y en sustituir las respuestas y los argumentos por meros juicios de intenciones. Pero tampoco tenemos todav¨ªa en Espa?a una aut¨¦ntica izquierda fervorosamente social: Umbral dijo una vez que nuestros "rojos" s¨®lo eran infrarrojos, y yo mismo parodi¨¦ anta?o la expresi¨®n de D. Bonhoeffer "la gracia barata", hablando de la izquierda barata. Por eso es frecuente verla sustituir la solidaridad con las v¨ªctimas por reivindicaciones falsamente aparentes en otros campos, y que pueden actuar como carnazas para compensar la decepci¨®n del electorado.
Ante este duro dilema humano, es comprensible la tentaci¨®n de buscar un "centro" que est¨¢ amenazado de recortar irrenunciables o de no ser ni carne ni pescado. El camino deber¨ªa discurrir, m¨¢s que por el recorte, por la integraci¨®n de lo positivo: que cada postura deje de estar pagada de s¨ª misma y no desprecie a la de enfrente. Que sepa que los otros no son "el eje del mal" ni aun cuando sacan lo peor de s¨ª mismos. Que ambas comprendan que necesitan las virtudes de la otra, y que aspiremos a una totalidad humana englobante. De lo contrario, la convivencia acabar¨¢ pervirti¨¦ndose en malvivencia o en confrontaci¨®n, como ha ocurrido tantas veces en la historia. Y las dos Espa?as de Machado se convertir¨¢n en dos mundos que han de helar el coraz¨®n a cada hombrecito que viene al planeta.
Si esa integraci¨®n no parece posible, servir¨¢ al menos para convencernos de que lo que llevamos entre manos es muy serio. Tremendamente serio. Y se comprender¨¢ por qu¨¦ una buena parte de la tradici¨®n cristiana defini¨® a Dios como "la armon¨ªa de contrarios". No est¨¢ nada mal.
Jos¨¦ Ignacio Gonz¨¢lez Faus es te¨®logo y jesuita.
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