La producci¨®n de las cat¨¢strofes
No ha mucho que se ha puesto en circulaci¨®n la noci¨®n de que la nuestra es una "sociedad del riesgo", pre?ada de intr¨ªnseca peligrosidad. La literatura sobre los inconmensurables peligros que en ella se agazapan se hincha sin cesar. Las especulaciones macrocatastrofistas suelen venir envueltas en ropaje de sociol¨®gica pretensi¨®n, si bien ignoran el abundante acervo que la sociolog¨ªa cl¨¢sica y la filosof¨ªa de la historia ofrecen sobre cat¨¢strofes, cataclismos y calamidades. No se sabe bien si por amnesia o analfabetismo. Me refiero, claro est¨¢, a los da?os engendrados por la estupidez o la crueldad humanas, y no a las plagas y desgracias que nos mandan peri¨®dicamente los dioses. El caso es que la jeremiada no cesa.
CALAMIDADES
Ernesto Garz¨®n Vald¨¦s
Gedisa. Barcelona, 2004
285 p¨¢ginas, 16,90 euros
As¨ª las cosas, s¨®lo con j¨²bilo puede uno abrir las p¨¢ginas de Calamidades, el ensayo que en torno a la producci¨®n humana de las grandes desgracias contempor¨¢neas ha perge?ado el eminente fil¨®sofo moral argentino Ernesto Garz¨®n Vald¨¦s, profesor en Maguncia y harto conocido (y estimado) en Espa?a. Ni uno s¨®lo de los lugares comunes que afligen la doctrina catastrofista al uso estropea su discurso. Por otra parte, evita la elaboraci¨®n de una teor¨ªa general de la cat¨¢strofe provocada por algo tan vago como pueda ser la idea de que hay una estructura social maligna de la modernidad para concentrar su atenci¨®n en un conjunto de exploraciones en las que se hace evidente que somos las gentes las que producimos -y a veces, pr¨¢cticamente, manufacturamos- nuestras desgracias y las de nuestros semejantes en lugar de misteriosas fuerzas de metaf¨ªsica catadura. El m¨¦rito y originalidad de su enfoque reside en su ¨¦nfasis sobre la intencionalidad (acciones deseadas que sin embargo producen resultados da?inos y a menudo perversos) combinado con una atenci¨®n a procesos que, si bien son propios de nuestro tiempo, nadie puede atribuir a la mentada (y vaporosa) modernidad.
El mero enunciado de los cin-
co casos que toma en consideraci¨®n Garz¨®n da una idea del elemento de sarcasmo que inspira Calamidades, m¨¢s all¨¢ de la habitual iron¨ªa que envuelve su erudita obra anterior. Son los siguientes: las intervenciones humanitarias armadas, la supuesta relevancia moral de la diversidad cultural, el terrorismo estatal, el otro terrorismo y la corrupci¨®n. Sin piedad aparente (pero con mucha piedad hacia la raza humana) desnuda el autor y da la vuelta a c¨®mo unas presuntas buenas intenciones se tergiversan y producen los efectos exactamente contrarios a los que se usan como justificaci¨®n. Si Ernesto Garz¨®n dijera que toda buena intenci¨®n, o toda estrategia de conducta bienintencionada, conduce a la calamidad, su argumento carecer¨ªa del m¨ªnimo inter¨¦s. Habr¨ªa ido a engrosar la vasta grey de los cenizos y simplistas del pesimismo. Lo que sus an¨¢lisis subrayan, por el contrario, es c¨®mo y cu¨¢ndo se produce la tergiversaci¨®n y cu¨¢ndo es posible evitarla.
As¨ª, por tomar un ejemplo, Garz¨®n nunca se opone a la diversidad y multiplicidad de las culturas. Lo que critica con devastadora, aleccionadora y bienvenida eficacia es otra cosa: la ideolog¨ªa multiculturalista que bajo el pretexto de la tolerancia y el buenismo doctrinario nos sumerge en un relativismo moral inaceptable. O, por tomar otro ejemplo, su ataque contra el terrorismo de algunos Estados arrebata el argumento a los abogados de la violencia pol¨ªtica para demostrar que los abusos contra la vida c¨ªvica decente y las tropel¨ªas gubernamentales pueden demolerse con argumentos distintos a los esgrimidos por los santurrones del radicalismo simplista y amigo del cataclismo presuntamente liberador.
El 11 de marzo de 2004 Garz¨®n Vald¨¦s viaj¨® a Barcelona para entregar a la imprenta el manuscrito de Calamidades. Con fraternal congoja se enter¨® de la desgracia que sobre nuestra tierra se abati¨® aquel d¨ªa. Apresurado, redact¨® un muy breve ep¨ªlogo: emociones contenidas aparte, los hechos demuestran hasta qu¨¦ punto el libro entero que hab¨ªa compuesto antes se basa en una interpretaci¨®n certera de las cat¨¢strofes que nuestra necedad fabrica y nuestra injustificable ignorancia engendra. Ante tanta calamidad, ante tanta perversidad, no cabe m¨¢s que el uso tozudo del raciocinio, puesto que la divina Providencia brilla por su ausencia. No cabe, por decirlo con el autor, sino "la modesta pero alerta honestidad moral para contener la arrogancia del poder y no sucumbir al repugnante deseo de prescindir de la raz¨®n".
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