Men¨² para un mediod¨ªa despu¨¦s del Rastro
San Steve McQueen y santa Raquel Welch presiden desde un altar psicod¨¦lico un comedor de paredes rojo lupanar. El panka, una especie de tapiz motorizado que cuelga del techo y se mueve con un motor de parabrisas, da a la estancia un aire a revisi¨®n de Las mil y una noches en versi¨®n de la Metro, o sea, kitsch y sesentera. La decoraci¨®n de El Malandr¨ªn es puro pastiche de buen gusto. Lo que sale de su cocina, comida espa?ola e hind¨², por el contrario, prefiere no mezclarse. "No es un restaurante de comida de fusi¨®n", aclara Roge Gonz¨¢lez, madrile?o de 42 a?os que cay¨® en brazos de la hosteler¨ªa tras salir rebotado del estr¨¦s de la publicidad.
"Funcionan como dos cartas independientes". Se opta por una, por la otra o por las dos, si se sigue el esp¨ªritu de compartir platos con el que se concibi¨® la carta. En ese caso se puede combinar, por ejemplo, un plato de secreto ib¨¦rico a la plancha con licor de bellota con un carr¨¦ de cordero asado al chutney de mango o las sabrosas Paneer Bhajee (bolitas de cuatro quesos fritas en salsa picante).
El Malandr¨ªn
Calle del Almendro, 9.
Tel¨¦fono 913 54 00 82. Madrid.
Horario: de martes a s¨¢bado, hasta las 0.00.
Domingo, hasta las 17.00.
Men¨² del Rastro: 12 euros.
Y para degustar la cocina de la chef Rosa P¨¦rez, disc¨ªpula del indio Rafe Jaffrey, nada mejor que los dos men¨²s reci¨¦n inaugurados, uno diario (de nueve euros) y otro que llaman del Rastro, que cuesta 12 euros y, claro, se sirve los domingos. ?ste est¨¢ pensado para calmar el ansia de una buena ma?ana madrile?a entre puestos de ropa de segunda mano y almonedas de cachivaches ins¨®litos. "Damos mesas sin interrupci¨®n para acoger a los rezagados". Una filosof¨ªa que encaja con el aire que respira la calle del Almendro, centro del tapeo de la Latina en clave m¨¢s tranquila que las dos Cavas, con las que comparte p¨²blico. Sobre todo en domingo, cuando por los dos ambientes del restaurante (luminoso el piso de arriba; nocturno y conspirador el de abajo) se reparten j¨®venes endomingados, versi¨®n casual, vestidos con ropa de marca, trapitos del Rastro y dominical bajo el brazo. Son los nuevos rostros de un barrio en el que hace tres siglos se bat¨ªan malandrines como el que inspir¨® el nombre del restaurante. "Nuestros malandrines y malandrinas disfrutan de la mala vida, que es la buena. Con un punto hedonista y golfillo".
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