?Es posible la paz?
Un proverbio ¨¢rabe dice: "Para aplaudir necesitas las dos manos". Si las elecciones presidenciales palestinas de hoy representan un paso en la reanudaci¨®n del proceso de paz enterrado en septiembre de 2000, al estallar la segunda Intifada, el otro depende de Ariel Sharon, el primer ministro israel¨ª. Despu¨¦s de cuatro a?os terribles se ha producido una metamorfosis tan s¨²bita en el lenguaje que suena irreal. "No hace ni dos meses que falleci¨® Arafat y parece que lleva a?os muerto", afirma un diplom¨¢tico arrastrado por ese optimismo que no surge de la calle. Pero s¨®lo con palabras no se va a construir la paz tras cinco guerras, dos insurrecciones y miles de muertos en ambos lados.
La demonizaci¨®n de Arafat fue un ¨¦xito de Sharon que le rindi¨® un fruto claro: tras el 11-S, le incluy¨® en la lista de terroristas de EE UU y le borr¨® de la del Nobel
La demonizaci¨®n de Yasir Arafat fue un ¨¦xito de Sharon que le ha rendido frutos: tras el 11-S logr¨® incluirle en la lista terrorista de la Casa Blanca borr¨¢ndole de la del Nobel. Sin interlocutor, no hab¨ªa di¨¢logo. Resurgi¨® en la extrema derecha israel¨ª la tentaci¨®n del traslado (expulsi¨®n) de los palestinos. Su lema: "Nosotros, aqu¨ª; ellos, all¨¢". Pero el fallecimiento del rais el 11 de noviembre en Par¨ªs ha desencadenado unas expectativas que ni Sharon ni Abu Mazen pueden defraudar.
El conflicto que enfrenta desde 1948 a israel¨ªes y palestinos es la excusa para una agitaci¨®n emocional que alimenta otro mayor entre Al Qaeda y Occidente. Pese a ello, ni EE UU ni Europa parecen dispuestos para imponer una soluci¨®n. "George Bush no apoya a Israel, sino a su extrema derecha, y la UE est¨¢ ausente, ya que pone dinero y carece de voz", asegura Mahmud Nofal, asesor de Abu Mazen. La percepci¨®n de desamparo alienta el extremismo palestino y deja a las escasas voces moderadas de ambos lados sin argumentos ante la desesperaci¨®n.
"Somos esclavos en nuestra tierra y ustedes vienen a exigirnos que paremos la violencia; a ponernos condiciones de reforma democr¨¢tica cuando ni siquiera tenemos un Estado. Excusas de los que nada quieren hacer. ?Qui¨¦n exige a Israel, que viola todas las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU?", se pregunta Yasir Ahmed Rabbo, ex ministro de la Autoridad Nacional Palestina. "El problema es que en la Administraci¨®n norteamericana hay gente que est¨¢ a la derecha de Sharon", a?ade.
Israel posee uno de los ej¨¦rcitos mejor preparados y los palestinos afirman estar arropados por una comunidad isl¨¢mica de millones de personas. Ambos se simulan fuertes. Pero el juego de exageraciones oculta otra realidad: los dos se perciben fr¨¢giles, v¨ªctimas de un plan excluyente, y tienen miedo. Por eso el compromiso es tan arduo: no se f¨ªan. Ammer Makhul, de Haifa, palestino israel¨ª, una comunidad de 1,3 millones de personas que representa el 20% de la poblaci¨®n de Israel, cree que la discrepancia es de fondo: "Para Sharon, paz es la ausencia de atentados; para los palestinos, el final de una ocupaci¨®n y el derecho al retorno de los refugiados".
Un traje de tefl¨®n
El Gobierno de Israel est¨¢ embutido en un traje de tefl¨®n que repele las cr¨ªticas incomodando al acusador: el Holocausto es su arma. Un periodista extranjero sostiene que Europa es permeable a las acusaciones de antisemitismo porque en su conciencia subyace un sentimiento de culpa, por acci¨®n u omisi¨®n. Makhul a?ade: "Somos las v¨ªctimas de las v¨ªctimas".
"Sharon ha sido h¨¢bil al introducir nuestro mundo en una guerra global; ha logrado identificar la lucha de EE UU con la suya. Es como si pudiera decir: '?Veis?; est¨¢bamos en lo cierto'. Creerse acompa?ado le ha hecho m¨¢s audaz. Dejamos de ser un peque?o problema en Oriente Pr¨®ximo y ahora representamos la vanguardia de la civilizaci¨®n. El 11-S ha da?ado a los palestinos que no supieron leer los acontecimientos", dice Michel Warschawski, intelectual jud¨ªo que el partido Likud tacha de izquierdista radical.
Ese runr¨²n optimista, que se corea en Washington y Londres (tal vez deseosos de maquillar el descalabro iraqu¨ª), no lleg¨® a los territorios ocupados donde malviven 3,5 millones de palestinos. Pese a las declaraciones encandiladas por el efecto Arafat, la vida del otro lado resulta tan miserable como siempre: los 39 controles militares fijos, 17 en la l¨ªnea verde (la del armisticio de 1967), son un suplicio diario para miles de palestinos que malgastan en ellos horas y paciencia. El muro, del que cada kil¨®metro cuesta 420.000 euros (Israel es una econom¨ªa subvencionada por EE UU y la UE), repercute en el 16,8% de esos territorios, seg¨²n la ONG israel¨ª B'Tselem.
"Antes de la segunda Intifada hab¨ªa pudor en las formas; ahora se exhibe la violencia porque el Gobierno se sabe impune. Desde hace cuatro a?os todo es transparente, visible, como el muro", asegura Yael Leherer, jud¨ªa y directora de la editorial Andalus, que publica a autores ¨¢rabes. "En estos a?os se ha llevado a cabo un proceso de deshumanizaci¨®n de los palestinos para justificar la represi¨®n", sostiene Warschawski, "y en ¨¦l nos hemos deshumanizado nosotros tambi¨¦n".
"Tampoco me gusta el muro", dice David Saranga, uno de los portavoces del Gobierno israel¨ª, "pero era necesario para proteger a los civiles. En 2004 se ha logrado un descenso del 90% en atentados terroristas. Cuando desaparezca el peligro se desmontar¨¢".
"No veo una oportunidad para negociar. Sharon nunca ha sido un hombre de paz. Tiene un plan y todos lo saben pero simulan desconocerlo", dice Rabbo. "Dudo de que Abu Mazen pueda superar los obst¨¢culos que hay en el camino. Sharon habla de paz y trabaja en su contra", apunta Nofal. "La retirada de Gaza es un truco. Rodeada de una valla y sin el control del mar, el espacio a¨¦reo y las fronteras, nadie podr¨¢ salir de ah¨ª. Sharon evita responder a la pregunta de qu¨¦ har¨¢ despu¨¦s. Quiere quedarse con parte de Cisjordania y devolver el resto reducido a bantustanes que hagan inviable un Estado. En dos a?os ha logrado que nadie hable de otro plan que el suyo, que ha sustituido a la Hoja de Ruta. Es muy listo", a?ade.
Saranga asegura que el desenganche de Gaza es s¨®lo un primer paso. "Tambi¨¦n nos vamos de algunos asentamientos del norte de Cisjordania; son pocos, cierto, pero se trata de un mensaje a los palestinos: si Gaza funciona, podremos seguir. Todo pol¨ªtico aspira a mantenerse en el poder. ?Por qu¨¦ Sharon querr¨ªa llevar adelante un plan que va contra su partido, parte de su electorado y su pasado si no estuviera convencido?".
100 d¨ªas para Abu Mazen
El escritor israel¨ª David Grossman advierte contra los clich¨¦s que impiden ver el movimiento: "Nadie sabe qu¨¦ tiene Sharon en la cabeza. No hay que atender a lo que dice, sino a lo que hace, y est¨¢ dando pasos que contradicen su trayectoria. Ser¨ªa una iron¨ªa que el impulsor de los asentamientos sea quien los desmonte". El historiador Ilan Pappe, profesor de la Universidad de Haifa y tambi¨¦n denostado por el Gobierno, es de los pesimistas: "El primer ministro s¨®lo ha aprendido una lecci¨®n: si habla de paz puede hacer lo que quiera".
"Arafat pidi¨® tiempo tras los Acuerdos de Oslo y se lo dimos. Han pasado nueve a?os y estamos peor que antes. Abu Mazen no tiene ese plazo. El suyo es de 100 d¨ªas; si no, habr¨¢ una tercera Intifada", asegura un joven de las Brigadas de los M¨¢rtires de Al Aqsa en Jenin. "La tragedia de Abu Mazen", explica un occidental con muchos a?os de experiencia en la zona, "es que no dispone del poder para cambiar nada; su capacidad de maniobra es cero. No s¨¦ si la pr¨®rroga ser¨¢ de 100 d¨ªas o de un a?o, pero las llaves est¨¢n en el bolsillo de Sharon".
El escritor A. B. Yehosua, partidario del muro en el curso de la l¨ªnea verde, algo que no sucede, propone una soluci¨®n ir¨®nica para los asentamientos: "Devolvamos Gaza y Cisjordania y los colonos que deseen seguir all¨ª que se conviertan en ciudadanos palestinos y dependan de su Gobierno. ?Por qu¨¦ Israel no se anexion¨® los territorios en 1967? Porque no quer¨ªa absorber a 3,5 millones de palestinos".
Mahmud Darwish defini¨® la esencia del conflicto de manera po¨¦tica: "Una guerra de memoria". El tambi¨¦n escritor Amos Oz corrige: "Se trata de un choque entre dos pueblos, dos v¨ªctimas del colonialismo europeo, que defienden una causa justa en un mismo territorio y que no tienen otro pa¨ªs adonde ir. Colonos, ultraortodoxos, Sharon y Ham¨¢s saben que nos dirigimos a la soluci¨®n de los dos Estados. No existe otra".
Acabar con la ocupaci¨®n
Rima Tarazi, compositora y disc¨ªpula del fallecido Edward Said, exige justicia: "Si no, Israel estar¨¢ cavando su destrucci¨®n. Es necesaria la paz y la reconciliaci¨®n, pero para ello es imprescindible el final de la ocupaci¨®n. Mazen no dispondr¨¢ del poder de Arafat. Cuando desaparece una figura tan carism¨¢tica nadie puede ocupar su lugar. Lo que necesitamos es que funcionen las instituciones".
"Sharon busca un Estado ¨¦tnicamente puro; cada tribu en su territorio. El muro es la representaci¨®n de la b¨²squeda de ese Estado homog¨¦neo, est¨¢ en la mente de cada jud¨ªo. El problema es que el divorcio ya no es un objetivo; se busca la expulsi¨®n del otro", dice Warshanksi. Oz discrepa: "Habr¨¢ divorcio y doloroso porque nadie deja la casa; tendr¨¢n que repartirse la habitaciones y habr¨¢ problemas para compartir la cocina [Jerusal¨¦n]. Primero se necesita un compromiso, despu¨¦s llegar¨¢ la paz. La UE es un foco de civilizaci¨®n, pero para llegar a esa Europa han hecho falta mil a?os de sangre. Tambi¨¦n vamos a necesitar tiempo, pero prometo que no pasar¨¢n otros mil".
"La militarizaci¨®n de la Intifada fue un error [m¨¢s de 3.500 palestinos muertos y 900 israel¨ªes desde 2000]. Arafat pens¨® que as¨ª presionaba a Israel y a Estados Unidos. Se equivoc¨®: el lenguaje de violencia es lo que quiere Sharon. Mazen ha sido valiente al decir en p¨²blico algo que mantuvo en las reuniones en la Mukata", afirma Nofal. "Todos hemos fallado, nosotros tambi¨¦n. Pasar¨¢ tiempo hasta que se vuelva a presentar", a?ade.
"La Intifada es una respuesta a la ocupaci¨®n y a la agresi¨®n", se defiende el jeque Yusef Hasan, uno de los principales jefes de Ham¨¢s en Cisjordania. "La militarizaci¨®n llega meses despu¨¦s, como una respuesta a la represi¨®n [en 2004 han muerto 182 menores]; es el resultado de un clamor popular y nosotros obedecemos al pueblo. Ellos matan civiles y nosotros respondemos. Si hubiera un compromiso, lo respetar¨ªamos. Estamos dispuestos a sacar los civiles de esta lucha".
"Es cierto que Sharon tiene las llaves", afirma Saranga, "pero Abu Mazen conserva los c¨®digos que las hacen funcionar. Tiene a su disposici¨®n 30.000 polic¨ªas en un territorio muy peque?o, y medios, por tanto, para poner fin a la violencia y desmantelar las redes terroristas".
"Destruyen las casas [4.170 desde septiembre de 2000. En las demoliciones se emplea la exavadora D-9, fabricada por la estadounidense Caterpillar] y arrancan los olivos para quitarnos las ra¨ªces, para separarnos de la tierra, para decirnos 't¨² no perteneces a ella', pero hemos aprendido la lecci¨®n. Cuando una mujer se sienta sobre las ruinas de su casa est¨¢ lanzando un mensaje de resistencia. Existen los suicidas porque la vida es tan miserable en los territorios que estar vivo es lo mismo que estar muerto", dice Mahkul. "El muro no servir¨¢ con una tecnolog¨ªa militar que en poco tiempo estar¨¢ al alcance de cualquiera; s¨®lo la paz traer¨¢ seguridad", a?ade Nofal.
La retirada de Gaza
"Abu Mazen lo ¨²nico que puede hacer es dejar sin excusas a los israel¨ªes, por eso quiere acabar con la militarizaci¨®n de la Intifada. Por eso deben acabar los ataques contra civiles", dice Rabbo. "Tenemos reuniones; estamos dispuestos a un acuerdo de alto el fuego. Ham¨¢s ya ha aceptado treguas para dar espacio a la negociaci¨®n. Somos v¨ªctimas y tenemos el derecho a defendernos Si terminara la ocupaci¨®n se podr¨ªa alcanzar la paz. Si esto ocurriera, todo es negociable [referencia al reconocimiento de Israel]. Gaza no es la soluci¨®n, pero nunca diremos no a una retirada israel¨ª", dice el jefe de Ham¨¢s.
"Lo que necesitamos es un pacto sobre el futuro, no sobre el pasado. Los pa¨ªses ¨¢rabes cometieron graves errores despu¨¦s de 1948 e Israel tuvo que seguir otra pol¨ªtica despu¨¦s de la gran victoria de 1967. Cuando hay un accidente, los m¨¦dicos no se preocupan por saber qui¨¦n tuvo la culpa, lo importante es estabilizar las heridas y salvar al paciente", dice Oz.
"Sharon es el primer pol¨ªtico israel¨ª desde Ben Guri¨®n que tiene un plan estrat¨¦gico, un plan horrible, que nos puede conducir al suicidio. Al encerrar a los palestinos en guetos nos encerramos nosotros", dice Warshanski. "Somos una sociedad claustrof¨®bica. Si somos incapaces de llevarnos bien con nuestros vecinos, el peligro de desaparici¨®n de Israel es grande. Puede sucedernos como a los cruzados: convertirnos en un elemento extra?o que tarde o temprano ser¨¢ expulsado por el organismo. La ¨²nica garant¨ªa es una paz justa", dice Pappe.
"Puede que el plan sea devolver Gaza y quedarse con la mitad de Cisjordania, pero se trata s¨®lo de un sue?o; en los pr¨®ximos meses Sharon se ver¨¢ arrastrado por una marea que no podr¨¢ controlar", dice Grossman. Y Oz dibuja una esperanza en un conflicto que califica de tragedia griega: "Mandela y De Klerk han nacido; est¨¢n entre nosotros, pero a¨²n no saben que son Mandela y De Klerk, como no lo sab¨ªan los originales antes de convertirse en parte de la historia de su pa¨ªs".
La risa, una forma de resistencia
EL MURO -a veces una pared de hormig¨®n de ocho metros; a veces, una valla con detectores elec-tr¨®nicos- serpentea por Cisjordania sin seguir la l¨ªnea verde, frontera del armisticio de la guerra de los Seis D¨ªas. En Tulkarem y Qalquilia, ese recorrido ondulante tiene un prop¨®sito: devorar tierras de labranzas y acu¨ªferos palestinos incorpor¨¢ndolos a Israel. Al sur de Hebr¨®n, el dise?o aprobado hace 10 d¨ªas por el Gobierno de Ariel Sharon penetra en territorio cisjordano para dar seguridad a 10 asentamientos israel¨ªes. La protecci¨®n de 50.000 colonos dejar¨¢ indefensos a 18.000 palestinos en el lado israel¨ª. Lo llaman pol¨ªtica de hechos consumados.
En el control militar de Qalandia, cerca de Ramala, uno de los peores de Cisjordania, los autobuses de l¨ªnea y los coches guardan una cola desordenada, que a menudo es un puro atasco. En algunas ocasiones se trata de una espera de una hora; otras, de seis o m¨¢s: depende del humor del soldado. Hay d¨ªas que revisan aprisa; otros, que se demoran y simulan otros menesteres. En los rostros duros de esos palestinos silentes se dibuja un rictus tenso, una especie de hartazgo entre la desesperanza y la amargura: miran hacia delante sin ver nada. No pueden hablar ni quejarse bajo riesgo de detenci¨®n; s¨®lo responder a las preguntas de la tropa. Cuando se acercan a la barrera militarizada, repleta de obst¨¢culos y alambres de espino, deben descender de los autom¨®viles y los autobuses y cruzar a pie, de uno en uno, por un registro vejatorio. ?ste es uno de los cambios que exige Abu Mazen para comprar m¨¢s paciencia a su pueblo.
En Jenin, el control es moderno: cuenta con un arco detector de metales, puertas giratorias y c¨¢maras. S¨®lo pueden entrar los que acrediten su residencia en esa ciudad, s¨ªmbolo de la resistencia palestina. Los soldados son hoscos y malencarados. Hablan en hebreo y en ruso y casi siempre a gritos. Al extranjero, pese a su acreditaci¨®n emitida por el Gobierno de Israel, le obligan a levantarse la camisa y mostrar la tripa. "Es por si lleva una bomba pl¨¢stica", explica despu¨¦s una soldado. Pero en esa misma inspecci¨®n, en apariencia exhaustiva y profesional, nadie revisa la bolsa de mano. "Es que no se trata de seguridad, ?no lo comprendes? El objetivo es humillar al registrado", explica un vecino del campo de refugiados. "Quieren vernos llorar; por eso siempre me r¨ªo en los controles y cuando me preguntan la raz¨®n les digo que soy feliz. He descubierto que la risa es una forma de resistencia".
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