C¨®mo salvarse de un 'tsunami'
Es dif¨ªcil encontrarlas entre tanta muerte, pero en toda cat¨¢strofe se oculta alguna historia feliz, alg¨²n golpe de parad¨®jica fortuna como el protagonizado por Tilly Smith, una ni?a brit¨¢nica de 10 a?os que salv¨® la vida a un centenar de turistas el pasado d¨ªa 26 en una playa de la isla de Phuket, en Tailandia. Unos minutos antes de que la gran ola destructora fuera visible desde la costa, el agua retrocedi¨® alej¨¢ndose de la playa. Muchos lo vieron, pero s¨®lo Tilly supo interpretarlo. Era el signo de que se avecinaba un tsunami. Lo hab¨ªa estudiado en la escuela unas semanas antes. "?Viene una ola gigante!", grit¨®. Nadie sabe por qu¨¦ los turistas hicieron caso de la alarma de una ni?a, pero esa credulidad les salv¨® la vida, porque les dio tiempo de salir corriendo antes de que el tsunami fuera visible, y su playa fue una de las pocas de la isla de Phuket que no registraron v¨ªctimas.
Como cualquier otro experto, Goff no tiene la menor duda de que los maremotos seguir¨¢n causando cat¨¢strofes. "La cuesti¨®n no es si volver¨¢ a ocurrir", dice, "sino cu¨¢ndo"
Entre los testimonios del horror conocidos en las ¨²ltimas dos semanas, llaman la atenci¨®n por su consistencia los relatos del minuto anterior al desastre. "Algunos sintieron primero el temblor de tierra y otros vieron el mar desaparecer de las playas", narraba un corresponsal occidental en la zona. La turista finlandesa Katri Seppanen lo describi¨® as¨ª: "Las aguas retroced¨ªan, retroced¨ªan tanto que todo el mundo se preguntaba qu¨¦ era aquello, si se deb¨ªa a la luna llena". Una pareja brit¨¢nica que se alojaba en Khao Lak (Tailandia) a?adi¨®: "En un momento, el mar estaba a nuestros pies, y en el momento siguiente hab¨ªa retrocedido medio kil¨®metro. La gente empez¨® a caminar hacia la orilla para verlo mejor". Un pescador de Sumatra lo vivi¨® as¨ª desde su barca: "El agua se retir¨® de la costa y los peces saltaban sobre la arena".
Lo que Tilly hab¨ªa aprendido en clase es un fen¨®meno bien documentado desde el catastr¨®fico maremoto que destruy¨® Lisboa el 1 de noviembre de 1755. Lo primero que vieron los lisboetas fue que el agua retroced¨ªa exponiendo a la vista el fondo marino, y el espect¨¢culo fue tan ins¨®lito que muchos de ellos bajaron a la arena h¨²meda para presenciarlo de cerca. El muro de agua lleg¨® unos minutos despu¨¦s y acab¨® con sus vidas de forma instant¨¢nea. La historia se acaba de repetir. Y la asombrosa actuaci¨®n de Tilly demuestra lo mucho que se podr¨ªa haber evitado, no ya con sofisticados detectores ni costosas redes de alarma, sino tan s¨®lo con un conocimiento b¨¢sico de la f¨ªsica de un tsunami.
Un tsunami, o maremoto, tiene su origen en un fuerte terremoto con epicentro bajo el mar, y el que ocurri¨® el 26 de diciembre, de grado 9 en la escala de Richter, fue uno de los m¨¢s brutales que se han registrado en la historia. La escala de Richter fue ideada en 1935 de una manera m¨¢s bien arbitraria. Se asign¨® un valor pr¨®ximo a cero a los terremotos m¨¢s d¨¦biles que pod¨ªan detectarse en aquella ¨¦poca. Despu¨¦s se aumentaba una unidad por cada incremento de 10 veces en la magnitud del terremoto. Un terremoto de grado 9 es 10 veces m¨¢s potente que uno de grado 8. La escala Richter no tiene un l¨ªmite superior, pero el grado 9 es, en la pr¨¢ctica, casi el m¨¢ximo que se ha observado desde que hay registros.
El terremoto de Sumatra ha sido el cuarto m¨¢s fuerte del mundo desde 1900, y el mayor desde el que sacudi¨® Alaska en 1964. Pero la mayor parte de sus 150.000 v¨ªctimas no muri¨® como consecuencia directa del se¨ªsmo, sino del tsunami que ¨¦ste provoc¨®. Y de la imprevisi¨®n de los Gobiernos de la zona.
Seg¨²n los datos del servicio de Inspecci¨®n Geol¨®gica de Estados Unidos (USGS), el terremoto del d¨ªa 26 tuvo su epicentro a 30 kil¨®metros de profundidad y a 250 kil¨®metros de Banda Aceh, en la costa de Sumatra (Indonesia). Empez¨® exactamente siete segundos antes de las 7.59 hora local y dur¨® tres minutos. Y liber¨® una energ¨ªa de 475 megatones, el equivalente a 23.000 bombas at¨®micas como la de Hiroshima. S¨®lo una peque?a fracci¨®n de esa energ¨ªa se transmiti¨® al agua que estaba encima del epicentro, pero fue suficiente para desencadenar el desastre.
Inicios modestos
Los inicios de un tsunami tienen una apariencia muy modesta. La energ¨ªa del terremoto tiene el mismo efecto que una piedra tirada a un estanque: genera un tren de ondas conc¨¦ntricas, es decir, una serie de olas que se propagan como circunferencias de radio creciente a partir del lugar del impacto. Y esas olas parecen insignificantes. Un barco que hubiera estado justo encima del epicentro habr¨ªa presenciado el nacimiento del maremoto, pero no le habr¨ªa otorgado la menor importancia: una simple ola de medio metro de altura. La ola baja lentamente. Entre diez minutos y una hora despu¨¦s llega otra ola similar, y as¨ª.
La energ¨ªa destructora de esa onda no est¨¢ acumulada en su altura, sino en su longitud. En el caso de la piedra tirada al estanque, la longitud de onda (la distancia entre una ola y la siguiente) es de 20 o 30 cent¨ªmetros. En el tsunami del d¨ªa 26 era de 100 o 200 kil¨®metros. Cada ola circular se mov¨ªa en todas las direcciones a una velocidad cercana a los 500 kil¨®metros por hora. A medida que se iba acercando a cualquier costa, la fricci¨®n con el fondo marino cada vez m¨¢s somero iba reduciendo su velocidad. Y los f¨ªsicos conocen bien lo que ocurre cuando se reduce la velocidad de propagaci¨®n de una onda: su longitud se acorta y su altura crece en correspondencia. El tsunami es una onda tan larga que este proceso puede llegar a producir olas de 30 metros de altura en s¨®lo 10 minutos. Y justo al lado de la costa. El tsunami del ?ndico no super¨® los 10 metros de altura. Pudo ser peor.
Una onda tiene picos y valles, y lo primero en llegar a la costa puede ser un valle. Eso quiere decir que la ola, que se est¨¢ formando all¨ª atr¨¢s, chupa el agua que est¨¢ delante de ella, y, por tanto, el mar retrocede de las playas. El retroceso puede llegar a medio kil¨®metro en s¨®lo diez minutos, como relataba la pareja brit¨¢nica de Khao Lak, y suele suscitar una fatal curiosidad entre los observadores costeros, como ocurri¨® en Lisboa en 1755. Pero es la se?al de que un tsunami se acerca. ?sta es la lecci¨®n que tan bien se hab¨ªa aprendido la ni?a Tilly Smith.
"La zona afectada ha sufrido bastantes tsunamis en los ¨²ltimos dos siglos, lo que hace incre¨ªble que la poblaci¨®n no haya recibido la informaci¨®n b¨¢sica para protegerse", dice el especialista en tsunamis ??igo Losada, catedr¨¢tico de Ingenier¨ªa Oceanogr¨¢fica y de Costas de la Universidad de Cantabria. "El retroceso del agua suele ser muy r¨¢pido y llamativo, porque hace emerger regiones del fondo que los habitantes de la zona no hab¨ªan visto jam¨¢s. Es un problema de cultura. Los hawaianos, que tienen un tsunami cada siete a?os en promedio, saben perfectamente lo que significa el retroceso del agua, de qu¨¦ tiempo disponen y qu¨¦ hacer para evacuar las zonas de riesgo. Esa m¨ªnima informaci¨®n hubiera salvado much¨ªsimas vidas en el ?ndico".
Las personas habr¨ªan dispuesto de m¨¢s de diez minutos hasta la llegada del tsunami, y ese tiempo habr¨ªa bastado en la mayor¨ªa de los casos para correr hasta zonas en que el agua ya no llega con fuerza. La cultura general salva vidas.
No todos los tsunamis llegan por el valle de la onda. Otras veces, lo primero que se puede observar es una primera ola de buen tama?o. "Ocurre a menudo que la gente ve la primera ola, que no es necesariamente la m¨¢s grande, y se cree que eso era todo", explica Losada. "Entonces se acercan a la orilla para hacer unas fotos".
Sistemas de alerta
Hay muchas m¨¢s cosas que se podr¨ªan haber hecho. "Un sistema de alerta no puede prevenir un tsunami, pero con toda seguridad habr¨ªa reducido la p¨¦rdida de vidas el 26 de diciembre", aseguraba el jueves la sism¨®loga Anne Meltzer, de la Universidad de Lehigh (EE UU), en un comunicado de esa instituci¨®n. La red global de sism¨®grafos puede determinar la posici¨®n y la magnitud de cualquier terremoto a los pocos minutos de que ocurra, y es f¨¢cil estimar entonces cu¨¢l es la probabilidad de que provoque un tsunami, y hacia d¨®nde se dirigir¨¢, y en cu¨¢nto tiempo. "Un sistema de ese tipo no est¨¢ en marcha en el oc¨¦ano ?ndico, pero s¨ª en muchos pa¨ªses del Pac¨ªfico", dice Meltzer.
Un repaso a los horarios del maremoto asi¨¢tico basta para intuir el profundo efecto que hubiera tenido ese sistema de alerta. El tsunami se mov¨ªa a 500 kil¨®metros por hora. Lo primero que alcanz¨® fue la costa norte de Sumatra, situada a s¨®lo 250 kil¨®metros del epicentro. Aun as¨ª, los habitantes de esa zona habr¨ªan dispuesto de media hora para correr. Es el triple de los diez minutos que Tilly Smith regal¨® a los turistas de su playa. A¨²n m¨¢s tiempo habr¨ªan tenido en Tailandia y Malaisia (una hora), y no digamos ya en la India y Sri Lanka (casi cuatro horas). En estos dos ¨²ltimos pa¨ªses murieron casi 40.000 personas.
El jueves parti¨® hacia la zona un equipo de investigaci¨®n organizado por el USGS estadounidense y el Gobierno de Nueva Zelanda. Su misi¨®n es examinar las ¨¢reas inundadas, estimar la altura que alcanzaron las olas, buscar dep¨®sitos de sedimentos y evaluar los da?os estructurales, con el objetivo de preparar el desarrollo futuro de un sistema de alerta. Uno de los 10 miembros del equipo es James Goff, director de la firma neozelandesa GeoEnvironmental Consultants.
"Muchos pueblos y aldeas simplemente han desaparecido", dice Goff en una entrevista por correo electr¨®nico. "Que se reconstruyan o no depender¨¢ de un delicado equilibrio entre el riesgo de que vuelvan a ser destruidos por otro tsunami y la pol¨ªtica de prevenci¨®n que adopten los Gobiernos de la zona. Recuerdo que, tras el tsunami de 1998 en Pap¨²a Nueva Guinea, los expertos aconsejaron no reconstruir los pueblos en el mismo sitio en que estaban, debido al riesgo extremo de nuevos maremotos. Pero la verdad es que la mayor parte de la gente no ten¨ªa otro sitio adonde ir, de modo que acabaron volviendo al mismo lugar".
Goff prosigue: "En cuanto al medio natural, el principal efecto es la erosi¨®n. Muchas playas han perdido toda su arena, por ejemplo. El ajuste natural de la l¨ªnea de costa restaurar¨¢ la geograf¨ªa anterior al tsunami, pero eso llevar¨¢ a?os en algunos casos, y sospecho que d¨¦cadas o siglos en otros. La erosi¨®n tambi¨¦n ha rellenado algunos humedales, ha formado otros nuevos y ha ensanchado los r¨ªos. Algunos de estos efectos obligar¨¢n a redibujar los mapas".
Como cualquier otro experto, Goff no tiene la menor duda de que los maremotos seguir¨¢n causando cat¨¢strofes. "La cuesti¨®n no es si volver¨¢ a ocurrir", dice. "La cuesti¨®n es cu¨¢ndo. Este tsunami asi¨¢tico ha llegado casi exactamente en el 250? aniversario del c¨¦lebre maremoto de Lisboa, y no deber¨ªamos perder la oportunidad de concienciar a la opini¨®n p¨²blica. Estoy al tanto de los excelentes trabajos sobre el tema de mis colegas espa?oles y portugueses sobre los tsunamis y sus efectos, pero, por desgracia, la percepci¨®n p¨²blica del riesgo de estos fen¨®menos siempre ha sido el hermano pobre de otros peligros que parecen m¨¢s inminentes o m¨¢s interesantes, como los terremotos, las inundaciones y los incendios. Tal vez ahora cambie el ¨¦nfasis".
El especialista neozeland¨¦s concluye con una curiosa coincidencia: "Unos d¨ªas despu¨¦s del tsunami del ?ndico, le¨ª en un peri¨®dico una frase de una mujer de Sri Lanka: 'He vivido aqu¨ª toda mi vida, y esto no ha pasado nunca'. Un rato despu¨¦s volv¨ª a leer la misma frase en un peri¨®dico neozeland¨¦s, pero esta vez pronunciada por una figura p¨²blica para expresar su rechazo al informe sobre el riesgo de tsunamis que acababa de elaborarse para su ciudad. Los cient¨ªficos de tsunamis saben de lo que hablan, pero muy poca gente les escucha. Es extra?o".
Nuevos mapas
"Probablemente no tengamos que redibujar los mapas geogr¨¢ficos convencionales, pero sin duda tendremos que rehacer los mapas topogr¨¢ficos", explica a EL PA?S otro de los miembros del equipo, Costas Synolakis, un especialista de la Universidad de Southern California. "El gran valor de las im¨¢genes comparativas de sat¨¦lite [entre ellas las que se muestran en esta p¨¢gina] es que nos permitir¨¢n calibrar nuestros modelos matem¨¢ticos de evoluci¨®n de tsunamis y de las inundaciones que causan. Hasta ahora, los modelos se han ajustado midiendo la penetraci¨®n m¨¢xima que ha alcanzado el agua. Incluso en la ¨²ltima inspecci¨®n del tsunami de 2002 en Pap¨²a Nueva Guinea, la expedici¨®n dirigida por mi colega Jos¨¦ Borrero tuvo que guiarse por las descripciones de los testigos para programar su trabajo. Los pares de im¨¢genes de sat¨¦lite nos har¨¢n avanzar mucho en los programas de reducci¨®n de riesgos por los maremotos".
Desde el d¨ªa de la cat¨¢strofe, Synolakis s¨®lo ha podido dejar de trabajar un d¨ªa, el 30 de diciembre. Para casarse. "Necesitamos mapas del fondo marino", prosigue el cient¨ªfico. "Como todo el mundo sabe, conocemos mejor la superficie de Venus que el fondo de nuestros oc¨¦anos. El terremoto fue muy fuerte, y probablemente ha producido grandes cambios en el fondo marino. Necesitamos cartografiarlos para comprender lo que ocurri¨® e identificar los futuros riesgos".
Synolakis concluye: "Ser¨¢ el primer terremoto en que se hagan medidas precisas de todos los cambios topogr¨¢ficos y geogr¨¢ficos". Y ¨¦sa ser¨¢ la ¨²nica buena noticia que saldr¨¢ de esta cat¨¢strofe.
Lisboa y Krakatoa: dos precedentes c¨¦lebres
A LAS 9.30 del 1 de noviembre de 1755, un terremoto sacudi¨® el fondo marino 200 kil¨®metros al oeste del cabo de San Vicente, en el extremo suroccidental de Portugal. La escala Richter no exist¨ªa todav¨ªa, pero el terremoto debi¨® aproximarse al grado 9 porque no s¨®lo caus¨® graves da?os en Marruecos, sino que tambi¨¦n afect¨® a C¨¢diz y Huelva y se dej¨® sentir en Francia, Suiza, Italia y Finlandia. Pero fue Lisboa la ciudad que sufri¨® la mayor destrucci¨®n. Primero, por el terremoto en s¨ª; despu¨¦s, por los miles de incendios causados por las velas ca¨ªdas y los fuegos de cocina, y posteriormente, por el tsunami.
Tras la primera sacudida del terremoto, muchos lisboetas buscaron refugio en las barcas amarradas en la desembocadura del r¨ªo. Media hora despu¨¦s de la sacudida, las aguas retrocedieron, y esto atrajo a m¨¢s gente hacia la orilla. Y en pocos minutos lleg¨® el tsunami. Fueron tres olas, y probablemente no superaron los seis metros de altura, pero destruyeron casi por completo la parte occidental de la ciudad y da?aron gravemente muchas otras zonas. Las barcas en las que se hab¨ªa refugiado la gente se hundieron con su carga humana, y los curiosos que se hab¨ªan acercado a la orilla desaparecieron para siempre. El tsunami caus¨® tambi¨¦n muchas muertes hasta 80 kil¨®metros al norte de Lisboa. Y la situaci¨®n fue a¨²n peor en el Algarve, la regi¨®n sur de Portugal, m¨¢s cercana al epicentro, donde casi todas las poblaciones fueron destruidas por el tsunami, que all¨ª alcanz¨® alturas de 30 metros.
El terremoto fue ya desastroso, pero en las ciudades costeras el maremoto subsiguiente caus¨® a¨²n m¨¢s destrucci¨®n que la misma sacudida. El tsunami de Lisboa caus¨® da?os en las costas de C¨¢diz y Huelva, y la onda subi¨® por el Guadalquivir y se dej¨® notar en Sevilla. Ya con menos potencia, alcanz¨® las costas de Francia, el Reino Unido, Irlanda y Holanda. Este a?o se cumple el 250? aniversario de la cat¨¢strofe.
M¨¢s de un siglo despu¨¦s, el 28 de agosto de 1883, entr¨® en su m¨¢ximo nivel de erupci¨®n el volc¨¢n Krakatoa, en la isla de Pulau Rakata, entre Java y Sumatra. Su violencia fue tal que las cenizas ascendieron 25 kil¨®metros hacia el cielo y las explosiones se oyeron en Australia, a mil kil¨®metros. El fen¨®meno tuvo tal violencia que provoc¨® una serie de tsunamis que llegaron a registrarse en Latinoam¨¦rica y Hawai. La mayor de las olas alcanz¨® una altura monstruosa, cercana a los 40 metros, y mat¨® a 36.000 personas al golpear las costas de Java y Sumatra.
Ha habido muchos m¨¢s tsunamis en el ?ndico, aunque de menor magnitud que el de 1883 y con menos v¨ªctimas que el de hace dos semanas. S¨®lo cabe esperar que la pr¨®xima vez alguien le haya dicho a la gente c¨®mo salvar su vida.
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