El hombre de los mil edificios
Con cincuenta a?os de profesi¨®n y casi mil edificios, Antonio Lamela es, seguramente, el arquitecto espa?ol con m¨¢s obra construida. Autor de las primeras torres de apartamentos en la costa y de la nueva terminal del aeropuerto de Barajas, una exposici¨®n recuerda su trayectoria, que es tambi¨¦n la de una ¨¦poca de Espa?a.
A pesar de haber recorrido medio mundo en solitario, en tiempos en los que pocos viajaban, y a pesar de haber construido en varios continentes, Antonio Lamela (Madrid, 1926) sigue siendo un hombre de costumbres. Y de barrio. Lleva media vida viviendo y trabajando en la calle de O'Donnell, en el centro de Madrid. Fue y es sumamente inquieto. Pero su despacho mantiene, desde hace 38 a?os, el mismo decorado: una vida en objetos que mezcla esculturas de diversos credos -sinto¨ªstas, budistas o de la imaginer¨ªa cat¨®lica-. Ese despacho es una isla en medio de la oficina blanca y rectil¨ªnea que es su estudio, salpicada por un bosque de reconocimientos, un aut¨®grafo del Rey, muebles stream line -que ¨¦l mismo dibuj¨® en los a?os cincuenta- y un penetrante olor a eucalipto que impregna la inmensa sala. El escenario es, por tanto, el mismo que lo ha visto crecer profesionalmente. Y las normas son parecidas: todos los empleados visten una bata blanca. "Empez¨® siendo una manera de uniformizar al personal, de distinguirlo de los visitantes. Nos dimos cuenta de que evitaba distracciones, y hoy es un abrigo perfecto para las curiosas indumentarias que lleva la gente joven", comenta sonriendo. Bajo su bata asoma una corbata de punto y el cuerpo delgado de un hombre nervioso. "El aspecto de mi despacho privado tambi¨¦n me ha valido todo tipo de cr¨ªticas. Ha habido periodistas que han descrito la oficina como una capilla y a m¨ª como un arquitecto del Opus, sin reparar en las im¨¢genes de otras religiones igualmente visibles".
-?Es usted muy religioso?
-Cat¨®lico y apost¨®lico. Pero no de pr¨¢ctica habitual. Por convencimiento. Pero ni voy a misa todos los domingos ni observo todas las fiestas cat¨®licas.
Lamela tiene tanto pasado como futuro. Las teor¨ªas que escribi¨® en los a?os sesenta, sobre geo¨ªsmo y cosmo¨ªsmo (una especie de urbanismo a escala planetaria) sirvieron para calificarlo de hippy, de visionario. Pero tambi¨¦n tiene, entre algunos de sus colegas, fama de simpatizar con el Opus Dei: "Fui de Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer. Durante a?os tuve como libro de cabecera Camino. Su pensamiento me interesaba. Pero de ah¨ª a ser simpatizante de la Obra hay un trecho. Nunca he estado vinculado al Opus".
Hijo de un industrial panadero que comerciaba con harinas, Lamela recibi¨® de su padre un consejo que marcar¨ªa su vida: completar su formaci¨®n acad¨¦mica con un aprendizaje pragm¨¢tico, "real y cierto". "Para mi padre, la arquitectura real era la construida. Me aconsej¨® que me hiciera promotor y constructor para averiguar lo dif¨ªcil que es encontrar suelo, comprar ladrillos, colocarlos y luego vender el edificio". Ten¨ªa veinte a?os, y no hab¨ªa terminado los estudios cuando se convirti¨® en promotor. "Mi primera obra, unas viviendas en la calle Segovia de Madrid, fue muy discutida por la prensa. Sin embargo, se vendi¨® r¨¢pidamente".
"Cuando yo empec¨¦, el pa¨ªs estaba por hacer", recuerda. "Ahora, las cosas son m¨¢s sencillas. Al principio estaba lleno de dudas", comenta. Aunque es evidente que no siempre dud¨®. No lo hizo, por ejemplo, cuando decidi¨® ser un arquitecto moderno. Y fueron los viajes los que lo inclinaron en esa direcci¨®n. "He aprendido en mis viajes mucho m¨¢s que en la escuela. Porque yo, en los sitios, indagaba. Buscaba a mis colegas para hacerles preguntas y, con frecuencia, los arquitectos me hablaban de sus errores. En Finlandia conoc¨ª a Alvar Aalto, por ejemplo".
Casado y con cuatro hijos, Lamela ha viajado por todo el mundo. "Al viajar quer¨ªa verlo todo. Desde lo m¨¢s desarrollado hasta lo m¨¢s atrasado. Me cost¨® mucho conocer los poblados de los caramoyongos en el sur de Sud¨¢n, por ejemplo. Ten¨ªan un urbanismo muy primitivo, de ciudades circulares rodeadas por un vallado vegetal y de barro". Su inquietud le llev¨® tambi¨¦n a fundar el Club de Roma en Espa?a, una organizaci¨®n internacional que defiende la importancia de la educaci¨®n y la investigaci¨®n en el desarrollo social, y de la que son miembros el ex presidente de Brasil Fernando Cardoso, Mija¨ªl Gorbachov, el rey Juan Carlos o la Nobel de la Paz Rigoberta Mench¨², entre otros.
Lamela comenz¨® a construir sus edificios en plena posguerra. En 1960 levant¨® el primer supermercado de Espa?a, todav¨ªa en activo, en la calle de Toledo, de Madrid. A?os despu¨¦s, muchos edificios de Lamela protagonizaron el boom tur¨ªstico de las costas espa?olas. Hoy, sin embargo, opina que la avalancha constructora fue una mala opci¨®n. "En seg¨²n qu¨¦ sitios se ha hecho muy mal. Un ejemplo de barbarismo arquitect¨®nico ha sido Marbella. El municipio tuvo la desgracia de caer en manos de un grupo pol¨ªtico, el GIL, que lo ha hundido arquitect¨®nica y paisaj¨ªsticamente hablando". Pero admite que no s¨®lo la pol¨ªtica puede ser peligrosa para una ciudad. "Es cierto que algunos de mis edificios marcaron el paisaje de la costa. Pero tambi¨¦n permitieron el desarrollo del pa¨ªs. Si no hubi¨¦ramos desarrollado el turismo, Espa?a se habr¨ªa quedado colapsada. Es cierto que en aquellos momentos no exist¨ªan preocupaciones como la sostenibilidad o la ecolog¨ªa. Las palabras no estaban ni en el diccionario. Yo fui un pionero al hablar de estas cuestiones". Cuestiones que, sin embargo, no aplicaba a su arquitectura. "Lo hac¨ªa someramente. Estudiaba los planteamientos favorables para facilitar el mantenimiento de los edificios, pero a veces no ten¨ªamos en cuenta el respeto que hoy se tiene al paisaje. Una vez me llam¨® el Rey para hacerme una consulta y me pregunt¨® si era cierta una an¨¦cdota que se contaba de m¨ª. Un conocido me hab¨ªa visto pensativo en la bah¨ªa de Palma y, al preguntarme qu¨¦ pensaba, le hab¨ªa contestado: 'Me gustar¨ªa ser lo suficientemente rico para dinamitar algunas de las cosas que he hecho en primera l¨ªnea del paseo Mar¨ªtimo'. Es cierto, le respond¨ª", comenta con media sonrisa. "Ahora no s¨¦ si los destruir¨ªa. Estoy en un momento de mi vida en el que creo que todo suma. Frank Lloyd Wright dec¨ªa que los m¨¦dicos ten¨ªan suerte porque entierran a sus muertos. Mientras que a los arquitectos s¨®lo les queda el consuelo de dejar crecer la hiedra sobre sus edificios". Lamela admite que ¨¦l la dejar¨ªa crecer sobre un 10% de sus edificios.
"Yo he dise?ado", reconoce, "edificios que han fallado porque las circunstancias han variado". En Madrid, por ejemplo, levant¨® el complejo Galaxia, con grandes zonas peatonales internas; luego, "la inseguridad ciudadana ha hecho fracasar aquella idea". Admite los errores y hasta el fracaso, aunque sostiene que quien arriesga comete errores: "La innovaci¨®n corre el riesgo de la precariedad. Le falta el aval que da el paso del tiempo. A veces, las ideas m¨¢s avanzadas son las que m¨¢s pronto caducan. Visto con perspectiva, algunos de mis edificios pecan de pertenecer m¨¢s a la ¨¦poca que al lugar", admite.
Est¨¢ claro que este proyectista no comparte la voluntad de muchos de sus colegas de imprimir un sello personal a sus edificios. "Creo que eso, si no inmoral, es amoral. El arquitecto debe hacer siempre lo que le pide la sociedad mientras lo que le pide sea honrado, legal y aceptable".
Se muestra convencido de que "la arquitectura actual es muy egoc¨¦ntrica. Se centra m¨¢s en la autocomplacencia y en despertar la admiraci¨®n de la profesi¨®n que en la idea de servicio. Los arquitectos no tenemos que ser protagonistas de nada", concluye. "Mis colegas y las escuelas me han tachado con frecuencia de arquitecto comercial cuando mis razones siempre han sido humanas. En el caso de la costa, pretend¨ªa acercar a las personas al paisaje". ?Por eso levantaba grandes edificios en primera fila? "A veces, el paisaje se resiente con una intervenci¨®n arquitect¨®nica, pero gracias a los ingresos que proporcionan los veraneantes, se pueden regar ciertas zonas. En la vida todo es cuesti¨®n de equilibrio", asegura.
En los a?os sesenta, el promotor Jos¨¦ Ban¨²s le encarg¨® a Lamela el primer plan general del puerto que lleva su nombre. "Yo le propuse una arquitectura nada populista, muy avanzada y actual. Y a ¨¦l le satisfizo. Pero cuando le ense?¨® los planos a Alfonso de Hohenlohe, ¨¦ste opin¨® que era mejor construir el puerto al 'estilo andaluz' y le sugiri¨® el nombre de un arquitecto mexicano. Ban¨²s no tuvo el valor de dec¨ªrmelo, pero me encontr¨¦ con que se iba ralentizando nuestro proyecto para dar entrada al proyecto populista". Aun as¨ª, Lamela decidi¨® continuarlo cuando le ofrecieron agrandarlo. "Me pareci¨® m¨¢s coherente continuarlo que imponer mis ideas".
Arquitect¨®nicamente, a Lamela se le conoce, y reconoce, como el autor de las Torres Col¨®n, junto al paseo de la Castellana de Madrid, unas torres luego remodeladas por su hijo Carlos. Esos rascacielos fueron en su momento p¨²blicamente admirados por Franco. Hoy, el estudio los considera entre sus cuatro mejores obras (junto a la ampliaci¨®n de Barajas, la del Bernab¨¦u o la casa en la que vive el arquitecto). Pero Lamela, que firm¨® tambi¨¦n el estadio Son Moix, del Mallorca, es a su vez conocido por haber realizado muchos hoteles Meli¨¢, m¨¢s comerciales, menos brillantes. ?l asume con tranquilidad esa paradoja. Es m¨¢s, se siente reflejado en ella. "S¨ª, porque para m¨ª las formas y los aspectos externos son un poco anecd¨®ticos. En la vida doy prioridad al fondo sobre la forma". Algo inusual en un arquitecto y a lo que ¨¦l atribuye parte de la incomprensi¨®n de la que, considera, ha sido objeto dentro de la profesi¨®n. Lamela se defiende de las vinculaciones que se le atribuyen con el r¨¦gimen franquista. "Ni siquiera conoc¨ª a Franco. Me consta que el general¨ªsimo admir¨® el trabajo que yo estaba haciendo en Torres Col¨®n. Iba algunas noches a ver c¨®mo crec¨ªan las torres. Le deb¨ªan de gustar mucho porque me hizo llegar una propuesta a trav¨¦s de Carrero Blanco. Me plante¨® la posibilidad de ser ministro de la Vivienda". Pero esa oferta no le pareci¨® una buena oportunidad para poner en pr¨¢ctica las ideas sobre la ordenaci¨®n del territorio que hab¨ªa escrito en su libro sobre geo¨ªsmo y cosmo¨ªsmo. "Contest¨¦ que no pod¨ªa aceptar ser ministro de nada porque no quer¨ªa cerrar el estudio. 'Pi¨¦nseselo bien. Esta respuesta delata cierta desafecci¨®n, y eso tal vez no se pueda interpretar con l¨®gica', me dijo Carrero Blanco. Una semana despu¨¦s reiter¨¦ mi negativa y me disculparon. Decir que no a Franco no me cre¨® ning¨²n tipo de represalia. Yo siempre he estado al margen de la pol¨ªtica".
A pesar de contar con casi mil proyectos realizados, Lamela considera sus teor¨ªas de cuidado del territorio, geo¨ªsmo y cosmo¨ªsmo, publicadas a finales de los sesenta, como su mayor aportaci¨®n a la arquitectura. Sorprende que, con conceptos tan claros sobre la organizaci¨®n del territorio, este arquitecto se declare apol¨ªtico.
Como si el uso del suelo no viniese determinado por un ideario pol¨ªtico. Y econ¨®mico. Lamela zanja, y se declara partidario del orden. ?El orden impuesto? ?El conseguido? "El orden tiene que ser aceptado. Nunca impuesto. Aqu¨ª, en mi oficina, hay orden en todo. Pero todo es por convencimiento". En el Estudio Lamela, que gestionan ¨¦l y su hijo Carlos, trabajan m¨¢s de 100 empleados. Un 30% son extranjeros, algo habitual entre los estudios de arquitectura espa?oles. Firman numerosos proyectos para fuera, igual que desde hace a?os. "Al poco tiempo de morir Franco, en Espa?a empez¨® a producirse aquel cambio pol¨ªtico. Tem¨ª que las cosas pudieran desarrollarse de tal forma que hubiera que exiliarse", confiesa Lamela. "Pens¨¦ que era preferible adelantarse y establecer una cabeza de puente al otro lado del Alt¨¢ntico. En Hispanoam¨¦rica y el sur de Estados Unidos era m¨¢s sencillo hacerlo mientras nuestro estudio funcionaba bien que esperar a que llegara el desastre y tratar de poner algo en marcha con una mano delante y la otra detr¨¢s", explica.
Ese temor provoc¨® que, de la noche a la ma?ana, se lanzara a edificar en el extranjero: cinco proyectos y dos edificios construidos en Quito y en Miami. Lamela lleg¨® a tener delegaciones en Ecuador, Florida (EE UU) y Colombia, pero decidi¨® abandonar. "Aquellas naciones resultaron inseguras. Mientras tanto, en Espa?a se fueron aclarando las cosas. Me bat¨ª en retirada. No merec¨ªa la pena el esfuerzo". Hoy, el estudio ha regresado a los proyectos internacionales. Construyen, por ejemplo, el nuevo aeropuerto de Varsovia. Pero ¨¦l lo ve como algo distinto. "Ahora, hacer proyectos en el mundo es como hace a?os hacerlos en provincias alejadas. Actualmente es m¨¢s f¨¢cil ir a Varsovia que hace veinte a?os ir a la Costa del Sol", comenta.
Su hijo Carlos es su socio desde 1992. Se incorpor¨® a mediados de los ochenta, y cuando Antonio Lamela se retire, le dejar¨¢ un estudio con una historia y una manera de hacer. Lo contrario de lo que ¨¦l mismo se encontr¨® cuando su padre le aconsej¨® que se convirtiera en promotor. Tal vez por eso, Lamela no le ha dado consejos a su hijo. "?l acepta como yo que las cosas que hacemos tienen que ser perdurables, f¨¢cilmente conservables y mantenibles. Que no podemos hacer edificios que creen problemas a los usuarios y que lo que hagamos debe tener sentido com¨²n. Pero si tuviera que darle un consejo, ser¨ªa tambi¨¦n un deseo: que no se acuerden de uno, como arquitecto o como persona, de forma desfavorable".
La exposici¨®n de Antonio Lamela puede visitarse del 27 de enero al 20 de marzo en las Arquer¨ªas de Nuevos Ministerios. Paseo de la Castellana, 67. Madrid.
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